Yo soy

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lunes, 26 de octubre de 2015

Antonio Tabares venía a Venezuela con una mezcla de miedo y emoción. Muchas eran las noticias sobre inseguridad y desabastecimiento que había escuchado en Canarias. Pero el consejero cultural de la Embajada de España le dijo que se quitara los prejuicios. Eso hizo. “Creo que los contrastes son muestra de que la ciudad está viva”, señaló sin haber tomado el primer café de la mañana y ya sin los efectos del jet lag.El dramaturgo español dictó talleres en Caracas y Valencia. También presenció el primer montaje internacional de uno de sus textos, La punta del iceberg

Antonio Tabares: “Escribo para mostrar mi asombro del mundo”

“El teatro es válido en sí mismo como hecho escénico, como arte comunitario”, dice Tabares/ Foto: Manuel Sardá
“El teatro es válido en sí mismo como hecho escénico, como arte comunitario”, dice Tabares/ Foto: Manuel Sardá
El dramaturgo español dictó talleres en Caracas y Valencia. También presenció el primer montaje internacional de uno de sus textos, La punta del iceberg

Antonio Tabares venía a Venezuela con una mezcla de miedo y emoción. Muchas eran las noticias sobre inseguridad y desabastecimiento que había escuchado en Canarias. Pero el consejero cultural de la Embajada de España le dijo que se quitara los prejuicios. Eso hizo. 
“Creo que los contrastes son muestra de que la ciudad está viva”, señaló sin haber tomado el primer café de la mañana y ya sin los efectos del jet lag.
El dramaturgo nacido en Santa Cruz de la Palma en 1973 visitó el país como parte del Mes Cultural de España en Venezuela, donde dictó talleres sobre escritura teatral en Caracas y Valencia.Además, presenció el montaje de La punta del iceberg, el primero de sus textos que se estrena fuera de su tierra y que se escenifica en el Trasnocho Cultural con la dirección de Javier Vidal.
Autor de dramas y comedias, ha estrenado piezas como Los mares habitadosCuarteto para el fin del tiempo y Una hora en la vida de Stefan Zweig. Se inició en la dramaturgia por afición, pues le gustaban el teatro y la literatura. Lo que vino después fue muy orgánico. “Escribo porque hay muchas cosas de la realidad que no entiendo, no termino de comprender ciertas acciones del ser humano. Escribo para mostrar mi asombro del mundo”, expresa.
—¿Cuándo escribe se deja llevar por sus obsesiones?—Uno siempre escribe con sus obsesiones, lo que le interesa y sus pasiones. Siempre hay algo terapéutico en la palabra. Probablemente si no escribiera sería más infeliz. Pero uno tampoco debe obsesionarse con los motivos por los que escribe. La obra es un proceso muy largo, lleno de sinsabores y dificultades.
—¿Qué elementos de la condición humana le interesa retratar en sus historias?—Me llama la atención esa manera que tenemos los seres humanos de relacionarnos entre nosotros. A veces nos dañamos, incluso sin querer, o somos capaces de algo grande con pequeños gestos. Un dramaturgo es, sobre todo, un recolector de historias; tiene que estar muy atento. Y creo que por ahí va mi escritura, buscar temas que muevan a las personas sin necesidad de que sean grandes acontecimientos o puestas en escena con muchos artificios. Me interesa un teatro más cerca de lo cotidiano. 
—¿Es más importante complacer al público o complacerse a sí mismo como creador?—Uno se plantea continuamente si hace concesiones para que la obra tenga un mayor recibimiento o si se mantiene fiel a su idea. Yo escribo con la conciencia de que soy el primer espectador e intento no engañarme. Al final es importante tener honestidad y saber que la historia no siempre es amable, que lo que el espectador quiere ver no siempre es lo que necesita.
—¿Suele ser muy crítico consigo mismo?—Al cabo de un tiempo debes tener una cierta piedad, no puedes martirizarte toda la vida. Lo primero que tienes que hacer cuando escribes es ser consciente de tus limitaciones, intentando algo mejor siempre, porque si no corres el riesgo de terminar un poco loco.
—¿Cómo se mueve la escena teatral en España?—El país atraviesa un momento teatral muy interesante. Hay nuevos autores, se han abierto talleres, la escuela de arte dramático tiene su especialidad, hay publicaciones. Hay variedad en ciudades como Madrid y Barcelona, que tienen una diferencia abismal con el resto del país. En lo económico, se reivindicó al sector, pues se redujo el impuesto a la producción y exhibición de espectáculos. Pero, más que eso, no ha habido un apoyo al teatro ni a la cultura. Aún nos queda mucho por recorrer.
—¿Considera que el teatro va unido a una misión?—Tiene la que cada uno le quiera dar. El teatro es válido en sí mismo como hecho escénico, como arte comunitario y su propia naturaleza es su misión: reunirnos a todos para contemplarnos como individuos y como sociedad.

La punta del icebergEspacio Plural, Trasnocho Cultural
Funciones: viernes, 8:00 pm; sábado y domingo, 7:00 pm
Entrada: 500 bolívares

El 26 de octubre de 1908 nació en Barcelona, estado Anzoátegui, el periodista, escritor, poeta, político y humorista Miguel Otero Silva. Fundador de El Nacional, desde hace 107 años su legado se volvió historia por ser inconmesurable.

Hace 107 años nació Miguel Otero Silva

Miguel Otero Silva | Referencia
Miguel Otero Silva | Referencia
El periodista, escritos y fundador de El Nacional es conocido por su constante lucha a favor de la democracia

El 26 de octubre de 1908 nació en Barcelona, estado Anzoátegui, el periodista, escritor, poeta, político y humorista Miguel Otero Silva. Fundador de El Nacional, desde hace 107 años su legado se volvió historia por ser inconmesurable.
Ante todo fiel creyente de la democracia y la participación ciudadana en el país es, sin lugar a dudas, uno de los más grandes representantes de la literatura tanto de Venezuela como de América Latina, contando con lectores de la talla de Pablo Neruda y Gabriel García Márquez.  
Una de sus novelas más destacadas, Casas muertas, también cumple 60 años de su primera publicación. 
"Miguel Otero Silva es uno de los representantes de ese último tipo de venezolanos que nos llegó a definir en muchos aspectos durante el S. XX. Tenía un amplitud de miras y gran tolerancia con individuos con posiciones diferentes a la suya. Fue un hombre de izquierda, comunista, pero no dejó de abrirle las puertas a personas de posiciones políticas diferentes a la de él: es un modelo de apertura y respeto a las ideas del otro. Igualmente, tiene un lugar garantizado en el canon literario y es, sin lugar a dudas, un gran patrocinador de la cultura en Venezuela. Ahora es cuando debemos leerlo cada vez más”, expresó Ricardo Ramírez, profesor de la Escuela de Letras de la UCV. 

In memoriam del Dr. José Gregorio Hernández...Mi madre y él saben por qué publico esta nota en su honor.

