Yo soy

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viernes, 18 de julio de 2014

La inteligencia encuentra respuestas si se mueve con calma y libertad

El ocio filosófico

El Universal 13 de julio del 2014 pág. 4-7
 
OFELIA AVELLA
Solemos asociar la palabra "ocio" a ese tiempo libre, usualmente "muerto" o perdido, en el que no hacemos nada "útil". Un "ocioso" es para nosotros un flojo, un bueno para nada, alguien que no parece tener "algo" concreto que hacer. Si bien se relacionaba con el tiempo libre, el ocio, para un griego clásico, se asociaba también al estudio y al descanso. 
Resulta interesante saber que la palabra "escuela" viene del latín schola (lección, escuela) y ésta, a su vez, de la palabra griega scholé, que significa ocio, tiempo libre; escuela, estudio. Nosotros no relacionamos el "ocio" con los estudios. Consideramos, muy por el contrario, que ambos términos se excluyen mutuamente. Distinguimos el día laboral, el tiempo del trabajo, de los momentos libres, contraponiéndolos -de hecho- con fuerza. ¿Cómo entender, entonces, que el término "escuela" derive de scholé, que significa ocio? ¿Por qué un griego asociaría el tiempo libre al estudio? Antes de responder a esto, vale decir que nos asombraría aún más saber que nuestra palabra "recreo" era justo lo que un griego tenía en su mente a la hora de pensar en el estudio, pues el tiempo dedicado a buscar la sabiduría era apreciado porque recreaba. Para nosotros, en cambio, el recreo es un momento que interrumpe el "trabajo" de aprender. Vemos así, de nuevo, cómo un término (ocio) se contrapone en nuestra mente al otro (estudio). 
Ahora bien, los términos se alejan de su origen porque los cambios culturales, y de mentalidad, van disponiéndonos a entender la vida de modos distintos. Por eso examinar el origen de las palabras puede ayudarnos a comprender qué es lo que hemos desvirtuado en el camino, sobre todo cuando la fricción entre ciertas relaciones -como es el caso entre ocio y estudio- evidencia la necesidad de una revisión. ¿Por qué no volver la vista al pasado para indagar cómo concebían otros la relación con la realidad y el camino que conduce al disfrute de la búsqueda del saber? 
Así, pues, el término "ocio" apuntaba al cultivo del espíritu. Por eso significaba también "escuela", o lugar donde había ocio. A ese "lugar" se iba a aprender por el amor al saber y no por alguna otra razón. Este amor a la verdad generaba felicidad, pues se buscaba comprender la realidad dejándola "ser", en lugar de pretender su dominio. La actitud contemplativa no implicaba distanciarse de lo real para sencillamente observarlo. La idea era considerar las cosas y las situaciones sin dejarse absorber por ellas y sin apoderarse -tiránicamente- de ellas. Cuando no hay dominio de "lo otro" imperan el respeto y el verdadero conocimiento; un conocimiento del que brota, por cierto, el amor, pues la distancia justa que crea en nosotros la actitud contemplativa, nos lleva a comprender el ser de las cosas, sin pretender su manipulación. El amor dispone a conocer "lo otro" en profundidad, lo cual supone dejar "ser" a las personas y a las cosas. 
El amor por el saber era una actitud propiamente filosófica; de aquí que se hable de "ocio filosófico" y de un saber que libera, pues la razón más profunda de las cosas y de los problemas se busca y se encuentra en libertad. El ocio crea las condiciones para que el pensamiento pueda moverse sin trabas externas y sin esquemas pre-fijados. La escuela era ese lugar donde el individuo podía encontrar esas condiciones. No imaginemos un "recreo permanente" según nuestros modelos educativos. Imaginemos, sí, un lugar donde la inteligencia comparaba proposiciones y deducía, pero más que la causa, el esfuerzo era la condición que disponía a escuchar el "logos" de las cosas -su razón de ser-, como diría Heráclito. Esta búsqueda se hacía entonces en un ambiente dispuesto para el ocio por no exigir "obligaciones", pues la inteligencia encuentra respuestas si se mueve con calma y libertad. 
