"Sudado": La cultura peruana ante la argentina
La obra tuvo dos funciones en el Trasnocho Cultural
Leyenda FOTÓGRAFO
EL UNIVERSAL
sábado 4 de abril de 2015 12:00 AM
Desde la presentación de Ricky y Lalo en el escenario, una aparición que inicia con sus voces detrás de una lámina de drywall mucho antes de darles un rostro, la obra argentina Sudado -que se presentó en el Trasnocho Cultural como parte del Festival Internacional de Teatro de Caracas 2015- consigue sembrar en el público reacciones hilarantes.
Las risas se mantienen hasta el final, con un texto que se burla de la visión del argentino que pretende competir con las costumbres de otros países, así como del inmigrante peruano que convive en las ciudades porteñas; explotando la interacción de tres personajes de diferentes culturas y estratos sociales en un espacio que pareciera ser lo único que tienen en común: un restaurante de comida peruana en construcción en el barrio del Abasto, reconocido como una de las principales comunidades de inmigrantes del Perú en Argentina.
Alejo, el hijo del fallecido dueño del local, intenta ganarse el respeto de los dos obreros en este primer encuentro mientras trabajan en la refacción del lugar. Sin embargo, parece perdido entre la figura de la autoridad y el acercamiento cordial que ensaya con Ricky y Lalo. Con este último, que es de origen peruano, tiene mayor dificultad pues no consigue hacer ningún enlace empático con su cultura.
Lalo se empeña en mostrarles su música, describirles su comida, explicarles su tradición histórica, que permanece de fondo con la imagen de Machu Pichu, pero no hay forma de establecer el link y solo se gana las risas de su colega, de su jefe e incluso, del público.
El montaje sin terminar, ese restaurante en construcción, es fabricado en parte por los personajes durante la hora y media que dura la pieza, lo que sugiere al espectador que presencia un acontecimiento cotidiano y le imprime dinamismo a la obra, en la que su director, Jorge Eiro, no usa el tiempo ni el espacio como elementos en movimiento: la historia se desarrolla en el mismo lugar durante el mismo día. Abarca diversos temas, como el vínculo entre inmigrantes, los tratos en el trabajo, y la relación entre padre e hijo, pero no los llega a resolver y corresponde al espectador darles un final.
La primera fase del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) ha ofrecido al público las realidades sociales de la región en las tablas. La mexicanaEstá escrita en sus campos expuso datos duros y testimonios del narcotráfico, mientras Sudado se apoya en el género del grotesco criollo, caracterizado por las escenografías realistas y por exponer historias en uno o dos actos, para plantear el tema de inmigración. Falta Alemania.
irojas@eluniversal.com
Leyenda FOTÓGRAFO
EL UNIVERSAL
sábado 4 de abril de 2015 12:00 AM
Desde la presentación de Ricky y Lalo en el escenario, una aparición que inicia con sus voces detrás de una lámina de drywall mucho antes de darles un rostro, la obra argentina Sudado -que se presentó en el Trasnocho Cultural como parte del Festival Internacional de Teatro de Caracas 2015- consigue sembrar en el público reacciones hilarantes.
Las risas se mantienen hasta el final, con un texto que se burla de la visión del argentino que pretende competir con las costumbres de otros países, así como del inmigrante peruano que convive en las ciudades porteñas; explotando la interacción de tres personajes de diferentes culturas y estratos sociales en un espacio que pareciera ser lo único que tienen en común: un restaurante de comida peruana en construcción en el barrio del Abasto, reconocido como una de las principales comunidades de inmigrantes del Perú en Argentina.
Alejo, el hijo del fallecido dueño del local, intenta ganarse el respeto de los dos obreros en este primer encuentro mientras trabajan en la refacción del lugar. Sin embargo, parece perdido entre la figura de la autoridad y el acercamiento cordial que ensaya con Ricky y Lalo. Con este último, que es de origen peruano, tiene mayor dificultad pues no consigue hacer ningún enlace empático con su cultura.
