TALLER CRITICO
SIN DUDA, CLASICOS[1]
44 DRAMATURGOS Y 44 OBRAS DE TEATRO.
POR: ROBERTO LOVERA DE-SOLA
A la Fundación Herrera Luque le da una
gran alegría recibir hoy en nuestro Círculo de Lectores al crítico teatral,
profesor e investigador de la historia de nuestra escena Leonardo Azparren
Giménez(1941). El es para nosotros, quien escribió el libro mayor de nuestra
crítica teatral, su La polis en el teatro
de Esquilo. Tampoco deja de ser central su libro El teatro en Venezuela, por ser la mejor historia de su proceso que
tenemos. Y menos debemos dejar de mencionar su compilación documental sobre
aquello que conocemos sobre nuestro teatro en los días coloniales. Ultimamente
nos ha dado dos introducciones a la obra de dos de nuestros más destacados
hombres de teatro contemporáneos, al escribir sobre José Ignacio Cabrujas y e
Isaac Chocrón. En el caso de Cabrujas compiló toda su obra teatral y sus textos
complementarios, en cinco volúmenes[2].
Nos reunimos esta mañana para celebrar
la aparición de un obra que no podemos dejar de señalar como la primera y más
importante antología del teatro venezolana. Primera, no cronológicamente
hablando, porque ha había otras previas que citaremos más abajo, sino por ser
la que nos permitirá,a través de las 44 obras que la forman, obra de 44 autores
nuestros, comprender el periplo de doscientos años de nuestra escena teatral,
desde una obra de Gaspar Marcano(1781-1821) hasta Rodolfo Santana(1944-2012),
para nosotros el quinto gran autor del teatro venezolano.
Tenemos abierta en nuestras manos, y
cerca sobre nuestra mesa de trabajo, los tres tomos,2602 páginas, del vasto
trabajo del admirado Azparren: Clásicos
del teatro venezolano,1817-2011(Caracas: Bid & Co. Editor/Banesco
Seguros,2015. 3 vols) esta tiene la particularidad que todas las obras elegidas
están completas, del primer al último parlamento, en esta obra. Además ella,
esta es la importancia de editar el teatro, permitirá a los grupos teatrales
las nuevas puestas en encena de las obras recogidas en esta obra. O, en algunos
casos, su estreno por vez primera. Y puestos a entrar dentro de lo que este
libro nos propone, que es mucho, no podemos dejar de agradecer, como
trabajadores y animadores culturales, a Banesco Seguros que haya auspiciado la
edición de esta obra, de hecho su epílogo lo escribió el presidente de esa
empresa, Luis Xavier Luján, gracias le damos, nuestra literatura siempre
buscará buenos mecenas, como el caso del que nos reúne hoy. Y editar un libro
fundamental, como estos Clásicos del
teatro venezolano no puede ser más importante. Desde luego, no podemos
dejar de mencionar a Bernardo Infante Daboin, el magnífico editor de la obra.
LAS OTRAS ANTOLOGIAS
Hemos señalado que estos Clásicos del
teatro venezolano la preceden las siguientes siete antologías, ellas nos
permiten seguir los caminos de nuestro teatro. El del siglo antepasado se nos
hace presente en la de José Gabriel Núñez(1937): Selección de teatro venezolano del siglo XIX, en la Antología del teatro venezolano del siglo
XIX, de José Rojas(1930) y en la de William Anseume(1965): El drama en Venezuela durante la primera mitad del siglo XIX. Lo que
algunos de nuestros dramaturgos han escrito para el teatro que se hace en los
colegios y liceos lo hallamos en la muestra de Efraín Subero(1931-2007), de
allí su Teatro Escolar; al vasto
proceso dramático que aparece a partir de principios de los años cincuenta se
puede seguir, en sus momentos más singulares, a través del volumen del antólogo
cubano Carlos Miguel Suarez Radillo(1919-2002): 13 autores del nuevo teatro venezolano y las grandes líneas de
nuestro teatro escrito por mujeres a través de los centones compilados por la
profesora ecuatoriana Susana Castillo: Las
risas de nuestras Medusas y por la periodista venezolana Lorena Pino
Montilla(1972): La dramaturgia femenina
venezolana[3]. estas muestras se une ahora la de Azparren.