Se cumplen 151 años del natalicio de José Gregorio Hernández

Tumba del Doctor José Gregorio Hernández
Tumba del Doctor José Gregorio Hernández
La devoción de millones de venezolanos por el "Siervo de Dios" se mantiene intacta. Continúa siendo venerando por sus virtudes como médico y la vocación religiosa que tuvo en vida 

Este 26 de octubre se cumplen 151 años del natalicio del Dr. José Gregorio Hernández, nacido en Isnotú, Trujillo, en 1864. Murió arrollado hace 96 años, en la parroquia La Pastora de Caracas.
A los 13 años de edad, Hernández se mudó a la ciudad de Caracas. Desde muy joven se interesó por la Medicina y por ello inició sus estudios en la Universidad Central de Venezuela, el 28 de junio de 1888.
Su vocación religiosa lo llevó a postularse en dos oportunidades a ser sacerdote, pero su condición física resultó su mayor impedimento.
El 16 de enero de 1986, tras ser iniciado el proceso y completados los primeros casos, fue nombrado “venerable” por el papa, Juan Pablo II.
En la actualidad se encuentra en proceso su beatificación y canonización, faltando sólo el reconocimiento de un milagro más para el considerado “Siervo de Dios”. De ser posible la beatificación, se convertiría en el primer santo de procedencia venezolana y el tercer beato.
Veneración intacta
Tras su trágico fallecimiento, el doctor José Gregorio Hernández dejó como legado la pasión de servir a los más necesitados y la devoción de millones de venezolanos que lo continúan venerando por sus virtudes como médico y la vocación religiosa que tuvo en vida.
Desde hace varios años se le atribuyen varios milagros y curaciones, tanto es así que en 1949 el Vaticano inició la investigación sobre el caso.

sábado, 24 de octubre de 2015

Como si tuviera siempre que salir de un letargo, una penalidad incomprensible para un autor de su renombre, el poeta Cruz Salmerón Acosta, emerge una y otra vez. El largo sueño del cantor es interrumpido en su trayecto de inadvertencias por un conjunto muy brillante de empeños. En cierta forma, estas empresas de edición y estudio no hacen sino mantenerlo presente en la frágil memoria literaria del país, siempre tan pagada por las últimas horas y tan morosa con los verdaderos maestros de nuestra estética verbal.

Cielo, Mar y Amor: vida y obra de Cruz María Salmerón Acosta

Cielo, Mar y Amor de William Rodríguez Campos
Cielo, Mar y Amor de William Rodríguez Campos
“Se trata de un esfuerzo por continuar en la ruta de dar a conocer los valores de la poesía de Salmerón, considerando ampliamente la bibliografía precedente y probando una evaluación que resulta más afectiva y elogiosa que filológica y crítica”

Como si tuviera siempre que salir de un letargo, una penalidad incomprensible para un autor de su renombre, el poeta Cruz Salmerón Acosta, emerge una y otra vez. El largo sueño del cantor es interrumpido en su trayecto de inadvertencias por un conjunto muy brillante de empeños. En cierta forma, estas empresas de edición y estudio no hacen sino mantenerlo presente en la frágil memoria literaria del país, siempre tan pagada por las últimas horas y tan morosa con los verdaderos maestros de nuestra estética verbal.
Ajeno a cualquier trazo de exhaustividad, quisiera recordar un conjunto de referencias que entiendo como las mejor logradas y las que resultaron fruto de amorosas visitas por la obra exigua del gran poeta.
Quizá el año 1970 marque el comienzo de la primera recepción moderna del poeta. Vemos lucir un grupo de catorce textos de Salmerón en la histórica antología que ordenara el jesuita Pedro Pablo Barnola ese año, bajo el título de Poesía sucrense. El cometido resulta no solo un aporte sobre la posición que el poeta ocupa en el ámbito de una de las regiones líricas más productivas en la historia literaria venezolana, sino la oportunidad para gestar diálogos muy fecundos entre el poeta de “Azul”, entre comillas, (pariente afectivo y político del poeta de Azul, en cursivas) y el resto de los creadores afamados o discretos de su estado natal. Barnola lo distingue poéticamente y lo ubica para la crítica, debiéndosele al estudioso el haber ofrecido las aguas bautismales del poeta enfermo, místico y mítico. Crítico poco atenido a sensiblerías y a hipérboles biografistas de ninguna especie, se dejaría arrastrar por el peso tierno de alguna de esas visiones: “Solitario allá en una alejada casita, todo azul de mar y cielo, su alma sensibilísima de verdadero poeta lírico, fue día tras día engarzando, como perlas, aquellos bien pulidos y serenos sonetos, y otras composiciones, que pronto corrían de mano en mano entre sus fieles amigos, y que mostraban cuán noble e inspirado era su espíritu”.  La temprana consagración de Barnola significaba un acompañamiento a la edición de las poesías completas de Salmerón Acosta que publicara la Línea Aeropostal Venezolana, dos décadas antes.
Ciertamente, el número seis de esas preciosas ediciones dedicaría al poeta oriental un volumen de colección el año 1952, resultado de la entregada e impagable tarea de Dionisio López-Orihuela, el más ferviente curador del legado poético del bardo de Manicuare. El sintagma Fuente de amargura con el que titula el volumen, publicado al día hasta en seis oportunidades, signa adicionalmente el espesor doliente de la recepción del poeta que estaría por llegar; lectura cierta y romántica por partes iguales y muy justificada para su tiempo. La edición toda impone un canon protagonizado por las poco más de cuatro decenas de piezas líricas (a esta lista se sumarían luego unas cuantas más) y por las notas prologales y los textos de homenaje pre y post mortem que vienen a anclar la unilateralidad hermenéutica del gran autor. La pasta sensible de una vida trágica y corta, tanto como de una enfermedad temprana y larga, así como el prodigio de una obra que fue prodigiosa y breve y que persistió entre brumas y secretos, hicieron de Cruz Salmerón Acosta una de esas figuras que cautivarían para siempre y en paridad tanto a cultores como a legos. Ya Santiago Key-Ayala, en el año de la muerte del poeta: 1929, al entender la dimensión de un fenómeno tan infrecuente en nuestros paraísos y avernos literarios, lo dimensiona para entenderlo milagro y tema de estudio de psicología de la recepción: “Catorce versos rimados entre sí, y con el alma de quien los escribió, catorce versos de cruz Salmerón Acosta, el poeta infelicísimo que llevaba en su nombre como una insignia delatora, el vaticinio del destino trágico, han hecho el milagro de provocar una cristalina corriente de simpatía y de comprensión por entre los zarzales resecos de la prensa”. El inteligente acercamiento del sabio bibliófilo parece querer alertar sobre lo injusto que resulta, tanto para los poetas de vida sufrida como para los de vida feliz, querer enaltecerlos o acallarlos más por contingencias biográficas que por los valores objetivos presentes en sus obras.
La brecha abierta por el padre Barnola se vería muy pronto continuada por los estudios del profesor Oswaldo Larrazábal Henríquez, el cultor más devoto de Salmerón desde las parcelas de la investigación y crítica modernas. Lo vislumbra en prisión de letargos en un conjunto de valiosos estudios y repertorios: Azul de Manicuare. Cruz Salmerón Acosta (1971), Salmerón Acosta, itinerario de un poeta(1979), Yo, Cruz María Salmerón Acosta (1982) y Reencuentro azul. Presencia de Cruz Salmerón Acosta (2004).
La leyenda vuelve a fortalecerse cuando la vida de Salmerón es llevada al cine. La película La casa de agua (1984), de Jacobo Penzo, protagonizada por Franklin Virgüez en el rol del desdichado, junto a una virtuosa nómina que encabezan Doris Wells e Hilda Vera, nos muestra al poeta acosado por la lepra y carcomido dualmente por la enfermedad y por la soledad (ecuación alfa en donde cuerpo y alma se hacen un fluir de idénticas verdades), escribiendo en su rústica morada frente al mar; espera agónica de una muerte que no tarda en llegar.
Seguiría con similares empeños, en 1993, cuando Monte Ávila Editores publique Vida somera. Cantos al mar, al amor y a la muerte, una rigurosa y amorosa antología a cargo del maestro Gustavo Luis Carrera, durante el festejo nacional, un tanto inadvertido, por el centenario del nacimiento del escritor. Nacido poeta el año 1892 en playas del estado Sucre, hechas mito por sus propios versos, gracias a sus más celebradas líneas: “Azul de aquella cumbre tan lejana/ hacia la cual mi pensamiento vuela/ bajo la paz azul de la mañana, / ¡color que tantas cosas me revela!”.
Nuevas y recientes ediciones llegarían en clave de divulgación. En 1996, Poemario con pie de imprenta de la Alcaldía de Araya; y Poemas, en 2009, con la firma de la Fundación Editorial “El perro y la rana” y la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Aprovecharían con criterio los intentos precedentes, revisando las versiones de los textos en un intento por enmendar discrepancias de índole formal.
Con título perturbador, La canción recóndita, presenta Fundarte, el año 2011, una nueva empresa de difusión. La compilación despierta al poeta de su último sueño y nos lo presenta en cincuenta y dos piezas, sonetos en su mayoría, que permiten que el lector desprevenido ante la obra de este autor lo conozca en pureza y lo admire desde el primer verso: “Yo fui Quijote por algunos años” (primero del poema: “De mis andanzas”), hasta el último: “con la serena luz de sus semblantes” (último del poema: “La hora melancólica”), como si se trataran del primero y del último de un único poema, pues completan un círculo perfecto desde la andanza quijotesca (siempre un asunto de agónica melancolía y de realidades confundidas) hasta la hora final en la que el corazón del poeta destrozado de tanta vida (o de tanta necesidad de ella) cede “a los tranquilos rayos de la luna” para llamar al amor que más nunca habrá de pertenecerle: “Música de placer para el dichoso/ que dulces esperanzas atesora,/ música para mí como el sollozo/ de mi solitario corazón que llora”.
El recuento llega hoy a término provisional con el libro Cielo, mar y amorCruz María Salmerón Acosta. Vida y obra completa comentada, del profesor William Rodríguez. Se trata de un esfuerzo por continuar en la ruta de dar a conocer los valores de la poesía de Salmerón, considerando ampliamente la bibliografía precedente y probando una evaluación que resulta más afectiva y elogiosa que filológica y crítica. Valido de juicios propios se intenta una hermenéutica que sigue cada poema para ofrecer comentarios de índole circunstancial y biográfica y acercamientos de crítica impresionista, en la doctrina de Alfonso Reyes, como terreno abonado para la exégesis. La crítica emotiva acarrea los riesgos de la hipérbole y de la sobrestimación en la comparativa entre autores. El estudio de crítica subjetiva se completa con el trayecto biográfico y con un cuerpo de entrevistas que se ofrece como documento para evaluar la significación del poeta en la cultura popular. Nunca dejará de ser importante la consideración de lo que un autor representa en el imaginario literario de una sociedad.
Superando toda exégesis, el amor al autor y a su obra se impone como razón literaria y este es un mérito indiscutible del trabajo del profesor Rodríguez. Asimismo, la sola escogencia de Salmerón como motivo de estudio es ya un valor de primera, dado que se trata de un escritor de permanente escrutinio. También, que se le quiera pensar y promover al unísono; pues se ofrece una síntesis completa de su anterior analítica biográfica y literaria junto a la obra poética toda del escritor. La interpretativa romántica y sus brumas quedan condicionadas en muchos casos a una sugerente visión de carácter filosófico.
Todo lo anterior me lleva a felicitar al profesor William Rodríguez por devolvernos al poeta recóndito y por aportarle un aire diferente y solo parcialmente ensayado. Aplaudo el compromiso que el estudioso ha contraído con un escritor tan necesitado de nuevas iluminaciones y, también, por abrir y abrirse él mismo el camino por el que deberán continuar los intentos para lograr sacar a Salmerón, una vez más, del injustificado letargo hermenéutico en que está atrapado y por deponer la penalización que incomprensiblemente sufre siempre este autor

