Ezequiel (profeta)
Al sentir Ezequiel el peso crítico de la comunidad desterrada por Dios, responde al pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...”(Ez 18,3-4)
Ezequiel fue un sacerdote y profeta hebreo exiliado a Babilonia que ejerció su ministerio desde el 595 - 570 A.C. durante el cautiverio de Israel en Babilonia y a diferencia de otros profetas, tuvo importantes revelaciones en forma de visiones simbólicas de parte de Yahveh.Ezequiel se caracteriza por las descripciones detalladas de las visiones que le fueron mostradas. Su primera visión acerca de un vehículo celestial en Ezequiel 1:4-28 han sido intepretadas en varios estudios sobre ufología.
Sus profecías avisaron de la destrucción inminente de Jerusalén. También fue uno de los oráculos sobre la condenación de las naciones extranjeras y de la restauración de Israel. Su nombre Ezequiel (hebreo: Yejez·qé'l) significa Dios Fortalece.
Ezequiel, vivió en el mismo tiempo del profeta Jeremías, Daniel y Esdras, estaba casado (Ez:24:18), era hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías (Joaquim) de Judá (597 a. C.) e internado en tierra caldea, en el actual Tel-Abib a orillas del río Cobar o Queb-ar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.
A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer. 7, 4 y nota), eventos que ya habían sucedido.
Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.
La labor del Profeta Ezequiel consistió principalmente en ejercer la amonestación y el arrepentimiento, combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.
Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la restauración.
"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).
Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
Interpretaciones doctrinarias del ministerio de Ezequiel
Ezequiel, según la tradición de El Salvador
Israel está en pie de guerra y el Señor ha puesto al profeta como centinela para dar la voz de alarma ante el peligro.Ezequiel carga con la responsabilidad del pueblo entero. Ningún profeta siente una necesidad tan imperiosa de entregarse al examen detenido de ciertos problemas y de poner en claro todas sus implicaciones; en una palabra, Ezequiel es no sólo profeta sino también teólogo.
Es significativa la forma como Ezequiel recibe en el momento de su vocación el mensaje que ha de transmitir: una mano le alarga el libro con lo que debe predicar (2, 1-3, 15).
Impureza por el Pecado y La santidad de Dios
Con su palabra y con su silencio, Ezequiel fue el acusador de Israel rebelde. Todo pueblo tiene en su historia un pecado continuo, pero lo interesante es la idea que este profeta tiene del pecado. Pecado es la ofensa a la santidad de Dios y la transgresión de un orden sagrado, o de unas órdenes sagradas. Degollar a un inocente, es indigno para Ezequiel, sobre todo por la profanación del templo que ello ocasiona (Ez 23,39). Se explica así, la responsabilidad enorme que recae sobre los sacerdotes, guardianes del templo (Ez 22,26). Para el hebreo había lo puro y lo impuro y Yahvéh era quien definía la esfera de lo santo a lo puro, lo impuro y profano (Ez 8, 6-17). El problema era saber por dónde corría o cuál era la relación de Israel con su Dios. Porque el Pueblo de Dios iba o debía ir siempre en marcha, y Yahvéh con él alumbrándole el camino.No basta con señalar que lo que define la santidad en Israel es su relación con Yahvéh. Hay que tener en cuenta, la jerarquía de valores de santidad y pureza, impureza y profanidad. De esta forma lo santo es el valor absoluto. Y toda purificación esta al servicio de la santificación. La pureza está en apartarse de lo impuro, porque desagrada a Yahvéh y además hay que agradar a Dios en la santidad. Por esto Ezequiel denuncia con vehemencia las impurezas y abominaciones de Israel.
No se puede decir que Ezequiel sea un predicador moralizante, sino un predicador de las costumbres buenas de los hombres ante Dios.
Para descubrir y denunciar el pecado, el profeta dispone de una serie de criterios que le ofrece la tradición sacerdotal: los mandamientos de la Ley. Así, los mandamientos eran dados y recibidos como señal visible de pertenencia al pecado de Dios.
Como resultado de un examen de conciencia, tras reconocer lo impuro y malo a los ojos de Yahvéh, el profeta debe conminar las destrucción a la ciudad sanguinaria por estar contaminada (Ez 22, 3-4).
Ezequiel cumplía así su doble oficio de profeta acusador, que anuncia la ruina del templo y de guardián del santuario donde mora la gloria de Yahvéh. Entonces la gloria y la santidad de Yahvéh, habitaban en medio de su pueblo para procurarle la vida. Después de todo, el nombre de Yahvéh, es un nombre de gracia y perdón.
Con el destierro como castigo, Dios pretende purificar, santificar y renovar a Israel. La santidad al hombre mismo es en definitiva lo único que hace honor al hombre de Dios, porque no obliga a éste a recurrir al castigo.
Si miramos bien como refiere la interpetación arriba del libro del Profeta Ezequiel que sus profecías fueran: destrución de lo que estaba perjudicando el pueblo, destrucción de los enemigos y por último la restauración del pueblo, Dios no hace nada en vano todo tiene un porque y una respuesta, Dios no destruye nada y deja su pueblo a la pérdida, no. El siempre restaura.
Comunidad y Persona
Al sentir Ezequiel el peso crítico de la comunidad desterrada por Dios, responde al pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...”(Ez 18,3-4). Es interesante el contraste de Ezequiel de lo individual a lo comunitario. Por una parte trata de la responsabilidad y libertad personales y por otra, emite juicios globales y de grandes secuencias históricas.En el espíritu hebreo parece coexistir dos esquemas de pensamiento; análogos a los siguientes enunciados:
• Justicia Electiva – Dios se escoge un pueblo, le da una ley y lo bendice. Se castiga en forma pedagógica hacia el perdón. Este sistema concierne al pueblo. • Justicia Retributiva – Se cuenta la observancia y las transgresiones sin dejar de ser un don divino, es un programa humano de acciones meritorias y satisfacción por los pecados, y su juicio particular sobre unas y otras. Este sistema concierne al individuo.
Se puede distinguir de lo anterior dos momentos así:
• Momento de lo comunitario (Israel Antiguo) Uno no se pierde ni se salva sólo. Esta es la primera enseñanza de Israel. En este primer período la salvación se materializa en recompensas terrenas y el pecado se castiga con desastres temporales. Predomina la idea de la solidaridad, idea que se va purificando a medida que el grupo étnico se va haciendo más comunidad religiosa.
• Momento de la persona (Destierro y Restauración) Ezequiel los hizo a todos solidarios porque vio a cada uno comulgando con la conducta culpable de sus antepasados, lo mismo que con la de sus contemporáneos. Pero el proverbio de los hijos que tienden a realizar lo mismo que sus padres, es considerado por la nueva generación como algo de lo cual se considera independiente de sus antepasados (Ez 18,2). Y a ella le da razón Ezequiel cuando afirma que en la nueva era, cada uno va a estar delante de Dios con lo que es, bueno o malo y no con lo que otros fueron o con lo que fue él mismo (Ez 18, 4). Cuando se forma un Israel más cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.
Finalmente a Ezequiel se le ha llamado el “Padre del Judaísmo”, por haber inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, la resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío. La temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en buena parte este apelativo.
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