Newton "capta" la ley de gravedad en un momento de ocio reflexivo, el cual estuvo precedido -sin duda alguna- de razonamientos y análisis intensos, pues la luz se dona como un regalo a quien busca con sinceridad. Podríamos decir que en esto consiste la dinámica del esfuerzo que condiciona el momento de gracia (y es gratia porque es gratis), pues el asombro genera la inquietud de saber y la sostiene, también, a lo largo del camino. 
Realidad 
Se discurre para recibir, y como diría Hegel, no se trata sólo del "uso" de las cosas, sino de la "bendición" que supone acoger su verdad como don. El conocimiento que se busca por sí mismo es, ante todo, una gracia que se recibe. Podría decirse que en virtud de la receptividad -no pasividad- con que se contempla la realidad, ésta se nos desvela, gratuitamente, en su intimidad. Quien sube una montaña, llega a lo alto a reposar, a contemplar el paisaje y a ampliar su horizonte. Si al llegar bajara apurado sin detenerse, cabría decir que el "uso" que da a su tiempo no ha sido todavía trascendido por una actitud contemplativa, pues su esfuerzo no ha adquirido un sentido distinto al de la "funcionalidad" de las cosas. 
El ocio filosófico se apoya en el estupor que provoca lo real. A la creación poética y en general, a toda vivencia creadora, subyace el mismo asombro ante el mundo y la similar necesidad de trascender los límites de su finitud. 
La iluminación, sin embargo, como decía el escultor Auguste Rodin al poeta Rainer M. Rilke, precisa del trabajo y la paciencia, pues la inspiración no existe: "Es menester trabajar, nada más que trabajar. Y hay que tener paciencia. No hay que pensar en realizar esto o aquello; basta buscarse hasta construirse un medio de expresión propio, personal. Y entonces, de inmediato, decir todo, todo. Es necesario trabajar, tener paciencia". 
El descanso se ordena al trabajo, y este último al ocio: "mientras trabajo y descanso se mueven en la esfera de lo necesario para la vida, el cultivo del ocio (scholé) se mueve en la esfera de lo libre. Aquí tenemos la diferencia entre 'vivir' y 'vivir bien', o, si se quiere, entre 'sobrevivir' y 'vivir'" (Francisco Arenas-Dolz). El descanso es necesario para retomar el trabajo. El neg-otium ("negocio", negación de ocio) significa entrar en una labor, en un trabajo. Así, pues, se descansa para trabajar y se trabaja para estar ocioso, esto es, para desarrollar ese espacio interior de libertad donde encontrar reposo y saborear lo comprendido. No hay gracia sin esfuerzo, inspiración sin tenacidad, ni bendición sin condiciones que la reciban. Estas se crean; por eso es importante reflexionar sobre la necesidad de fomentar espacios de "tiempo libre" para mantener vivo el asombro ante el mundo. Poder decir "todo de inmediato" o ver alguna luz después de mucho pensar, resultará en la bendición que sigue al esfuerzo. 
¿Podría nuestra vida ser plena con la visión de un "funcionario" que viviera exclusivamente para "trabajar", para reducir sus días de existencia a días laborales, llenos de obligaciones? El ocio filosófico es una actitud que penetra la cotidianidad confiriéndole un sentido que trasciende la vida de trabajo, entendida como ámbito de utilidades. Fomentar esta actitud ayuda a dar un paso "más allá" de las cosas, porque sensibiliza la mirada. Sucede que la visión se espiritualiza y la vida se eleva: adquiere un carácter festivo. La condición es que la realidad nos encuentre receptivos para regalarnos sus dones y sorpresas. 
Ofeliavella@gmail.com
@Ofeliavella