El imaginario teatral venezolano (IX-I)“El teatro experimental, como se le conoce hoy día, fue desarrollado por el dramaturgo Antonin Artaud, siguiendo una estructura donde se rompe la barrera entre el espectador y el actor”

Didascalia: El imaginario teatral venezolano (IX-I)

Natalie Wood, 1960 / Foto Ernst Haas
Natalie Wood, 1960 / Foto Ernst Haas
“El teatro experimental, como se le conoce hoy día, fue desarrollado por el dramaturgo Antonin Artaud, siguiendo una estructura donde se rompe la barrera entre el espectador y el actor”

Teatro experimental en Venezuela
En el idioma inglés para hacer referencia a una obra o texto teatral se utiliza la palabra play, que en español se traduce como juego. Esta curiosidad gramatical podría tener explicación en un exhaustivo análisis morfológico; yo particularmente la encuentro en el hecho de que la mayoría de los descubrimientos realizados en el territorio de las artes escénicas han sido realizados jugando oexperimentando
El teatro experimental, como se le conoce hoy día, fue desarrollado por el dramaturgo Antonin Artaud, siguiendo una estructura donde se rompe la barrera entre el espectador y el actor –lo que se conoce como la cuarta pared–, acabando con el público pasivo e incorporando al mismo en la historia y en la acción que se deriva de la misma. En otras palabras, que viva la experiencia del hecho teatral.
Sin embargo, en la Venezuela de finales de 1960 los creadores no asimilan a cabalidad estos conceptos artaudianos, lo cual degenera en ocasiones en un desorden generalizado. El crítico Rubén Monasterios recopila en su Estudio crítico y longitudinal del teatro venezolano un testimonio del director y dramaturgo uruguayo Ugo Ulive al respecto
“En los cinco meses que llevo aquí, viendo todos los espectáculos teatrales que he podido, un sentimiento de perplejidad creciente se ha ido apoderando de mí ante la libertad –gratuidad, diría yo– con que se utiliza el calificativo experimental en el teatro venezolano. Espectáculos donde el texto es despanzurrado alevosamente, actores que se mueven sin ton ni son, dicciones imposibles y ceceos pertinaces, que dificultan toda comprensión, jovencitos que se sacuden espasmódicamente en seudo-protestas sobre las que, en el fondo, no parecen interesarles un rábano, este es un balance de algunos de los espectáculos experimentales que me ha tocado presenciar”.
En Venezuela existe –tanto en 1960 como actualmente– una confusión general entre lo experimental y lo impertinente, escudándose en argumentos románticos como la libertad del arte. Pocos dramaturgos dan un paso adelante y desarrollan una investigación para depurar su propio trabajo experimental y perfeccionarlo.
Uno de los ejemplos más pertinentes es el caso de Isaac Chocrón y el trabajo detrás de piezas como su Asia y el Lejano Oriente (1966), Tric-Trac (1967) y Alfabeto para Analfabetos (1973). En ellas, Chocrón juega de forma magistral con los nombres de sus personajes al asignarles diminutivos comunes, símbolo de la potencial universalidadde los seres que pueblan estas tres piezas. Asimismo sustituye la figura del personaje por la de rol, hecho que exige un mayor desdoblamiento por parte del actor.
Monasterios cataloga el resultado de este tipo de investigaciones como teatro lúdico, destacando la característica principal de este experimento: la interpretación lúdica de los dictados del teatro experimental.

domingo, 18 de octubre de 2015

El imaginario teatral venezolano (IX)Se dice que un texto tiene piel escénica cuando, a pesar de no poseer la estructura de un texto teatral corriente –didascalias, diálogo, historia lineal– contiene en su desarrollo imágenes sensoriales que tienen el potencial de ser llevadas a escena.