UNAS OBSERVACIONES PREVIAS
Debemos decir, primero, que el teatro
venezolano se inició, en 1804, con la pieza de Andrés Bello(1781-1865) la Venezuela Consolada[4], la obra celebra un
hecho social-sanitario: la introducción de la vacuna en nuestra tierra. Esta es
la primera obra, la fundadora del teatro venezolano, y no nos debe llamar la
atención que sea proiducto del ingfenio de don Andrés, ya en aquellos años
escritor respetado, pese a su juventud, tenía entonces viente y tres años, y su
obra poética la había comenzado con textos suyos desde 1800. Pero como Bello
fue un fundador no solo puso las bases del teatro venezolano, con su sólida
obra, sino que además fue en aquel período, antes de su viaje a Londres, en
1810, el fundador de nuestro periodismo, ello cuando le tocó ser el redactor de
la Gaceta de Caracas(octubre
24,1808), la primera producción de nuestra imprenta, una vez instalado, meses
antes, el primer taller tipográfico en Caracas. Fue también el primero en
escribir en letras de molde, en el editorial incial de la misma Gaceta de Caracas, la palabra
“Revolución” que si bien apareció en 1808, bautizó los nuevos tiempos que se
abrían, caminabamos ya hacia la emancipación. Planeó luego, junto a Francisco
José Vidal Isnardi(1775.1826)[5],
la que hubiera sido nuestra primera revista, El Lucero(1809), la cual si no llegó a editarse quedó su prospecto.
Y luego, fue el editor del primer libro impreso en Venezuela, El calendario manual y guía de forasteros en
Venezuela para el año de 1810, pequeño libro de 64 páginas, preparado por
él, allí insertó su “Resumen de la historia de Venezuela”, su prosa más antigua
conocida, es un ensayo sobre la historia del país hasta ese año.
Ahora bien, la Venezuela consolada no está en la obra de Azparren porque él
prefirió, con buenas razones, expuestas en el prólogo, iniciar su recolección
en los días de la independencia, cuando se pugnada por la creación de la
patria. La obra de Bello, con todo su valor, procedía de la etapa anterior a la
proclamación de la emancipación, días en que nuestra patria era España. Y, pese
a ello, y no se crea que es una crítica de Azparren, ya hemos expuesto su por qué,
nosotros la hubiéramos recogido en esta muestra por ser la obra iniciadora de
nuestra dramaturgia, presentada a poco de haberse construido, en 1784, por
decisión del gobernador Manuel González
Torres de Navarra, también a fines de la época colonial, nuestra primera sala
de teatro, en la esquina del Conde.
EL TEATRO: EL PRIMER GÉNERO DE NUESTRA
LITERATURA EMANCIPADA
Segundo, y esto hay que saberlo y
señalarlo, en la literatura venezolana emancipada el teatro fue el primer
género cultivado, antes que el cuento, la novela y e incluso el ensayo y la
crítica literaria, no así la poesía. Esos títulos son los del fundador de la
narrativa venezolana, don Fermín Toro(1806-1865), primero con su cuento “La
viuda de Corinto”, publicado en 1837(El Liberal, Caracas: julio 25,1837) y un
lustro más tarde nuestra primera novela, Los
martires, editada en 1842(Los mártires, El Liceo venezolano, Caracas, n/
2-7,1842); el ensayo se anticipó unos años, ya que su primer gran momento data
de 1815, es la Carta de Jamaica del
Libertador, que siendo un análisis politico constituye el primer gran ensayo de
nuestra literatura, por la forma como su autor cultivó ese género y por la
bella prosa en que está escrito. Es página cenital de nuestras letras. La
crítica literaria, no podía ser de otra forma, la fundó Bello en su primer
artículo del género, en su revista londinense, la Biblioteca Americana en 1823; en 1826, en su segunda revista
inglesa, El repertorio americano,
reseñó, sentimos que demasiado brevemente, la pieza de Domingo Navas Spinola Virginia, que fue la primera pieza
impresa del teatro venezolano, ya que aquella con la que se inicia la antología
de Azparren si bien data de 1817, años antes de Virginia, no fue conocida hasta 1917, un siglo después, cuando don
Manuel Segundo Sánchez(1868-1945), nuestro primer bibliógrafo, la rescató y
publicó en un libro[6]. No nos referimos aquí a
la poesía porque esta se inició en Venezuela a poco del descubrimiento y la
colonización, siendo nuestro primera poeta el conquistador, y mas tarde
sacerdote, Juan de Castellanos(1522-1607), quien 1589, publicó su Elegías de varones ilustres de Indias,
en donde está registrada la Venezuela que el sintió, recorrió y padeció.
Señalamos también que si cronológicamente hubo un poeta anterior a Castellanos,
llamado Pedro de la Cadena(1542-d1607), este ni siquiera estuvo alguna vez en
Venezuela. Lo que escribió, que no es para nada malo, fue aquello que le contó,
lejos de Venezuela, el fundador de Cumaná, Diego Fernández de Serpa. Y lo
decimos, porque existencialmente Juan de Castellanos le gana.
LA ENTRAÑA DE LA MUESTRA
Azparren abre estos Clásicos del teatro venezolano con un
prólogo explicativo sobre su tarea.