¿Qué tan estrictamente real es lo que escribimos? ¿Qué tan deliberadamente falso? ¿Por dónde pasa la delgada y sinuosa línea que separa la realidad de la ficción?

Miranda como personaje literario

MARIANO NAVA CONTRERAS |  EL UNIVERSAL
viernes 18 de julio de 2014  12:00 AM
¿Qué tan estrictamente real es lo que escribimos? ¿Qué tan deliberadamente falso? ¿Por dónde pasa la delgada y sinuosa línea que separa la realidad de la ficción? Se trata de una pregunta que ha animado a más de un teórico de la literatura, y que atañe fundamentalmente a un género que ha gozado de favoritismo en la literatura más contemporánea, la novela histórica. Y no es para menos, porque esto de ficcionalizar hechos que efectivamente ocurrieron, tomarse la libertad de inventarse historias a partir de asuntos de veras acaecidos, no es asunto sencillo para los que se dan a la tarea de teorizar sobre esa veterada maña de mentir bonito y por escrito. La literatura, pues.

Porque la cosa no es tan sencilla como parece. No se trata tan solo de decir "la cosa no fue así sino asao y punto", que este viejo arte de mentir bonito tiene rebuscadas mañas, a cual más vieja también, por cierto. En primer lugar, hay que intentar que la mentira también sea creíble y no solo bonita. La famosa verosimilitud de que hablaba el viejo Aristóteles. En segundo lugar porque el propósito de mentir brinda al escritor, solo por un instante irrepetible, la maravillosa posibilidad de ser Dios, y decidir la mente y los sentimientos de unos personajes que pudieron de veras existir o no. Pero sobre todo está la posibilidad de escoger una vida (célebre o vulgar, es lo de menos) y hacerla detonante de una historia que se columpia entre las dos caras de la existencia -la verdadera y la ficticia-, todo según real gana del escritor, ese mentiroso con licencia.

El maestro Vargas Llosa dijo una vez que quizá el primer gran contador de embustes con apariencia de verdad fue el mismo Odiseo, quien lloró y perjuró que eran ciertas las increíbles aventuras que se dio a la tarea de contar toda una noche en el palacio de Alcínoo, el buen y creído rey del país de los feacios. Sin embargo, yo tengo muy para mí que el primer gran personaje literario surgido entre la realidad y la ficción fue Sócrates. Léase bien, no el Sócrates histórico que vivió en la Atenas del siglo V a.C., sino ese entrañable personaje, irónico y brillante, que protagoniza los diálogos de Platón. Fue el caso de que al pobre Platón le tocó presenciar en su juventud la injusta condena a muerte de su querido maestro. Escritor dotado donde los haya, se propuso limpiar su reputación, y miren si lo logró. Se dio a la tarea de escribir toda su obra en forma de diálogos ficticios en que el héroe indiscutible era Sócrates. Como una suerte de Bruce Lee filosófico, Sócrates va poniendo fuera de combate uno a uno a todo aquel que se atreve a refutar sus irrefutables teorías, sean acerca de la belleza, acerca del amor, de la justicia o de la amistad. Nadie puede escapar a la irresistible seducción de las palabras de nuestro imbatible héroe filosófico, y durante siglos el mundo prefirió creer que el Sócrates platónico era el real, y no lo contrario. Hoy sabemos que una cosa fue el hombre histórico y otra el genial personaje literario creado por Platón, pero ¿a quién le importa ya?

Tampoco nuestro país ha sido escaso en personajes seductores capaces de inspirar inolvidables ficciones literarias, ¿o acaso alguien puede olvidarse del Bolívar enfermo y cascarrabias de El General en su laberinto? Ni mucho menos la literatura venezolana carece de estupendos ejemplos de novelas históricas. Pocos deben haber olvidado títulos fundamentales como Boves el orugallo de Francisco Herrera Luque, La isla de Robinson, sobre la vida de Simón Rodríguez, o las mismas Lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri. Es interesante notar cómo autores que se han iniciado en la novela histórica vuelven años después con obras más elaboradas y acabadas. Es el caso de La visita en el tiempo, sobre la vida de Juan de Austria, que le valió a Uslar Pietri el Premio Príncipe de Asturias en 1990; o la hoy olvidada Luna de Fausto del mismo Herrera Luque, sobre las andanzas por nuestras salvajes tierras del explorador alemán Felipe de Hutten en el siglo XVI, a mi juicio la mejor novela histórica escrita en el siglo XX en nuestro país. Y es que de buenas novelas históricas y curiosos personajes la literatura venezolana puede exhibir importante y variada tradición. Tenemos heroínas eróticas, como la Manuelita Sáenz de La esposa del Dr. Thorne de Denzil Romero, que le valió el premio La sonrisa vertical 1988, entonces el premio más importante de literatura erótica en nuestra lengua; pero también tenemos héroes literarios, como el insomne y angustiado poeta Ramos Sucre deLa tarea del testigo, de Rubi Guerra; o desquiciados políticos, como el Diógenes Escalante de El pasajero de Truman, de Francisco Suniaga.

Sin embargo, quizás no haya en Venezuela un personaje histórico más seductor que el de Francisco de Miranda. La vida de este blanco de orilla que sale de una pequeña y escondida Caracas de fines del siglo XVIII para convertirse en protagonista de los sucesos más importantes de su tiempo no puede ser un plato más suculento para cualquier gustador de buenas historias. Aventurero, bibliófilo, militar, diplomático, músico, amante, ideólogo y escritor, lo supo bien Denzil Romero, quien en La tragedia del Generalísimo como después en su Grand Tour, lo convierte en personaje literario por excelencia, héroe de los episodios más alucinantes. Lo sabe también Inés Quintero, quien en su reciente Hijo de la panadera se rinde ante las aventuras de quien Arturo Uslar Pietri no dudó en calificar de "el caraqueño más universal, el venezolano más culto de su época".

