Un festival internacional en crisis
La importante cita del teatro llega el 21 de marzo, aunque sin obras de calle.
La Zaranda abrirá la programación con una comedia negra
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ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
sábado 2 de marzo de 2013 12:00 AM
El espectador desprevenido diría que en Venezuela se respira "normalidad", a juzgar por lo que ocurre en su mundo cultural: un festival nacional de teatro, otro internacional, el mismo mes, otro de danza en junio... Nada más lejos de la verdad. Ayer en la rueda de prensa de lanzamiento del Festival Internacional de Teatro de Caracas, Carmen Ramia decía: "Nosotros vivimos en resistencia y esto es parte de ello. En tiempos de crisis es más importante que nunca que la cultura se haga presente".
Javier Vidal parafrasea al antropólogo jesuita Teilhard de Chardin: "Yo estoy ocupando el lugar que creo que debo ocupar y lo estoy haciendo con excelencia, como debe ser. Que los políticos ocupen el lugar que tienen que ocupar...".
Por su parte, Héctor Manrique agrega: "Todo está peor en Venezuela. Pero las respuestas que tenemos los artistas frente a la catástrofe están sobre el escenario; no en otro sitio... Lo peor que podríamos hacer los hombres de teatro en un momento de crisis como el que vivimos, es paralizarnos".
Sin apoyo alguno del Estado central, el Festival Internacional de Teatro de Caracas regresa para celebrar 40 años de existencia. Serán nueve compañías internacionales, una coproducción germano-venezolana y 18 grupos locales, los que se darán cita en la capital, del 21 al 31 de marzo. No habrá teatro de calle.
La emblemática compañía La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía la Baja) inaugura la programación en el Teatro de Chacao, con la pieza Nadie lo quiere creer del dramaturgo Eusebio Calonge.
De España vienen, además, Onírica Mecánica con El intrépido viaje de un hombre y un pez de Jesús Nieto; Teatro La Quimera de Plástico con Mujeres, de Darío Fo y Franca Rame, y Esther Freixa i Ràfols y Toni Cots, quienes traen su investigación sobre Medea (a la carta).
También de Europa estará presente la compañía Cantieri Teatrali Koreja de Italia, con la propuesta Paladini di Francia, donde actores se convierten en marionetas para hablar de la guerra.
De Latinoamérica están en la grilla Timbre 4 de Argentina con El viento en un violín de Claudio Tolcachir, quien presentó el año pasado Tercer cuerpo; Malayerba de Ecuador con Instrucciones para abrazar el aire, de Arístides Vargas, dramaturgo que también repite luego de presentar el año pasado La razón blindada, y Varasanta de Colombia con El lenguaje de los pájaros.
El continente asiático estará representado por Corea del Sur y su compañía EDX2, que presenta dos coreografías en un mismo espectáculo: Sentimiento moderno y A causa de un porqué del coreógrafo Lee In-soo.
La coproducción se llama Contrasentido, e involucra a las compañías DIN A13 Tanzcompany y AM Danza de Habilidades Mixtas.
Por Venezuela, hay en el menú propuestas de Theja, Rajatabla, Teatro La Bacante, Escena de Caracas, Ciane, Skena, Río Teatro Caribe, Tumbarrancho Teatro, Centro de Creación Artística TET, Teatro Forte y Grupo Actoral 80, entre otras.
Al ser consultada sobre el presupuesto del festival, Ramia hizo un ejercicio: "Si el Festival de Teatro de Caracas cuesta 28 millones de bolívares, este cuesta tres", al tiempo que pidió respetar los espacios. "No entiendo por qué si aquel festival se realizaba en noviembre lo movieron para este mes. Vamos a construir en conjunto de verdad, pero no construyan destruyendo otras iniciativas, queremos que no sea sólo palabra sino realidad".
Ramia calificó al evento como el "El Festival de la dignidad". "No hemos tenido que negociar ni principios ni valores", expresó la presidenta del Ateneo de Caracas.
Javier Vidal parafrasea al antropólogo jesuita Teilhard de Chardin: "Yo estoy ocupando el lugar que creo que debo ocupar y lo estoy haciendo con excelencia, como debe ser. Que los políticos ocupen el lugar que tienen que ocupar...".
Por su parte, Héctor Manrique agrega: "Todo está peor en Venezuela. Pero las respuestas que tenemos los artistas frente a la catástrofe están sobre el escenario; no en otro sitio... Lo peor que podríamos hacer los hombres de teatro en un momento de crisis como el que vivimos, es paralizarnos".
Sin apoyo alguno del Estado central, el Festival Internacional de Teatro de Caracas regresa para celebrar 40 años de existencia. Serán nueve compañías internacionales, una coproducción germano-venezolana y 18 grupos locales, los que se darán cita en la capital, del 21 al 31 de marzo. No habrá teatro de calle.
La emblemática compañía La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía la Baja) inaugura la programación en el Teatro de Chacao, con la pieza Nadie lo quiere creer del dramaturgo Eusebio Calonge.
De España vienen, además, Onírica Mecánica con El intrépido viaje de un hombre y un pez de Jesús Nieto; Teatro La Quimera de Plástico con Mujeres, de Darío Fo y Franca Rame, y Esther Freixa i Ràfols y Toni Cots, quienes traen su investigación sobre Medea (a la carta).
También de Europa estará presente la compañía Cantieri Teatrali Koreja de Italia, con la propuesta Paladini di Francia, donde actores se convierten en marionetas para hablar de la guerra.
De Latinoamérica están en la grilla Timbre 4 de Argentina con El viento en un violín de Claudio Tolcachir, quien presentó el año pasado Tercer cuerpo; Malayerba de Ecuador con Instrucciones para abrazar el aire, de Arístides Vargas, dramaturgo que también repite luego de presentar el año pasado La razón blindada, y Varasanta de Colombia con El lenguaje de los pájaros.
El continente asiático estará representado por Corea del Sur y su compañía EDX2, que presenta dos coreografías en un mismo espectáculo: Sentimiento moderno y A causa de un porqué del coreógrafo Lee In-soo.
La coproducción se llama Contrasentido, e involucra a las compañías DIN A13 Tanzcompany y AM Danza de Habilidades Mixtas.
Por Venezuela, hay en el menú propuestas de Theja, Rajatabla, Teatro La Bacante, Escena de Caracas, Ciane, Skena, Río Teatro Caribe, Tumbarrancho Teatro, Centro de Creación Artística TET, Teatro Forte y Grupo Actoral 80, entre otras.
Al ser consultada sobre el presupuesto del festival, Ramia hizo un ejercicio: "Si el Festival de Teatro de Caracas cuesta 28 millones de bolívares, este cuesta tres", al tiempo que pidió respetar los espacios. "No entiendo por qué si aquel festival se realizaba en noviembre lo movieron para este mes. Vamos a construir en conjunto de verdad, pero no construyan destruyendo otras iniciativas, queremos que no sea sólo palabra sino realidad".
Ramia calificó al evento como el "El Festival de la dignidad". "No hemos tenido que negociar ni principios ni valores", expresó la presidenta del Ateneo de Caracas.
MEMORIA EMOTIVA: Godspell, El Musical
Tras cuarenta años de su estreno en Venezuela, regresa el musical "Godspell".
JUAN A. GONZÁLEZ | EL UNIVERSAL
jueves 28 de febrero de 2013 12:00 AM
El fervor y la euforia
Lo que en realidad comenzó en 1970 como un trabajo de grado para un Máster que por entonces cursaba el dramaturgo y director de teatro John-Michael Tebelak (Ohio, 1949/Nueva York, 1985), se convirtió en un tremendo éxito de público y crítica en el circuito Off-Broadway por el poder inspirador de una partitura que transformó en inolvidables canciones algunas de las parábolas delEvangelio según San Mateo.
La música de aquella pieza la compuso Stephen Lawrence Schwartz, y no sólo se le recuerda por melodiosa, sino por rezumar en sus letras y coros el espíritu de los jóvenes estadounidenses más críticos con las decisiones políticas que llevaron a su país a enfrascarse en una guerra inútil contra Vietnam.
La pieza a la que se alude se llama Godspell, y un año después de que irrumpiera en la escena neoyorquina como un manifiesto de fe juvenil, la estrenó en Caracas el puestista Levy Rossell con un elenco en el que se encontraban, entre otros, Guillermo Dávila y Henrique Lazo, para 1972 en pleno inicio de sus carreras.
Cuatro décadas después, Goldspell regresa a la cartelera local a través de la producción general de Claudia Salazar Gómez, la dirección de Armando Álvarez y la interpretación de un grupo de jóvenes que, además de poseer unas excelentes voces muy bien dirigidas por Delia Dorta, proyectan desde el escenario una enorme frescura y una complicidad que no sólo los hace divertirse durante la función, sino que los lleva a apoyar con respeto los momentos solistas de cada uno de sus compañeros de cast.
Por ello se les menciona: Alejandro Torres, Alí Rondón, Carlos David León, Daniela Martínez, Vera Linares, Natalia Román, Natalie Rego, Juls Sosa, Julián Izquierdo, Alberto "Tico" Barnet, Taba Ramírez y Claudia Rojas... Y la verdad sea dicha: por estar fuera de lote (en cuanto a edad y físico) y por tener la voz menos afinada del elenco, no se incluye en esta lista a Coquito.
Todos estos jóvenes demuestran con Godspell sus dotes para la actuación, el canto y el baile. Y aunque el tono general de la pieza del dúo Tebelak-Schwartz resulte demasiado fervoroso para el gusto de quien escribe -al punto de llevarlo a desconfiar de un texto cercano al adoctrinamiento-, los excelentes arreglos en español de las letras de las canciones originales y el entusiasmo de los actores, que se desborda en cada tema, dejan en un segundo plano lo aleccionadora que pueda parecer la obra.
Desdichadamente, el exagerado edulcoramiento de la voz del protagonista, Alejandro Torres, marcha en sentido contrario a la euforia del resto de los actores.
Godspell sublimó en su época la cara más pura, ingenua e idílica del movimiento hippie. Consciente de que los tiempos son otros, Armando Álvarez incluye constantes referencias a los modismos juveniles del presente, pero se extralimita al principio y en otros dos momentos del montaje en su empeño por derribar de manera forzosa y poco natural la cuarta pared que separa a los actores de los espectadores.
jgonzalez@eluniversal.com
Lo que en realidad comenzó en 1970 como un trabajo de grado para un Máster que por entonces cursaba el dramaturgo y director de teatro John-Michael Tebelak (Ohio, 1949/Nueva York, 1985), se convirtió en un tremendo éxito de público y crítica en el circuito Off-Broadway por el poder inspirador de una partitura que transformó en inolvidables canciones algunas de las parábolas delEvangelio según San Mateo.
La música de aquella pieza la compuso Stephen Lawrence Schwartz, y no sólo se le recuerda por melodiosa, sino por rezumar en sus letras y coros el espíritu de los jóvenes estadounidenses más críticos con las decisiones políticas que llevaron a su país a enfrascarse en una guerra inútil contra Vietnam.
La pieza a la que se alude se llama Godspell, y un año después de que irrumpiera en la escena neoyorquina como un manifiesto de fe juvenil, la estrenó en Caracas el puestista Levy Rossell con un elenco en el que se encontraban, entre otros, Guillermo Dávila y Henrique Lazo, para 1972 en pleno inicio de sus carreras.
Cuatro décadas después, Goldspell regresa a la cartelera local a través de la producción general de Claudia Salazar Gómez, la dirección de Armando Álvarez y la interpretación de un grupo de jóvenes que, además de poseer unas excelentes voces muy bien dirigidas por Delia Dorta, proyectan desde el escenario una enorme frescura y una complicidad que no sólo los hace divertirse durante la función, sino que los lleva a apoyar con respeto los momentos solistas de cada uno de sus compañeros de cast.
Por ello se les menciona: Alejandro Torres, Alí Rondón, Carlos David León, Daniela Martínez, Vera Linares, Natalia Román, Natalie Rego, Juls Sosa, Julián Izquierdo, Alberto "Tico" Barnet, Taba Ramírez y Claudia Rojas... Y la verdad sea dicha: por estar fuera de lote (en cuanto a edad y físico) y por tener la voz menos afinada del elenco, no se incluye en esta lista a Coquito.
Todos estos jóvenes demuestran con Godspell sus dotes para la actuación, el canto y el baile. Y aunque el tono general de la pieza del dúo Tebelak-Schwartz resulte demasiado fervoroso para el gusto de quien escribe -al punto de llevarlo a desconfiar de un texto cercano al adoctrinamiento-, los excelentes arreglos en español de las letras de las canciones originales y el entusiasmo de los actores, que se desborda en cada tema, dejan en un segundo plano lo aleccionadora que pueda parecer la obra.
Desdichadamente, el exagerado edulcoramiento de la voz del protagonista, Alejandro Torres, marcha en sentido contrario a la euforia del resto de los actores.
Godspell sublimó en su época la cara más pura, ingenua e idílica del movimiento hippie. Consciente de que los tiempos son otros, Armando Álvarez incluye constantes referencias a los modismos juveniles del presente, pero se extralimita al principio y en otros dos momentos del montaje en su empeño por derribar de manera forzosa y poco natural la cuarta pared que separa a los actores de los espectadores.
jgonzalez@eluniversal.com
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