Didascalia: El imaginario teatral venezolano (IX)

“Tu país está feliz” de Antonio Miranda / Foto cortesía
“Tu país está feliz” de Antonio Miranda / Foto cortesía
“Con versos en portugués y en español, podría decirse que su primer objetivo era simplemente narrar una visión de la vida venezolana a finales de la década de 1960”

Se dice que un texto tiene piel escénica cuando, a pesar de no poseer la estructura de un texto teatral corriente –didascalias, diálogo, historia lineal– contiene en su desarrollo imágenes sensoriales que tienen el potencial de ser llevadas a escena.
No sabemos –ni podemos afirmar– que la intención del escritor brasileño Antonio Miranda al escribir Tu país está feliz era precisamente el llevar este poemario a escena. Con versos en portugués y en español, podría decirse que su primer objetivo era simplemente narrar una visión de la vida venezolana a finales de la década de 1960, con referencias a la guerra de Vietnam, el comunismo, críticas a la corrupción administrativa y una fe ingenua en las bondades del marxismo. Es, si se quiere, una versión primitiva y latinoamericana del éxito grunge Smells like teen spirit de Nirvana.
Para ti no existen problemas.
Tu país está feliz.
Dos fuerzas te presionan
dos mundos te dividen,
dos voces te acorralan
y tú te niegas,
tú te omites,
los problemas de este mundo no son los tuyos.
Tú no protestas
o no puedes.
Las guerras lejos de aquí
ni se oyen los tiros.
Vietman, Biafram Oriente Medio
son nombres perdidos en el mapa.
Tu país está feliz.
Tienes en la cama la mujer que querías,
en el banco la plata que podías
y al día con tus deberes cristianos.
Entre dos responsabilidades
aceptas las dos
y no cumples con ninguna.
Los periódicos hablan de días mejores,
de confianza, de cambio,
de viajes espaciales, cinerama,
millonarios que llegan,
artistas de cine que parten,
carreras de caballos
viaductos
oleoductos
¡Tu país está feliz!
De todos los directores a quienes les fue planteada la idea –por el mismísimo Miranda- de llevar estos versos subversivos a escena, solo Carlos Giménez, director argentino recién llegado a Venezuela, aceptó el reto.
Con solo tres actores profesionales –Juan Pagés, Mariel Jaime Maza y José Tejera– y cinco aficionados –Francisco Alfaro, Leopoldo Renault, Gustavo Gutiérrez, José Ramón Ortiz y Enrique Serrano– comienzan los ensayos del poema, musicalizado por Xulio Formoso y utilizando como elementos escenográficos un telón de papel periódico, redes, cajas y una guitarra acústica.
Tu país está feliz  estaba destinada a tan solo tres funciones. Pero lapiel escénica del poema se impone, su música seduce, la plasticidad de los movimientos de los actores hechiza al espectador y pronto ya no son tres, sino cien funciones ininterrumpidas. El poema de Miranda se edita más tarde en un long-play, y Carlos Giménez termina por consolidarse como uno de los directores más comprometidos y prometedores de la escena venezolana.
Pero faltaba un nombre para el naciente grupo. Un nombre que expresara la necesidad discursiva y las preocupaciones medulares de sus creadores: la corrupción y la protesta social. Una nueva forma de hacer teatro que es experimental y trasgresora. Terminan, entonces, por tomar el nombre de la novela escrita por Luis Britto García y Ganadora del Premio Casa de las Américas en 1970: Rajatabla.

“El viaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitas metamorfosis”

Del viaje o la nada fantasiosa

Puente de Angostura / Foto ©AntolínSánchez
Puente de Angostura / Foto ©AntolínSánchez
Ensayo: “El viaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitas metamorfosis”

Algunos países son perennes objetos de fantasía
SusanSontag
Nohay que ser un gran sabio para descubrirlo: el viaje está dentro de los grandesimpulsos humanos. Hay algo que empuja a descubrir el mundo. De lo contrario,Ulises, Telémaco, Marco Polo, Cristóbal Colón, Alexander von Humbolt, SergioPitol, Paul Theroux, Cees Noteboom y hasta el más anónimo de los viajeros,todos, absolutamente todos, se habrían quedado en casa y hoy el mundo seríaotra cosa. Desde que empezó esa misteriosa comunicación entre Oriente yOccidente, es usual encontrar libros –poemas, novelas, diarios, cartas,memorias, crónicas– marcados por la experiencia del traslado (pienso ahoramismo en Seda). Siempre hay un deseode otra parte, la lejanía seduce. No en vano, cuenta Pietro Citati, Mateo Ricciy sus condiscípulos jesuitas fueron a China –en el siglo XVI– con la intenciónde implantar el cristianismo. No pudieron lograrlo, retornaron.
Elviaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitasmetamorfosis. Una persona –aun en el más dirigido “paquete” turístico– se midea sí misma cuando sale de casa. Es capaz de amoldarse al tiempo de otrospaisajes, lenguas y formas de organizar la experiencia. Pone a prueba susconvicciones, incluso, las va rebanando (“desconocidos entre gentedesconocida”, anota Claudio Magris, “aprendemos en sentido fuerte a no serNadie”). Casi todo está hecho de viaje, estaría tentado a decir. Me refiero ala circulación de especies, lenguas, melodías, olores, corrientes depensamiento. Y un país, su cultura y costumbres, también se moldea bajo lainfluencia de sus “extranjeros”, desde los que han tenido una presencia másdiscreta, hasta los que han abierto caminos provechosos en su trama cultural. Claro,hay otro tipo de viajes, más pequeños, morosos, casi inmóviles, por no decir invisibles,más regidos por la rumia y la contemplación, tal vez la desesperanza. Bastapensar en José Lezama Lima y sus infinitos, lentísimos paseos por La Habana. Pascal,por otra parte, pensaba que los males del hombre comenzaban apenas daba un pasofuera de su habitación (padeció tempestuosos movimientos interiores: “tengo lasmanos encadenadas y la boca amordazada”). Eso sí, cuando la partida se traba,cuando el hecho mismo de intentar largarse se vuelve una tediosa travesía y lavida misma –¡ay, qué maniobras!– impone cierto detenimiento, aparecen consuelos,paliativos para tragar calmadamente el entretanto. Que lo diga el funcionariode la administración cultural que intenta matar el tedio navegando porInternet. Eso es lo que ocurre en un poemario de Igor Barreto, Annapurna:
Nadaque hacer, nada que hacer
comono sea viajar con Google Earth.
Yel salario se va por una zanja inmunda
jurono descender jamás del Annapurna:
–alas colinas del tedio
                             torritremebundo–.
Amola subjetividad de la copia, los estándares de luz
adistintas horas del día,
elcromatismo de un ordenador de buena marca, su resplandor bien calibrado.
¿Quéle pasa? ¿Por qué clavar el rostro en otros lugares? ¿Acaso está harto de suscompañeros? ¿Gritan demasiadas consignas? ¿Hacen lo mismo que él? ¿No quierenestar donde están? ¿Cuándo llegará esa última –y alta– curva que todo lo apaga?Tal vez no se pregunten nada. Tal vez vieron, años atrás, el mismo anuncio queyo en la calle. Era un documental de Natgeo:Migrar o morir. Mostraba los movimientos migratorios de losanimales. En un acto instintivo, cada especie se ve obligada a partir:canguros, leones, jabalíes, mariposas, cangrejos. Después de ver algo tanasombroso, sobre todo por los sacrificios que cada desplazamiento exige, me diopor conjeturar que tal vez uno de los más intensos dilemas del presente podríaestar en “migrar o morir” (hay tantas formas de hacerlo). Y en lo posible, debellevarse con serenidad. Ya Séneca lo anunció hace tiempo: “son tiempos malos,vendrán peores”.
Siempreserá mejor, hechas las sumas y las restas, sobre todo las últimas, tener en elhorizonte la imagen de la terra incognita que esa asediante estamparegada por toda la ciudad. Llegarán, ojalá, los días de expandir libremente elcuerpo, sin tener que sortear los impedimentos de los gendarmes y lasjustificaciones de los alcahuetes que los sostienen. Mientras tanto, el cuadropequeño, los estrechos márgenes de entrada y salida, las tristísimas formas delGoogleEarth en la patria de los pranes y el estruendo de las granadas. Tal vez esediscreto y triste funcionario de Barreto, quién quita, haya sido otro de lostantos afectados por el perverso apetito estatal de controlar las ganas que buenaparte del ecosistema venezolano tiene de salir. Nadie puede dirigir el destinode nadie, hay que recordarlo, salvo el destino mismo, a menos que se trate deStalin, Fidel, cualquier bandolero de carretera, o bien los tentáculos deCadivi y sus terribles filiales.

