Didascalia: El imaginario teatral venezolano (II)
“Hay quienes afirman, como es el caso de la profesora e investigadora Nancy Piñango y el crítico Rubén Monasterios que el teatro en Venezuela comenzó de forma arcaica con sus etnias indígenas, que a través de danzas y otras representaciones escénicas rendían culto a su mitología propia”
Las primeras ideas
Tengo la amarga impresión de que a lo largo de nuestra historia como tierra virgen, colonia, Capitanía General y República hemos dejado a un lado la importancia de las manifestaciones artísticas –entre ellas el teatro, tema que nos atañe particularmente en Didascalia– porque simplemente, y según el parecer de tantos hombres y mujeres que forjaron nuestra historia, había cosas más importantes que hacer. De otro modo no es posible justificar la ausencia de un registro histórico que permita establecer quién fue el primer dramaturgo de Venezuela, y qué cosas pululaban en su cabeza con la suficiente
intensidad para ser manifestadas en una pieza teatral.
Tengo la amarga impresión de que a lo largo de nuestra historia como tierra virgen, colonia, Capitanía General y República hemos dejado a un lado la importancia de las manifestaciones artísticas –entre ellas el teatro, tema que nos atañe particularmente en Didascalia– porque simplemente, y según el parecer de tantos hombres y mujeres que forjaron nuestra historia, había cosas más importantes que hacer. De otro modo no es posible justificar la ausencia de un registro histórico que permita establecer quién fue el primer dramaturgo de Venezuela, y qué cosas pululaban en su cabeza con la suficiente
intensidad para ser manifestadas en una pieza teatral.
Existen posturas disidentes con respecto al teatro en la Venezuela precolombina. Hay quienes afirman, como es el caso de la profesora e investigadora Nancy Piñango y el crítico Rubén Monasterios que el teatro en Venezuela comenzó de forma arcaica con sus etnias indígenas, que a través de danzas y otras representaciones escénicas rendían culto a su mitología propia. Sin embargo para ambos investigadores estos inicios primitivos no revisten importancia alguna en el desarrollo teatral venezolano ni pueden ser considerados como piezas claves de su imaginario.
De la época colonial también existen muy pocos registros de la actividad teatral venezolana –en ciernes para aquel momento–. Según el crítico e investigador teatral Leonardo Azparren Giménez se sabe que durante esta época se escribieron alrededor de 300 piezas teatrales, cuyos textos lamentablemente no se conservan. Pero una logró sobrevivir al descalabro y es la que se considera la primera obra teatral escrita en el país: se trata del Auto Sacramental de José Cecilio de Ávila en 1766. Se trata de un homenaje a Nuestra Señora del Rosario donde, paradójicamente, el autor introduce elementos de la
mitología grecorromana como las diosas Venus, Juno y Palas, quienes cantan en versos elogios a la Reina de los Ángeles.
mitología grecorromana como las diosas Venus, Juno y Palas, quienes cantan en versos elogios a la Reina de los Ángeles.
Posteriormente ocurren dos hechos que marcan el punto de partida para un imaginario propio venezolano, apartado de la religión y los conceptos clásicos. Primero la Guerra de Independencia de los Estados Unidos en 1783, seguida por la Revolución Francesa en 1799. Además de eso los venezolanos que tienen oportunidad de viajar al extranjero y ser testigos de ambos acontecimientos –como en el caso de Francisco de Miranda– se oxigenan con las obras de pensadores como Rousseau, Diderot y Montesquieu.
Es así como, al llegar el siglo XIX y los sucesos ocurridos en 1810 y 1811, ya conceptos como república-libertad-independencia-rebelión están presentes en la vida intelectual venezolana. Comienza entonces a plantearse la lucha contra el despotismo y el poder absoluto y se manifiesta en el teatro valiéndose del diálogo en verso y tragedias romanas.Gaspar Marcano escribe El encuentro del español Pablo Cabrera con el patriota Francisco Machuca en las alturas de Matasiete en 1817. Se trata de un diálogo –un tanto jocoso y de corto aliento– entre el soldado realista Pablo Cabrera y el patriota Francisco Machuca sobre la derrota de los españoles e introduce de forma tímida el culto a la figura de Simón Bolívar en un momento en el que nada estaba decidido sobre la independencia de Venezuela del gobierno español.
Cuando Domingo Navas Spínola escribe Virginia ya estamos en el año 1824 y la independencia de Venezuela del gobierno español estaba en puertas. Para Piñango, Virginia marca el punto de partida de la dramaturgia venezolana moderna con una tragedia que “es una exaltación de la libertad, de la condición de ciudadano en una sociedad republicana de hombres libres, y un apasionado alegato contra la tiranía y el poder concentrado en un solo hombre”
Si bien la guerra independentista amenazó con el cese de la actividad teatral en el país –muchos cultores fueron llamados para servir en el frente de batalla– también marcó el punto de partida para un imaginario cuyos primeros componentes se los debemos a los franceses: Liberté, égalité, fraternité.
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