Hallar un equilibrado placer entre la palabra y el espacio
Comprobar si las ideas escritas en papel funcionan sobre las tablas es uno de los principales retos
Albert Camus decía que sin la cultura la sociedad no sería más que una jungla. Las ideas del dramaturgo resuenan en el santuario de cada creador y lo mueven a generar su aporte. Pocas veces se limitan a una sola área. Al igual que el autor de piezas como Calígula, hay escritores que también dirigen y actúan, que se dedican a la música, a la plástica y que hasta se destacan en otras áreas, como la medicina en el caso del ruso Antón Chéjov.
Desarrollar más de un proceso en las artes escénicas puede causar satisfacción o ansiedad. A veces puede ser una ventaja y otras un problema. Creadores que han escrito y dirigido su propia obra hablan sobre la experiencia.
El muchacho director. Román Chalbaud recuerda que cuando comenzó a escribir para teatro, en la década de los cincuenta, fueron las circunstancias las que lo condujeron a montar sus historias: “Nadie quería, porque los directores famosos veían raro a ese joven de 19 años con una obra de un solo acto y 16 páginas. Así me convertí en director y poco a poco tuve éxito, no sólo en el teatro sino también en el cine”.
Afirma que le encanta asumir estos roles -“Sería muy infeliz si estuviera en la ventanilla de un banco de 8:00 am a 12:00 m y de 2:00 pm a 4:00 pm”, dice– que vio expandirse al llegar a la televisión. “Fue como la digitación para el pianista, la barra de ballet para el bailarín: un placer. Entonces se podían hacer cosas buenas, porque al comienzo la televisión era cultural, algo que acabó con la llegada del rating”.
Chalbaud, que acaba de terminar Bingo, una obra que dará a Costa Palamides para que presente en el Festival de Teatro de Caracas 2014, asegura que le gusta estar al frente de su trabajo porque conoce mejor a los personajes: “A veces me parece más complicado que otro lo dirija, porque luego te cambia cosas que uno no quiere cambiar”.
Negociación y lealtad. Para Elio Palencia, escribir y dirigir son procesos creativos muy distintos. “En el momento de la lectura escénica descubres otras cosas en el texto, eres crítico contigo mismo. Es un momento de reinterpretación y autoconocimiento”, señala.
Se siente hijo privilegiado de dos grandes escuelas: el Nuevo Grupo –comandado por Chalbaud, Isaac Chocrón y José Ignacio Cabrujas– en la dramaturgia y la Rajatabla de Carlos Giménez, si de osadía escénica se trataba. “El escritor parte del caos, la soledad acompañada. El director trabaja desde algo material, con lo que generalmente comulga y quiere potenciar con su propio imaginario. Creo que el principal problema es la negociación entre tu ‘yo’ escritor y tu ‘yo’ puestista. Siempre surgen preguntas de hasta qué punto eres fiel a ti mismo”.
Para saber si funciona. Luigi Sciamanna conquista con sus actuaciones. Pero desde hace varios años también ha llamado la atención su dramaturgia y su puesta en escena, doble labor en la que se estrenó con La novia del gigante y luego El gigante de mármol. “Tenía la emoción de poder constatar al fin si lo escrito se vería bien, si funcionaba. Y, en efecto, los ensayos se hicieron con el rigor de decidir lo que debía salir. Ver cómo el texto se hace carne en los actores te puede indicar muchas cosas antes de darle el visto ‘definitivo”.
Cambiar escenas de lugar o quitar páginas son decisiones que ha tenido que tomar para mejorar la tensión dramática: “Pero no es la obsesión por reducir, sino la búsqueda del ritmo. También cada actor puede brindarle algo al personaje que uno, como autor, no esperaba. Esto es invalorable”.
Culpa compartida. Michel Hausmann ha versionado varios musicales. Pero recientemente encontró la pasión de crear desde cero con The Golem of Havana, que estuvo en Off-Broadway más de dos semanas. “Esta doble labor es una mala idea. Ahora que se acabó todo tengo otra perspectiva, pero durante el proceso fue complicado”, declaró.
Dijo que pocas cosas dan miedo como una hoja en blanco y más cuando se tiene la responsabilidad del montaje: “Es un dolor de cabeza, porque si no funciona no sé si es culpa del director, del escritor o de ambos”.
Otra lectura. Su novela romántica en el aire es la pieza escrita y dirigida por Javier Vidal que más satisfacciones le ha dado. “Necesitaba hacer catarsis conmigo mismo”, dice sobre el montaje en el que también actuó.
Ha tenido diversas oportunidades de asumir varios roles. “Cuando comencé a escribir ya tenía varios años actuando y dirigiendo. Me conocía la escena y sabía cuáles eran los verdugos que tiene el teatro: el tiempo y el espacio. En ese aspecto tenía la técnica y las primeras obras las escribía para que fueran representadas, casi las veía en el escenario. Sin embargo, me gusta cuando mi obra la dirige alguien más porque siento que observa cosas diferentes. El llegar a traicionar la obra es otra forma de leerla”.
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