Carmen Ramia en tres actos
Miércoles, 13 de marzo de 2002
Carmen Ramia no espera a Godot. Si tiene que hacer posible cada año una nueva edición del Festival Internacional de Teatro Caracas (FITC) no “escatima en esfuerzos” y sale a la calle a batirse contra las dificultades del día a día, entre ellas, el fabuloso mundo del absurdo en que se ha convertido la escena nacional, según ella misma afirma. Sin embargo, no descansa en la gesta de convencer sobre la importancia que tiene la cultura para transformar un país, cualquiera que éste sea y cualesquiera sean sus condiciones, y allí se vislumbra también cierto aroma a Beckett. El problema es que Cenicienta no es tomada en cuenta sino cuando luce su mejor traje, obtenido gracias a los trucos de su hada, y si no, ¡pregúntenle al príncipe!
En ocasión de la XIV edición del FITC 2002, tuvimos la oportunidad de conversar con Carmen Ramia, principal responsable de esta fiesta escénica que, sin duda, ha logrado esquivar una vez más las amenazas de una economía hostil, y ante tantas pruebas, es imposible no haber reflexionado sobre ciertas interrogantes propias y/o compartidas: ¿cómo hablar de fiesta teatral en medio de la crisis? Si bien es cierto que el CONAC ha apoyado de manera comprometida al festival en las últimas ediciones, más allá del aporte económico al FITC, ¿cabe preguntarse sobre la necesidad de reorientar nuestras políticas culturales o, cuanto menos, de repensar un proyecto cultural para poder así, justamente, repensar el país conforme se pretende?
El escenario es, evidentemente, contrastante, porque aunque cierto es que cada edición del festival representa un triunfo de la nación venezolana en su conjunto, no es menos cierto que las trabas son muchas y que, si afectan a este proyecto de “gran formato”, ¡cuánto más
afectará al sector cultura en general! A continuación, Carmen Ramia en tres actos:
Presentación
Andrea Imaginario. ¿Qué ha significado para usted llevar a cabo este festival luego de la desaparición de Carlos Giménez?
Carmen Ramia. Quizás uno de los retos más importantes que me ha tocado asumir en la vida. En primer lugar porque sustituir a Carlos es imposible. Partiendo de ahí fue importante para mí dejar claro para los demás que yo no venía a sustituir a Carlos Giménez. Él tuvo su particularidad, su personalidad, fue el creador de este festival y dejó un legado que el país reconoce y agradece, y yo simplemente decidí que quería mantener ese proyecto. Fueron tiempos muy difíciles porque eso coincidió también con el problema económico del Estado, comenzamos a sufrir grandes desventajas en ese sentido, pero no solamente hemos logrado hoy mantener el festival, sino que hemos logrado fortalecerlo, tanto que ya es un festival que no depende totalmente del Estado: hemos logrado involucrar a importantes empresas y gobiernos locales que están dentro del festival como aliados estratégicos, como socios nuestros, y cuyos aportes permiten que el festival tenga una solidez y un respaldo muy significativo. El Estado sigue participando, pero ahora representa la tercera parte del total del presupuesto, aunque antes era el socio único. En los últimos años, además, hemos insistido mucho en la parte de teatro de calle, porque ha permitido que miles y miles de personas que no podrían ni siquiera pagar las entradas tan económicas que tenemos nosotros (pues son subsidiadas), puedan disfrutar también del festival.
AI.Dentro de todos estos elementos que usted menciona, ¿cuál cree que es el logro más importante de los organizadores del festival?
CR. Creo que el logro más importante es haber convertido el festival en algo verdaderamente significativo para los venezolanos, es decir, que tiene demasiados dolientes. Se ha creado un sentido de pertenencia con el festival que va muchísimo más allá de lo que es un evento exitoso. La gente lo espera con entusiasmo, asiste con devoción… Es como el gran ritual de las artes escénicas en el país, y eso ha hecho que en todos los estratos sociales, en todas las edades, la gente necesite el festival y quiera su festival. Este es el único festival en el mundo que no ocurre en su sede solamente, pues a lo largo de toda su historia ha tenido presencia en el interior. Yo diría que este festival tiene tres festivales en uno: el festival que ocurre en todas las salas de Caracas, luego, el que ocurre en las calles y, por último, el que ocurre en la provincia. Además, hay un cuarto aspecto: la otra cara del festival conformada por todos los eventos especiales que permiten que la gente de teatro y del medio cultural tenga canales de formación y de intercambio.
