Yo soy

Yo soy

viernes, 23 de septiembre de 2011

Yo hasta soy de corazón profesor en Rodeo I y predicador en Yare II, no pastor, porque en medio de este horror siento una caridad inmensa por mi y por mis yuntys..metidos por tantas razones dispares en este juego de dinero, poder y sangre; de una guerra escrita con "palabras mayores" .


El único camino: amar y perdonar

EZEQUIEL VÁZQUEZ GER |  EL UNIVERSAL
viernes 23 de septiembre de 2011  12:33 PM
Muchas veces, vivir los hechos diarios nos hacen no darnos cuenta de la verdadera realidad de las cosas. Los problemas del día a día, las injusticias, el dolor que ciertas situaciones causan, nos impiden ver un poco más allá y lograr entender que la solución a muchos de los problemas que nos envuelven no se encuentra en un plan económico, en una elección presidencial o en un cambio de régimen. La verdadera solución, a todos los problemas, está ni más ni menos que en nuestro corazón. Extraña forma de comenzar un artículo de opinión, pero les pido lectores que sigan mis palabras hasta el final.

Por diferentes circunstancias me tocó hoy recordar el día que conocí a Immaculée Ilibagiza, poco más de un año atrás. Immaculée nació en Rwanda en el año 1970. A los 24, tuvo que vivir una experiencia que ninguno de nosotros puede siquiera imaginar. Durante 91 días, que duró la masacre, vivió junto con otras siete mujeres en un pequeño baño, de no más de 1 metro por 1 metro tamaño, al mismo tiempo que su familia entera, su madre, padre, dos de sus hermanos y sus abuelos eran brutalmente asesinados por sus propios vecinos. 91 días sin ver el sol, casi sin comer, teniendo incluso que pasar por tres menstruaciones. Sin poder hablar, ya que cualquier sonido hubiese conducido a su muerte y la de sus compañeras. 91 días en los cuales lo único que escuchó fue el sonido del terror a su alrededor. El sonido de las palabras de sus propios vecinos que llamándola por su nombre, le decían "sabemos que estás aquí, y te vamos a matar", sin poder encontrarla.

Luego de la masacre, Immaculée se encontró cara a cara con su vecino, el hombre que asesinó a su familia y que incluso trató de asesinarla a ella. Sus palabras hacia él fueron: yo te perdono.

No alcanza ganar una elección para superar este mal. No alcanza un buen plan económico para transformar un país. No alcanza un nuevo Presidente para acabar con el odio y la confrontación. Lo que sí alcanza, y sin ello nada será posible, es poner el amor al prójimo, la fe en Dios, y la verdad, en el lugar que le corresponde.

Immaculée sobrevivió, gracias a su fe en Dios. Tengamos fe, pero fe de verdad. Dejemos el odio de lado, aprendamos a perdonar, que no es lo mismo que olvidar. Solo así lo lograremos.

evg@ezequielvazquez.com
@ezequielvazquez

Narcotráfico y elecciones: palabras mayores

Estamos hablando de dinero, poder y sangre; de una guerra escrita con "palabras mayores"

ARGELIA RÍOS |  EL UNIVERSAL
viernes 23 de septiembre de 2011  12:00 AM
Encandilada con los focos que se posan sobre ella, Venezuela parece encaminada hacia episodios indescifrables. Ni la mirada más tenaz sirve al propósito de pronosticar el fondeadero hacia donde nos dirigimos. Por lo pronto, caben las inquietudes más hondas, apoyadas en las obligadas asociaciones que el caso justifica. El flujo de noticias acerca del narcotráfico, y de las ramificaciones que éste habría injertado en nuestro territorio, evoca los capítulos inolvidables de la reciente historia colombiana. Las vinculaciones no pueden eludirse, aunque todavía desconozcamos -¡o precisamente por eso!- el alcance de los tentáculos de la droga dentro del Estado venezolano.

Además de las noticias procedentes "del Norte" -todas alarmantes-, poco conocemos sobre la profundidad del "fenómeno": sin embargo, la experiencia de los vecinos, es más que suficiente para esforzarnos en visualizar los peores presagios. Uno de ellos, ése en el que Venezuela se agranda en los titulares de primera página del mundo, por causa de los espeluznantes hechos con que siempre viene acompañado el sucio negocio sobre el que se nos está advirtiendo.

La amenaza de que Venezuela pueda emular a la Colombia ensangrentada de los años '80, late nerviosa en el corazón del país: en la economía, la política y, desde luego, en el drama de la inseguridad, marcado por un tipo de violencia extrema que ya -antes de oficializarse las últimas noticias- se nos hacía sospechosa y malcarada. Muy frescos en la memoria, están guardados los relatos trágicos de aquellos "carteles", cuyo arrogante poder se respingaba sobre el Estado colombiano y sus instituciones.

Fue tan sólo ayer cuando los barones de la droga mantenían intervenida y tiranizada a la sociedad colombiana. La sola posibilidad de que se reediten en Venezuela las imágenes de aquella aterradora opresión delincuencial, debería estremecernos a todos. No es poca cosa que, a la terrible enfermedad del presidente -por la cual estamos expuestos a tantas interrogantes sobre el desenlace de la polarización interna-, se le haya sumado ahora la temible duda en torno al rol que procurarían darse los cabecillas venezolanos de la droga, en el incierto devenir político-electoral del país.

Favorecidos por el campo paradisíaco en el cual se habrían estado moviendo todo este tiempo, cuesta creer que estos capos y sus proxenetas se autoexcluyan de la ruda disputa por el poder en Venezuela. Aunque los prejuicios alrededor de la procedencia de la denuncia puedan resultar razonables, ellos no deberían interferir en la reacción frente al tema. Estamos hablando de situaciones gruesas; de dinero, poder y sangre; de una guerra escrita con "palabras mayores". 

Argelia.rios@gmail.com

Twitter: @argeliarios

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