Salgamos a matar
El Nacional 17 DE FEBRERO 2015 - 00:01
Es orden, permiso y deseo. Todo envuelto en un “bellísimo” y contextual papel de regalo hecho de hermosas palabras y palabras y palabras finamente encaminadas a seducir nuestra mirada y obligarnos a detenerla en ellas para gozar de su encanto y no reparar en su mal encubierto contenido. Tres cosas que no se pueden celar: la orden, pues si se oculta no es orden para todos, el permiso y sobre todo el deseo que se fuga solo por todos los poros de la revolución. Toda revolución a lo largo de la historia ha empollado celosamente el deseo y lo sigue empollando hasta que se da el momento de sacarlo a la luz. Entonces sí, se implanta el terror. El terror no es sólo un sentimiento que encoge el ánimo y retrae a la persona que busca refugiarse en los más oscuros escondrijos. Para la revolución es todo un estado del Estado, una manera de hallarse éste situado en la existencia de la sociedad completa, desde las instituciones hasta el tú a tú de los ciudadanos que son convertidos en sus promotores y difusores mediante el “sapeo” ordenado, permitido y deseado. ¿Qué revolucionario no ha amado y deseado furiosamente “la violencia partera de la historia”, para que esa señora dé a luz por fin la “verdadera” paz producto de la guerra? El deseo de eliminar a los enemigos de la santa revolución está inscrito en la lógica, en las entrañas ardientes, de todo proceso radicalmente revolucionario. Siempre, para mantener el orden, se da la orden. La de hoy va contra el desorden que aparece en reuniones (ojo, simples reuniones) y manifestaciones si se tornan violentas. Decide que son violentas, el que da la orden.
Para toda revolución cuando ha llegado el momento que ha marcado su rotunda afirmación o su definitiva debacle, han surgido el Robespierre oportuno o el frío Stalin, cito los más relevantes, para implantar el terror sin adjetivos o el terror rojo de sangre.
¿Estamos llegando a ese momento? ¿La engañosa resolución que ordena y manda será ya su definitivo anuncio y la puesta en marcha del previsto remedio? ¿Será el soleado general el padrino del terror que está por nacer? No está solo. A él se une sin reservas todo el sistema. Desde el denodado presidente de la República hasta el gran jefe de la Asamblea y algo más, junto con todos los tribunales, los comandos militares que bien forman y entrenan para matar a los dulces soldaditos con textos y asesores cubanos, y cuanto enrojecido consejo pueda existir, han salido a jugárselas con él en la contextualización del contexto y a jurar su adhesión a la orden, el permiso y el deseo.
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