AI.¿Han sido medidos los logros al final de las ediciones?
CR. La evaluación es brutal. El impacto es tan pero tan fuerte… Y nos ha tocado vivir momentos muy complicados… En una oportunidad tuvimos que inaugurar el festival tres semanas después del golpe del 4F de 1992, y estábamos aterrados… Todo el mundo nos decía que debíamos suspender porque había en la calle una situación muy tensa, un triquitraque podía causar un desastre. Sin embargo, hicimos un festival que fue uno de los más apoteósicos en la calle y el comportamiento de la gente fue maravilloso, como ha sido hasta el día de hoy. Lo de Vargas fue otro momento increíble, y el festival sacó unas energías y un entusiasmo impresionantes y el país revivió de una gran depresión. Y ahora que hay una confrontación tan marcada, que pareciera que el país está dividido en dos, yo me atrevería a afirmar que el festival va a permitir el espacio para la tolerancia, para el encuentro, para sacar fuera el país que verdaderamente tenemos. Yo creo que ese es uno de los logros y los impactos que, festival tras festival, son cada vez más fuertes.
AI.En el caso del teatro venezolano, ¿ha sido el festival una catapulta para su reconocimiento internacional?
CR. El festival ha servido para mucho, no solamente para eso. Supone un espacio reconocido internacionalmente, pero además, permite que invitemos programadores internacionales para que participen en é, y de allí muchas compañías nuestras son invitadas al exterior y, por lo tanto, son promovidas, internacionalmente hablando.
AI.Lo que hace un momento señalaba usted como un elemento de distinción del FITC con respecto a otros festivales nos remite también a una perspectiva diferente en torno a un concepto de festival e, inclusive, a lo que es una política cultural. ¿Cuál es la base desde la que están partiendo los organizadores?
CR. En un principio, Carlos Giménez partió de la posibilidad de crear un gran festival donde viniesen los grupos más importantes del mundo que, de hecho, han pasado por acá. Nosotros somos una referencia obligada cuando se habla de festivales internacionales de teatro, yo creo que eso fue un objetivo político. Pero ante todo, este es un festival que tiene un sentido popular muy importante, es decir, hay otros festivales que, por supuesto, se soportan mucho en la taquilla, que se manejan como una empresa. Nosotros buscamos mucho apoyo, tanto del Estado como de empresas privadas, para permitir boletos mucho más económicos, si no, el costo real de cada entrada sería tres o cuatro veces mayor de lo que tenemos pautado. Por ejemplo, la taquilla en Colombia es muchísimo más costosa que la nuestra, porque se apoyan en ella.
I ACTO
De cómo esperar desesperando…
VLADIMIRO.- Mañana nos ahorcaremos.
A no ser que venga Godot.
ESTRAGÓN.- ¿Y si viene?
VLADIMIRO.- Estaremos salvados. (*)
Sin embargo…
CR. En esta oportunidad se nos sumó un problema muy complicado que es el alza del dólar. Pero en lugar de reflejar el impacto de la política cambiaria, hemos bajado los precios, es decir, mantuvimoslos mismos precios del año pasado. El impacto para nosotros fue de 600 millones de bolívares por arriba; tuvimos que hacer grandes esfuerzos y aún tenemos la posibilidad de registrar un déficit importante. El festival costaba tres millones de dólares, y al pasar los cálculos de Bs. 775 por dólar a mil bolívares, nos vimos obligados a reducir la programación internacional (las nacionales no fueron tocadas), pero aun así, hay costos enormes. Por ejemplo, el teatro de calle supone la mitad del presupuesto, y si bien nosotros con eliminarlo teníamos suficiente, no lo podemos hacer, porque va en contradicción con el sentido popular del festival. Bueno, ahí estamos guapeando, pero lo importante es saber que el festival no se paró.
AI.Cualquier persona detractora del sector cultura en Venezuela (que son muchos) podría afirmar que la inversión que en el festival se realiza es un lujo, pues se supone que estamos en “tiempos de austeridad”. Así que ¿por qué festival en tiempos de crisis?
