El arte se fugó de las cárceles
La cultura está ausente del programa nacional de reinserción social.
El Grupo Teatral de Yare III, montó "Esperando a Godot" (Nicola Rocco)
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
jueves 4 de abril de 2013 08:32 AM
El pasado 24 de marzo El Universal publicó una nota titulada: "Con estripers estrenan disco en Rodeo I". De inmediato se convirtió en la más leída de la página web; hasta ahora ha sido tuiteada 763 veces y cuenta con 93 comentarios, la mayoría de asombro, rechazo, indignación...
Mas no es la única disco: en mayo del año pasado, este mismo diario informaba:"En la cárcel de Tocorón la rumba se 'prende' en la 'Disco Tokio'". Y este 30 de marzo se publicó: "Reos de la cárcel de Margarita inauguraron discoteca".
Está claro que los internos son seres humanos y tienen derecho a la recreación y el esparcimiento, en un lugar donde están encerrados por los errores que cometieron o donde sencillamente esperan sentencia. Pero, ¿es este el camino? ¿Están acaso estas personas preparándose para su reinserción en la sociedad? ¿Qué pasa con los programas artísticos de estos individuos? Las respuestas a la primera y segunda preguntas, son negativas; la tercera se responde con un "nada".
Marcos Purroy, hombre de teatro que ha trabajado en el ámbito penitenciario, y Humberto Prado, director del Observatorio Venezolano de Prisiones, así lo presentan en un boceto de la realidad de las cárceles venezolanas en el ámbito artístico.
El director del Centro de Directores para el Nuevo Teatro llegó a desarrollar de 2010 a 2011 un programa piloto de formación teatral que tuvo impacto en el Instituto Nacional de Orientación Femenina (Inof) de Los Teques y en la cárcel de San Antonio en Margarita. El nombramiento de Iris Varela, como ministra de Asuntos Penitenciarios en 2011, echó por tierra el esfuerzo.
"El Proyecto Nacional de Teatro Penitenciario era un programa piloto de reinserción social. No queríamos hacer teatro por hacer, sino formar profesionales del teatro. Para ello, asistían a clases diarias de 9:30 am a 12:30 pm (menos los miércoles que era día de visita). Allí recibían formación en voz y dicción, expresión corporal, iluminación... Hicimos un primer censo de 170 mujeres que estaban interesadas. Todas se inscribieron. Del primer casting salieron unas 35 elegidas y terminaron 20 de ellas. El proyecto era convertir en actrices a 20 de las que llamaban ellos 'mentes brillantes'. Estas reclusas no eran las más peligrosas pero eran las más inteligentes y tuvieron formación por un año, montaron espectáculos breves y terminaron con mi obra Todo o nadaen la Anna Julia Rojas de Unearte. Quedó muy bien", recuerda Purroy.
El programa recibía apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo; aproximadamente 700.000 bolívares. "Eso pagaba profesores, producciones... Se equipó el auditorio con iluminación, cónsola... ", agrega el director, quien nunca se explicó por qué fue abortado el proyecto luego de un año de fructífera labor.
"Esa es una conducta ya endémica de los políticos venezolanos. Pasó en la llamada Cuarta República, pasa en la Quinta y pasará en la sexta. Es decir, 'Nada de lo que hizo el otro yo lo puedo apoyar porque eso va a ser mérito para el otro'. Esa política que nos ha perjudicado tanto, todavía se mantiene, así que cuando llegas a un nuevo cargo lo primero que haces es eliminar todo lo que se ha hecho y empezar de cero", cuestiona Purroy.
Tiempos de arte
Humberto Prado recuerda el Festival de Teatro Penitenciario que se impulsó bajo el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984). "Al frente de ese programa estaba Agustina Martín, que comenzó un peregrinar por todos los centros carcelarios de Venezuela impulsando el teatro. Pero ella se encontró con la sorpresa de que en los penales existían ya grupos de teatro. Con el Conac (Consejo Nacional de la Cultura) se impulsó el fortalecimiento de los grupos a través de cursos de expresión corporal, dicción, producción, de manera que toda la experticia que tenían los internos para hacer sus guiones y montar sus obras, se puliera. Además, buscó padrinos para cada uno de los grupos, que eran artistas, de manera de que ese padrino se convirtiera en utility y consejero: les ayudaba a montar sus vestuarios, sus escenografías... como eran artistas y tenían acceso a la televisión, podían conseguir cosas. ¡Yo participé como actor en esos festivales!, que se hacían en el teatro de la Cantv".
Prado recuerda que una actividad artística constituye una válvula de libertad, "un bombillo de luz para la oscuridad que uno tenía en la prisión. Fue tan exitoso aquel Festival, por la calidad de los actores, por las puestas en escena, que el propio Luis Herrera los inauguraba. Una vez lograron traer a Marvin Santiago, que estaba preso en la cárcel de Bayamón, para que abriera una de las ediciones. Además se construyó el Teatro Penitenciario de El Rodeo I. Hoy lamentablemente es un teatro que utiliza más la comunidad, pero eso era para los presos", comenta Prado.
El director del Observatorio Venezolano de Prisiones opina que "los gobiernos cuando no tienen cultura, no la aprecian, y no saben que con esta se puede rehabilitar, sacar a un hombre de la oscuridad. Lamentablemente, a todo le van quitando apoyo, hasta que desaparece. Ellos dicen que no, pero eso ya no existe y lo que hay es un 'vente tú'... Todos esos programas artísticos hay que retomarlos con la debida organización, y tiene que ser con personas que sepan de eso. Hay que poner a poetas, pintores, actores...", asegura.
