Yo soy

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lunes, 28 de septiembre de 2015

El santo padre Francisco llegó a la cárcel Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio, su dolor y sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas, de una sociedad. Con estas palabras se dirigió el Santo Padre en su visita durante la cual se reunió con un centenar de presos.Texto completo del discurso del Papa en la cárcel de Filadelfia



"Vine aquí como pastor pero sobre todo como hermano, a compartir la situación de ustedes y hacerla también mía", les dijo el Papa. Foto: Reuters / Jonathan Ernst
El Papa critica cuando los sistemas penitenciarios no generan nuevas oportunidades
11:00 - Filadelfia: el Santo Padre ha visitado una cárcel y ha recordado a los presos que Jesús ‘nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar’

Por Rocío Lancho García
Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Procedente del seminario San Carlos Borroméo, donde el santo padre Francisco se dirigió a los obispos que participan en el Encuentro Mundial de las Familias y tuvo una audiencia con cinco víctimas de abusos por parte de personas de la Iglesia, llegó a la cárcel Curran-Fromhold, la más grande de Filadelfia.
Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio, su dolor y sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas, de una sociedad. Con estas palabras se dirigió el Santo Padre en su visita durante la cual se reunió con un centenar de presos.
El Papa aseguró que “el Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies para volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados”.
Asimismo, Francisco indicó que Jesús “viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos la fe y la confianza”. Quiere --añadió-- que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión no ha sido nunca un sinónimo de expulsión.
El Santo Padre reconoció que los presentes viven un momento doloroso “no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad”. Y advirtió que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, es una sociedad que “está condenada a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir”. Así, reconoció estar allí como pastor y como hermano para compartir su situación y hacerla también suya. “He venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele, también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección”, indicó.
Del mismo modo, aseguró que “por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar”.
No nos pregunta --añadió-- por dónde estuvimos andando, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Es más, Jesús nos dice: “si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó”. Por otro lado, el Pontífice indicó que “todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino”.
El Papa aseguró a los presentes que este momento en su vida solo puede tener una finalidad: “tender la mano para volver al camino, tender la mano que ayude a la reinserción social”. Una reinserción --añadió-- de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar.  
Por ello, el Santo Padre invitó a los presentes a tener esta actitud entre ellos, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este instituto penitenciario. “Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, de nuevos senderos”, exhortó Francisco.
“Todos tenemos algo de lo que ser limpiados, purificados. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás”, pidió el Santo Padre al concluir su discurso. 
Al concluir saludó con visible afecto a muchos de los presos allí presentes y recibió algunos regalos por parte de los reclusos.


Texto completo del discurso del Papa en la cárcel de Filadelfia
El Santo Padre se ha dirigido a 100 presos a quienes recordó que reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 27 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación el discurso completo del Santo Padre en la cárcel Curran-Fromhold de Filadelfia, en la que se dirigió a unos cien presos y a las autoridades y empleados de la estructura.
"Queridos hermanos y hermanas:
Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está «condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor pero sobre todo como hermano a compartir su situación y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección.
Recuerdo el Evangelio donde Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena. Una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro reacciona y le dice: «Jamás permitiré que me laves los pies» (Jn 13,8).
En ese tiempo era habitual que, cuando uno llegaba a una casa, se le lavara los pies. Toda persona siempre era recibida así. No existían caminos asfaltados, eran caminos de polvo, con pedregullo que iba colándose en las sandalias. Todos transitaban los senderos que dejaban el polvo impregnado, lastimaban con alguna piedra o producían alguna herida. Ahí lo vemos a Jesús lavando los pies, nuestros pies, los de sus discípulos de ayer y de hoy.
Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.
Por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: «Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos» (Jn 13,9). Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y en la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión.
Vivir supone ensuciarse los pies por los caminos polvorientos de la vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos, yo el primero. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados.
Este momento en la vida de ustedes solo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios, políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la moral de toda la comunidad y la sociedad.                     
Quiero animarlos a tener esta actitud entre ustedes, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este Instituto. Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, de nuevos senderos.
Todos tenemos algo de lo que ser limpiados y purificados. Todos. Que esa conciencia nos despierte a la solidaridad con todos, a apoyarnos y buscar lo mejor para los demás.
Miremos a Jesús que nos lava los pies, Él es el «camino, la verdad y la vida», que viene a sacarnos de la mentira de creer que nadie puede cambiar, la mentira de creer que nadie puede cambiar. Jesús que nos ayuda a caminar por senderos de vida y de plenitud. Que la fuerza de su amor y de su Resurrección sea siempre camino de vida nueva.
Y así como estamos, cada uno en su sitio sentado, en silencio, pedimos al Señor que nos bendiga. Que el Señor los bendiga y los proteja, haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia, les descubra su rostro y les conceda la paz. Gracias".   

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