CR. En tiempos de crisis todos tenemos que sacar la voluntad que no tenemos en otros momentos, no sólo el festival. Hay que mantener la fuerza y el entusiasmo en alto, porque si no, estamos perdidos. En estos momentos, justamente, donde la gente tiene tantas carencias, que la empresa privada decida invertir en un programa es un voto de confianza demasiado importante; que el mismo Estado venezolano en tiempos de crisis afirme “nosotros seguimos con el festival porque hay que ver la repercusión que eso tiene en el país” son razones suficientes para nosotros, porque era mucho más fácil no seguir hacerlo. Nadie sabe las angustias que pasamos…
AI.¿Como, por ejemplo, pensar en abortar el festival?
CR. Sí, aquí todo el mundo me decía “no se puede seguir con el festival, todo va a ser un desastre, vamos a perder todo el dinero… Hay que suspender”, hasta que me opuse porque tenemos un compromiso con el país, tenemos también compromisos internacionales importantes, y suspender tendría una repercusión muy fuerte para nosotros al nivel de credibilidad. Esto le va a hacer mucho bien al país, sobre todo en términos de reencuentro, de saber que debemos tener respeto por el otro, de tolerancia, de convivencia, de entusiasmo y alegría colectiva para hacer algún paréntesis que nos permita respirar un poco, alimentar el espíritu de alguna manera. Estos son esfuerzos que valen mucho la pena y estamos obligados a realizarlos.
II ACTO
¿Vida de Bohemia?
ESTRAGÓN.- …Recuerdo los mapas de Tierra Santa.
En colores. Muy bonitos.
El Mar Muerto era azul pálido. Nada más mirarlo, me entraba sed.
Pensaba: «Ahí iremos a pasar nuestra luna de miel.
Nos bañaremos. Seremos felices.»
VLADIMIRO.- Tenías que haber sido poeta.
E5TRAGÓN.- Lo he sido. (Señalando sus harapos.)
¿Es que no se nota?
AI. ¿Qué es la cultura para Carmen Ramia? ¿Qué significa?
CR. Para mí la cultura es algo tan profundo que no tiene ni remotamente que ver con las bellas artes nada más. Yo creo que cultura, en el verdadero sentido, puede producir cambios importantes en el país. Tiene que ver con lo que somos, con lo que no somos, con los hábitos que tenemos, con los valores que manejamos, con la conciencia de país presente, con lo que nos gustaría ser como país, eso es cultura. Incluso creo que un gobierno inteligente tiene que entender que no existe, ni siquiera en la cabeza, la posibilidad de una revolución que no sea cultural. El verdadero cambio, la verdadera revolución, es cultural. Está por encima de la educación porque la educación está subordinada a la cultura, los patrones educativos que hoy manejamos tienen que ver con lo cultural. Es una dimensión muy amplia, muy profunda, muy importante, que no se ha comprendido aun en toda su complejidad.
AI.¿Usted cree que el festival ha abonado el terreno en ese sentido?
CR. Yo decía en una entrevista que el FITC es la metáfora de lo posible. En esos días nosotros vemos cosas que no vemos en otros momentos. Y hay una algo muy hermoso que se suma: un equipo de trabajo enorme, de casi 500 personas, que trabajan con una mística, con un entusiasmo, con una capacidad de entrega enorme, para un público que responde de manera agradecida, entusiasta, sintonizada, y eso es una manera de hacer país.
AI.¿Usted cree que el pueblo venezolano necesita que le den cultura o que más bien ésta se le reconozca y se le den canales de realización?
CR. La gente necesita que se le den oportunidades, que se le abran espacios y que se les dé libertad para hacer cosas. Las posibilidades de la imaginación son infinitas, como son las posibilidades de los proyectos. Necesitamos aparatos de Estado que sean capaces de entender esto y de estimular y apoyar las cosas que podemos hacer, percibir, inventar y crear. Entre eso que llaman cultura popular y cultura elitesca las fronteras no existen: la cultura es una, y es popular en la medida en que le damos más posibilidades de que más personas participen en ella. Nosotros tenemos que lograr que cosas de extrema excelencia sean disfrutadas por cada vez mayor número de personas.
AI. Pero también una de las cosas que más preocupan en el ámbito de las políticas culturales, es que éstas se comprendan como mero “asistencialismo”, o como un problema de “acceso a”, porque muchas veces ocurre que un sector específico decide qué es lo que la gente debe ver o poseer para que encaje en un patrón cultural que más bien pertenece al que lo propone...