Anota en él que sus “Clásicos del teatro venezolano es una
antología de quienes lo son o serán, aun siendo desconocidos o ignorados, pero
no de todos los que son. Es decir, que nuestra selección no pretende ser
canónica pero si justa con los que están…Presentamos un panorama histórico de
la dramaturgia venezolana desde la constitución del teatro nacional a comienzos
del siglo XIX, que permita comprender como fue convirténdose el imaginario
dramático de lo que somos…Al igual que con todo producto cultural, existen
correlaciones dinámicas entre los marcos sociales venezolanos y el universo
imaginario de nuestros dramaturgos, que han permitido representar diversos
tipos de respuestas simbólicas a los contextos en los que cada autor produjo su
obra. El lector podrá aproximarse a como nuestra dramaturgia representó en el
siglo XIX el sistema de valores y creencias de la sociedad venezolana,
necesario para consolidar la república y legitimar su modelo de sociedad…Muy
distinta es la situación desde los comienzos del siglo XX. En primer lugar por
la presencia del país con sus problemas y perspectivas de los temas y de las
obras. Fue el inicio de una visión moderna del teatro y su función social. Los
dramaturgos comenzaron a interrogarse por qué el país era y estaba en
determinadas situaciones y cómo la persona, en primer lugar el propio
dramaturgo, se veía afectada…Este cambio generó un proceso constante de modernización
del discurso teatral a lo largo del siglo”(t.I,p.7-9).
CRITERIOS DEL ANTÓLOGO
Explica Azparren que sus criterios de
selección de las obras que aquí hallamos fueron: a) “el primero pero no más
importante es…las preferencias del antólogo…b) El segundo, tanto o más
importante; es el lugar histórico del autor y su obra en la historia del país y
del sistema del teatro nacional; c) fue querer prsentar un panorama de cuya
lectura pueda desprenderse una comprensión de lo que ha sido y es la
dramaturgia venezolana a lo largo de dos siglos”(t.I,p.8).
En cuanto a “las preferencias del
antólogo” a las que se refiere bien vale un escolio: no se trata, para nada, de
una abitrariedad, la sección fue posible gracias a más de medio siglo de
dedicación al estudio, a la enseñanza y al siguimiento del teatro venezolano. Y
Azparren la denomina “preferencias del antólogo” porque al compilar una
antología hay que hacer uso de lo que se llama “el gusto literario, teatral en
este caso. En las elecciones hechas no hay nada fortuito. Y, desde luego, como
dijo nuestro Alfredo Arvelo Larriva(1883-1934) esta muestra no es una
“antojolía”, como aquel grande poeta dijo.
CONSTITUCIÓN DEL TEATRO NACIONAL
Para Azparren las obras que hay que
tener en cuenta en los inicios del desarrollo del teatro venezolano, a partir
de la Independencia las mencionaremos ahora. Con relación a la primera debemos indicar que este
diálogo entra muy bien dentro del perfil de lo que fue nuestra literatura
durante el período de la emancipación, letras que fundamentalmente se refieron,
y también empujaron, las luchas de los venezolanos por obtener la libertad. Constituyeron
una literatura de emergencia, de partido y de combate. En ello cabe muy bien lo
que nos ofreció Gaspar Marcano.
Y
terminado el período bélico aparecieron otras ya propias de la sociedad que en
la cual la guerra había terminado, eso sucedió entre nosotros con la Toma de
Puerto Cabello(1823), por las tropas del general José Antoio Páez(1790-1873),
fin de la guerra emancipadora entre nostros.
SE
CREA UNA SOCIEDAD
Pero
los ideales que motivaron aquella inmensa comoción se verán claros en la
llamada a la libertad, de la pieza de Navas Spínola, Virginia,en 1824, esta coincide plenamente con los inicios de un
país que buscaba un sendero, por ello no nos debe llamar la atención que en
aquella misma década hallamos comenzado nuestro recorrer con la publicación de
un libro de historia, la segunda edición de la Historia de Oviedo y Baños, editada, precisamente, en el taller del
mismo Navas Spínola y con la edición de un libro de ciudadanía, el Manual del Colombiano, atribuido a Tomás
Lander(1787-1845). Aquí el tercer hecho fue la edición y puesta en escena de Virginia.
Sigue
Rafael Agostini(c1808-1881) con su Cora o
los hijos del sol en la que explora el pasado aborigen, no de aquí sino del
Perú de la conquista. Es una obra de carácter histórico, de las cuales
continuaran siempre diversas obras de teatro y otros géneros. Otra visión del
pasado lejado es la obra de Pedro Pablo del Castillo El fanatismo druida o la sacerdotisa(1839).
Vale
aquí un escolio porque la historia siempre ha estado presente en los diversos
pasos y meandros de nuestra cultura, por ello escribió el profesor Germán
Carrera Damas(1930):
“La
historia es quizá el ramo del conocimiento que más ha pesado hasta el presente
en el complejo cultural venezolano. Las diversas expresiones de nuestra cultura
exhiben huellas de una fuerte carga histórica, manifiesta no solamente en lo
que sería normal integración de sus componentes, sino también en la presencia
de la Historia como disciplina básica en la elaboración de los múltiples
productos culturales. Asi es constante, a veces enconado y por momentos
ridículos, el ardor puesto en el debate en torno a las cuestiones históricas
tradicionalmente consideradas de mayor signficación”[7].
