"En la morgue, un muerto no vale nada"
A la medicatura de Bello Monte ingresan en promedio 450 cuerpos al mes
Familiares y vecinos improvisaron una parihuela porque desde la morgue no llegó la batea para cargar el cuerpo del asesinado FERNANDO SÁNCHEZ
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MARÍA ISOLIETT IGLESIAS | EL UNIVERSAL
lunes 29 de agosto de 2011 12:00 AM
Estiraron la sábana sobre la estrecha calle y luego rodaron el cuerpo de Bladimir Escorcia hasta que quedó en la mitad de la tela ya ensangrentada. Después, anudaron las cuatro puntas y entre todos -familiares, vecinos y amigos- levantaron la parihuela y la llevaron hasta la parte de afuera del callejón La Jungla del barrio Santa Cruz del Este.
La sangre dejó su rastro. No solo a lo largo de los quinietos metros que recorrieron con el cuerpo a cuestas, sino en la ropa, en los zapatos y en la piel de aquellos que tuvieron que llegar hasta la furgoneta de la Morgue de Bello Monte para depositar adentro el cadáver del asesinado.
Ese sábado 13 de agosto, los trabajadores de la morgue de Bello Monte llegaron hasta Santa Cruz del Este sin la batea -que es una suerte de camilla- para levantar el cuerpo del fallecido y llevarlo hasta la cava de la camioneta. Desde hace poco más de dos años las que tenían se dañaron. "La sangre es corrosiva y se dañaron las de plástico y las de aluminio. Esos insumos deben ser sustituidos cada seis meses máximo", indicaron los trabajadores sin dar sus nombres por temor a represalias. Otra versión da cuenta de que las bateas existen, pero que se decidió no usarlas por el volumen de cuerpos que hay en la calle y por lo intrincado de muchas zonas. "Son muy incómodas y nos hace perder más tiempo en los barrios. Y estamos muy expuestos ahora que la Policía Metropolitana no está en la calle", contó otra fuente que tampoco quiso dar su nombre.
Por eso, cada vez que toca recoger cuerpos de la calle, son los propios familiares los que improvisan con las sábanas para levantar al caído, cuando seis, siete, ocho... o hasta doce horas después llegan los emisarios de la medicatura forense a buscar el cuerpo.
Bladimir fue asesinado entre las dos y media y tres de la mañana del sábado 13 de agosto. Llegaba a su casa, desde su trabajo. Era chef en un restaurante de Chacaíto.
Según le contaron a Wilmer, hermano de Bladimir, tres delincuentes lo cercaron cuando subía por el callejón La Jungla. "Pero él agarró a uno de los maleantes y empezó a golpearlo y cuando ya le iba a quitar la pistola, el que quedó le disparó. Estaba nervioso y le gritaba que dejara al amigo, por eso le descargó el arma", recordó Wilmer. Siete horas más llegó la furgoneta de la morgue.
"No es solo el dolor de ver a un familiar muerto en el piso, desangrándose, sino tener que recogerlo uno mismo ... es algo muy duro", contó Bladimir.
Ese sábado, el cuerpo llegó a la medicatura a eso de las tres de la tarde y desde las doce los deudos esperaban. "Cuando llegamos y preguntamos cómo debíamos hacer, unos trabajadores me dijeron que la doctora ya se había ido, pero que si pagábamos cinco mil bolívares todo se agilizaba... nosotros les dijismos que ya hablaríamos. Pero teníamos un conocido que llamó a la patólogo de guardia y ella nos dijo que ya estaba llegando a su casa, pero que el domingo a primera hora llegaba y hacía esa autopsia de primera. Habló con los funcionarios y no tuvimos que pagar nada", relató Wilmer.
A él le tocó hacer el reconocimiento, así que entró el domingo a la sala de autopsias de la medicatura. "El olor es horrible, es de esos que se quedan pegados hasta en la memoria... y la imagen. En la morgue es que uno se da cuenta que el muerto no vale nada. Mi hermano estaba tirado en el piso, junto a otros cuerpos. Adentro, forenses y ayudantes trabajando y comiendo. No sé si fue peor tener que cargar a mi hermano muerto en una sábana o bajar y ver aquello cuando tuve que reconocerlo... el piso lleno de agua y sangre", dijo.
