Cuando sobrevivir era fácil
OSWALDO PULGAR PÉREZ | EL UNIVERSAL
jueves 23 de junio de 2011 09:43 AM
Me quedé asombrado cuando me contaron que unos papás demandaron al colegio de su hijo, porque lo sacaron de clase en un examen. ¡Cosas veredes amigo Sancho! Llama la atención que aunque la tecnología avanza a pasos de gigante, en otros aspectos, como la educación de los hijos, hemos retrocedido.
Nunca me han gustado frases como: ¡Qué tiempos aquellos! ó ¡Todo tiempo pasado fue mejor! porque expresan en quien lo dice una "nostalgia paralizante", que en algunos casos esconde comodidad para no solucionar los problemas. No obstante, ni todo lo viejo es malo por ser viejo, ni todo lo nuevo es bueno por ser nuevo. Hay que matizar.
Tengo aquí un escrito por "los que fuimos niños en los años 40, 50, 60". Estos niños "antiguos" nos cuentan su experiencia:
"Es difícil creer que hayamos sobrevivido. Andábamos en carro (los que tenían la suerte de que sus padres tuvieran uno), sin cinturones de seguridad o bolsas de aire.
Paseábamos en bicicleta y no usábamos cascos. Tomábamos agua de la manguera en el jardín y no de una botella, ¡qué rayón! Pasábamos horas construyendo nuestros carros de juguete y nos lanzábamos cuesta abajo.
Nos dábamos cuenta de que nos habíamos olvidado de los frenos, cuando nos estrellábamos contra la acera; y después de varias estrelladas, resolvíamos el problema ¡nosotros solos! ¡Sin papá ni mamá! No había teléfonos celulares ¡Inconcebible! No teníamos Playstation, Blue Ray, ni televisión por cable, ni computadoras, ni e-mail y mucho menos Internet. Teníamos... amigos.
Inventábamos juegos con palos y piedras. Jugábamos con pelotas que nosotros mismos fabricábamos y que muchas veces dolían cuando nos la pegaban en una pierna. Nos rasguñábamos, nos quebrábamos huesos y dientes y nunca hubo demandas. Nadie tenía la culpa. Solo eran accidentes.
Jugábamos con gusanos y lagartijas. Y aunque nos lo advertían, nunca nos sacamos un ojo ni se nos llenó el estómago de insectos. No todos podían formar parte de los equipos de fútbol. Los que no pasaban las pruebas sabían que no eran buenos y no se resentían.
El equipo que ganaba gritaba de alegría y el equipo que perdía celebraba con los ganadores. Sabían que en la vida, a veces se gana, otras veces se pierde. Nuestros papás nunca iban al colegio a reclamar notas. Los peores problemas de clase eran llegar tarde y mascar chicle.
Si nos expulsaban de clase, en la casa nos esperaban con una correa y nadie arrestaba a nuestros padres por eso. Si era necesario, luego, iban al colegio a averiguar qué había pasado. Mientras no se demostrara lo contrario, el colegio tenía la razón.
No nos traumatizábamos cuando nos negaban lo que pedíamos. Juguetes nuevos se recibían solo en el cumpleaños y Navidad. Nunca en cada visita a las tiendas. Aprendimos que cuando papá o mamá decían que no, querían decir exactamente eso. Nuestros padres nos regalaban por amor, no por complejos de culpa. Nuestras acciones eran nuestras. Se conocían las consecuencias y las esperábamos.
Teníamos libertad, fracasos, éxitos y responsabilidad y aprendimos a manejarlo todo, antes que los abogados y el gobierno regularan nuestras vidas. Y sobrevivimos. Aquí estamos".
opulgarprez6@gmail.com
Nunca me han gustado frases como: ¡Qué tiempos aquellos! ó ¡Todo tiempo pasado fue mejor! porque expresan en quien lo dice una "nostalgia paralizante", que en algunos casos esconde comodidad para no solucionar los problemas. No obstante, ni todo lo viejo es malo por ser viejo, ni todo lo nuevo es bueno por ser nuevo. Hay que matizar.
Tengo aquí un escrito por "los que fuimos niños en los años 40, 50, 60". Estos niños "antiguos" nos cuentan su experiencia:
"Es difícil creer que hayamos sobrevivido. Andábamos en carro (los que tenían la suerte de que sus padres tuvieran uno), sin cinturones de seguridad o bolsas de aire.
Paseábamos en bicicleta y no usábamos cascos. Tomábamos agua de la manguera en el jardín y no de una botella, ¡qué rayón! Pasábamos horas construyendo nuestros carros de juguete y nos lanzábamos cuesta abajo.
Nos dábamos cuenta de que nos habíamos olvidado de los frenos, cuando nos estrellábamos contra la acera; y después de varias estrelladas, resolvíamos el problema ¡nosotros solos! ¡Sin papá ni mamá! No había teléfonos celulares ¡Inconcebible! No teníamos Playstation, Blue Ray, ni televisión por cable, ni computadoras, ni e-mail y mucho menos Internet. Teníamos... amigos.
Inventábamos juegos con palos y piedras. Jugábamos con pelotas que nosotros mismos fabricábamos y que muchas veces dolían cuando nos la pegaban en una pierna. Nos rasguñábamos, nos quebrábamos huesos y dientes y nunca hubo demandas. Nadie tenía la culpa. Solo eran accidentes.
Jugábamos con gusanos y lagartijas. Y aunque nos lo advertían, nunca nos sacamos un ojo ni se nos llenó el estómago de insectos. No todos podían formar parte de los equipos de fútbol. Los que no pasaban las pruebas sabían que no eran buenos y no se resentían.
El equipo que ganaba gritaba de alegría y el equipo que perdía celebraba con los ganadores. Sabían que en la vida, a veces se gana, otras veces se pierde. Nuestros papás nunca iban al colegio a reclamar notas. Los peores problemas de clase eran llegar tarde y mascar chicle.
Si nos expulsaban de clase, en la casa nos esperaban con una correa y nadie arrestaba a nuestros padres por eso. Si era necesario, luego, iban al colegio a averiguar qué había pasado. Mientras no se demostrara lo contrario, el colegio tenía la razón.
No nos traumatizábamos cuando nos negaban lo que pedíamos. Juguetes nuevos se recibían solo en el cumpleaños y Navidad. Nunca en cada visita a las tiendas. Aprendimos que cuando papá o mamá decían que no, querían decir exactamente eso. Nuestros padres nos regalaban por amor, no por complejos de culpa. Nuestras acciones eran nuestras. Se conocían las consecuencias y las esperábamos.
Teníamos libertad, fracasos, éxitos y responsabilidad y aprendimos a manejarlo todo, antes que los abogados y el gobierno regularan nuestras vidas. Y sobrevivimos. Aquí estamos".
opulgarprez6@gmail.com
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