La
cita al maestro de nuestra historiografía nos hace ver claramente que, como él
lo expone, ella es válida tanto para la historia como para la historia
literaria. Recuérdese siempre que los venezolanos ante cada hecho, politico o
escrito, siempre nos preguntamos por su origen, por la primera vez que se dijo
o escribió: esto es una manifestación de una desarrollada conciencia histórica.
La
presencia, tan constante de la historia en nuestra literatura, el teatro también
lo es, no debe llamarnos la atención, porque, por ejemplo, cuando se funde la
novela esta se iniciará con una novela histórica, en 1842, Los mártires, y con una segunda novela del mismo género, en 1882, Zárate, de don Eduardo
Blanco(1838-1912), el mismo autor de Venezuela
heroica(1881), no nos debe llamar la atención que ambas nos revelen el pasado y se acerquen a
un hecho singular: a la vioiencia en el país. Desde luego, entre Los Mártires y
Zárate, se publicaron otras viente novela, algunas solo protonovelas, pero fue
en Zárate, nueve años ante de Peonía(1890)
la primera en revelar a los venezolanos tal cual somos. Desde luego, no le
quitamos mérito alguno a la novela de Romerogarcía, puede leerse aun hoy, como Zárate, con gratificaciones estéticas.
Pronto
entra en escena el romanticismo, que venía significando desde fines del siglo
XVIII, cuando apareció en Alemania, una revolución estética y humana. Azparren
eligió para ese período obras de Heraclio Martín de la Guardia(1829-1907), el
que considera el mejor de aquellos tiempos, un creador que fue inmensamente
popular en su tiempo, aunque hoy se le desconozca fuera de los medios
académicos; encontramos a Eloy Escobar, uno de los amigos venezolanos de José
Martí(1853-1895), durante su paso por Venezuela en 1881, destacado poeta
elegíaco, como nos lo mostró Luis Beltrán Guerrero(1914-1997)[8] y dramaturgo, cuya pieza Nicolás Rienzi(1862) nos descubre
Azparren. En ese período apareció don Eduardo Blanco(1838-1912) autor de dos
célebres libros, Venezuela heroica y
al año siguiente la que es considerada la primera novela venezolana, Zárate, la inicial, no porque no hayan
publicado otras antes sino porque fue la primera en pintar a Venezuela, a los
venezolanos, a sus costumbres y angustias. En Madrid sucede la pieza Lionford(1879) de don Eduardo. El siglo
termina con otras obras en las cuales aparece el hogar, las parejas, las
familias y sus cuitas psicológicas y humanas. Sus autores fueron Anibal
Dominici(1837-1897) por La honra de la
mujer(1880); Nicanor Bolet Peraza(1838-1906), con el sentido del humor mira
todo con ojos costumbristas, tal A falta
de pan buenas son tortas(1873). Por su parte José Ignacio Lares(1847-1921)[9]trazó en El recluta(1896) uno de los grandes
males de aquel país, la recluta obligada con las que se formaron las “tropas
colecticias”, que dijo Santiago Gerardo Suarez(1936-1996), con las cuales se
movían los caudillos en las guerras civiles. Sobre el mismo hecho nos quedaron
también dos novelas de aquella tragedia, El
sargento Felipe(1899), de Gonzalo Picón Febres(1860-1918) y El recluta, de Virginia Gil de Hermoso(1856-1913),
publicada sesenta y cinco años después de haber sido escrita, antes de la
muerte de la escritora.
Cierra
el siglo por el dramaturgo que Azparren considera el mejor de la centuria(t.I,p.15),
el merideño Adolfo Briceño Picón(1846-1929), nos permite leer aquí su pieza Ambrosio Alfinger(1887), recreación
histórica sobre el primer gobernador Welser. De Briceño Picón otros
antologistas han recogido y celebrado, al menos dos veces, su pieza El Tirano Aguirre(1873), recreación
sobre aquel psicópata que antes de morir mató a su propia hija para “que no
fuera colchón de ningún hombre”. Y a los venezolanos nos llamó “comedores de
arepas”.
Cierra
Azparren el siglo XIX, tan importante en nuestra historia como en nuestra
literatura, anotando: “Los dramaturgos del siglo XIX tuvieron algunas
virtudes…en primer lugar, conocimiento y dominio pleno de las preceptivas
propias de los modelos discursivos que emplearon y del idioma…siempre tuvieron presebte
el público al que se dirigían…Teatro de su siglo y para su siglo, el universo
romántico del teatro venezolano del siglo XIX está enrraizado con sentido de la
realidad aunque, como sucede siempre, al final del período de consolodición del
teatro nacional dio muestras de agotamiento y preparó el terreno para la
renovación que se dio a comienzos del siglo XX”(t.I,p.16).
PRIMERA MODERNIDAD
Para Azparren la Primera modernidad,
ya en el siglo XX, a partir de 1909, la cierra a fines de los años cincuenta.
Las obras escogidas, y que aquí, repetimos, podemos leer íntegras, se inician
con Salustio González Rincón(1886-1933), uno de los hombres de la generación de
La Alborada, con su obra Sombras(1909).