Prado cierra con una aspiración: "La forma de evaluar las gestiones de los directores de los penales debería ser por la participación de los internos en actividades culturales, deportivas, recreativas, educativas, laborales, y no solo por la cantidad de requisas, traslados o de reclusos muertos".
Mas no es la única disco: en mayo del año pasado, este mismo diario informaba:"En la cárcel de Tocorón la rumba se 'prende' en la 'Disco Tokio'". Y este 30 de marzo se publicó: "Reos de la cárcel de Margarita inauguraron discoteca".
Está claro que los internos son seres humanos y tienen derecho a la recreación y el esparcimiento, en un lugar donde están encerrados por los errores que cometieron o donde sencillamente esperan sentencia. Pero, ¿es este el camino? ¿Están acaso estas personas preparándose para su reinserción en la sociedad? ¿Qué pasa con los programas artísticos de estos individuos? Las respuestas a la primera y segunda preguntas, son negativas; la tercera se responde con un "nada".
Marcos Purroy, hombre de teatro que ha trabajado en el ámbito penitenciario, y Humberto Prado, director del Observatorio Venezolano de Prisiones, así lo presentan en un boceto de la realidad de las cárceles venezolanas en el ámbito artístico.
El director del Centro de Directores para el Nuevo Teatro llegó a desarrollar de 2010 a 2011 un programa piloto de formación teatral que tuvo impacto en el Instituto Nacional de Orientación Femenina (Inof) de Los Teques y en la cárcel de San Antonio en Margarita. El nombramiento de Iris Varela, como ministra de Asuntos Penitenciarios en 2011, echó por tierra el esfuerzo.
"El Proyecto Nacional de Teatro Penitenciario era un programa piloto de reinserción social. No queríamos hacer teatro por hacer, sino formar profesionales del teatro. Para ello, asistían a clases diarias de 9:30 am a 12:30 pm (menos los miércoles que era día de visita). Allí recibían formación en voz y dicción, expresión corporal, iluminación... Hicimos un primer censo de 170 mujeres que estaban interesadas. Todas se inscribieron. Del primer casting salieron unas 35 elegidas y terminaron 20 de ellas. El proyecto era convertir en actrices a 20 de las que llamaban ellos 'mentes brillantes'. Estas reclusas no eran las más peligrosas pero eran las más inteligentes y tuvieron formación por un año, montaron espectáculos breves y terminaron con mi obra Todo o nadaen la Anna Julia Rojas de Unearte. Quedó muy bien", recuerda Purroy.
El programa recibía apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo; aproximadamente 700.000 bolívares. "Eso pagaba profesores, producciones... Se equipó el auditorio con iluminación, cónsola... ", agrega el director, quien nunca se explicó por qué fue abortado el proyecto luego de un año de fructífera labor.
"Esa es una conducta ya endémica de los políticos venezolanos. Pasó en la llamada Cuarta República, pasa en la Quinta y pasará en la sexta. Es decir, 'Nada de lo que hizo el otro yo lo puedo apoyar porque eso va a ser mérito para el otro'. Esa política que nos ha perjudicado tanto, todavía se mantiene, así que cuando llegas a un nuevo cargo lo primero que haces es eliminar todo lo que se ha hecho y empezar de cero", cuestiona Purroy.
Tiempos de arte
Humberto Prado recuerda el Festival de Teatro Penitenciario que se impulsó bajo el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984). "Al frente de ese programa estaba Agustina Martín, que comenzó un peregrinar por todos los centros carcelarios de Venezuela impulsando el teatro. Pero ella se encontró con la sorpresa de que en los penales existían ya grupos de teatro. Con el Conac (Consejo Nacional de la Cultura) se impulsó el fortalecimiento de los grupos a través de cursos de expresión corporal, dicción, producción, de manera que toda la experticia que tenían los internos para hacer sus guiones y montar sus obras, se puliera. Además, buscó padrinos para cada uno de los grupos, que eran artistas, de manera de que ese padrino se convirtiera en utility y consejero: les ayudaba a montar sus vestuarios, sus escenografías... como eran artistas y tenían acceso a la televisión, podían conseguir cosas. ¡Yo participé como actor en esos festivales!, que se hacían en el teatro de la Cantv".
Prado recuerda que una actividad artística constituye una válvula de libertad, "un bombillo de luz para la oscuridad que uno tenía en la prisión. Fue tan exitoso aquel Festival, por la calidad de los actores, por las puestas en escena, que el propio Luis Herrera los inauguraba. Una vez lograron traer a Marvin Santiago, que estaba preso en la cárcel de Bayamón, para que abriera una de las ediciones. Además se construyó el Teatro Penitenciario de El Rodeo I. Hoy lamentablemente es un teatro que utiliza más la comunidad, pero eso era para los presos", comenta Prado.
El director del Observatorio Venezolano de Prisiones opina que "los gobiernos cuando no tienen cultura, no la aprecian, y no saben que con esta se puede rehabilitar, sacar a un hombre de la oscuridad. Lamentablemente, a todo le van quitando apoyo, hasta que desaparece. Ellos dicen que no, pero eso ya no existe y lo que hay es un 'vente tú'... Todos esos programas artísticos hay que retomarlos con la debida organización, y tiene que ser con personas que sepan de eso. Hay que poner a poetas, pintores, actores...", asegura.
Prado cierra con una aspiración: "La forma de evaluar las gestiones de los directores de los penales debería ser por la participación de los internos en actividades culturales, deportivas, recreativas, educativas, laborales, y no solo por la cantidad de requisas, traslados o de reclusos muertos".
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