CR. Digamos que no hay políticas culturales de Estado (que son tan importantes). Podemos ver el caso de Francia –que es nuestro invitado de honor–, por ejemplo: a partir de la mitad del siglo XX Francia comenzó a desarrollar políticas públicas importantísimas para la cultura. Los resultados han sido impresionantes y han creado instituciones de una solidez y, ojalá, nos acercáramos nosotros a ese de tipo de compromiso y conciencia de lo que significa el desarrollo de un país.
AI. ¿Cuál sería la diferencia entre un país como Francia y otro como el nuestro en cuanto a políticas culturales?
CR. Bueno, en un país como el nuestro, lamentablemente, no se ha jerarquizado ni comprendido el papel de la cultura jamás. Yo creo que esa es, lapidariamente, la gran diferencia.
AI. ¿Estamos aún supeditados al paradigma de desarrollo economicista?
CR. Sí, y más bien, de no entender dónde están los puntos de partida para iniciar un verdadero proceso de transformación, como sí ha sucedido en muchísimos países. La gran paradoja es que este país tiene un gran movimiento cultural, porque existe gente con una gran capacidad de entrega, y han conseguido apoyo para seguir adelante. Pero muchas veces el Estado no está involucrado con la conciencia y el sentido que deberían tener al comprender qué significa esto como potencial gigantesco para transformar a la nación.
III ACTO
Entre la ceguera y la iluminación
VLADIMIRO.- He ahí un hombre de una pieza que la toma
con su calzado cuando la culpa la tiene el pie.
AI. Es cierto que, especialmente en Caracas, existe un gran dinamismo cultural cada día, pero también parece existir una creencia que tiende a negarlo. ¿Qué nos ha hecho pensar que en Venezuela no se apoya a la cultura?
CR. Yo no creo que sea así. En todo caso, la opinión en el exterior es que en Venezuela existe una cantidad de cosas increíbles al nivel cultural. Lo que sí se entiende también es que no existen políticas públicas que nos permitan desarrollar mucho más eso que ya tenemos. Se ha contado siempre con el apoyo del Estado, pero cada vez el apoyo es menor. Ha venido reduciéndose a unos niveles que dan vergüenza. Así es cuando te das cuenta que en lugar de ir mejorando, hemos ido en desmejora, y eso tiene que ver con no entender el papel de la cultura en el desarrollo de un país.
AI. ¿Cuál es el argumento para convencer a los anunciantes y patrocinantes no gubernamentales de participar en este proyecto?
CR. De hecho, tenemos las experiencias plasmadas allí de nuestros aliados estratégicos. Yo les llevo el proyecto más importante del país, culturalmente hablando. Yo los convierto en “elegidos”, por así decirlo, para participar en un proyecto maravilloso, con una proyección sin límites que, además, le va a servir a cada uno de ellos de acuerdo a sus propios intereses y estrategias para desarrollar en su campo lo que ellos necesiten. Es algo donde ganamos mutuamente.
AI. En el espacio de las artes plásticas y de la música mucho se ha hablado sobre la muerte del arte, frase apocalíptica que se usa para referir a lo que es la, cada vez mayor, distancia entre los códigos artísticos y el público. ¿Cómo evalúa esto en cuanto al teatro? ¿Cree que el teatro pasa por la misma tragedia (en tanto que destino ineludible) en las tendencias contemporáneas?
CR. Obviamente es una experiencia más libre, porque la misma gente que hace teatro es muy particular, gente que de pronto trabaja, aunque no cobre, cosa que nos es así en otro tipo de artistas. El arte está ligado a los tiempos que se viven, y lo que nosotros vemos reflejado tiene que ver con nosotros mismos, y nadie como los artistas para captar todas estas cosas. Vendrán tiempos mejores, cosas distintas, más entusiastas…
AI. Si pudiera enmarcar la realidad nacional bajo un género o paradigma teatral, ¿con cuál lo haría y por qué: tragedia griega, teatro del absurdo, happening?
CR. Teatro del absurdo, definitivamente, porque están pasando una cantidad de cosas que nunca pensamos que pudieran ocurrir, tragicómicas muchas veces, dramáticas otras, pero al fin, absurdas. Yo creo que nosotros como país tenemos que dar un salto, tenemos que resolver una cantidad de cosas. Tenemos muchos recursos, muchas posibilidades, estamos trancados en una situación a la que debemos buscar salidas para seguir adelante.
(*) Todas las citas han sido tomadas de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett, traducción de Pedro Barceló.
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