González Rincones, hay que decirlo también fue un muy destacado poeta, tanto
que Jesús Sanoja Hernández(1930-2007) lo caracterizó como uno de los tres
poetas en cuyo escribir se prudujo una revolución en el lenguaje. Las otros dos
son José Antonio Ramos Sucre(1890-1930) y Rafael José Muñoz(1928-1981)[10].
Sobre Sombras, explica Azparren que
su asunto “es la confrontación de los ideales del progreso de la ciencia con el
lastre de las tradiciones y las imposiciones desde el poder”(t.I,p.17).
Le siguió su otro compañero en La
Alborada, el maestro Rómulo Gallegos(1884-1969) por su píeza El motor(1910). Aquí es bueno advertir
que la obra de Gallegos, conocida desde poco antes, se inicio con textos
ensayísticos en La Alborada, con su
pieza al año siguiente, luego con sus cuentos y a partir de 1920 con sus
novelas. En El motor, sin restarle
mérito alguno, están todos los temas que vamos a encontrar en sus novelas. Es
muy moderno el plantamiento, se acerca a González Rincones, por su protagonista
Guillermo Orosía, desea crear una máquina de volar.
En el caso de Gallegos es necesario
recalcar que fue sólido su escriibir ensayístico en sus artículos de La
Alborada, después recogidos en Una
posición en la vida(1954), estos tienen el inmenso valor que en ellos
expone el maestro de Doña Bárbara,
los fundamentos de lo que deberá ser nuestra sociedad civil y democrática. Y lo
hizo, casi al unísono, cuando Laureano Vallenilla Lanz(1870-1936) exponía, en
sus ensayos, que irían a formar su Cesarismo
democrático(1919), la tesis favorable a la dictadura, como el régimen
propio para el país.
Cerca de ellos estuvo otro campañero
de aquellos, Julio Planchart(1885-1948), este fue el crítico literario de La Alborada y después el autor de una
pieza politica La República de Cain,
escrita entre 1913 y 1915, imposible de ser montada bajo la dictadura de Gómez,
ya que en ella Gómez era Cain(también Gómez es Doña Bárbara, el personaje de su
compañero). Por ello, La República de
Cain no pudo ser impresa hasta 1936, y aunque algunos críticos, como Alba
Lya Barrios[11], la han estudiado, esta
que aparece en el libro de Azparren es su segunda edición. Lo que permitirá a
nuestros teatreros su montaje, cosa nunca hecha. Y a los espectadores poder
penetrar en el hondo mensaje que don Julio nos comunica a través de sus
parlamentos, porque hay allí planteamientos que van más allá de aquella
dictadura y aquel estado de cosas censurado por don Julio, hay allí elementos
que tienen que ver con la historia de nuestras ideas.
Pronto nos vamos a encontrar con el
dramaturgo por excelencia de nuestro teatro, para nosotros, hasta que apareció
César Rengifo(1915-1980). Nos referimos a don Leopoldo Ayala Michelena(1892-1962),
de quien aquí encontramos su sainete La
Taquilla(1922), gran género de nuestro teatro. En otras piezas, mas
existenciales, con aquella llena de ternura Al
dejar las muñecas(1922), hemos hallado la influencia del dramaturgo noruego
Henri Ibsen(1828-1906) en él.
Otros dramatrurgos de aquellos años
son Pablo Dominguez(1901), con Tremedal(1933);
la bellisima pieza de Andrés Eloy Blanco(1896-1955) Abigail(1937), todavía recordamos vivamente a Pilar Romero, cuando,
con toda la belleza de sus gestos actorales, la protagonizó hace pocos años, en
un montaje del grupo Rajatabla. Abigail
es una parábola bíblica y el lenguaje del poeta es evidente. Pero no fue la primera
incursión teatral de Andrés Eloy, había escrito otras obras. Pero Abigail es seguramente la principal de
sus piezas.
Diversos registros de un teatro que se
hacía moderno vamos a hallar en El hombre
que fue, de Luis Peraza(1908-1973); en Fogata(1939)
de Julián Padrón(1910-1954), con su hondo sentido sexual, lo cual era una
novedad en 1938; El polo negativo(1942),
de Eduardo Calcaño(1909-1991), con todas sus disquisiciones sobre el arte; en La casa(1945) de Ramón Díaz
Sánchez(1903-1968) vemos los desarrollos dentro dentro de la sociedad que
cambia, ello a través de una vieja familia que se niega a vender su vieja
mansión para construir allí un edificio. Hay un contrapunteo, posible de
examinar, entre La Casa y la novela
de don Ramón Borburata(1960) donde los
tiempos cambían tambien y donde aparece un singular personaje femenino; de la
obra de Aquiles Certad(1914-1986), aquí se elige La serpiente sobre la alfombra(1951) es una de sus “comedias atemporales
y exquisitas… ingeniosas, finas y de buenos modales que representa una sociedad
fina y elegante, alejada del ajetreo diario”(t.I,p.23). Un tesista
universitario, cosa que hemos sugerido más de una vez, debía tomar como tema de
su disertación el examen de la obra de Certad.
