El imaginario teatral venezolano (II)
Como continuación de la segunda parte de la serie ofrecemos una entrevista a Roberto Lovera de Sola, historiador, escritor y crítico de teatro
Hombre de letras: historiador, escritor y crítico de teatro, miembro fundador y activo de la Fundación Francisco Herrera Luque, que labora en los espacios de la Biblioteca Los Palos Grandes, donde es coordinador de Los Tertulieros se reúnen. Recientemente fue orador de la tertulia dedicada a Leonardo Azparren Giménez con motivo de su antología Clásicos del teatro venezolano. He aquí sus comentarios e impresiones sobre nuestro imaginario teatral.
A su modo de ver ¿cuándo comienza la dramaturgia venezolana?
El teatro venezolano comienza con Virginia de Domingo Navas Spínola, que es un gran elogio a la libertad utilizando elementos de la historia del imperio romano. Navas Spínola es una gran figura pero poco conocida, compañero de Andrés Bello durante sus años como universitario.
Virginia fue una pieza bastante costosa de conseguir para la Antología.
De hecho en conversaciones previas con Azparren Giménez aclaró que una de lasépocas más prolíficas del teatro venezolano fue precisamente la época colonial, pero que lamentablemente se conservaron muy pocas piezas de este período
Eso es cierto. Por otra parte, Arístides Rojas señala como primera pieza de la dramaturgia venezolana el Auto Sacramental en honor a Nuestra Señora del Carmen, con elementos también prestados de la mitología grecorromana. Lo único “caraqueño” en esa pieza es el personaje de Raposanta, que es un mendigo que, entre otras cosas, termina vaticinando el terremoto de 1812.
Hay que recordar también que el primer género literario que apareció en Venezuela fue el teatro, después de la poesía.
¿Incluso antes que el cuento o la novela?
La literatura venezolana es retomada en los años posteriores a la guerra de independencia, antes de este período no tenemos ninguna noticia de algo que pueda pertenecer a un género narrativo en Venezuela, Lo hubo en otros lugares como Perú y México, De hecho, la primera novela de Latinoamérica se publica en 1816 escrita por un autor mexicano.
¿Qué factores influyeron para que el teatro fuese el primer género en desarrollarse?
Alrededor de 1784 se inaugura la primera sala de teatro en Caracas, que quedaba en la esquina del Conde. En ese período se escribieron y montaron muchísimas obras de teatro en Caracas, obviamente no de autores venezolanos porque hasta la llegada de Andrés Bello no se tiene ninguna información sobre piezas escritas por venezolanos
A excepción del Auto Sacramental
Salvo por esa pieza, que está incompleta y cuya fecha de publicación se desconoce. En el caso de Andrés Bello, en cambio, sabemos con exactitud que su Oda a la Vacuna fue escrita en honor al médico Balmis, introductor de la vacuna contra la viruela en Venezuela.
¿Cómo comienzan a pulular los grandes temas del teatro en el imaginario venezolano?
Depende en gran parte del período histórico. Los dramaturgos que escribieron en los años posteriores a la guerra de Independencia de Venezuela dedicaron sus escritos a la libertad, la lucha contra el poder despótico y el patriotismo, muchas de las piezas de la antología de Azparren Giménez tratan esos temas.
Luego se desarrollan temas más universales y desgarrados. Es importante destacar que al final del siglo XIX el gran éxito de la época es Madame Bovary, de modo que comienzan a diversificarse las situaciones en el imaginario popular.
Más que temas universales, ¿cuáles han sido las temáticas, planteadas por nuestros dramaturgos, que han distinguido la dramaturgia venezolana de cualquier otra?
Aquellas que representan al país. En el caso de José Ignacio Cabrujas, por ejemplo, el temadel fracaso generalizado en sus argumentos fue su sello característico. Para Isaac Chocrón, la familia escogida fue una verdad indiscutible y una arteria de su dramaturgia. De una forma u otra, los dramaturgos venezolanos han tenido el deber y la necesidad de leer la palma del país y llevarlo a escena; eso es precisamente lo que ha marcado nuestro imaginario.
Didascalia: El imaginario teatral venezolano (I)
“Me refiero al universo de seres y cosas que se encuentran en nuestra mente y que nos diferencian de los demás”
A manera de prólogo: ¿Qué es un imaginario?
El diccionario de la Real Academia Española lo define en su primera acepción como algo “que solo existe en la imaginación”. Ese significado es cierto solo hasta cierto punto, o al menos hasta el punto que nos atañe cuando recurrimos al estudio del hecho teatral.
El teatro, en palabras del director, profesor y dramaturgo chileno Sergio Arrau, tiene “naturaleza sintetizante, y esta síntesis se efectúa en torno al hombre como núcleo generador y actuante”. El teatro sintetiza expresiones artísticas como la pintura –el color que se incorpora a la escenografía, el vestuario, el maquillaje-, la escultura –el actor y su ubicación en el espacio–, la arquitectura –proporción de la escenografía con su escenario–, la música y la danza.
La riqueza del teatro que Arrau plantea no solo radica en la suma de todos estos factores, sino en el hecho de que cada director, actor o profesional del escenario conserva dentro de sí una forma, una óptica distinta para observar este fenómeno. El único factor que no se debe perder de vista es el objetivo principal del arte escénico: representar el aspecto humano.
Y sin embargo, el aspecto humano que represente el teatro será tan variado como variados son los idiomas y las razas existentes en este planeta al que llamamos Tierra. El teatro español no toca las mismas diatribas del teatro inglés –aunque se sigan refiriendo a problemas que atañen al género humano– y estos dos son diametralmente opuestos al teatro japonés, sencillamente porque su forma de percibir el mundo son distintas. Este ha sido uno de los grandes problemas del teatro venezolano en su historia: encontrar una voz propia, reconocerse como distinto e invertir tiempo, dinero y esfuerzos en consolidar un estilo que se pueda considerar como propio. He aquí la importancia de definir cuáles son los seres que habitan el imaginario artístico nacional.
Cuando hablo de imaginario, me refiero al universo de seres y cosas que se encuentran en nuestra mente y que nos diferencian de los demás. Se trata de las costumbres y relaciones que elaboramos día a día como animales sociales que somos según Aristóteles, pues la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno es única e irrepetible. Y precisamente de esta relación debería ocuparse nuestra dramaturgia actual. Si lo ha hecho o no y de qué forma la ha abordado a lo largo de nuestros doscientos años como República, es un tema que abordaré en próximas oportunidades.
Por último, rescato la respuesta de Constantin Stanislavski a un par de estudiantes americanos, cuando le expresaron sus deseos de ser una réplica del Teatro de Arte de Moscú en América.
Ustedes son americanos, tienen un sistema económico diferente. Tienen un horario diferente de trabajo. Comen una comida diferente y a sus oídos les complace una
música distinta. Tienen un ritmo diferente en su lengua y en sus bailes. Y si quieren crear un gran teatro deben tener en cuenta todas esas cosas. Han de utilizarlas para crear su propio método, y puede ser tan válido como cualquier otro que se haya descubierto hasta ahora.
música distinta. Tienen un ritmo diferente en su lengua y en sus bailes. Y si quieren crear un gran teatro deben tener en cuenta todas esas cosas. Han de utilizarlas para crear su propio método, y puede ser tan válido como cualquier otro que se haya descubierto hasta ahora.
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