Didascalia: El imaginario teatral venezolano (I)
“Me refiero al universo de seres y cosas que se encuentran en nuestra mente y que nos diferencian de los demás"
A manera de prólogo: ¿Qué es un imaginario?
El diccionario de la Real Academia Española lo define en su primera acepción como algo “que solo existe en la imaginación”. Ese significado es cierto solo hasta cierto punto, o al menos hasta el punto que nos atañe cuando recurrimos al estudio del hecho teatral.
El teatro, en palabras del director, profesor y dramaturgo chileno Sergio Arrau, tiene “naturaleza sintetizante, y esta síntesis se efectúa en torno al hombre como núcleo generador y actuante”. El teatro sintetiza expresiones artísticas como la pintura –el color que se incorpora a la escenografía, el vestuario, el maquillaje-, la escultura –el actor y su ubicación en el espacio–, la arquitectura –proporción de la escenografía con su escenario–, la música y la danza.
La riqueza del teatro que Arrau plantea no solo radica en la suma de todos estos factores, sino en el hecho de que cada director, actor o profesional del escenario conserva dentro de sí una forma, una óptica distinta para observar este fenómeno. El único factor que no se debe perder de vista es el objetivo principal del arte escénico: representar el aspecto humano.
Y sin embargo, el aspecto humano que represente el teatro será tan variado como variados son los idiomas y las razas existentes en este planeta al que llamamos Tierra. El teatro español no toca las mismas diatribas del teatro inglés –aunque se sigan refiriendo a problemas que atañen al género humano– y estos dos son diametralmente opuestos al teatro japonés, sencillamente porque su forma de percibir el mundo son distintas. Este ha sido uno de los grandes problemas del teatro venezolano en su historia: encontrar una voz propia, reconocerse como distinto e invertir tiempo, dinero y esfuerzos en consolidar un estilo que se pueda considerar como propio. He aquí la importancia de definir cuáles son los seres que habitan el imaginario artístico nacional.
Cuando hablo de imaginario, me refiero al universo de seres y cosas que se encuentran en nuestra mente y que nos diferencian de los demás. Se trata de las costumbres y relaciones que elaboramos día a día como animales sociales que somos según Aristóteles, pues la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno es única e irrepetible. Y precisamente de esta relación debería ocuparse nuestra dramaturgia actual. Si lo ha hecho o no y de qué forma la ha abordado a lo largo de nuestros doscientos años como República, es un tema que abordaré en próximas oportunidades.
Por último, rescato la respuesta de Constantin Stanislavski a un par de estudiantes americanos, cuando le expresaron sus deseos de ser una réplica del Teatro de Arte de Moscú en América.
Ustedes son americanos, tienen un sistema económico diferente. Tienen un horario diferente de trabajo. Comen una comida diferente y a sus oídos les complace una
música distinta. Tienen un ritmo diferente en su lengua y en sus bailes. Y si quieren crear un gran teatro deben tener en cuenta todas esas cosas. Han de utilizarlas para crear su propio método, y puede ser tan válido como cualquier otro que se haya descubierto hasta ahora.
música distinta. Tienen un ritmo diferente en su lengua y en sus bailes. Y si quieren crear un gran teatro deben tener en cuenta todas esas cosas. Han de utilizarlas para crear su propio método, y puede ser tan válido como cualquier otro que se haya descubierto hasta ahora.
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