Hemos dejado aquí a propósito para cerrar
esta parte a Rafael Guinan(1881-1957). Aquí aparece Yo también soy candidato(1939) tantas veces representado. Pero
debemos subrayar que Guinán además de sus magníficas piezas fue también un
destacadísimo actor, uno de los mejores del teatro venezolano de su tiempo,
cuyas actuaciones el público celebró con fervor. Después fue de los iniciadores
del cine, de la radio y de la televisión.
De este mismo período, pero ya en los
años cincuenta Azparren nos hace reparar en una obra de Pedro César Dominici(1872-1954),
Amor rojo, sobre una revolución. Fue
él uno de los escritores del modernismo, quien trajo aires nuevos, cosmopolitas
a nuestra ficción. Ha sido rescatado en estos años por los estudios críticos
que le ha dedicado José Balza(1939).
Están aquí también dos mujeres:
nuestra altísima poeta Ida Gramcko(1924-1994), la dramaturga de La Rubiera y Elizabeth Schon(1921-2007)
por Intervalo. En esos mismos años
siguió el cultivo del teatro el maestro Arturo Uslar Pietri(1906-2001), cosa
que había comenzado en su juventud con sus piezas “E Ultreja”(1927) y “La
llave”(1928), pero quien desarrollaría su escribir en este tentador campo del
teatro, con él mismo advirtió, en los años cincuenta, de él ha recogido
Azparren aquí El dios invisible, que
plantea a nuestro modo de ver un asunto religioso, ya que en ella se plantea la
imposibiliad del ser humano “de acceder a instancias superiores
inconoscibles”(t.I,p.25), es decir el agnoticismo, que es aquella posición que
declara “inacesible al entendimiento humano todo conocimiento de los divino y
de lo que trasciende la expefriencia”, como dice el diccionario académico.
Debemos decir también que, ya en los años sesenta, Uslar nos ofreció con Chúo Gil y las tejedoras, la obra más
universal del teatro venezolano. Su tema es la murmuración.
Con estos autores, escribe Azparren,
“la dramaturgia nacional se asomó a su madurez”(t.I,p.25).
SEGUNDA MODERNIDAD
Aunque este último período lo inicia
el antólogo en 1958, años de transformaciones políticas, literarias y
teatrales, para nosotros, las figuaras dominantes, que él examina y escoge sus
obras, son César Rengifo(1915-1980), Román Chalbaud(1931), Isaac
Chocrón(1930-2011), José Ignacio Cabrujas(1937-1995) y Rodolfo
Santana(1944-2012). Nos explicamos. Lo relativo a César Rengifo debemos
advertirlo porque ya en 1943 lo encontramos, todavía, desde luego, sin concebir
sus obras mas destacadas, una de las cuales Las
torres y el viento(1969) se ofrece aquí. Pero Rengifo tiene un valor muy
especial para nosotros: toda su obra se nos ofrece como una visión de conjunto
de la historia de Venezuela, en la cual cada época tiene su especial pieza,
visto todo siempre desde la óptica marxista que fue la suya, ideológicamente
fue César Rengifo siempre coherente,
hombre de ideales, de hondo sentido ético, un comunista de esos que ya no
existen. Siendo como es Las torres y el
viento significativa pieza, ya que aborda el asunto central de nuestra vida
contempopránea: el petróleo, a partir de 1914, explosión del pozo Zumaque 1. Los
diversos momentos de su coherente visión de la nación tienen que ver con el
país, por ello para muchos es también muy signficativa Lo que dejó la tempestad, que sucede durante la Guerra
Federal(1859-1863); de gran belleza escénica es Una semilla sembrada en Carabobo, funeral por un soldado del pueblo,
con su estupendo coro griego, como en las grandes tragedias clásicas. Esa
visión balzaciana de la vida del país tiene un parelelismo con Rengifo, la
historia todos los períodos de Venezuela, trazados por Francisco Herrera Luque(1927-1991)
en su saga de narraciones, desde el siglo XVI al XX.
A estos le siguen, dentro de nuestra
propia visión de un proceso tan rico como lo es el teatro venezolano del siglo
XX, Chocrón, Chalbaud y Cabrujas, considerados desde tiempo atrás como la
“Santísima Trinidad del Teatro venezolano” por sus vinculaciones creativas y
afectivas, en donde es imposible dejar de registrar la más trascedente creación
de los tres: El Nuevo Grupo(1967). Y en el caso de Chocrón, la Compañía
Nacional de Teatro(1984). A Chocrón nosotros lo hemos considerado el mayor
dramaturgo venezolano del siglo XX.
