Yo soy

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jueves, 9 de octubre de 2014

El cine venezolano tiene viejos antecedentes de adaptaciones literarias de escritores locales.

 HÉCTOR MANRIQUE, PROTAGONISTA DE "SANGRE EN EL DIVÁN"

El delirio de una nación

"Chirinos sabía manejarse de una forma en lo público y de otra forma en lo privado" "Me parece sanador, desde el punto de vista catártico para una sociedad, mirar este tipo de personajes"

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"Vivimos en una sociedad donde parece que hacer las cosas mal da buenos resultados", cuestiona
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ÁNGEL RICARDO GÓMEZ , HÉCTOR MANRIQUE , ACTOR |  EL UNIVERSAL
domingo 5 de octubre de 2014  12:00 AM
Héctor Manrique está angustiado. Casi no duerme. A la situación del país, del que es un furibundo crítico, se suma un compromiso enorme: asume por primera vez un monólogo y además sobre Edmundo Chirinos, un personaje complicado, no solo por lo que significó para la historia de Venezuela, sino por lo que fue para su historia familiar.

Sangre en el diván, que estrena el 10 de octubre en el centro cultural BOD, está basado en el libro homónimo de la periodista Ibéyise Pacheco sobre el caso del doctor Chirinos, quien murió cumpliendo condena por el asesinato de una joven, de la que fue acusado de abusar en reiteradas ocasiones en terapias psiquiátricas. La adaptación del capítulo El delirio corrió por cuenta del mismo Manrique.

-¿Qué ha aprendido en este proceso?

-Cuando yo leí el libro sobre todo el capítulo con el que estoy trabajando, encontré que está lleno de mentiras, fabulaciones, delirios de grandeza, de una idolatría intoxicante. Y uno se pregunta cómo la gente que él tenía alrededor creyó en él, porque además en los corrillos todo se comentaba; cómo la Sociedad de Psiquiatría nunca ha tomado partido sobre eso, ninguna declaración pública ¿en manos de quién estamos? Porque además tampoco era cualquier personaje, fue el psiquiatra de tres presidentes de la República, candidato a la presidencia, rector de la Universidad Central de Venezuela... eso habla de la sociedad que somos.

-Psicópatas como Chirinos pueden surgir en Estados Unidos, Malasia, en cualquier parte ¿Qué toques distintivos tiene este caso qué lo hace típicamente venezolano?

-Yo no tengo ningún elemento desde el punto de vista clínico para hacer un análisis de él. Lo que pasa es que en el caso de Chirinos creo que era un hombre que por ser tan enormemente inteligente, sabía manejarse de una forma en lo público y de otra forma en lo privado. Todo el que lo conoció siempre habla de Chirinos como un hombre por un lado, seductor, encantador, enormemente inteligente; pero por otro lado, estaban los comentarios que se tejían alrededor de él que debieron ser sumamente preocupantes. Una de las cosas que a mí me molesta es que después de que aparece todo este escándalo muchas personas decían, 'Es que siempre se comentaba sobre los abusos de Chirinos'. Entonces cómo nosotros como sociedad permitimos eso.

-Entiendo que usted tuvo una vinculación personal con Chirinos ¿Se siente dentro de esa sociedad de cómplices, sabía y calló también, este es un mea culpa quizás?

-Mis padres eran muy amigos de él, Chirinos fue el padrino de mi hermano menor... en los años en que mi padre estuvo preso (por razones políticas), yo estaba recién nacido, y él llevaba los regalos de diciembre, esa era su otra cara. Mi relación personal con Chirinos fue muy superficial, habré hablado con él unas cinco u ocho veces, no fue nunca una persona que me simpatizara en lo personal, había algo en él que me producía desagrado, no solo en lo físico, sino por esa especie de egolatría.

-¿Y como actor, cómo hace para defender a un personaje con el cual nunca simpatizó en la vida real?

-No juzgándolo. Eso es lo peor que tú puedes hacer con tus personajes. Chirinos ya no está, murió, esta es una reflexión escénica que no lo va a modificar a él porque sencillamente no existe. Lo veo como un personaje al que tú representas desde el punto de vista artístico, y puedes ver una enorme riqueza y tremenda seducción. Al menos eso es lo que procuro. 

-¿Como surgió este viaje?

-Cuando terminé el capítulo El delirio pensé, 'aquí está el germen de una obra teatral'. Es la evocación de este hombre, de su existencia, y visto desde la teatralidad la evocación es cuando comienzas a contar tu vida y te sucede lo que cuentas. Chirinos es un personaje para hacer una película extraordinaria, tiene todos los elementos, las contradicciones, la historia de su vida, su importancia, y sobre todo, nos refleja como sociedad, cómo llegó este hombre a tener cargos tan importantes, cómo nos descuidamos, por qué no estamos pendientes como sociedad de que esto no ocurra.

-Además parece que hay muchos Chirinos en la sociedad de hoy.

-Cuando tú ves la descomposición en la que está el país entiendes que nosotros como sociedad tenemos una enfermedad profunda que nos lleva a crear personajes tan absolutamente siniestros como este. Cuando vives en un país con altos índices de inseguridad, con estas tasas de homicidios diarios, donde la muerte es una estampilla que tenemos todos pegada en la frente, tú dices, 'hay algo muy enfermo en nuestra sociedad que nos hace cómplices de personajes como este' y cuando tú permites que este tipo de cosas sucedan es porque piensas, 'yo puedo hacerlo en algún momento y espero que a mí me perdonen'. Cuando uno muestra esto sobre un escenario a mí me recuerda los orígenes del teatro, a la tragedia griega presentando las cosas más perversas del hombre en procura de que no volvieran a suceder. Por eso me parece sanador, desde el punto de vista catártico para una sociedad, mirar este tipo de personajes.

