Yo soy

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domingo, 18 de octubre de 2015

“El viaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitas metamorfosis”

Del viaje o la nada fantasiosa

Puente de Angostura / Foto ©AntolínSánchez
Puente de Angostura / Foto ©AntolínSánchez
Ensayo: “El viaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitas metamorfosis”

Algunos países son perennes objetos de fantasía
SusanSontag
Nohay que ser un gran sabio para descubrirlo: el viaje está dentro de los grandesimpulsos humanos. Hay algo que empuja a descubrir el mundo. De lo contrario,Ulises, Telémaco, Marco Polo, Cristóbal Colón, Alexander von Humbolt, SergioPitol, Paul Theroux, Cees Noteboom y hasta el más anónimo de los viajeros,todos, absolutamente todos, se habrían quedado en casa y hoy el mundo seríaotra cosa. Desde que empezó esa misteriosa comunicación entre Oriente yOccidente, es usual encontrar libros –poemas, novelas, diarios, cartas,memorias, crónicas– marcados por la experiencia del traslado (pienso ahoramismo en Seda). Siempre hay un deseode otra parte, la lejanía seduce. No en vano, cuenta Pietro Citati, Mateo Ricciy sus condiscípulos jesuitas fueron a China –en el siglo XVI– con la intenciónde implantar el cristianismo. No pudieron lograrlo, retornaron.
Elviaje, cualquiera, por más pequeño que sea, puede propiciar las más insólitasmetamorfosis. Una persona –aun en el más dirigido “paquete” turístico– se midea sí misma cuando sale de casa. Es capaz de amoldarse al tiempo de otrospaisajes, lenguas y formas de organizar la experiencia. Pone a prueba susconvicciones, incluso, las va rebanando (“desconocidos entre gentedesconocida”, anota Claudio Magris, “aprendemos en sentido fuerte a no serNadie”). Casi todo está hecho de viaje, estaría tentado a decir. Me refiero ala circulación de especies, lenguas, melodías, olores, corrientes depensamiento. Y un país, su cultura y costumbres, también se moldea bajo lainfluencia de sus “extranjeros”, desde los que han tenido una presencia másdiscreta, hasta los que han abierto caminos provechosos en su trama cultural. Claro,hay otro tipo de viajes, más pequeños, morosos, casi inmóviles, por no decir invisibles,más regidos por la rumia y la contemplación, tal vez la desesperanza. Bastapensar en José Lezama Lima y sus infinitos, lentísimos paseos por La Habana. Pascal,por otra parte, pensaba que los males del hombre comenzaban apenas daba un pasofuera de su habitación (padeció tempestuosos movimientos interiores: “tengo lasmanos encadenadas y la boca amordazada”). Eso sí, cuando la partida se traba,cuando el hecho mismo de intentar largarse se vuelve una tediosa travesía y lavida misma –¡ay, qué maniobras!– impone cierto detenimiento, aparecen consuelos,paliativos para tragar calmadamente el entretanto. Que lo diga el funcionariode la administración cultural que intenta matar el tedio navegando porInternet. Eso es lo que ocurre en un poemario de Igor Barreto, Annapurna:
Nadaque hacer, nada que hacer
comono sea viajar con Google Earth.
Yel salario se va por una zanja inmunda
jurono descender jamás del Annapurna:
–alas colinas del tedio
                             torritremebundo–.
Amola subjetividad de la copia, los estándares de luz
adistintas horas del día,
elcromatismo de un ordenador de buena marca, su resplandor bien calibrado.
¿Quéle pasa? ¿Por qué clavar el rostro en otros lugares? ¿Acaso está harto de suscompañeros? ¿Gritan demasiadas consignas? ¿Hacen lo mismo que él? ¿No quierenestar donde están? ¿Cuándo llegará esa última –y alta– curva que todo lo apaga?Tal vez no se pregunten nada. Tal vez vieron, años atrás, el mismo anuncio queyo en la calle. Era un documental de Natgeo:Migrar o morir. Mostraba los movimientos migratorios de losanimales. En un acto instintivo, cada especie se ve obligada a partir:canguros, leones, jabalíes, mariposas, cangrejos. Después de ver algo tanasombroso, sobre todo por los sacrificios que cada desplazamiento exige, me diopor conjeturar que tal vez uno de los más intensos dilemas del presente podríaestar en “migrar o morir” (hay tantas formas de hacerlo). Y en lo posible, debellevarse con serenidad. Ya Séneca lo anunció hace tiempo: “son tiempos malos,vendrán peores”.
Siempreserá mejor, hechas las sumas y las restas, sobre todo las últimas, tener en elhorizonte la imagen de la terra incognita que esa asediante estamparegada por toda la ciudad. Llegarán, ojalá, los días de expandir libremente elcuerpo, sin tener que sortear los impedimentos de los gendarmes y lasjustificaciones de los alcahuetes que los sostienen. Mientras tanto, el cuadropequeño, los estrechos márgenes de entrada y salida, las tristísimas formas delGoogleEarth en la patria de los pranes y el estruendo de las granadas. Tal vez esediscreto y triste funcionario de Barreto, quién quita, haya sido otro de lostantos afectados por el perverso apetito estatal de controlar las ganas que buenaparte del ecosistema venezolano tiene de salir. Nadie puede dirigir el destinode nadie, hay que recordarlo, salvo el destino mismo, a menos que se trate deStalin, Fidel, cualquier bandolero de carretera, o bien los tentáculos deCadivi y sus terribles filiales.

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