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domingo, 13 de septiembre de 2015

Romeo Costea, "el pequeño gran hombre" del teatro El fundador del Grupo Compás falleció el sábado a los 93 años. La primera actriz venezolana Francis Rueda le llamaba "el pequeño gran hombre". El director teatral Romeo Costea "era mínimo" en estatura y complexión, cuenta Rueda, pero su carácter y el amor por su profesión compensaban tales faltas.

Romeo Costea, "el pequeño gran hombre" del teatro

El fundador del Grupo Compás falleció el sábado a los 93 años

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El director teatral tenía un fuerte apego por Venezuela, donde residió desde diciembre de 1953 OSWER DÍAZ/ARCHIVO
INDIRA ROJAS |  EL UNIVERSAL
martes 8 de septiembre de 2015  12:00 AM
La primera actriz venezolana Francis Rueda le llamaba "el pequeño gran hombre". El director teatral Romeo Costea "era mínimo" en estatura y complexión, cuenta Rueda, pero su carácter y el amor por su profesión compensaban tales faltas.

Si algún detalle durante los ensayos no satisfacía sus expectativas, su semblante afectuoso -una expresión que se intensificó con la edad- se coloraba y su voz afrancesada se aceleraba. Costea, quien falleció el sábado 5 de septiembre a los 93 años, no disimulaba sus disgustos, pero quien tuvo la oportunidad de conocerlo y trabajar a su lado agradece la severidad de su carácter al tomar las riendas de una puesta en escena.

Incluso, sus enfados causaban en los más jóvenes algo de gracia. Sabían que, ya más calmado, les diría qué error habían cometido. "Nos daba miedo. Lo veíamos furioso y decíamos: '¡Se va a morir, se va a morir!', y fíjate... ¡qué vida tan larga y extraordinaria tuvo!", recuerda el dramaturgo José Simón Escalona. "Yo creo que su enorme sensibilidad lo llevaba a agarrar esas rabias tan intensas".

Isaac Chocrón presenta a Costea y a Escalona, quien desde los 13 años había tenido contacto con el teatro. "Cuando lo conocí... ¡wow! Debía tener 14 o 15. Yo era muy niño". Rueda, por otro lado, se preparaba para su actuación enProfundo, de José Ignacio Cabrujas, cuando en 1972 ve por primera vez al director y a su Teatro de Bolsillo (sede de su Grupo Compás).  Además participó en los ensayos de La escuela de las mujeres, una pieza de Molière que, cuenta la actriz, nunca se llegó a presentar "porque no le dieron el dinero al grupo", y tuvo la oportunidad de ser dirigida por Costea en televisión cuando se realizaban producciones teatrales para la pantalla chica venezolana. "Nuestra relación fue muy estrecha", asegura. "Incluso coincidimos en París en 1981. Gilberto (Pinto) y yo estábamos de luna de miel. Romeo nos invitó a muchos lugares. Recuerdo un pequeño teatro, muy, muy bueno, el Teatro Huchette. Allí vimos Afinen sus violines, de Victor Haïm, y a Gilberto le gustó tanto que compró los derechos para montarla aquí en Venezuela".

Costea realizó estudios teatrales en Bucarest y Francia, donde trabajó con Marcel Marceau y en la Comedia Francesa y creó su propia agrupación, pero al desembarcar en La Guaira en 1953 cambió para siempre los aires europeos por los caribeños. "Aunque tenía una forma de hablar afrancesada y era de origen rumano, no le gustaba que lo tratasen como un extranjero. Él se sentía muy de aquí. Él tenía un gran afecto por este país", dice Escalona.

Solo pasaron dos años cuando decidió fundar el Grupo Compás. Su labor en las artes escénicas fue reconocida con el Premio Nacional de Teatro 1996, y ese mismo año el Sindicato Profesional de Trabajadores de Radio, Teatro, Cine y Televisión le otorgó una placa de reconocimiento por su aporte artístico. En 2008, Costea recibió el Premio Guaraira Repano en su primera clase, ganó dos veces el Premio Municipal de Teatro y el Premio Critven como mejor director y fue laureado con la Orden Andrés Bello en su primera clase. En Francia recibió la Orden Artes y Letras, primero como Chevalier (Caballero) y luego como Officier (Oficial).

Un grupo, una familia

Sin consanguíneos en Venezuela, los integrantes de su agrupación conformaban su hogar. "Éramos como una familia, nos reíamos mucho y teníamos una convivencia muy grata", afirma la primera actriz Aura Rivas. "Yo lo conocí a los 18 años. Ahora tengo ocho-dos", comenta mientras ríe. 