Lalo se empeña en mostrarles su música, describirles su comida, explicarles su tradición histórica, que permanece de fondo con la imagen de Machu Pichu, pero no hay forma de establecer el link y solo se gana las risas de su colega, de su jefe e incluso, del público.
El montaje sin terminar, ese restaurante en construcción, es fabricado en parte por los personajes durante la hora y media que dura la pieza, lo que sugiere al espectador que presencia un acontecimiento cotidiano y le imprime dinamismo a la obra, en la que su director, Jorge Eiro, no usa el tiempo ni el espacio como elementos en movimiento: la historia se desarrolla en el mismo lugar durante el mismo día. Abarca diversos temas, como el vínculo entre inmigrantes, los tratos en el trabajo, y la relación entre padre e hijo, pero no los llega a resolver y corresponde al espectador darles un final.
La primera fase del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) ha ofrecido al público las realidades sociales de la región en las tablas. La mexicanaEstá escrita en sus campos expuso datos duros y testimonios del narcotráfico, mientras Sudado se apoya en el género del grotesco criollo, caracterizado por las escenografías realistas y por exponer historias en uno o dos actos, para plantear el tema de inmigración. Falta Alemania.
irojas@eluniversal.com
Las risas se mantienen hasta el final, con un texto que se burla de la visión del argentino que pretende competir con las costumbres de otros países, así como del inmigrante peruano que convive en las ciudades porteñas; explotando la interacción de tres personajes de diferentes culturas y estratos sociales en un espacio que pareciera ser lo único que tienen en común: un restaurante de comida peruana en construcción en el barrio del Abasto, reconocido como una de las principales comunidades de inmigrantes del Perú en Argentina.
Alejo, el hijo del fallecido dueño del local, intenta ganarse el respeto de los dos obreros en este primer encuentro mientras trabajan en la refacción del lugar. Sin embargo, parece perdido entre la figura de la autoridad y el acercamiento cordial que ensaya con Ricky y Lalo. Con este último, que es de origen peruano, tiene mayor dificultad pues no consigue hacer ningún enlace empático con su cultura.
Lalo se empeña en mostrarles su música, describirles su comida, explicarles su tradición histórica, que permanece de fondo con la imagen de Machu Pichu, pero no hay forma de establecer el link y solo se gana las risas de su colega, de su jefe e incluso, del público.
El montaje sin terminar, ese restaurante en construcción, es fabricado en parte por los personajes durante la hora y media que dura la pieza, lo que sugiere al espectador que presencia un acontecimiento cotidiano y le imprime dinamismo a la obra, en la que su director, Jorge Eiro, no usa el tiempo ni el espacio como elementos en movimiento: la historia se desarrolla en el mismo lugar durante el mismo día. Abarca diversos temas, como el vínculo entre inmigrantes, los tratos en el trabajo, y la relación entre padre e hijo, pero no los llega a resolver y corresponde al espectador darles un final.
La primera fase del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) ha ofrecido al público las realidades sociales de la región en las tablas. La mexicanaEstá escrita en sus campos expuso datos duros y testimonios del narcotráfico, mientras Sudado se apoya en el género del grotesco criollo, caracterizado por las escenografías realistas y por exponer historias en uno o dos actos, para plantear el tema de inmigración. Falta Alemania.
irojas@eluniversal.com
Los sueños tienen doble nacionalidad
La pieza dirigida por Jorge Eiro se centra en la inmigración latinoamericana vista desde su país, en el que hay gran presencia de peruanos
Argentina es uno de los primeros destinos que pasa por la mente de los venezolanos que deciden emigrar. Una comunidad de 15.125 compatriotas reside legalmente en la tierra del tango. A pesar del constante éxodo, la arepa aún no es más popular que el ceviche. Y es que son muchísimos más los peruanos –157.514 en total– que han buscado sus sueños en ese país desde la década de los años ochenta.
