A Jesús las autoridades le presentaron una mujer sorprendida en adulterio,la cual según la ley de Moisés debía ser apedreada.Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo, se enderezó y les dijo:"El que esté sin pecado tire la primera piedra"y siguió escribiendo. Ellos, al oírlo,se fueron uno a uno.Jesús dijo: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?" Ella contestó: "Ninguno, Señor". "Entonces ni yo te condeno; vete y no peques más" Juan 8.1.11
Yo soy
domingo, 15 de febrero de 2015
Zapata de la Z a la A (II)
Barroco: lo monstruoso en la caricatura
Buena parte de la caricatura política latinoamericana está hecha desde la perspectiva
ideológica del pensamiento marxista y desde el anti-imperialismo. La manera como se ha
hecho imagen del enemigo ha sido a través de un imaginario de lo grotesco. El poder es
feo, los parámetros de lo feo, según una idea cultural de lo feo, es aquello que funciona
como la muerte, como una serpiente, como armamento de grueso calibre, como
dinosaurios, gorilas, trogloditas, etc. Lo barroco ha sido, como la iglesia en siglos de la
Reforma, una estética que favorece formas de manifestación de lo “horrible y desagradable
para estremecer a los hombres y dirigirlos enérgicamente a cierto círculo de ideas o 5
determinadas emociones” (Weisbach, 1942: 85). El poder se hace visible en la caricatura
bajo la imagen de lo grotesco. Los Zapatazos participan de el barroquismo, pues apelan a
ese sentimiento para favorecer el rechazo, la fobia, la venganza, la solidaridad. Los
Zapatazos construyen una noción de imagen fea, de rasgos frenéticamente exagerados
(como dice Warbur, (citado por Gombrich. 1978: 29), de delgadeces hasta lo cadavérico,
gorduras mayores a las de Botero, alturas de cerros donde habitan los desposeídos, pobreza
y hambre extrema y aborrecible y riqueza grosera igualmente aborrecible, ranchos de
distintos materiales improvisados, alturas de los personajes o respecto a los oponentes
(exageradaamente altos y exageradamente bajos). Todo en Zapata es barroco, puesto así para
generar efectos de sentido que apuntan hacia lo injusto del establecimiento, hacia la
solidaridad con las víctimas.
En antologías como El dibujo político para una nueva sociedad (s/f), presentado por
Ortizpozo para la revista Nueva Sociedad y en El humor como arma de lucha ideológica Nº
2 (prólogo de Omar Cabezas, 1985) puede encontrarse una muestra interesante de lo que se
hacía en la caricatura latinoamericana de las décadas de los setenta. Tienen en común el
tratamiento de la imagen del enemigo y, sobre todo, la temática. En esas caricaturas se
busca descalificar al que se identifica como enemigo haciéndolo pasar por una
representación visual monstruosa. Lo feo, lo terrible atraviesa casi todas las caricaturas, de
manera que la imagen corresponde a un discurso de base ideológica izquierdizante. Se
trabaja la imagen como el enfrentamiento entre el débil (pueblo Latinoamericano) y el
fuerte (Imperio y enemigos de clase). Así, la imagen es portadora de una carga sesgada
hacia un discurso político en donde no se localiza a un actor popular sino al programa
político e ideológico al anti-imperialismo y a sus aliados internos, al mercantilismo, como
solía decir la retahíla, a lo que ahora se llama “capitalismo salvaje”, siguiendo la frase de
Juan Pablo II. La fuerza y la estupidez del lado del antihéroe, del lado del débil la
inteligencia y los valores morales. No muy distinto a lo de ahora, solo que ahora la lucha va
en la dirección de lo concreto. En algunos trabajos de Zapata puede observarse esta
tendencia. Veamos un par de caricaturas de autores latinoamericanos dentro de esta
orientación y un par de los trabajos de Zapata.
Otro aspecto que puede verse superado en los Zapatazos consiste en la temática y en el
tratamiento de la enunciación. ¿Quién habla en los Zapatazos? La respuesta es que quien
enuncia tiene la posición privilegiada para poner en circulación elementos semánticos que
flotan, que son traídos al texto por la habilidad de autor, de un artista de la palabra que
maneja las sutilezas que rodean el sentido de lo tratado. En la caricatura de la colección
¡Firme Zapata!, 2000,p.131 aparece la imagen de la estatua ecuestre del libertador de la
Plaza Bolívar de Caracas con su sombrero extendido y el texto dice : “¡SEÑOR
GOBERNADOR ¡POR EL AMOR A DIOS! UNA LIMOSNITA PARA CARACAS”. Es
la frase de rigor del pordiosero, ya que quien la enuncia es el sombrero extendido, no la
emite el Libertador. Esto le confiere una carga semántica propia del pordiosero Quien habla
es el sombrero y eso le hace recorrer otro sentido, atado a Bolívar, con lo que el Hijo
dilecto de Caracas llega al extremo de pedir por su ciudad una limosna. Allí radica la
mordacidad de la sentencia,, la crítica corrosiva y lapidaria.
