El poder como destrucción
"El pelícano" se exhibe hasta el 17 de junio en el Celarg
La obra de August Strinberg, protagonizada por Diana Volpe, tiene funciones cada viernes, sábado y domingo NICOLA ROCCO
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DANIEL FERMÍN | EL UNIVERSAL
martes 5 de junio de 2012 12:00 AM
Johan August Strindberg (1849-1912) destruía lo que amaba. Los personajes de sus obras teatrales también viven en sus propias contradicciones. Ahí está El pelícano, por ejemplo, una pieza que retrata a una madre castradora que conduce a su familia hasta la tragedia.
La obra, que forma parte del Proyecto Strindberg que organizan (hasta el 17 de junio) Hebu Teatro y Teatro del Contrajuego, utiliza a la inversa el simbolismo de aquella ave que se sacrifica para alimentar con su sangre a sus críos. Aquí, en el texto original del dramaturgo sueco, el egoísmo de la protagonista debilita a sus hijos.
El montaje, que tiene funciones cada fin de semana en el Celarg (viernes y sábado a las 8:00; domingos, a las 7:00 pm, siempre antes de La señorita Julia), desmitifica la figura de la madre protectora. "La obra se puede leer de varias maneras. Está ese opuesto a la mitología de la madre que se sacrifica. También una alegoría del poder, que te corrompe, que te quita la personalidad. Hay detrás de todo eso, la crítica profunda a la familia, como un ente de corrupción, como nido de los problemas", dijo Diana Volpe, que protagoniza la obra.
El pelícano, dirigida por Orlando Arocha, también cuenta con las actuaciones de Ricardo Nortier, Nirma Prieto, Jesús Nunes y Daniela Leal. Como el yerno, la criada y los descendientes, respectivamente. Como aliados y víctimas, que se convierten en victimarios de una mujer capaz de negarle alimento a sus hijos, de provocar la muerte de su esposo, de administrar el dinero y los recursos en beneficio propio para cumplir con la absurda fantasía de ser una aristócrata.
Los personajes de la pieza confunden justicia con venganza. Nadie puede ser otro que lo que es, diría el fallecido dramaturgo. "El que se queda sin nada se revela de la manera más extrema siempre. No hay salida para nadie. Una vez que despiertan, no hay salida. Todos han vivido como sonámbulos. Y cuando deciden enfrentar la realidad, hacen daño", agregó la experimentada actriz.
A Strindberg siempre se le calificó como misógino. Era un obsesionado que odiaba lo que tanto buscaba: el amor femenino. "Él mismo contribuyó a esa imagen. Si lees sus otros textos, era un hombre que quería que la mujer se valiese por sí misma. Trataba de hacer algo para cambiar su situación como miembro de familia", indicó Volpe, que viene de dirigir La enfermedad de la juventud.
Al sueco también se le conoce como el padre del teatro sicológico, el de la tragedia contemporánea. "A él le interesaba el teatro que hurga por dentro al ser humano. Es un teatro que siempre habla del poder que destruye; de qué pasa con el ser humano, hasta dónde puede llegar", concluyó Volpe. El pelícano refleja esas inquietudes del escritor europeo.
dfermin@eluniversal.com
La obra, que forma parte del Proyecto Strindberg que organizan (hasta el 17 de junio) Hebu Teatro y Teatro del Contrajuego, utiliza a la inversa el simbolismo de aquella ave que se sacrifica para alimentar con su sangre a sus críos. Aquí, en el texto original del dramaturgo sueco, el egoísmo de la protagonista debilita a sus hijos.
El montaje, que tiene funciones cada fin de semana en el Celarg (viernes y sábado a las 8:00; domingos, a las 7:00 pm, siempre antes de La señorita Julia), desmitifica la figura de la madre protectora. "La obra se puede leer de varias maneras. Está ese opuesto a la mitología de la madre que se sacrifica. También una alegoría del poder, que te corrompe, que te quita la personalidad. Hay detrás de todo eso, la crítica profunda a la familia, como un ente de corrupción, como nido de los problemas", dijo Diana Volpe, que protagoniza la obra.
El pelícano, dirigida por Orlando Arocha, también cuenta con las actuaciones de Ricardo Nortier, Nirma Prieto, Jesús Nunes y Daniela Leal. Como el yerno, la criada y los descendientes, respectivamente. Como aliados y víctimas, que se convierten en victimarios de una mujer capaz de negarle alimento a sus hijos, de provocar la muerte de su esposo, de administrar el dinero y los recursos en beneficio propio para cumplir con la absurda fantasía de ser una aristócrata.
Los personajes de la pieza confunden justicia con venganza. Nadie puede ser otro que lo que es, diría el fallecido dramaturgo. "El que se queda sin nada se revela de la manera más extrema siempre. No hay salida para nadie. Una vez que despiertan, no hay salida. Todos han vivido como sonámbulos. Y cuando deciden enfrentar la realidad, hacen daño", agregó la experimentada actriz.
A Strindberg siempre se le calificó como misógino. Era un obsesionado que odiaba lo que tanto buscaba: el amor femenino. "Él mismo contribuyó a esa imagen. Si lees sus otros textos, era un hombre que quería que la mujer se valiese por sí misma. Trataba de hacer algo para cambiar su situación como miembro de familia", indicó Volpe, que viene de dirigir La enfermedad de la juventud.
Al sueco también se le conoce como el padre del teatro sicológico, el de la tragedia contemporánea. "A él le interesaba el teatro que hurga por dentro al ser humano. Es un teatro que siempre habla del poder que destruye; de qué pasa con el ser humano, hasta dónde puede llegar", concluyó Volpe. El pelícano refleja esas inquietudes del escritor europeo.
dfermin@eluniversal.com
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