El cuerpo de Bladimir salió el domingo al mediodía, para una funeraria de Las Minas de Baruta que aceptó velarlo. "Ese fue otro vía crucis... Ahora en ninguna funeraria quieren velar tiroteados", recordó.
Déficit y promesas
La espera de Wilmer en la morgue la viven los familiares de los 450 fallecidos que ingresan, en promedio, cada mes a esas instalaciones.
De acuerdo a las fuentes policiales consultadas, eso ocurre porque el número de patólogos y de asistentes no son suficientes. Actualmente hay cuatro anatomopatólogos que durante los días de semana se dividen en tres turnos y los fines de semana, por guardia: uno el sábado y otro el domingo. Por cada turno hay unos cuatro asistentes.
Los estándares internacionales exigen que un patólogo haga solo cuatro autopsias para que la cadena de evidencias y la investigación criminal no se rompa; pero en Venezuela, un sábado por ejemplo, un especialista puede completar hasta 27 estudios.
Lo ideal, explican fuentes de la medicatura forense, sería que el grupo de expertos fuera de por lo menos 12 médicos.
Una de las cosas que Wilmer reflexionó, luego de vivir todo lo que le tocó, fue que las instalaciones de la medicatura se hicieron insuficientes para el volumen de muertosque entra. Aunque el promedio es de 450 al mes, agosto lleva al menos 457 ingresos hasta este viernes, y los días más duros son los fines de semana.
Por eso, Wilmer aseguró que se necesitan otras instalaciones, ma´s grandes y mejor dotadas. "Con neveras que funcionen y que sean suficnetes para que los cuerpos no estén regados por el piso", dijo.
El año pasado, específicamente en agosto, el ministro de Interior y Justicia, Tareck El Aissami, prometió que en noviembre pasado comenzarían los trabajos en un terreno de Parque Caiza para las nuevas instalaciones de la Coordinación Nacional de Ciencias Forenses. Pero hasta ahora no ha habido avances. Había otra promesa: que en el edificio que desde la década de los 80 se construye en San Agustín del Sur estaría una parte acondicionada para este fin, pero tampoco se dio. En el lugar donde iría la medicatura ahora está el Metrocable.
La siguiente promesa mencionaba a Roca Tarpeya como otra de las posibles sedes para unas instalaciones ma´s grandes y modernas. Y también quedó en palabra hueca.
La sangre dejó su rastro. No solo a lo largo de los quinietos metros que recorrieron con el cuerpo a cuestas, sino en la ropa, en los zapatos y en la piel de aquellos que tuvieron que llegar hasta la furgoneta de la Morgue de Bello Monte para depositar adentro el cadáver del asesinado.
Ese sábado 13 de agosto, los trabajadores de la morgue de Bello Monte llegaron hasta Santa Cruz del Este sin la batea -que es una suerte de camilla- para levantar el cuerpo del fallecido y llevarlo hasta la cava de la camioneta. Desde hace poco más de dos años las que tenían se dañaron. "La sangre es corrosiva y se dañaron las de plástico y las de aluminio. Esos insumos deben ser sustituidos cada seis meses máximo", indicaron los trabajadores sin dar sus nombres por temor a represalias. Otra versión da cuenta de que las bateas existen, pero que se decidió no usarlas por el volumen de cuerpos que hay en la calle y por lo intrincado de muchas zonas. "Son muy incómodas y nos hace perder más tiempo en los barrios. Y estamos muy expuestos ahora que la Policía Metropolitana no está en la calle", contó otra fuente que tampoco quiso dar su nombre.
Por eso, cada vez que toca recoger cuerpos de la calle, son los propios familiares los que improvisan con las sábanas para levantar al caído, cuando seis, siete, ocho... o hasta doce horas después llegan los emisarios de la medicatura forense a buscar el cuerpo.
Bladimir fue asesinado entre las dos y media y tres de la mañana del sábado 13 de agosto. Llegaba a su casa, desde su trabajo. Era chef en un restaurante de Chacaíto.