“La mudanza del encanto” de Carlos Contramaestre, cuyo título es un homenaje al pintor Salvador Valero, es un libro imprescindible por su originalidad. Es un libro que, desde la perspectiva de lo insólito, muestra el imaginario latinoamericano y venezolano vinculado a la hechicería durante la Inquisición. Es, en síntesis, el primer acercamiento desprejuiciado hacia un tema que sigue siendo, de alguna manera, incómodo. Enrique Hernández D'Jesús, uno de sus discípulos más cercanos, se acerca al arte y la poética de Carlos Contramaestre, autor de este libro raro

La Mudanza del encanto. Carlos Contramaestre con su camisa de anestesia

Carlos Contramaestre, escritor y artista plástico venezolano | Foto: Enrique Hernández D' Jesús / Archivo
Carlos Contramaestre, escritor y artista plástico venezolano | Foto: Enrique Hernández D' Jesús / Archivo
“La mudanza del encanto” de Carlos Contramaestre, cuyo título es un homenaje al pintor Salvador Valero, es un libro imprescindible por su originalidad. Es un libro que, desde la perspectiva de lo insólito, muestra el imaginario latinoamericano y venezolano vinculado a la hechicería durante la Inquisición. Es, en síntesis, el primer acercamiento desprejuiciado hacia un tema que sigue siendo, de alguna manera, incómodo. Enrique Hernández D'Jesús, uno de sus discípulos más cercanos, se acerca al arte y la poética de Carlos Contramaestre, autor de este libro raro

Carlos Contramaestre saltaba la página, corría detrás de las letras, de las ideas y de lo imposible. Lo que no se podía tocar, lo que no se podía agarrar. La Torre de Babel era su guía. Vivió hospitalizado de amores, alucinó con la vida, herido de muerte confabuló en las mediaciones de la naturaleza, en las creencias y prácticas mágico-religiosas y en la poesía. Lo dijo de una manera muy sencilla: “Los mitos y ritos constituyen verdaderas síntesis de esas oposiciones significativas, el totemismo una naturalización de las relaciones sociales, la magia una humanización de la naturaleza”.
El Magma detenido en la lluvia
Contramaestre palpitó en el enjambre visionario de los alquimistas, con esa desolladura sin restañar, con su camisa de anestesia frente al gran viaje: iluminado en las tinieblas. Con las herramientas más inusitadas extrajo luces herméticas y desconocidas, en su geografía palpitante de súcubos, de morfina y de colores pasteles. Persiguió e incendió el camino en donde le recibió el alma al ángel caído, donde apagó la antorcha para sobrevivir en el remolino de lo oscuro de la torre. Con estas experiencias preparó elixires editoriales, según las fórmulas de recetas antiguas. Solo el desasosiego le conservó la gracia del traumaturgo. Y colocó los codos en la luna. El sol lo tenía más cerca de la tierra, incendiado en su vulnerable vida. Conmovido, montado en El Techo de la Ballena, montado en el cielo raso de los animales ciegos, en el hábito oculto de mover la cabeza donde los cuervos discuten y le picotearon el cabello frente a la iglesia La Chiquinquirá. El diálogo de los cuervos. ¿Quién tiene la razón? Sigue siendo otro de los vicios de fin de milenio. “Si en tu casa cuervos negros parirán blancas palomas, entonces tú serás llamado Sabio”. Así reza en la Puerta Ermética de Roma. Contramaestre atisbó la soledad del sabio, se detuvo en la lluvia. El solitario que no siguió ahogado en un vaso de agua. A fin de milenio con la misma densidad desde sus comienzos. En él quedó la palabra como si cumpliera una primera comunión. Bailó con la carroza equivocada y era el más feliz de los creadores buscando el camino de la muerte. Al final no podía subir los escalones con la misma fuerza. Era un camino distinto, de sabiduría, de enseñanzas, de indicaciones y palabras en el sentido más estricto de la belleza y de su utilización, ahí nos quedó Tanatorio, libro de lo profundo, de muerte de la muerte. Carlos nunca dejó de tocar a su sonoro corazón apagado por la muerte como decía Montes de Oca.
Está en la colina. No con el traje que Salvador Garmendia había conocido en Madrid. El traje que Carlos llevaba en el aeropuerto de Maiquetía era de plumas indomables, cubiertas del último chaleco donde el árbol se llenó de loros. Loros atónitos. Loro atónito es loro raro. Carlos rescató los loros. Rescató la cerámica de Eloísa Torres -Trina de los loros. Ella cargaba los loros entre sus ropas, entraba a misa y aquellos loros pillando. Así los pájaros fornicaban en la Catedral de Salamanca y los loros viven en el árbol. El árbol cubre la tumba de Carlos en el cementerio del Este de Caracas. Quedó el alma en la calle. La estantería vacía. Vacío en el precipicio. El Magma de color se fue al ciberespacio. La tijera negra para cortar alimentos en la cocina cortó el alma. Nunca una tijera había actuado tan violentamente.
Crear la danza macabra
Asemejarse y hablar en el pulso de la imagen es la pasión del creador. Actuar la sensualidad de lo representado, perpetuarse en los sentimientos de la estética de los renacentistas, crear la danza macabra con la creación expresionista eran los propósitos de Carlos Contramaestre. Su arte no fue acaso fuego, olor, olor, conceptos, sin complacencias, poseídos de una firme visión de lo contemporáneo, interpretando de muchas maneras su oficio. En sus palabras y en sus dibujos buscó el humor por la experiencia y el aprendizaje del cuerpo humano en sus estudios de medicina en Salamanca. Con el mejor sentido del forjador, del alquimista, dio vueltas y vueltas alrededor de una sola imagen, luminosa en el cuerpo frágil, la imagen de la configuración que a una señal de la línea percibe el arte complejo de la semejanza apetecida de amor, de lujuria, de apetencia carnal. Pensador dedicado a la historia de las ideas, a la historia de lo oculto, del verbo alquimista, del logro nigromántico, de la estructura conceptual en el discurso de lo mágico y religioso. Especialista del siglo, en la perpetuación maníaca de la ilustración de nuestros tiempos. El ensayo del hombre contemporáneo y la fusión de los diversos discursos era su interés.
Contramaestre juntó imaginación con un discurso total de ética y arte, de vida y creación. Carlos conspiró con Ramón Gómez de la Serna sobre la experiencia de la ironía, con la memoria en explosión lírica, en explosión poética donde se desnudó con las trivialidades de los humanos o de roedor, si el caso fuese de esa manera. Su curiosidad entra y recorre distintas series. La serie erótica, la serie poética, del pesimista, del desgarramiento, de la palabra convertida en profecía, de la palabra voluptuosa sorprendiendo en la modernidad, en los apetitos más débiles, más sensibles. Acompaña los dibujos de los conejos, de textos que, más que títulos, son parodias al mundo. La crítica mordaz y aguda conjuga el movimiento visual. Contramaestre contrapunteó con los dibujos, transfiguró y vivió cada palabra, cada línea, en su sistema de pensamiento, excitable y refinado dentro, muy adentro del laboratorio del traumaturgo, del dibujante que va creando personajes, dándole vida, anunciándolos como seres humanos, diseminándolos y saltando en la espesura del expresionismo lírico.
En su mundo plástico se desbordó más por el dibujo. En contra de la pacatería, en contra de lo pueril, estableció principios entre obra y realidad, como otros tantos caprichos exuberantes, hacia el camino fúnebre. Contramaestre realizó un viaje, en La Carroza de la muerte, con Ilaria del Carreto, en investigaciones peligrosas para su cuerpo, con pocas reservas. Solo, con la inteligencia superior del ocultista, con la fibra de la imagen en su moderna tradición. Agudo y conocedor de la vida con sus trazos transfigurados. El nos mostró las diferentes facetas que día a día vivimos los mortales. Era un saber de la vida como verdad en la conjunción total con la muerte. Nos habló y creó esos espacios vacíos que el artista solamente puede mostrar. Mejor que nadie fue un estudioso de la conducta de las formas estéticas como ejercicio libre, con una mirada renovadora y crítica. Fue un investigador agudo de lo que sucedía en el continente, los efectos que causa y sus fenómenos sociales. Transcurrió en los sentires de la vida. Así encontró su protagonismo: en los Seres Cotidianos.
Las voces biológicas
Entre sus obras se destaca La mundanza del encanto, libro sobre la hechicería, una de las obras más originales de la literatura venezolana. Es un trabajo que parte desde unos libros muy antiguos, con pieles de becerro, que pertenecen a la Biblioteca de la Universidad de Los Andes, obras de los siglos XVII y XVIII, que llegaron a Mérida desde Santa Fe de Bogotá, traídas por el obispo Torrijos. En ese descubrimiento Contramaestre desempolvó relatos, expedientes, grabados españoles y alemanes, situaciones particulares sobre la inquisición y el ocultismo provenientes de la Conquista; a esto se agrega un material de textos recogidos en la zona andina sobre versiones de literatura oral que tratan el tema de lo milagroso y lo fantástico. Además de una antología de literatura latinoamericana. Libro fundamental para los historiadores y para los imaginistas. Es, como lo dice Gustavo Guerrero, el encanto americano.
Los libros de poesía Metal de Soles y La Torre de Babel, son la contracara de la existencia, la muerte es el ámbito final.
En sus libros de poemas iniciales: Cabimas Zamuro y Por decreto y por sueños de Maximina Salas, expresa (en el primero) en un lenguaje coloquial y pleno de vitalidad, la rebeldía ante el despojo nacional; en el segundo, la mirada nostálgica desafía las arenas del tiempo y recrea ámbitos vivenciales de la infancia y la adolescencia.
Con la Pensión Ardiente de Maximina Salas, vivió el país natal.
A partir de La Torre de Babel (1986), una nueva simbología exploratoria se hace presente en su poesía, que se exacerba en el libro Tanatorio, a través de la fugacidad del tiempo.
Otras obras publicadas: Armando Reverón, el hombre mono, 1969;Como piel de ángel, 1980; Metal de Soles, 1983. Costumbre de piedra (Antología), 1996.
En cada imagen plástica y poética mostró voces biológicas, formas poéticas, con su capacidad global, creando ámbitos perceptivos cargados de atmósferas en misteriosos rasgos, advirtiendo la perplejidad de la que habla Canetti “...solo cuando advierte la perplejidad deseada se pone en marcha, encumbrándose hasta su caos”.