Para ella su participación en la compañía no fue solo como intérprete. Ante todo, fue una alumna. "Él fue, como quien dice, mi maestro. Aprendí mucho sobre el teatro clásico y cuando él representaba los papeles yo lo veía, y lo que hacía era imitarlo (...) Cuando comencé a trabajar con él yo no tenía ningún estudio sobre teatro. Incluso, fuimos a los primeros Premios Panamericanos de Teatro en México en el 58". Fue entonces cuando Rivas decide quedarse en tierras mexicanas para profesionalizarse en el oficio escénico. Una vez que regresó al país, lo primero que hizo fue reencontrarse con Costea. Lo recuerda como un hombre un tanto nervioso, ya que "andaba de aquí para allá", que no se conformaba con uno o dos proyectos anuales. "No podía estarse quieto. En un año no se conformaba con hacer una o dos obras, ¡montaba tres o cuatro!".

En su memoria también quedaron capítulos de los comienzos del Grupo Compás en un jardín de una casita, detrás de la antigua sede de la Alianza Francesa que entonces se llamaba Centro Venezolano Francés (agrega que esta institución apoyó con frecuencia los proyectos de la compañía). Pese a ser "un teatrico", como dice Rivas, se encontraba en el centro de la movida escénica de la década de los 50: Los Caobos. Allí también hacían vida El Nuevo Grupo y la compañía de Juana Sujo y se encontraba El Ateneo de Caracas.

Rivas y Costea no solo compartieron la historia de las tablas. También del cine. Ambos formaron parte del elenco de La gata borracha, película del venezolano  Román Chalbaud, con quien, según los allegados de Costea, este mantenía una gran amistad. Y es que no fue la única cinta de Chalbaud en la que participó el director de teatro. "A él le gustaba todo eso", agrega la intérprete.

Jesús Gómez, actor de 38 años que reside en Argentina, forma parte de una generación más joven formada bajo la batuta exigente de Costea. Lo conoció a sus 19 años, en el centro donde operaba el Instituto Internacional de Teatro-Unesco en Caracas, y ya entonces el director compartía historias de su infancia y de su estadía en Francia con él. Su relación de amistad se consolidó una vez que Gómez fue escogido por el director para participar en la obra Jorge Dandin o el marido cornudo, de Molière. "Si bien no tomé clases de actuación con él, todo lo que fue el proceso del trabajo del montaje prácticamente era una clase para mí. Con él aprendí muchísimo la disciplina, era estricto con los horarios de llegada y los ensayos. Fue muy provechoso. Como persona, me abrió las puertas de su casa. Más que un director o un maestro, fue un gran amigo por toda la confianza que me dio. Me hablaba de su vida, de cómo llegó a Venezuela, de su trabajo en Europa".

La memoria de Costea comenzó a deteriorarse, así como su corazón. "Tenía marcapasos, y muchas veces le fallaba el aparato", cuenta Rueda. "Hace años fui a visitarlo, cuando ya estaba malito. Se le iban los tiempos", agrega Rivas.

La última vez que Gómez vio a su maestro en persona fue en 2011. Se esforzaba en tener con él un contacto frecuente desde Argentina por vía telefónica, y cada vez que venía a Venezuela la casa de Costea era una parada obligatoria. Durante su última visita al país, charlaron largo y tendido en dos ocasiones. "Lo vi al llegar, y luego antes de irme. Fue un lindo encuentro. Incluso lo grabé. Ya una ve que la persona está mayor... y yo no sabía cuándo podría volver a Venezuela y cuándo podría volverlo a ver".

"Su mayor aporte fue el hacer teatro de vanguardia. Era uno de los que conocía mejor los clásicos en el país en esa época", dice el joven actor. El Grupo Compás fue, en efecto, pionero en realizar montajes de textos de Ionesco, Tardieu, Adamov, y otros autores clásicos, sin dejar a un lado la dramaturgia venezolana. Fue esta agrupación la que llevó a escena la primera pieza escrita por Isaac Chocrón, Mónica y el Florentino, así como Cuentos y más cuentos de Rómulo Gallegos y La Tebaida de Arturo Úslar Pietri.

Rivas destaca que "todos en esa época –década de los 50 y los 60) apostaron por algo para el país. Romeo dejó su semilla. Juana Sujo dejó su semilla. Alberto de Paz y Mateos dejó su semilla. Y Romeo fue maestros de maestros. Muchos se formaron con él".

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