Según le contaron a Wilmer, hermano de Bladimir, tres delincuentes lo cercaron cuando subía por el callejón La Jungla. "Pero él agarró a uno de los maleantes y empezó a golpearlo y cuando ya le iba a quitar la pistola, el que quedó le disparó. Estaba nervioso y le gritaba que dejara al amigo, por eso le descargó el arma", recordó Wilmer. Siete horas más llegó la furgoneta de la morgue.
"No es solo el dolor de ver a un familiar muerto en el piso, desangrándose, sino tener que recogerlo uno mismo ... es algo muy duro", contó Bladimir.
Ese sábado, el cuerpo llegó a la medicatura a eso de las tres de la tarde y desde las doce los deudos esperaban. "Cuando llegamos y preguntamos cómo debíamos hacer, unos trabajadores me dijeron que la doctora ya se había ido, pero que si pagábamos cinco mil bolívares todo se agilizaba... nosotros les dijismos que ya hablaríamos. Pero teníamos un conocido que llamó a la patólogo de guardia y ella nos dijo que ya estaba llegando a su casa, pero que el domingo a primera hora llegaba y hacía esa autopsia de primera. Habló con los funcionarios y no tuvimos que pagar nada", relató Wilmer.
A él le tocó hacer el reconocimiento, así que entró el domingo a la sala de autopsias de la medicatura. "El olor es horrible, es de esos que se quedan pegados hasta en la memoria... y la imagen. En la morgue es que uno se da cuenta que el muerto no vale nada. Mi hermano estaba tirado en el piso, junto a otros cuerpos. Adentro, forenses y ayudantes trabajando y comiendo. No sé si fue peor tener que cargar a mi hermano muerto en una sábana o bajar y ver aquello cuando tuve que reconocerlo... el piso lleno de agua y sangre", dijo.
El cuerpo de Bladimir salió el domingo al mediodía, para una funeraria de Las Minas de Baruta que aceptó velarlo. "Ese fue otro vía crucis... Ahora en ninguna funeraria quieren velar tiroteados", recordó.
Déficit y promesas
La espera de Wilmer en la morgue la viven los familiares de los 450 fallecidos que ingresan, en promedio, cada mes a esas instalaciones.
De acuerdo a las fuentes policiales consultadas, eso ocurre porque el número de patólogos y de asistentes no son suficientes. Actualmente hay cuatro anatomopatólogos que durante los días de semana se dividen en tres turnos y los fines de semana, por guardia: uno el sábado y otro el domingo. Por cada turno hay unos cuatro asistentes.
Los estándares internacionales exigen que un patólogo haga solo cuatro autopsias para que la cadena de evidencias y la investigación criminal no se rompa; pero en Venezuela, un sábado por ejemplo, un especialista puede completar hasta 27 estudios.
Lo ideal, explican fuentes de la medicatura forense, sería que el grupo de expertos fuera de por lo menos 12 médicos.
Una de las cosas que Wilmer reflexionó, luego de vivir todo lo que le tocó, fue que las instalaciones de la medicatura se hicieron insuficientes para el volumen de muertosque entra. Aunque el promedio es de 450 al mes, agosto lleva al menos 457 ingresos hasta este viernes, y los días más duros son los fines de semana.
Por eso, Wilmer aseguró que se necesitan otras instalaciones, ma´s grandes y mejor dotadas. "Con neveras que funcionen y que sean suficnetes para que los cuerpos no estén regados por el piso", dijo.
El año pasado, específicamente en agosto, el ministro de Interior y Justicia, Tareck El Aissami, prometió que en noviembre pasado comenzarían los trabajos en un terreno de Parque Caiza para las nuevas instalaciones de la Coordinación Nacional de Ciencias Forenses. Pero hasta ahora no ha habido avances. Había otra promesa: que en el edificio que desde la década de los 80 se construye en San Agustín del Sur estaría una parte acondicionada para este fin, pero tampoco se dio. En el lugar donde iría la medicatura ahora está el Metrocable.
La siguiente promesa mencionaba a Roca Tarpeya como otra de las posibles sedes para unas instalaciones ma´s grandes y modernas. Y también quedó en palabra hueca.
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