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sábado, 29 de agosto de 2015

Los directores aseguran que es complicado mantener una compañía estable independiente, pues no cuentan con los recursos suficientes para el pago de la nómina

La crisis ha reducido la tarima para las grandes producciones

No se consiguen los elementos para las escenografías, desde los básicos como un rollo de tirro | Foto Williams Marrero
No se consiguen los elementos para las escenografías, desde los básicos como un rollo de tirro | Foto Williams Marrero
Los directores aseguran que es complicado mantener una compañía estable independiente, pues no cuentan con los recursos suficientes para el pago de la nómina

La danza es ese instante en el que se unen el alma y el cuerpo en un ritual que es movimiento, transgresión. Su fuerza ha persistido a pesar de los obstáculos, que en esta época de inflación parecen hacerse más difíciles se derribar. Los materiales y las salas escasean, el apoyo gubernamental y privado no es suficiente y la supervivencia de compañías y academias es cada vez menor. No importan las disciplinas, la economía en decadencia las afecta a todas por igual.
Mery Cortez dirige desde hace 16 años la academia integral en la que enseña, entre otras disciplinas, danza nacionalista. Dice que su principal necesidad son las telas, bordados y bisutería para los trajes: “No hay lycra. Y si consigues una buena, debes pagar por el metro 2.000 bolívares. Lo mismo sucede con los zapatos para folklore, que te cuestan 4.800 bolívares”.
En materia escenográfica la situación es similar. Por eso Cortez decidió junto con su productor tomar una vía más práctica y resumió su puesta en escena a una pantalla de video, que les representa un solo gasto.
Lo mismo hizo con las telas. “La mayoría del vestuario lo guardo para el año siguiente, cuando posiblemente tenga que transformarlo en otra cosa. Así me he ahorrado el dolor de cabeza, porque todo aumenta en 48 horas. Para nosotros las telas son de primera necesidad”.
Una alternativa similar adoptó Siudy Quintero, que enseña flamenco desde hace más de 50 años. “Yo conservo mi vestuario y trato de alquilarlo. Porque un traje te cuesta 35.000 bolívares y una falda que no tiene amplitud está en 20.000 bolívares. No tiene ningún sentido. Y hasta una rosa para el cabello cuesta 1.800 bolívares. Con los zapatos decidimos que todas los lleven de color negro. Antes los combinabas con el color del vestido, pero ahora no se puede”.
La docente ha tenido que mudar también sus espectáculos fuera de los teatros. Señala que el alquiler diario de una sala con equipo de iluminación y sonido cuesta 90.000 bolívares.
Clásicos fragmentados. La danza clásica es muy costosa. No solamente elementos como las zapatillas de punta: las Capezio pueden alcanzar los 30.000 bolívares, son importadas y pocas tiendas las ofrecen. También los materiales para elaborar trajes específicos como un tutú y escenografías de ballet como El lago de los cisnes implican altísimas inversiones.
“Es muy complicado producir una pieza completa, no hay posibilidad. Además, está otro factor como la formación: hay escuelas, pero tienen pocos resultados. El ballet necesita gran dedicación y esfuerzo, pero sin financiamiento es difícil. Es lamentable que un país tenga talento disperso por el mundo porque acá no pueden trabajar”, expresa la maestra Nina Novak.
Como consecuencia de la crisis varias compañías han cerrado sus puertas: el Ballet Contemporáneo de Caracas y el Ballet Metropolitano de Caracas; mientras que el Nuevo Mundo está momentáneamente detenido.
La sobreviviente, el Ballet Teresa Carreño, a pesar de pertenecer a una fundación que recibe financiamiento del gobierno, pocas veces produce un montaje nuevo y completo como los de la época de Vicente Nebrada.
Dificultades independientes. En el mundo de la danza contemporánea, a pesar de que la mayoría de las ocasiones no emplean elaboradas escenografías, hasta elementos básicos escasean: un rollo de tirro, un bombillo, un cable.
Pero para los grupos independientes las dificultades se manifiestan principalmente en espacios para ensayar, explica Miguel Issa, fundador y director de Dramo Dramaturgia en Movimiento. “Es muy cuesta arriba porque no puedes pagar el alquiler de una oficina o sala. Tienes que negociar con las instituciones, pero hay que estar encima de eso. También hay un tema de disponibilidad y horarios: hay que lidiar con los intérpretes, no todos pueden al mismo tiempo porque trabajan en otras cosas”.
A partir de allí el creador se abre paso a otra faceta de la crisis: “Lo más complicado es tener un grupo estable. No tienes los recursos para pagarles a los bailarines. Mi generación tuvo la suerte de trabajar en el Instituto Superior de Danza, donde surgió Acción Colectiva, Espacio Alterno; ensayábamos varios grupos. Extraño la tranquilidad de aquella época. Uno se desinfla permanentemente porque tiene que lidiar con mucho”.
CIFRA
30.000 bolívares puede costar un par de zapatillas de punta importadas

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