En eso Zapata es un maestro. Zapata consigue su propio estilo en el tratamiento de la
caricatura cuando le da voz a los asuntos populares: su hambre, su vestido, sus servicios.
Va dejando la caricatura ideológica y centra su mirada en la preocupación del hombre real,en el hambriento de los cerros pobres de Caracas, en los pequeños seres que fueron
arrastrados por la dinámica de la economía y la cultura a la ciudad, a los barrios insalubres
a lo que los sociólogos llaman el cinturón de miseria. Ese hombre común que se ilusiona y
se decepciona va a ser el sujeto de sus caricaturas. También cede la palabra a actores
considerados enemigos para que se expresen, para que digan de viva voz su sentir. Allí está
la clave de la obra de Zapata. La caricatura política tiene un lenguaje partidista, ideológico,
su imaginario concierne a la preocupación de las ideologías, a los programas antiimperialistas
de los partidos de izquierda. La aparición del personaje zapatiano
(Coromotico, de las beatas, de los hombres, mujeres y niños en mesas vacías, remendado
hasta los huesos o semidesnudos, los burócratas, los militares), con su voz propia,
ironizando y poniendo en evidencia de manera directa, sin mediación de una voz extra. Lo
que lo distancia de la caricatura ideológica es su apuesta por mostrar las pasiones del
hombre común: esa es su poética, mostrar el recorrido de las pasiones del venezolano
común de los últimos cuarenta y cuatro años.
La caricatura de Zapata pone en evidencia el día a día de una sociedad, mientras que la
caricatura ideológica ofrece su esfuerzo con un imaginario que es más programa político
partidista, explicación ideológica de intelectuales que simulacro de la vida diaria. La
enunciación en la caricatura ideológica está en sus ideologías, en sujetos ideologizados que
se encuentran distantes. La mayor parte del trabajo de Zapata, que comienza en sus
primeros trabajos y se profundiza, consiste en hacer de sus actores personajes con
problemas reales, abordados de una manera directa, muchas veces sin mediación, ya que no
siempre sus actores pobres tienen conciencia de su situación, son, inferiores a la realidad
como teorizó Lukacs en su Teoría de la novela. Eso les aporta más efectos sensibles y hace
más eficaz la caricatura. En otras oportunidades saben que no habrá solución para sus
problemas. Zapata no los sustituye, les cede la palabra y ellos los sujetos del Zapatazo se
muestran irónicos o afectos a determinadas ideas. Sus personajes son más concretos,
pertenecen a una sociología urbana: burócratas, adulantes, pobres descalzos y hambrientos,
madres que solo poseen niños, ranchos, torres petroleras, militares, televisores, espadas,
distintos símbolos populares para designar las prebendas políticas, intertextos de todo tipo,
fraseologías a granel, léxico venezolano, etc.
También hay mujeres en las caricaturas. Unas ricas, sin hijos, enjoyadas, gordas, muy
corpulentas y bien vestidas, pero hay otro tipo, la madre pobre. Las beatas son las otras
mujeres de las caricaturas. Esa madre que puebla las caricaturas de Zapata, descalza, vertida
con harapos y siempre con un niño en brazos es una imagen permanente. Es el intertexto de
la imagen de María y el niño. Esta madre de los Zapatazos lleva en brazos un niño, como la
imagen cristiana de María. Es un intertexto visual común a los católicos, siempre dados al
eterno femenino. La madre de los Zapatazos no está en reposo, con el niño en el regazo. No,
está casi siempre de pie, soportando el peso de la prole, de su cría. Es una madre angustiada,
una madre pobre, pero su imagen no podemos disociarla de la imagen del catolicismo. En
pocas oportunidades también el hombre sostiene al niño como en la imagen de la iglesia.
Ellas dialogan, participan de la misma pose, del mismo rol, la de dar la vida y sostenerla.
Tienen el rasgo común del niño desnudo, símbolo de la vida pura, sin nada que le enmascare.
Es un niño colgado a su cuello, aferrado a la vida. El aporte visual de los Zapatazos es
extraordinario, ha legado una iconografía completa del drama en que terminamos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario