Yo soy

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viernes, 5 de abril de 2013

El dolor se ha convertido en costumbre y hasta en motivo de acusaciones y de promesas electorales.


La desmemoria solo alienta la perpetuidad de la violencia

El fotógrafo Juan Toro inaugura hoy una individual en la ONG .

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Para Toro, Caracas es la de las "caller rojas" (Cortesía)
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JUAN ANTONIO GONZÁLEZ |  EL UNIVERSAL
miércoles 3 de abril de 2013  08:11 AM
El arrebato, el robo, el crimen. Esos instantes inesperados pero inevitables. La amenaza. Un arma. El destello humeante de un disparo, de la pólvora. La muerte. La angustiosa espera. El llanto. El duelo. La impotencia de no saber qué hacer. Todas estas palabras y frases están tan presentes en la vida de miles de caraqueños -y de venezolanos-, que el dolor se ha convertido en costumbre y hasta en motivo de acusaciones y de promesas electorales. 

"El Gobierno tiene la culpa", se dice de un lado, mientras del otro llegan no más que promesas de resolver el estado de fragilidad, de precariedad, en el que se encuentra la vida en esta ciudad , en este país, más preparado para procesos comiciales que para encarar de manera efectiva la inseguridad. 

Estas reflexiones se encuentran en la exposición Nadie se atreve a llorar, dejen que ría el silencio, del fotógrafo caraqueño Juan Toro y que a partir de hoy, a las 7:00 pm, se podrá ver en la Organización Nelson Garrido, de Las Acacias. 

La muestra -un alegato contra la violencia- ha sido curada por Gerardo Zavarce y está organizada en tres ejes temáticos: "Los escenarios de la muerte"; "La violencia: cuerpo individual", y "Colectivo e insumos de la muerte". 

Juan Toro (1969) dice que con su trabajo desea reconocer el de los fotoperiodistas. "Ellos escriben la historia del día a día. Para entender la violencia, como ellos lo hacen, tenía que involucrarme con esta", agrega el artista, cuyo acercamiento al tema va del registro de los cuerpos de las víctimas envueltos en sábanas -"como a la espera de que se levanten como Lázaro"-, a los trazos que la violencia deja -"Caracas ya no es la ciudad de los techos rojos, sino de las calles rojas"- y a los sobrevivientes que miran directamente a cámara, con sus rostros endurecidos por la realidad. Nadie se atreve a llorar, dejen que ría el silencio es también una voz de alerta: ante el silencio, corremos el peligro de acostumbrarnos a la violencia... 

jgonzalez@eluniversal.com

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