Historiadora que escribe también novelas, Inés Quintero tampoco pudo sustraerse de la seducción mirandina. Conocedora como pocos de aquella Caracas convulsa del trance entre los siglos XVIII y XIX y de sus personajes, la autora no se adentra por primera vez en los movedizos campos del relato histórico. Ahí están su Criolla principal (Fundación Bigott, 2003) o El fabricante de peinetas (Alfa, 2011), donde ya había mostrado su innegable talento para la narrativa histórica. Si un gran libro es heredero de grandes tradiciones, El hijo de la panadera (Editorial Alfa, 2014) recupera impecablemente estos saberes, y los pone a jugar en la aún inacabada construcción de ese gran personaje literario venezolano que es Francisco de Miranda.



@MarianoNava

Por dinero la mayoría ha vendido la esencia personal y la vida en sociedad

Salvaguardar la patria personal

Por dinero la mayoría ha vendido la esencia personal y la vida en sociedad

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CARLOS GOEDDER |  EL UNIVERSAL
lunes 14 de julio de 2014  12:00 AM
Al profesor Massimo Desiato, in memoriam

Los venezolanos atravesamos por tiempos de oscuridad, usando el término de la filosofa Hannah Arendt. Escasez, violencia, totalitarismo y corrupción generan un desamparo individual ante una sociedad donde apenas se reconocen los valores morales. En tal sentido, se presenta el problema de mantenerse uno mismo humano en medio de este tiempo de confusión, incertidumbre y barbarie.

Stefan Zweig (1881-1942), conmocionado por la debacle europea en las guerras mundiales, abordó este problema en su trabajo final, sobre la figura del escritor Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592). El libro de Zweig se titula precisamente Montaigne (uso la traducción de Editorial Acantilado, 2008). A Montaigne se atribuye la creación del género literario del ensayo, con su textoEssais, publicado en 1580. Zweig señala: "Los Essais tienen un objeto único, y es el mismo de su vida: el yo o mejor, mi esencia".

Montaigne vivió tiempos difíciles en la Francia de segunda mitad del siglo XVI. El Renacimiento desaparecía en medio de guerras religiosas entre protestantes y católicos, donde la monarquía no dudó en matar masivamente a quienes no profesaban el catolicismo oficial. Durante la "Noche de San Bartolomé", entre el 24 y el 25 de agosto de 1572, la reina Catalina de Médici autorizó la ejecución masiva de protestantes (hugonotes), en una carnicería que dejó al menos 3.000 muertos en París. Las guerras religiosas duraron más de treinta años, entre 1562 y 1598. A esta violencia se sumaba la peste, que asoló la región de Burdeos donde vivía Montaigne, y que hacia 1585 causó la muerte de la tercera parte de la población.

Montaigne abandonó el cargo público hereditario que tenía y se retiró de la vida política para dedicarse a sus Ensayos. Tuvo que volver a ocupar, con desgano, el cargo de alcalde de Burdeos, entre 1581 y 1585. Zweig señala sobre Montaigne: "no concibe la actividad política sino en el sentido de la conciliación y la tolerancia." Esa visión de la política no fue la dominante en aquel tiempo.

Solución

El retiro de Montaigne a leer y a escribir fue la solución que encontró para apartarse del culto colectivo a la violencia y la depredación. Zweig considera que Montaigne se puso como tarea "la salvaguarda de la libertad en una época de servilismo generalizado a ideas y facciones". Se trataba de un hombre con esposa, seis hijas y propiedades, no de un ermitaño. Así que atendió estas responsabilidades y concentró el grueso de su energía en preservar su libertad personal. La visión de Montaigne fue que "solo aquel que se mantiene libre frente a todo y todos, conserva y aumenta la libertad en la tierra". Montaigne mantiene su independencia de ideas, no se traiciona a sí mismo cediendo a la voluntad intolerante del Gobierno ni a las tendencias radicales que enriquecían a los ganadores de las guerras religiosas. Sus escritos rezuman libertad. Para él, según Zweig, "lo que ha sido pensado en libertad nunca puede limitar la libertad del otro".

