Yo soy

Yo soy

lunes, 14 de septiembre de 2015

La voz; por Federico Vegas...“Soy la voz que dieron por muerta./ Soy la voz que nadie quiere escuchar,/ a menos que cante en tono de hipocresía/ llevando una melodía que nadie quiere cantar” Van Lester cantando “Soy la voz”...“Soy la voz que grita cuando hay silencio. Soy la voz que nunca dice que no”...“Soy la voz que dieron por muerta./ Soy la voz de la esperanza/ que acaba con la tragedia”El primer álbum para Van Lester, quien por circunstancias de la vida posee un timbre de voz parecido a Hector Lavoe y que por no lograr identidad propia, quedó bajo su sombra y no pudo prosperar su carrera. Ralph Mercado lo presenta como solista y lo sentencia a muerte con la foto y el titulo "Soy la voz", uno de los pocos desaciertos para Mercado, aunque es UN BUEN DISCO generó controversia y por tanto nadie prestó atención a su contenido, mucha gente se sintió ofendida al querer imitar a Hector, quien estaba padeciendo una enfermedad terminal, sin embargo, si usted siente curiosidad, escúchelo y encontrará cosas interesantes.

La voz; por Federico Vegas

Por Federico Vegas | 1 de septiembre, 2015

El oscuro borde de la luz, de Juan Yanes
El oscuro borde de la luz, de Juan Yanes

van lester ;soy la voz..homenaje a hector lavoe ... - YouTube

www.youtube.com/watch?v=RsNRHuxuE0c

18 abr. 2013 - Subido por Richard Roman
VAN LESTER ;SOY LA VOZ..HOMENAJE A HECTOR LAVOE, EN EL SOLO DE TIMBAL;VICTOR PEREZ ...

 I
“Soy la voz que dieron por muerta./ Soy la voz que nadie quiere escuchar,/
a menos que cante en tono de hipocresía/ llevando una melodía que nadie
quiere cantar”
Van Lester cantando “Soy la voz”
En aquellos tiempos el Madurismo sometía al país a una inútil agonía, y el
final, mientras más pruebas daba de estar cerca, más lejano nos lucía.
Los gobernantes nos atormentaban con la fórmula del fuego fatuo: “Huyes
y te persigue, lo sigues y echa a correr”. “Echar a correr” no es la descripción
más justa, pues era un poder tan cargado de culpa que solo podía huir hacia
delante, entregado al destino de su propio abismo. Más que correr se
reinventaba con disfraces cada vez más incomprensibles y crueles, como
esos virus que transmutan, e iba dejando atrás un reguero de vestiduras y
despojos que cubrían sus anteriores errores y desvaríos.
Harto de enfrentar algo carente de fin y finalidad, había jurado no escribir
más sobre ese espectro que parecía devorarse con su locura insaciable mis
argumentos para ensayos, cuentos y novelas, e incluso invadía con su marea
esas plácidas conversaciones entre amigos cuando uno quiere hablar de lo
que realmente le gusta y desea.
Logré cumplir mi juramento por casi un par de meses. Para curar mi
dependencia a los descalabros del país me inventé una exposición llamada
 “Caracas expuesta” (una redundancia que se justifica, pues el verbo “
exponer” tiene que ver con mostrar y también con jugarse la vida).
La idea era buscar las obras que revelan y protegen la esencia de nuestra
ciudad: una nube de Calder, el plano de Joseph Carlos de Agüero de 1775,
un croquis de Tomás Sanabria, la fuente en plaza Venezuela de Alexander
Apóstol, un patio de Federico Brandt, el Ávila fotografiado por Alfredo
Boulton. Ahora sé que era una manera de sobreponerme a la sentencia del
poeta Constantino Cavafis que tanto asusta a los que abandonan Caracas:
“Así como tu vida la arruinaste aquí, en este pequeño rincón, en toda
tierra la destruiste”
Dichoso buscaba en mi memoria las imágenes que relataban los milagros y
desvaríos de una ciudad dispuesta a sobrevivir, hasta que un día, en uno de
esos típicos deslices de adicto, abrí una ventana en la web y brotaron las
frías llamas del fuego fatuo. Esa mañana vi por primera y última vez a quien
fuera el principal vocero del gobierno durante aquel agosto del 2015: José
Pérez Venta, un personaje cuya única credencial era saber descuartizar el
cuerpo de una bella mujer. Todavía no había sido juzgado y ya aparecía
proclamando su crimen en los canales del Estado como si hablara de una
noche de parranda:
—…y, bueno, se nos pasó la mano. La toqué y estaba fría. Mi compañero
me dijo que me quedara tranquilo, que la íbamos a picar, a desmembrar, y
que saliéramos tranquilos, como si nada… que ahí no había pasado nada.
No entraré en más detalles sobre lo que el mismo Pérez Venta se ocupó
 de embadurnar en nuestras almas con la sangre derramada. Me tomó tiempo
superar la sacudida ante su cinismo y frialdad, ante la jubilosa promoción
de su culpa y de una incompetencia que sólo se comprende en los que se
juran protegidos. A esto se suma la celebración de una supuesta traición a
una conspiración internacional y repentinos recuerdos que se iban ajustando
a nuevos eventos nacionales, como el de un atentado contra una hija, luego
de un abucheo contra una madre.
Pero quien paralizó la idea naciente de una Caracas Expuesta, dejándome
aturdido e infértil, no fue Pérez Venta. El principal culpable de hacerme escribir
estas inútiles líneas resultó ser el hombre que lo interrogaba. Ya verán por qué.
II
“Soy la voz que calla para escuchar./ Soy la voz que siempre te acompaña”
Tengo la enorme suerte de ser amigo de mi médico internista, lo cual es una
bendición para el hipocondríaco que me jacto de ser. “Achacoso” es un 
adjetivo para viejos fastidiosos, la “hipocondría” te da en cambio un matiz 
ancestral y neurótico. También es una condición más sociológica. Hablar de
un país lleno de achaques no conlleva ninguna reflexión, pero sí el suponerlo
hipocondríaco:
“La característica esencial de la hipocondría es la preocupación, el miedo y
la convicción de tener una enfermedad grave, a partir de la interpretación
personal de uno o más síntomas somáticos. La sintomatología más típicamente
hipocondríaca consiste en una alteración negativa del estado de ánimo por
una actitud fóbica frente a nuestras molestias, de las que siempre creemos que
son el comienzo de enfermedades muy graves. Finalmente, el hipocondríaco
acaba renunciando a casi todo para consagrarse a cuidar su enfermedad
imaginaria”
Durante la acelerada decadencia del madurismo, la principal tarea del gobierno
ya no podía ser hacernos creer que padecíamos de una enfermedad imaginaria.
La estrategia cambió por completo. La enfermedad que minaba el país era
entonces tan grave que, en vez de negarla, se dedicaron a acentuarla,
denunciando una peligrosa infección llamada oposición, una poderosa
organización que estaba carcomiendo el cuerpo de la Nación y, a mediados
de aquel agosto, utilizaron como testigo estrella a un desmembrador de
cuerpos que denunciaba a sus cómplices con más incontinencia y abolengo
criminal que quien fue capaz de enternecer al entonces Fiscal General, Isaías
Rodríguez, por la hermosa sinceridad de sus ojos.
El gobierno se dedicó con entusiasmo a curar lo real, fomentando lo imaginario;
a ofrecer las consecuencias como causas; a generar un círculo vicioso donde