Lo seleccionado de ellos por Azparren
es siempre correcto, como lo son a todo lo largo de los tomos de estos Clásicos del Teatro venezolano, sus
escogencias. De Chalbaud nos ofrece su mejor pieza Los ángeles terribles(1967); de Chocrón Escrito y sellado(1993) en donde es evidente la constancia de sus
temas: la familia elegida, las amistades, el amor y de Cabrujas El americano ilustrado, que es una buena
síntesis de su teatralogía sobre el país: Acto
cultural, Profundo y El día que me quieras, cuatro piezas
cuyo mejor analista ha sido el propio
Azparren.
Hacia fines de los años sesenta, de
1968, es La muerte de Alfredo Gris,
apareció Rodolfo Santana, con su grave visión de nuestra realidad, descarnada, dolorosamente
mostrada a lo largo de su extensa obra, ya que fue Santana es el dramaturgo más
fecundo del teatro venezolano. Aquí Azparren nos ha ofrecido la última pieza
escrita antes de decirnos adiós: El
asesinato múltiple como diversión pública(2011), sus paralelismo con el
vivir trágico en estos días del pais, es grandísimo, pese a suceder la obra en
Bogotá, en los días del asesinato del lider José Eliecer Gaitan(1903-1948).
Para nosotros además de esta, que muy bien nos revela el trabajo de Rodolfo
Santana, nosotros siempre hemos recalcado el valor de sus Piezas perversas(1978), ya que las tres son singulares, “La horda”(1970)
nunca montada, que parece ser un anticipo de lo que fue, diez y nueve años más
tarde, el Caracazo(1989), como lo fue el memorable, sobre el mismo asunto, el
memorable cuento de Uslar “La ciudad”(de Los
ganadores,1980). En sus Piezas
perversas recogió también “La empresa perdona un momento de locura” y “El
animador”. En la segunda edición, tuvimos el privilegio de ser su editor, sacó
“La horda”, para seguirla trabajando, según nos dijo, y la sustituyó por una de
las joyas de su teatro “Encuentro de parque peligroso”, una de sus píezas, como
hemos denominada tiernas. Nunca hemos podido olvidar a Elba Escobar y a Orlando
Urdaneta protagonizando Encuentro en
parque peligroso, una tarde en el teatro Las Palmas. Llena del amor que
vivía encontonces es su Rock para una
abuela virgen.
Hemos saltado de atrás hacia adelante,
pero en este período apareció Elisa Lerner(1932) con su nítido drama En el vasto silencio de Manhattan(1964), en
la cual la esencia de su modo de mirar a la mujer está presente. Es ella
maestra del monólogo y nuestra primera ensayista mujer de la mitad del siglo
XX.
También los sesenta nos encontramos con Alejandro
Lasser(1916-2014), aquí representado por La Cueva(1967), quizá la más
significativa de todas las suyas; Gilberto Pinto(1929-2011) por Los
fantasmas de Tulemón(1977), una visión politica de nuestro medio; con la
signficativa pieza de José Gabriel Nuñez(1937): Madame Pompinette(1980),
llena de los sortilegios de las máscaras humanas o Ugo Ulive(1933), “el más
completo director del teatro venezolano”(t.I,p.31), de quien aquí está Prueba
de fuego(1981), magnífico diálogo, la mejor pieza que revela la gran
tragedia que fue el movimiento guerrillero de los años sesenta.
Creemos que a comienzos de los años setenta
apareció una nueva generación de cultores del teatro, con Mariela Romero(1952),
autora de esa joya que es El juego(1976); Edilio Peña(1951) con Los
pájaros s van con la muerte(1977) llena de dolor y desasosiego; Nestor
Caballero(1953) Con una pequeña ayuda de mis amigos(1983), autor de
numerosas bellas piezas; Xiomara Moreno(1959), de quien aquí leemos Último piso en Babilonia(1992), siempre
autora de un teatro intelectualmente denso; Gustavo Ott(1963) de quien aquí
leemos Comegato(1995); Elio Palencia(1963)
con Arráncame la vida(1995) cuando el
Sida, que es su asunto, apareció y Carlos Sánchez Delgado(1958), cultor de una
suerte de teatro anti-histórico, como lo que vemos en su sabrosa pieza Su excelencia Otelo-Páez(2001). Nos
recuerda Sánchez Delgado a las distorciones narrativas de la historia a las que
nos acostumbró Denzil Romero(1938-1999) en sus novelas. Constituyen miradas diversas
al pasado.
FIN
Cierra
Azparren su introducción anotando: “Dos siglos de teatro, dos siglos de
dramaturgia. Período en el cual Venezuela construyó una república. También años
en que los venezolanos trabajamos para darnos una cultura que nos representara
y explicara. Nos referimos a nuestros acercamients y distanciamientos, a la
lucha constante por construir un imaginario compartido libre y críticamente por
todos, en el que nuestras espectitivas pérsonales y colectivas pudiesen
encontrar respuestas, las que cada quien requiere para comprenderse…Los
dramaturgos han hecho un aporte fundamental al construir universos sociales
imaginarios, en los que los venezolanos hemos podido ver, en vivo, los
conflctos humanos que nos acompañan, desde el amor imposible hasta el horizonte
inevuitable de la muerte, desde la lucha contra el poder despótico hasta la
armonía de la amistad íntima, desde la pertenencia a una historia aún por
conocer bien hasta las contingencias de la vida diaria”(t.I,p.35).
