Yo soy

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domingo, 11 de octubre de 2015

En su esqueleto, el Doktor Faustus es una biografía: lo demoníaco narrado por “un alma pía y sencilla”. Mann busca en la madeja donde, por ejemplo, se cruzan los hilos de Goethe y Schonberg, lo real y lo ilusorio, con las fugaces imágenes de su infancia y su vasta erudición, para reivindicar las numerosas “citas” que es posible rastrear en la novela.“Probablemente, lo que más le impresionó fue la evasión de la crisis cultural mediante el pacto con el diablo, la sed por parte de un espíritu ufano y amenazado de desinhibirse a toda costa, y el paralelismo entre una euforia perniciosa que termina en colapso y delirio fascista del pueblo”.

Mann, Adorno y el Doktor Faustus

Thomas Mann / Fred Stein (www.fredstein.com/portrait-portfolio)
Thomas Mann / Fred Stein (www.fredstein.com/portrait-portfolio)
“Mann busca en la madeja donde, por ejemplo, se cruzan los hilos de Goethe y Schonberg, lo real y lo ilusorio, con las fugaces imágenes de su infancia y su vasta erudición”

Dos años después de haber publicado Doktor Faustus: vida del compositor alemán Adrian Leverkuhn narrada por un amigo, Thoman Mann (1875-1955) emprendió la redacción de 
Los orígenes del Doktor Faustus. Hablo de 1949. Unas semanas después de haber culminado este último libro, Mann, que ya era un autor consagrado por el aprecio de lectores y críticos, recibió la noticia de que le había sido otorgado el Premio Nobel de Literatura.Su revisión del mito fáustico es una novela acerca de la obsesión, la enfermedad, los delirios de grandeza, el arte y los peligros de pactar con el diablo. El Doktor Faustus, parábola de la Alemania nazi, es un libro fascinante sobre cuya gestación y escritura Mann dejó un recuento detallado en este Los orígenes del «Doktor Faustus».
Los orígenes del Doktor Faustus narra el proceso de elaboración de ese tensado, enorme y desafiante edificio que es 
Doktor Faustus. En algún momento de 1943, en los días en que ponía el punto final a la tetralogía José y sus hermanos, Mann revisa apuntes propios, contenidos en viejos cuadernos. Allí encuentra una anotación de cuarenta y dos años atrás: tres líneas de 1901, que anunciaban el proyecto de una novela sobre el mítico Fausto. Cerrado el largo período que le ocupó escribir los cuatro volúmenes de la historia de José, un malestar aqueja su ánimo: una suerte de vacío causado por la falta de una empresa de aspiraciones mayúsculas a la que entregarle la potencia de sus energías creadoras. Fausto se instala en los pensamientos de Mann. Todo cuanto ve y escucha, lo remite a la idea que arde en su interior. Investiga en numerosas fuentes, lee a Shakespeare, a Nietzsche y a muchos otros. Antes de haber escrito una línea cuenta lo que se propone a sus amigos. Algunos de ellos acusan el impacto de la idea: “Probablemente, lo que más le impresionó fue la evasión de la crisis cultural mediante el pacto con el diablo, la sed por parte de un espíritu ufano y amenazado de desinhibirse a toda costa, y el paralelismo entre una euforia perniciosa que termina en colapso y delirio fascista del pueblo”. Una mañana de domingo, en mayo de 1943, escribe la primera línea de la obra.
En su esqueleto, el Doktor Faustus es una biografía: lo demoníaco narrado por “un alma pía y sencilla”. Mann busca en la madeja donde, por ejemplo, se cruzan los hilos de Goethe y Schonberg, lo real y lo ilusorio, con las fugaces imágenes de su infancia y su vasta erudición, para reivindicar las numerosas “citas” que es posible rastrear en la novela. Mann hace una temprana defensa de la apropiación: inscritas en el mundo narrativo del Doktor Faustus, las citas se vuelven parte del libro, propiedad de su autor.
Mann tiene 68 años cuando inicia la travesía de la que sería la última entre sus grandes novelas. Mientras suma capítulos y capítulos, viaja, dicta conferencias, escribe intervenciones radiales, asiste a encuentros literarios, sigue la pista de los acontecimientos mundiales (dos de sus hijos combatían en distintos frentes en contra de Alemania), se somete a una operación de uno de sus pulmones, afronta los días de cansancio físico y creativo.
Adrian Leverkuhn, su protagonista, es músico. Mann se preocupa sobre cómo materializar en la novela los aspectos técnico-musicales, que le otorguen la densidad, el verismo suficiente a su personaje. El hombre que disfrutaba de la música clásica, lee decenas de libros con el lápiz en las manos. Pero aquello todavía le resulta poco. Mann decide entonces recurrir a Theodor Adorno, quien entonces también vive exilado en Estados Unidos. El aporte de pensador y musicólogo alemán resulta fundamental, una y otra vez: “La representación de la música en escalas y su crítica diluida en el diálogo, tal como se ofrece en el capítulo XXII del Faustus, las basé plenamente en los análisis de Adorno…..”; otra: “Adorno interpretó para mí al piano, mientras lo contemplaba de pie, la Sonata opus 111 íntegra, de una manera de lo más instructiva. Nunca había estado tan atento; a la mañana siguiente me levanté temprano y pasé tres días dedicado a una adaptación y redacción del discurso de la sonata, lo que significó un importante enriquecimiento y embellecimiento del capítulo y el propio libro”.
La novela como la invocación de todo lo posible: ello sugiere la lectura del Doktor Faustus, y también la de Los orígenes del Doktor Faustus. La imagen que Mann proclama es la del novelista en estado de intercambio, que vive en toma y daca con cuanto conoce y rodea. Incapaz de sentirse ajeno a los pequeños y grandes asuntos de la existencia, asumió que autor no es quien remite su  creación a sí mismo, sino quien se involucra con cada momento de la vida y los incorpora a sus fines.

Los orígenes del Doktor Faustus.
Thomas Mann. Traducción: Esther Cruz Santaella.
Editorial Dioptrías.
España, 2015.

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