-¿Como se planteó la puesta en escena?

-Si bien no está la totalidad de esa entrevista, yo la he editado, lo que nos hemos planteado es este hombre que evoca frente a un espectador imaginario procurando defenderse de la sociedad, y lo interesante es ver cómo a medida que va evocando termina dejando claro que él cometió ese asesinato. Es ver cómo tu inteligencia es muy grande y profunda, pero la verdad te arrolló, y es tan curioso cómo en el caso de Chirinos una niña lo termina desnudando ante la sociedad. Lo que me pregunto es cuántas personas son y han sido abusadas. Pero en cualquier instancia siempre puede haber un ojo que te descubra.

-¿Y quizás está la metáfora de toda una sociedad que es abusada diariamente?

-Aquí está la descomposición en la que vive nuestra sociedad. Te preguntas cuántos casos de violaciones de sus derechos, desde los más pequeños hasta los más grandes, viven los venezolanos diariamente y cómo el resto se hace cómplice de ello, cómo tu vives constantemente en la humillación y cómo te acostumbras a eso. No es otra cosa que tu disolución como ser porque cuando a un ser humano lo humillan y lo humillan, termina siendo un ser disuelto en la sociedad.

Del libro a la pantalla en Venezuela

El cine nacional prepara nuevas adaptaciones de historias locales

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Francisco Suniaga cedió los derechos de dos de sus novelas VICENTE CORREALE
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DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
domingo 5 de octubre de 2014  12:00 AM
El cine venezolano tiene viejos antecedentes de adaptaciones literarias de escritores locales. El calendario de estrenos sumará en el futuro más versiones: Alejandro Bellame Palacios desarrolla el proyecto de Blue label/Etiqueta azul, la novela de Eduardo Sánchez Rugeles; Marcel Rasquin trabaja en llevar a la pantalla La otra isla, la historia de Francisco Suniaga. La relación entre ambas artes se estrecha tras un distanciamiento en años recientes.

El libro Filmografía venezolana: Largometrajes 1973-1999, editado por la Cinemateca, muestra que en ese período se realizaron más de 40 adaptaciones. Algunas obras célebres de la literatura nacional también se convirtieron en películas. Mauricio Walerstein estrenó en 1973 Cuando quiero llorar no lloro, basada en la novela de Miguel Otero Silva. Antonio Llerandi e Iván Feo exhibieron en 1978 País portátil, la obra de Adriano González León.

La última década apenas dejó ver algunas historias hechas a partir de textos teatrales (de cuentos o novelas no hay registros): Cheila, una casa pa' maíta, de Eduardo Barberena, basada en una pieza de Elio Palencia; y Los pájaros se van con la muerte, de Thaelman Urgelles, con guión de Edilio Peña inspirado en la obra del mismo nombre. Atrás quedaron las versiones que Román Chalbaud hizo de su propia dramaturgia o, por no dejarlos por fuera, de los textos policiales de Fermín Mármol León en su libro Cuatro crímenes, cuatro poderes.

Que la baja producción a principios de siglo XXI influyó. Que los escritores nacionales contemporáneos no son cercanos a los directores actuales. O que los autores de cine tienen cierta lejanía con las letras. Las hipótesis para intentar explicar las pocas adaptaciones en tiempos cercanos son varias. El crítico Alfonso Molina no tiene muy clara ninguna teoría. "Tal vez los cineastas tengan sus propias ideas a desarrollar, pero no estoy seguro de que haya una tendencia a rechazar la literatura entre los directores", dijo el periodista venezolano, que leyó los guiones de varios proyectos por adaptar.

Inés Quintero fue una de las que negoció con Fina Torres para hacer una película de su libro El fabricante de peinetas. Olegario Barrera -que en los 80 hizo Pequeña revancha, según el cuento La composición, de Antonio Skármeta- trabaja en una versión libre de El abrazo del tamarindo, la novela corta de Milagros Socorro. El guión ya lleva más de cinco versiones. Así, varias otras.

Alejandro Bellame Palacios captó el potencial cinematográfico de Blue label/Etiqueta azul apenas terminó de leerla. También le gustó la nostalgia que hay en la historia por el país vista desde un futuro no muy lejano. "Si bien el guión mantiene la esencia de la novela, se modificó para agregarle valor en el cine. Lo difícil siempre es transformar un lenguaje en otro. Lo que uno puede describir en cinco páginas lo puedes mostrar en una sola imagen", dijo el director, que ya hizo el recorrido de los personajes en busca de las locaciones.

Eduardo Sánchez Rugeles quiso escribir él mismo el guión. La primera versión que le entregó tenía más de 300 páginas. Bellame casi se infartó al verlo. "Yo nunca antes había hecho un guión. En el cambio de lenguaje aparecen nuevos elementos. También se sacrifican aspectos. Hay detalles de la trama que son poco visuales. Se hicieron unas 11 versiones hasta reducirlo a 102 páginas. Siempre pensamos en beneficio de la propia historia", dijo el escritor caraqueño, que desde España ya trabaja en dos nuevos proyectos de cine mientras espera por fecha de rodaje para Blue label/Etiqueta azul.

Francisco Suniaga eligió un camino distinto al de Sánchez Rugeles. Le dio libertad a los directores para que trabajaran en las adaptaciones. Rasquín se encargará de La otra isla mientras que Javier Melero De Luca hará lo propio conEl pasajero de Truman. El narrador cree que los largometrajes servirán para llevar más lectores a sus novelas. "El cine es un medio mucho más masivo que la literatura, alcanza a más gente que el libro. Eso tiene que ser bueno para ambas historias". Así, ambas artes en Venezuela intentan sacarse provecho, de nuevo, una a otra.

dfermin@eluniversal.com

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