podían perseguir y recular tanto como quisieran, llegando siempre al mismo
punto de partida. Poco después empezó la persecución de colombianos.
En una frontera que habían convertido en franja miserable, se dedicaron a
deportar y destruir las casas de los afectados por esa misma miseria. Después
de utilizar la voz de Bolívar para anunciar un futuro de integración bolivariana,
pretendieron usar la desintegración y la xenofobia como arma política.
Volviendo a mi médico internista, debo decir con agradecimiento que su sola
voz varias veces ha bastado para sanarme. Cuando entro en su consultorio
y me saluda (“¿Cómo te sientes?”) ya empiezo a vivir en carne propia la
frase de Marcel Proust, el rey de los hipocondríacos: “No hay mayor placer
que la remisión del dolor”. Es una voz penetrante y medicinal, portadora de un
genuino interés por la salud de sus pacientes, ante la cual es difícil engañarlo
y engañarme con somatizaciones. Imaginen, pues, mi susto y desasosiego cuando
aquel día de mi recaída sentí, durante un segundo, que el interrogador de Pérez
Venta, el encargado de abrir y propiciar la historieta de su orgullosa participación
en la planificación de una ristra de crímenes y atentados, hablaba con un tono
y una cadencia similar a las del hombre que me ha hecho tanto bien.
III
“Soy la voz que grita cuando hay silencio. Soy la voz que nunca dice que no”
Cuando me explicaron que la voz del interrogador estaba modificada por un
aparato que hacía imposible el identificarlo, caí en cuenta de una extraña
inversión: usualmente el irreconocible es el testigo por tratarse de un agente
encubierto que seguirá operando, o de alguien que aún no ha sido
declarado culpable, o que está avergonzado de lo que ha hecho. Pero
durante el interrogatorio de Pérez Venta el anonimato lo asumía quien
 no había cometido ninguna falta. ¿Por qué? ¿Era acaso un fiscal o un
periodista cuya identidad debía permanecer en secreto?
Otra pregunta interesante es qué posibilidades brinda ese aparato.
¿Puede hacer que la voz suene más bondadosa, más amable? Sólo puedo
ofrecer una posible respuesta: la voz del interrogador, más que deformada,
fue perfeccionada para darle una resonancia de sacrosanta ultratumba.
O, para no dejar mal parada a mi referencia, un tono de profunda y
sabia sinceridad.
La veracidad de Pérez Venta estaba respaldada por la magnitud del crimen
que confesaba. Como dice el poeta T. S. Eliot: “¿Después de tal conocimiento,
cuál perdón?”. Cualquiera podría decir:¿Para qué mentir después de 
confesar semejante barbaridad?. Pero el problema es que José Pérez
Venta no daba la talla y su confesión parecía referirse a la justificación
de un simple tropiezo. No había dolor, ni arrepentimiento. No tocaba
el fondo de una verdad. Esa sensación de acto sagrado, de ceremonia
trascendental, de crimen y castigo, de juicio divino, que haría verosímil la
seguidilla en que acusaba a 58 personas, tenía que proveerla el interrogador.
Quizás entre las figuras del alto o bajo gobierno existía alguien capaz de
comunicarle al interrogatorio ese mínimo de formalidad y verosimilitud.
¿Pero quién querría ser el interlocutor de Pérez Venta, convertirse en su
compañero de conversa, en el abreboca y conductor de una artera
actuación? Todos, el Presidente de la Nación, el Presidente de la Asamblea,
gobernadores, alcaldes y ministros, querían usufructuarlo sin aparecer
al lado de un criminal.
Esa voz, tan reformada como misteriosa, al no ser de nadie y por su misma
evasión e inexistencia, representaba a todos los jerarcas de aquel gobierno
interminable, sin límites ni contenciones. Alguna vez fueron llamados “Los
incalumniables”. Yo los recuerdo como unos especialistas en organizar
otra de las tragedias que nos anunció T. S. Eliot: “Las virtudes son impuestas
sobre nosotros por nuestros crímenes más desvergonzados”.
Hugo Chávez fue capaz de decir “¡A partir de aquí!”. Su aventura fue
disparatada e irresponsable, pero ciertamente tuvo un principio. Maduro no
fue capaz de decirle a los suyos: “¡Hasta aquí!”. No lograba dejar de
hacerle daño al país y, así, no podía ser dueño de su propio final.
Algunos opositores se acogieron a la fórmula de una sola esperanza:
“Muerto el perro se acabará la sarna”. Es un sacrilegio absurdo creer
que un país puede morir como un perro, pero comprensible cuando todo a
tu alrededor está pereciendo y el fundamento de “Patria o muerte” se
disuelve en “Patria y muerte”.
Y así resultaba tan cuesta arriba escribir. Vivía la paradoja de sentirme
cada vez más ficticio, mientras el llamado de la ficción se iba haciendo más
y más inalcanzable. Fui dando a mi voz por muerta y juraba que nadie la
quería escuchar. Y callaba, o quería callar y no lograba hacerlo. Dejé de
gritar y buscaba el silencio, pero había cada vez más ruido, tanto que ya
no tendría sentido decir: “¡Ya basta!”. No parecía haber un pasado ni un
futuro, sino un presente que se estiraba hasta acercarse a la ausencia, a
los vacíos y al desgarramiento. ¿Cómo podíamos saber entonces que los
horrores que considerábamos terminales eran sólo una muestra de lo que
serían capaces de hacernos, con tal de no perder el poder? Las razones
para acallar nuestra voz eran nada ante la extraordinaria historia de un
final que apenas comenzaba.
“Soy la voz que dieron por muerta./ Soy la voz de la esperanza/ que
acaba con la tragedia”

HECTOR LAVOE ULTIMA PRESENTACION - YouTube

www.youtube.com/watch?v=QgCV64Ud49M
23 may. 2013 - Subido por TROPICALISMO
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