Atravesar el espacio vacío
Sus dibujos son almacenados, colgados en una carnicería, en las neveras de una charcutería, en el frío de un congelador, intestado en la habilidad y la gracia del necrofílico. Contramaestre se encontró con el espíritu abandonando la morada natural, entregándose a las instancias del iluminado, donde su experiencia temerosa y lúcida lo llevó al punto inicial, atravesar el espacio vacío y fragmentarlo en segmentos: poeta, crítico de arte, investigador, artista plástico, alquimista, editor, cronista, médico, creador y fundador del grupo literario-artístico El techo de la Ballena, en donde organizó Homenaje a la necrofilia, exposición paradigmática en el arte latinoamericano. Fundador de la editorial La Draga y el Dragón, creador del Museo de Arte Popular “Salvador Valero” de Trujillo, del Museo de Esculturas a la orilla del Albarregas en el estado Mérida. Director del Centro Experimental de Arte y de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Agregado Cultural en España. También estuvo en el descampado, se reunía con los solitarios, su estilo particular era gigante en los instintos.
Otras exposiciones importantes fueron Tumurales (964),Confinamientos (1967), Perforopunturas (1972), Las Tribunalaciones del Amor (1975). Estas muestras tenían un carácter controversial y satírico.

Oficiante de lo extraño y lo profundo
Por Jesús Sanoja Hernández
Desde afuera, Juan Liscano definió a Contramaestre como orgánicamente ballenero, y desde adentro, en tiempos del Homenaje a la necrofilia, González León trató de atrapar aquella exposición insólita como un acto de transacción que reivindicaba las formas de amar y morir. Contramaestre fue para mí, y siempre, un extraño. Estaba más allá de la línea formal de Sardio y más acá de la pura estridencia. Extraño, aunque entrañable para mí, fue también Rafael José Muñoz, obstinadamente fuera de grupos, así hubiera pertenecido al que fundamos con espíritu de lucha política, en 1950.
Contramaestre, desde aquel noviembre de 1962 en que la necrofilia adquirió fuerza contestataria y expansión de pasmo en la calle Villaflor, penetró en campos en que plástica y literatura copularon en medio de un “empaste violento” (“tripas, mortajas, untos, cierres relámpagos, asbestina y caucho en polvo” deformaron adrede, insinuaba González León, la visión del “objeto bello de coleccionista”), provocando el susto pequeño y gran burgués, así como la ira y la venganza de la formalidad derechista. En dos diarios, los seudónimos Arrechedera y Cienfuegos atacaron a la exposición necrofílica, calificándola de atentado a la moral y de provocación extremista, y añadieron que el catálogo había sido editado en la Imprenta Universitaria, “refugio ideológico y propagandístico” de conspiradores y guerrilleros.
Intelectuales de primera fila, encabezados por Miguel Otero Silva, publicaron entonces un documento en defensa de la libertad de expresión. Ya no se trataba solamente de la ilegalización de partidos y el cierre de sus órganos de prensa, ni de la censura ocasional, sino de la limitación y represión de las expresiones artísticas. Los firmantes de aquel manifiesto fueron clasificados, según el caso, aquellos alabarderos de la seudonimia, de homosexuales, terroristas y amorales.
Pasaron los años de iracundia del Techo y de violencia de Tabla Redonda. Contramaestre fue a parar a Mérida, ciudad universitaria por definición, entre castálida bohemia. Allá, como en otro sentido sucedía en Maracaibo, Valencia y parcialmente en Cumaná, fueron confluyendo intelectuales jóvenes, algunos de ellos profesores, otros empleados y no pocos desempleados en busca de trabajo y estímulo. Contramaestre cofundó entonces, 1969, La Otra Banda, cuyos resultados se vieron al poco tiempo, y entró a dirigir el Centro Experimental de Arte y más tarde a ocupar la jefatura de redacción de la excelente revista Actual.
Larga pasantía merideña aquella, especie de puente tendido entre sus juveniles estudios en España y su agregaduría cultural en el mismo país. De ese tejido temporal y existencial, el médico se alejó de la profesión y mutó a ocio múltiple donde se revelaron sus dotes de investigador de hechicerías, ensalmos y encantos, de poeta enamorado de la muerte, de excavador de memorias seculares y, en fin, de explotador de zonas extrañas, como extraña había sido su incursión necrofílica.
Cuando afirmaba que Rafael José Muñoz también era un extraño (uno de los pocos como Contramaestre, en nuestro medio), me guiaba por dos líneas de comportamiento, su poesía desentonó con la de la época y él mismo (Muñoz, Rafael, Kruñoz) se consideraba mago, hechicero, brujo, piache y curandero. La extrañeza de Contramaestre navegaba por otras aguas. La mudanza del encanto combinó con maestría la investigación de viejos libros y testimonios con creencias y oraciones, se paseó por los papeles de España e Indias, particularmente por los de Perú y Venezuela y por los de escritores latinoamericanos, y representó una búsqueda del pasado muy alejada de las historias y categorizaciones oficiales. Después, su Tanatorio, del que Hernández D'Jesús ha escrito que es libro de lo profundo, “de muerte de la muerte”, mostró el punto más alto de su obra creadora.
Me viene a la memoria cierto teatrillo del absurdo en que los espectadores bebíamos vino de garrafa mientras Contramaestre y Lancini (otro extraño) inventaban diálogos desconcertantes. Aquello debió ser en 1961, muy cerca de la Plaza Venezuela.