Montaigne mantuvo un examen continuo de sí mismo. Se preguntaba cotidianamente "¿cómo vivo?" y lo maravilloso de sus ensayos es que se va respondiendo esa interrogante sin plantear dogmatismos sobre cómo se debe vivir y sin dar instrucciones al lector. Zweig afirma sobre Montaigne: "nadie se entregó como él al arte más sublime, seguir siendo uno mismo." Y añade: "dejaba que el mundo siguiera sus caminos insensatos y enmarañados y solo se preocupaba de una cosa: ser juicioso de él mismo, humano en un tiempo de inhumanidad, libre en medio de una locura colectiva".

Vigilante

La figura de Montaigne nos propone una solución personal que pocos han adoptado bajo el totalitarismo de la Quinta República y el declive corrupto de la Cuarta. Se trata de mantener una actitud vigilante sobre uno mismo. Apartarse de las corrientes de enriquecimiento ilícito con contratos o fondos públicos. Sostenerse limpio de violencia contra el que piensa distinto. ¿Cuántos no critican a este Gobierno y sin embargo cobran dinero de él? Por dinero la mayoría ha vendido la esencia personal y la vida en sociedad, legando un país esclavizado y en ruinas y, peor aún, una vida personal empobrecida y carente del bien más preciado: la libertad. Si al modo de Montaigne cada venezolano trabajara cotidianamente por mantenerse leal a sí mismo, se revertiría el estado de cosas actual.

Zweig nos alienta: "nada nos protege más en una época de confusión y de bandos opuestos que la lealtad y el humanismo" y nos invita a seguir trabajando cotidianamente en pos de "aquella libertad individual, cuyo más decidido heraldo de todos los tiempos ha sido Montaigne".

cedice@cedice.org.ve

@cedice

Cuenta la leyenda que Galileo Galilei, poco antes de morir, al recordar los difíciles momentos vividos en el ominoso juicio del tribunal de Roma, sus ojos ya vedados a la luz (quedó ciego) se nublaban al contar que había sido obligado a retractarse de sus propios hallazgos, pero al instante una fuerza interna lo sostenía al repetir orgulloso, a modo de púdica venganza, cómo al desdecirse frente a los inquisidores dejó caer en el pesado ambiente de la sala que fungía de tribunal, la frase que de alguna manera reivindica en él, y en muchos otros, el pudor científico: "¡Y sin embargo se mueve!".

Galileo Galilei, entre la ciencia y la cruz

RICARDO GIL OTAIZA |  EL UNIVERSAL
viernes 18 de julio de 2014  12:00 AM
No resulta difícil para un lector contemporáneo imaginarse la escena: Galileo Galilei sentado en el banquillo de los acusados en la sala del tribunal romano, a la espera del veredicto. El bululú, la animadversión, el odio que restañaba la mirada del Sumo Pontífice Urbano VIII, la desconfianza de todos, la pestilencia de un pensamiento colectivo y retrógrado que deseaba cobrar con sangre la afrenta del científico. Se le acusa de apóstata, de infringir los dictámenes de la Santa Iglesia de Roma a través de sus posturas intelectuales y científicas. Se atrevió Galilei a rebatir de nuevo la tesis geocéntrica de Ptolomeo: la Tierra no es el centro del Universo, todos los planetas giran en torno al Sol. Si bien la postura de Galileo es muy digna, si se quiere segura de sí misma (altiva, dirían unos cuantos), a pesar de las humillaciones sufridas, no deja de llamar la atención a los lectores de hoy la sencillez de sus atuendos, la dejadez personal rayana en insania. Tal vez aquel sujeto acorralado, vejado, maltratado y vilipendiado se sentía fuera de este mundo: por encima del bien y del mal, y ya nada le urgía más que conservar por ahora el don de la vida, para así recoger las velas de una vida azarosa, plagada de éxitos y derrotas, de reconocimiento y de desengaños, que ya sentía en declive. Nada le importó al tribunal el duro viaje que tenía que realizar el científico desde Florencia hasta Roma, a través caminos infestados de plagas y bandidos; tampoco su debilidad física producto del fuerte reumatismo que padecía. Ni siquiera importó la avanzada edad de Galileo (69 años); extrema para la época, si se toma en consideración el promedio de vida para entonces. La sala lucía atestada de obispos, teólogos y filósofos, y el vaho del aire que se respiraba era, más que infecto, abyecto, porque se había urdido una estratagema para destruir al científico. Si bien el Papa Urbano sentía cierto respeto por Galileo, y de alguna manera había tratado de capotear el vendaval de la maledicencia para no tener que estar allí sentado en medio de personas que si bien inclinaban la cerviz ante su presencia en señal de respeto, en el fondo sabía que lo aborrecían, pero también que él los aborrecía a todos, ya que ante sus ojos eran una partida de crápulas e ignorantes, que hacían lo inescrutable para quedar bien parados ante su dignidad. Pero en aquel abril de 1633 las cartas estaban echadas: Galileo sería castigado por su atrevimiento, que ponía en tres y dos a la "autoridad y unidad de la Iglesia"; sería quizá condenado a muerte.

