Octubre 16, 2007 por David.
En el Jardín de la Casa de los Stelling observamos de izquierda a derecha a María Iribarren, Trina Barreto, Anita Berrizbeitia, Justina Barreton y Elena Berrizbeitia.
Desde el año 1808, el teatro fue noticia cotidiana en la prensa venezolana y la imprenta hizo posible la edición de las obras, estímulo que lo transformó en la actividad cultural y social pública más activa, sólo afectada por la Guerra de Independencia (1810-1821). (Azparren Jiménez, 1997: 75)
En 1829 se da, por así decirlo, el primer evento de teatro en Valencia con la representación de la tragedia “Otelo” o “El moro de Venecia” de William Shakespeare por el General José Antonio Páez haciendo el papel de Otelo, en su casa de habitación situada en la esquina donde se cortan la Av.”Boyacá” con la calle “Páez” (hoy conocida como Casa Páez), también conformaban el elenco, el General Carlos Soublette en el papel de “Brabancio”, el Dr. Miguel Peña hacía de “Yago”, ”Desdémona” estaba encarnada por Francisca Romero de Alcázar e Inés Oyarzábal en el papel de “Blanca”. Esta fiesta teatral despertó extraordinario entusiasmo entre los valencianos, y algunos lanzaron la idea de construir un teatro por suscripción entre las “personas pudientes”, contando con la importante ayuda del propio General Páez.
Vivía en la ciudad el Coronel Pedro Celis, y su casa era un centro de reunión muy bien presidido por él y su galante esposa, Doña María Isabel Plaza, hermana del célebre Ambrosio Plaza, héroe y mártir de la Batalla de Carabobo en 1821. Fue pues, el Coronel Celis el escogido para realizar la construcción de dicho teatro, y al cabo de dos años (1831) el edificio fue levantado en la esquina noroeste, donde se cortan las calles de la “Libertad” y de la “Paz”. Los valencianos por amor a la justicia, a la verdad y al agradecimiento lo denominaron el “teatro del Coronel Celis”.
Lo expuesto hasta ahora, permite colegir el linaje esclarecido y a la vez pintoresco del teatro vernáculo post colonial, parece que emergiera de pasatiempos culturizadores y travesuras artísticas de los padres de la nacionalidad, sin ninguna formación técnica ni artística en la materia…De hecho surgió en 1842 una “Sociedad Dramática de Aficionados”, cuyos socios protectores estuvieron presididos por los Generales José Antonio Páez, Carlos Soublette, Rafael Urdaneta y José María Ponce.
El teatro considerado mejor opción frente a los pasatiempos caseros: jugar a las cartas, tocar piano, violín o arpa, recibía cierto apoyo en las actividades vespertinas y hasta ya anocheciendo. La pequeña sociedad valenciana se reunía con el propósito de disfrutar esa noche de una pequeña velada entre amigos, familiares y conocidos…La ciudad se abría poco a poco al siglo XX…
La Revolución Industrial, el triunfo de la Revolución Bolchevique y el inicio de la Primera Guerra Mundial traen a la capital carabobeña inmigrantes, que aunque transformaron la economía de la ciudad no alteraron su estructura social, pues las familias valencianas, descendientes de los viejos próceres, poseedoras de tierras mas no de fortunas, habían sido severamente golpeadas por la dictadura gomecista, ya que el General Juan Vicente Gómez era poco afecto a Valencia…Las “niñas” de las tradicionales familias valencianas unieron sus vidas a las de los emprendedores extranjeros, quienes a su vez asimilaron las costumbres tradicionales valencianas, mimetizándose en la llamada “valencianidad”. El teatro, a pesar de estar en Europa a la vanguardia del pensamiento en esos momentos, aquí se continúan las veladas y las obras presentadas en actos de beneficencias de damas de la sociedad, como la memorable fecha del 12 de septiembre de 1932 en que se presentó en el Teatro Municipal de Valencia, el poema de Andrés Eloy Blanco “El Cristo de las Violetas” el cual fue registrado en el diario “La Nación” como: “La magna fiesta artístico-social evidenció el cristianismo y la cultura indiscutible de Valencia.” Por su parte la Sra.Melanie de Branger con la ayuda inmediata de Carmen Iturriza Iribarren, trataban de reproducir las tertulias y reuniones que se daban en Francia y en otras ciudades cosmopolitas, donde se discutían las ideas vanguardistas, tan en boga en esos años. De allí surgirá a raíz de la muerte del General Gómez, el definitivo Ateneo de Valencia. Las damas valencianas abrían las puertas de sus casas a sus amigos, manteniendo las ideas renovadoras del pensamiento dentro de los límites morales y religiosos que signan su tradicional y conservadora sociedad. Todo estaba controlado a conveniencia por la “viajada” clase dirigente…hay que hacer notar que Valencia no fue una ciudad que nació y creció en torno a algún sitio donde se pudiera “liberar pasiones”, sino al contrario,
en torno a un lugar donde las pasiones, en cuestión, eran “controladas” por una mentalidad cristiana que temía exageradamente al pecado.
en torno a un lugar donde las pasiones, en cuestión, eran “controladas” por una mentalidad cristiana que temía exageradamente al pecado.
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