*Publicado el 27 de diciembre de 1998

Papel Literario ofrece hoy a sus lectores, la primera parte del magnífico ensayo introductorio que Tulio Hernández escribió a un libro fundamental: “Humanistas españoles en Venezuela”, publicado por la Embajada de España en nuestro país. Para facilitar la lectura de este texto imprescindible, lo hemos dividimos en dos partes. La parte 2 se publicará el próximo domingo 25 de octubre

El saber generoso: ocho maestros, ocho discípulos. Parte 1

Tulio Hernández | Foto: Gabriel Osorio
Tulio Hernández | Foto: Gabriel Osorio
Papel Literario ofrece hoy a sus lectores, la primera parte del magnífico ensayo introductorio que Tulio Hernández escribió a un libro fundamental: “Humanistas españoles en Venezuela”, publicado por la Embajada de España en nuestro país. Para facilitar la lectura de este texto imprescindible, lo hemos dividimos en dos partes. La parte 2 se publicará el próximo domingo 25 de octubre

El libro que presentamos a continuación tiene como trasfondo la gratitud y la generosidad. En doble vía. Habla, de una parte, del agradecimiento que sentimos muchos venezolanos por el gran aporte que, en el campo de la creación intelectual, la vida académica y el desarrollo cultural, hicieran con gran generosidad muchos de los españoles que emigraron hacia nuestro país entre las décadas de los cuarenta y cincuenta del Siglo XX, huyendo, en su mayoría, de las adversidades de la Guerra Civil iniciada en 1936.
Y de la otra, del agradecimiento inverso. El que manifestaron a lo largo de su vida, con su obra, su compromiso intelectual y su generosidad y entrega con el país, decenas de académicos, científicos, empresarios, comerciantes y trabajadores que vinieron a Venezuela y se integraron y reforzaron el proceso de modernización iniciado, según Mariano Picón Salas, a raíz de la muerte de Juan Vicente Gómez, casualmente ocurrida también en 1936.
Venezuela, paradójicamente convertida hoy en país de emigrantes, fue junto a Argentina y Brasil uno de los países latinoamericanos que recibió, primero, un número elevados de inmigrantes europeos y árabes. Más tarde haría lo mismo con oleadas de colombianos, peruanos, ecuatorianos y, durante el tiempo de las crueles dictaduras militares de los años setenta y ochenta, con chilenos, uruguayos y argentinos.
La bonanza petrolera, el intenso proceso de desarrollo y apertura económica de los años cuarenta y cincuenta, la buena disposición de la gente común hacia los extranjeros, las facilidades que daban los gobiernos para el ingreso al país, y, en el caso de los sureños, la estabilidad democrática que se había conquistado a partir de 1958 y la vigencia de la doctrina Betancourt de oponerse tanto a los gobiernos dictatoriales de derecha como a los totalitarismos comunistas y apoyar las luchas en su contra, hacían de Venezuela un poderosos foco de atracción.
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Para hacernos una idea del peso cuantitativo de estas migraciones baste resaltar que, según los datos aportado por Juan José Martín en su libro Forja y crisol: la Universidad Central de Venezuela y los exiliados de la guerra civil española, la inmigración a Venezuela, que en 1946 representaba 6,7% del total de la emigración española a América Latina, sube a 15,08% en 1950 y arriba a un máximo de 52,5% en 1957.
Relata Martín: “En 1946 son apenas 300 los inmigrantes españoles (…) en 1951 serán 10.000, en 1954 más de 20.000 para alcanzar en 1957 la cifra máxima de 30.000. La colonia española que para 1936 representaba 12% del total de extranjeros crecerá hasta llegar en 1958 a 31%”. Años después, en el Censo Nacional de 1971, se evidencia un total de 596.455 personas nacidas en el exterior, lo que significaba 5.6 % de la población total. De estos, 149.747 provenían de España, 88.249 de Italia, 60.430 de Portugal y 209.320 de América Latina, entre ellos, 180.144 colombianos. En el censo de 1981, la población nacida en el exterior aumenta a 1.074.629 personas, 7.4 % de la población total, de los cuales 144.505 provenían de España, 80.002 de Italia, 93.029 de Portugal y 627.686 de América Latina (508.166 de Colombia).
Es evidente que la migración española a Venezuela fue siempre la más numerosa entre las europeas. Como muy bien razona María de los Ángeles Sallé Alonso en su libro La emigración española en América: historias y lecciones para el futuro, publicado en 2009, los españoles tienen una fuerte tradición migratoria y es muy difícil imaginar a la España de hoy sin esa larga cadena de “éxito y sufrimiento”, dice Sallé, dejada tras de sí por millones de españoles que salieron del país a emprender nuevas vidas y buscar un porvenir mejor huyendo del hambre, la falta de oportunidades o la injusticia política. Lo mismo podríamos decir a la inversa: no se puede comprender plenamente la Venezuela de hoy si no se valora el impacto y el aporte cultural de las diferentes migraciones, especialmente la española, que nos acompañaron en el preciso momento que el país dejaba de ser rural y entraba en la vida urbana.
Muchos de los hábitos alimentarios urbanos, las tradiciones gastronómicas –Venezuela es impensable sin hallaca, pero también sin paella–, los estilos arquitectónicos de grandes zonas de nuestras ciudades –el sello vasco en la arquitectura de Las Mercedes, en Caracas, por ejemplo–; el inicio de muchas industrias y comercios antes inexistentes en el país, por solo citar algunos ejemplos, son el resultado de la influencia de vascos, catalanes, asturianos, pero, sobre todo, de canarios y gallegos que por millares nos acompañan desde entonces.
La más intensa emigración “forzosa” en España se produjo, efectivamente, durante y después de la Guerra Civil (1936-1939), pero los movimientos migratorios continuaron con oscilaciones hasta 1975, cuando se restableció la democracia luego de la muerte de Franco. Galicia fue la región con mayor protagonismo con casi 46% del total de emigrantes, siguiéndole en segundo término Canarias, otra región histórica en el éxodo hacia América en el Siglo XX. Entre 1946 y 1958 Argentina continuó siendo el destino principal. Cuatro de cada diez emigrantes españoles se dirigían a este país. Venezuela fue el segundo lugar de destino en esta etapa. En tercer lugar, Brasil recogió una parte significativa de la corriente migratoria, debido al desarrollo industrial propiciado por la óptima coyuntura internacional en el mercado del café.
Como dato representativo Sallé Alonso recuerda:
“…en noviembre de 1948, en los puertos venezolanos se encontraban veinte barcos, atestados de emigrantes canarios a la espera de una decisión favorable por parte de las autoridades de aquel país. Durante los mismos días de diciembre de 1949 se contabilizaron veintitrés. Uno de los episodios más conocidos se produjo en agosto de 1950, sus protagonistas fueron 170 hombres y una mujer, que salieron desde La Gomera rumbo a La Guaira a bordo del ‘Telémaco’, motovelero con una capacidad máxima de 25 pasajeros, es decir siete veces por encima de su capacidad”.
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En menos de una década, la geografía humana de Venezuela cambio plenamente. Nuevas hablas se escuchaban. Madeirenses, italianos, libaneses, turcos y sirios que apenas si lograban mascullar el español. Y unos nuevos nacionales que hablaban nuestra misma lengua la cual, a oído de los locales, resultaba por lo menos curiosa. Por la lengua común eran los más cercanos entre todos los inmigrantes. Artesanos, industriales, comerciantes, agricultores, ebanistas, sastres, bodegueros, sacerdotes, profesores de primaria y secundaria fueron convirtiéndose en parte importante de nuestra cotidianidad.