Su jerga se escucha en las calles y su comida se degusta en los bares. Uno de los platillos más populares es el sudado, un asopado en el que el argentino Jorge Eiro encontró el título de su obra, la segunda que se presenta en el primer ciclo del Festival Internacional de Teatro de Caracas 2015.
Sudado es la pieza con la que el director reflexiona sobre el tema de la inmigración latinoamericana. Usa como modelo la relación de argentinos y peruanos para hacer referencia a una realidad universal. “Jugamos con la idea de la comida y el sudor del trabajo. Este plato les daba energía a los peruanos más humildes para poder volver a la jornada. Nos pareció que era un título que resumía lo que es la obra”, cuenta Eiro.
Un restaurante de comida peruana necesita una remodelación. Allí se encuentran Alejo, el hijo del fallecido dueño de una constructora, y sus obreros, el argentino Ricky y el peruano Lalo.
Los tres usan el trabajo como vía de escape ante el dolor que significa haber perdido a un padre y también al jefe. Sus historias de vida se contarán entre serruchos, clavos y martillos, con los que también construirán un puente entre sus diferencias.
Ese mismo nexo intercultural es el que busca establecer Eiro al traer su obra a Venezuela. Recibieron la invitación al FITC luego de presentar la pieza en 2013. “Nos vieron en el Festival Internacional de Buenos Aires. Fue muy grato poder contar con ese voto de confianza por parte de Claudia Urdaneta y las autoridades del FITC”.
No dudaron en aceptar, a pesar de las dificultades que atraviesa el país. “Entendemos que hay una situación complicada en Venezuela. Nos interesa mucho saber de forma directa lo que pasa. Somos familia. No podemos saber del otro solo por lo que nos cuentan los medios de comunicación. Nos entusiasma mucho tener un intercambio directo a partir de lo que hacemos. También queremos conocer a otros grupos y la forma en la que trabajan. Hay que generar mayores puentes entre la región y estos espacios son oportunidades para hacerlo”, cuenta el creador que ya ha llevado la pieza a festivales en Brasil, España, Chile y Portugal.
En todos esos sitios el montaje ha sido bien recibido por el público. Según Eiro es una pieza genuina. “No es pretenciosa y pretende contar un fragmento de vida. Eso deja a la gente muy impresionada. Al mismo tiempo genera una discusión sobre los temas que trata. La obra sigue existiendo más allá de sí misma”.
El director piensa que el tema central se entiende en todas las latitudes. “La obra toma carácter universal en ese sentido. Las fronteras están endebles y en todos los países en donde estuvimos existen los mismos problemas: relaciones de poder en el trabajo, dificultad en los vínculos, desarraigo y el deber ser”.
Eiro trata de crear conciencia acerca del peso que tiene la decisión de abandonar la patria. “Un inmigrante deja a su gente para poder tener mejores condiciones de vida en otro país. Hace el trabajo que otro no quiere hacer, como obras en construcción, mantenimiento, etc. Todo esto para poder enviarle a su familia algo de plata y, si las cosas mejoran, comenzar a traerla. En el medio de todo esto está la soledad, la discriminación, la estigmatización, la xenofobia”, dice.
Es la primera vez que Jorge Eiro dirige una pieza. Realizó una investigación ardua, con la que iba construyendo la historia en paralelo. Nunca hubo nada definitivo. Hasta el último ensayo fue sumando datos. “Pienso el teatro desde la actuación. Soy actor por sobre todas las cosas. Me interesa trabajar con un grupo de personas con un imaginario potente. Una obra de teatro tiene que dejar algo y no puede ser solo frivolidad, comodidad e irse a comer una pizza después de una función”.
Sudado ganó los premios a Mejor Dirección y Mejor Actor (Facundo Aquinos) en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires de 2013.
SudadoTrasnocho Cultural
1 y 2 de abril, 7:00 pm
Entrada: 350 bolívares
1 y 2 de abril, 7:00 pm
Entrada: 350 bolívares
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