Junio 4-7,2015.
[1] Leído en el Círculo de Lectura de la
Fundación Francisco Herrera Luque, en su sesión de la mañana del sábado 6 de
junio de 2015. Publicado en www.arteenlared.com: Caracas:junio 15,2015.
[2] Leonardo Azparren Giménez: La polis en el
teatro de Esquilo. Caracas: Monte Ávila Editiores,1993.200 p.; Documentos para
la historia del teatro en Venezuela. Siglos XVI, XVII y XVIII. Caracas: Monte
Ávila Editores, 1996.333 p.;El teatro venezolano. Ensayos históricos. Caracas;
Alfadil/Genete de Teatro,1997.207 p.; José Ignacio Cabrujas y su teatro.
Caracas: Bid & Co.Editor/Cultura Chacao,2012.282 p.; Isaac Chocrón: la vida
requisada. Caracas: Bid % Co.Editor,2012.207 p.; José Ignacio Cabrujas: Obra
dramática. Dirección y estudio prelimar: Leonardo Azparren Giménez. Caracas:
Editorial Equinoccio, 2010 2011. 3 vols;
José Ignacio Cabrujas habla y escribe. Conversaciones, entrevistas,
ensayos, conferencias y artículos. 2012. 2 vols.
[3] José Gabriel Nuñez: Selección del teatro venezolano
del siglo XIX. Caracas: Fundarte, 1993. 326 p.; José Rojas: Antología del
teatro venezolano del siglo XIX. Mérida: Solar, 1994. 199 p.; William Anseume:
El drama en Venezuela durante la primera mitad del siglo XIX. Prólogo: Orlando
Rodríguez. Caracas: Celcit, 1998. 498 p.; Efraín Subero: Teatro escolar.
Caracas: Ministerio de educación, 1971. 438 p.; Carlos Miguel Suarez Radillo:
13 autores del nuevo teatro venezolano. Caracas: Monte Ávila Editores, 1971.
535 p.; Susana Castillo: Las risas de nuestras Medusas. Caracas: Fundarte,
1992. 119 p.; Lorena Pino Montilla: La dramaturgia femenina venezolana.
Prólogos: Javier Vidal y Orlando Rodríguez. Caracas: Celcit, 1994. 2 vols
[5] Sobre este Isnardi, a quien se ha confunido con
un homónimo suyo, italiano, quien vivía en el oriente del país, siendo el
Isnardi compañero de Bello en la iniciativa, español, nacido en Cádiz. Ver lo
que decimos consultar Marisa Vanini de Gerulewicz: El misterio de Francisco
Isnardi. Caracas: Fundavag Editores,2014. 220 p.
[6] Manuel Segundo Sánchez: Obras. Compilación,
prólogo y notas: Pedro Grases. Caracas: Banco Central de Venezuela,1964. 3
vols. Ver:”El poema de Gaspar Marcado sobre la guerra de Indepencia de
Margarita”(t.II,p.42-57).
[7] Germán Carrera Damas: Historia de la
historiografía venezolana. Textos para su estudio. Caracas: Universidad Central
de Venezuela,1961. LXXII,643 p. La cita procede de la p.X.
[8] Luis Beltrán Guerrero: Razpón y sin razón. Tmas
de cultura venezolana. Barcelona: Ariel,1954.249 p. Ver “Don Eloy Escobar o el
cofre de Nacar”(p.39-44).
[9] La fecha exacta del nacimiento del dramaturgo
está en Rafael Ramón Castellanos: Caudillismo y nacionalismo: de Guzmán Blanco
a Gómez. Vida y acción de José Ignacio Lares. Caracas: Italgráfica,1994. 668 p.
La fecha y su constancia documental está en la p.15. La fecha también aparece
en Varios Autores: Diciconario de Historia de Venezuela.2ª.ed.aum. Caracas:
Fundación Polar,1997. 4 vols. Está en el t.II,p.911-912, en base a los datos de
Castellanos.
[10] Jesús Sanoja Hernández: El día y su huella.
Prólogo: Manuel Caballero. Epílogo: Rafael Cadenas. Caracas: Bid &
Co.Editor,2009.295 p. Ver:”Salustio Gonzálz Rincones”(p.111-155). La referencia
est´pa en las p.115-119.
[11] Alba Lya Barrios/Carmen Mannarino/Enrique
Izaguirre: Dramatirgia venezolana del siglo XX. Caracas: Centro Venezolano
Iti-Unesco,1997. 470 p. Ver el ensayo de Alba Lia Barrios: “¿Nada antes del
cuarenya y cinco?”(p.19-141). Allí analiza La República de Cain,p.82-84..
No hay comentarios:
Publicar un comentario