Y entre esa diversidad de grupos, orígenes regionales y oficios, brilló con luz propia y radiante un grupo de humanistas que fueron decisivos en el proceso de modernización de nuestras universidades, archivos, bibliotecas y, en general, en las maneras de estudiar y comprender un país y una nación que recién comenzaba a convertirse, con propiedad, en un Estado-nación, y, siguiendo las conceptualizaciones de Darcy Ribeiro, en una etnia nacional.
A comprender su aporte, ya no en términos individuales, sino como movimiento, tendencia o confluencia, está dedicado este libro. En medio de la edición 2014 del Festival de la Lectura que organiza anualmente la Alcaldía de Chacao, conversando con Moisés Morera, el agregado cultural de la Embajada de España, le expliqué mi hipótesis. Todos estos hombres –le dije a Morera– han sido celebrados, reconocidos, homenajeados como individuos, pero poco se ha dicho de ellos como colectivo, poco se ha dicho sobre el aporte intelectual de la migración humanista española a Venezuela. Morera se entusiasmó y así comenzó este libro.
Nos queda claro que el aporte cultural y científico de la migración española es mucho más amplio y diverso que lo que este libro recoge. Por ejemplo, el artista que más ha pintado el Ávila, nuestro tótem caraqueño, es un español: Manuel Cabré. Otro catalán, Augusto Pi Sunyer, fue decisivo en la modernización de nuestro sistema de salud. El barcelonés Domingo Casanovas y el mallorquín Barto13 lomé Oliver ejercieron de decanos de la joven Facultad de Filosofía, respectivamente, en 1947-50 y 1950-51. Podríamos mencionar también al padre Luis María Olaso, creador de la cátedra de derechos humanos de la UCAB, a los notables juristas Joaquín Sánchez Cobisa, José Sánchez Trincado y Juan Chabás, a Santiago Mariños a quien se le debe las primeras ideas que llevarían a la creación de la Escuela de Artes de la UCV, a Segundo Serrano Poncela y Manuel Granell, autores de importantes libros de Literatura y Filosofía respectivamente.
Así que decidimos centrarnos en un grupo de intelectuales dedicados a carreras humanísticas, que llegaron a Venezuela, algunos de ellos muy jóvenes, otros ya formados profesionalmente, e hicieron de nuestro país el suyo propio: se dedicaron a estudiarlo y conocerlo a fondo, con pasión desmedida en casi todos los casos. Además, muchos de ellos tuvieron el tiempo y la dedicación para crear instituciones claves en nuestra consolidación como república.
Aunque no son los únicos, y estamos absolutamente conscientes de que hemos dejado fuera otras figuras importantes, el libro está integrado por reflexiones sobre ochos autores: el politólogo Manuel García Pelayo; los historiadores Pedro Grases y Manuel Pérez Vila, los filósofos Juan David García Bacca, Juan Nuño y Federico Riu, y; el geógrafo Marco Aurelio Vila. Hemos incluido también, tal vez con cierta arbitrariedad, pero sustentada en hechos razonables, a otro inmigrante, Ángel Rosenblat, que, aunque no es oriundo de España, se dedicó al estudio de una de las grandes herencias hispánicas en el Nuevo Continente, la lengua castellana, y además tuvo una fuerte vinculación con España, donde vivió en los difíciles años previos a la guerra (entre 1933 y 1937) con la determinante influencia de sus maestros: los grandes hispanistas Amado Alonso y Ramón Menéndez Pidal.
Para reflexionar sobre sus vidas y obra hemos invitado a un grupo de autores venezolanos que fueron directamente sus discípulos en las aulas universitarias, cooperando con ellos en su trabajo académico o que han sido seguidores de su aporte y producción intelectual. García Pelayo ha sido trabajado por el también politólogo Ricardo Combellas. García Bacca y Federico Riú por los filósofos Benjamín Sánchez y Fernando Rodríguez, respectivamente. Pedro Grases por el lingüista y miembro de la Academia de la lengua Francisco Javier Pérez. Pérez Vila, por la historiadora y miembro de número de la Academia de la Historia Inés Quintero, y Marco Aurelio Vila, por el geógrafo y ex director del Centro de Estudios del Ambiente de la UCV, Antonio De Lisio. Ángel Rosenblat estuvo en manos de la profesora Irma Chumaceiro.
Ahora que he terminado de leerme detalladamente en su conjunto todos y cada uno de los textos, puedo asegurarle al lector que tenemos a mano una obra a la vez hermosa y rigurosa que habla de un grupo de hombres, de maestros, que tienen en común el amor por el conocimiento, una descomunal capacidad de trabajo, unas intensas convicciones democráticas y una gran apertura hacia el pluralismo, el debate crítico y la polémica valientes, que encuentran en Nuño su más excelso cultor.
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¿Qué tienen en común todos estos hombres? Primero que emigraron de España ahuyentados por persecuciones políticas, o, como dice Ana Nuño en el texto sobre su padre, por la mediocridad intelectual reinante en el país. Segundo, que todos decidieron radicarse en Venezuela, con la excepción de García-Pelayo se nacionalizaron y solo recuperaron su nacionalidad española una vez que murió Franco. Tercero, que eran unos intelectuales rigurosos e incansables que se integraron a la dinámica intelectual del país con un peso decisivo y, además de un prolífico trabajo de su autoría personal, muchos de ellos fueron creadores de importantes instituciones, o autores de obras decisivas que renovaron el mundo académico e intelectual no solo de Venezuela sino en América Latina. García Pelayo, el último que llega, en 1958, año crucial para la construcción de la democracia, es el pionero en la profesionalización de los estudios políticos. Crea, primero, el Instituto de Estudios Políticos (IEP), uno de los primeros en su género en América Latina, en la Facultad de Derecho de la UCV. Bajo su responsabilidad se creó también, en 1971, el Doctorado en Ciencias Políticas, y más tarde, la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos, que consolidaría definitivamente los estudios políticos modernos en Venezuela como disciplina académica.
El García-Pelayo que nos dibuja Ricardo Combellas, desde el testimonio vivo y cercano de quien fue su discípulo en la Universidad Central de Venezuela, es un académico a tiempo completo. Ya era una autoridad en su campo cuando arribó a Venezuela. Había publicado en 1950 una de sus obras fundamentales, Derecho comparado, hecho que lo convertía en figura ideal para dirigir el IEP.

La cantante venezolana Nohemí Berlatti, quien saltara a la fama en los años 70 gracias a su interpretación de baladas y boleros, y quien se diera a conocer en algunos países de América Latina como "La reina del bolero", falleció el 14 de octubre pasado

Falleció la cantante venezolana Nohemí Berlatti

La cantante venezolana saltó a la fama en los años 70 gracias a su interpretación de baladas y boleros

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EL UNIVERSAL
jueves 15 de octubre de 2015  12:20 PM
La cantante venezolana Nohemí Berlatti, quien saltara a la fama en los años 70 gracias a su interpretación de baladas y boleros, y quien se diera a conocer en algunos países de América Latina como "La reina del bolero", falleció ayer.

Berlatti, que también incursionó en el género folklórico, interpretó temas de piezas como Adiós mi vida, Viejos rencores, Derrumbes, Señora, Infame, Y todavía te quiero, Qué será de mí Te perdono.

NOHEMI BERLATTI - YA TE OLVIDE - YouTube 

www.youtube.com/watch?v=lSqkypu-9FU
2 abr. 2012 - Subido por ANGELO C TURETROMUSIC
NOHEMI BERLATTI - CANTANTE VENEZOLANA DE EXITO EN LOS AÑOS 70 Y COMIENZOS DE LOS 80 -SUS ...