Se cuenta que titánica fue la lucha de los actores del tribunal de Roma divididos en dos bandos bien definidos: quienes abogaban por salvar a Galileo de una segura condena, y quienes pedían a ultranza su cabeza.  Si bien prevaleció el criterio de los primeros, y Galileo salvó su pellejo, no obstante fue condenado a prisión perpetua como un verdadero criminal. Gracias a la intercesión de sus afectos la pena la cumplió en una pequeña casa cercana a Florencia y era vigilado todas las horas del día, pero la condena moral no se hizo esperar: sus libros fueron nuevamente censurados, prohibida su venta (so pena de castigo a los que la infringieran), el Diálogo (libro que hiciera estallar la ira inquisitorial) fue convertido en cenizas, lo obligaron a retractarse de lo escrito y las visitas a su hogar fueron restringidas, sin permitírsele abandonar el lugar de la condena por ninguna circunstancia. Como ha de suponerse en estos casos extremos, y dado el espíritu sensible del condenado, Galileo fue presa de profundas depresiones y una sombra se posesionó de su ser hasta llegar a creerse que moriría de pena moral, pero no fue así. Como ave Fénix, Galileo se levantó de la pesadumbre y recobró el ánimo necesario para recomponer los pedazos de su vida. Se interesó de nuevo por la música y la pintura (grandes pasiones también) y por concesión de la Iglesia se le facilitó el adquirir equipos, eventualidad que le permitió continuar investigando y así realizar nuevos hallazgos.

Cuenta la leyenda que Galileo Galilei, poco antes de morir, al recordar los difíciles momentos vividos en el ominoso juicio del tribunal de Roma, sus ojos ya vedados a la luz (quedó ciego) se nublaban al contar que había sido obligado a retractarse de sus propios hallazgos, pero al instante una fuerza interna lo sostenía al repetir orgulloso, a modo de púdica venganza, cómo al desdecirse frente a los inquisidores dejó caer en el pesado ambiente de la sala que fungía de tribunal, la frase que de alguna manera reivindica en él, y en muchos otros, el pudor científico: "¡Y sin embargo se mueve!".

@GilOtaiza

rigilo99@hotmail.com

domingo, 29 de junio de 2014

En la cárcel de Tocuyito “La muerte llega por fax”

El Carabobeño Lectura Dominical 13 julio 2014

En la cárcel de Tocuyito “La muerte llega por fax”

Dhameliz diaz / ddiaz@el-carabobeno.com

Realidad mal dicha. "Hay muchos puntos positivos dentro de los presidios... Le estoy ofreciendo a los privados de libertad que hagan la revolución penitenciaria" [Ministra Bolivariana de Prisiones, Iris Varela/Boletín AVN, publicado página web de la UNES].
Ese jueves al borde del mediodía, para entrar al Internado Judicial de Carabobo en Tocuyito se mantenía una cola, inusualmente más larga. "Debe ser por los traslados", concluyeron algunas mujeres. Madres, amigas, novias, hermanas, madrinas. El hombre, ausente, por lo menos ese día de la semana. Las habituales conocen la rutina. Uno quiere invisibilizarse, mientras se precisa el procedimiento para entrar. El vendedor ambulante de refrescos de 2 litros grita de tanto en tanto: "rapidito", "rapidito". No ofrece la marca sino la posibilidad de entrar directo, 100 bolívares más el refresco, claro. Una hora.
Cédula en mano, sin más nada que con un koala para llevar libreta y bolígrafo, fue más que suficiente para que el guardia ordenara con ese aire de “no te vas a salvar” hacer la otra cola bajo el toldo donde seis guardias nacionales esculcaban según su "vena" bolsas con comida y objetos personales. El chaparrón que se desató obligó a las mujeres a romper el orden, unas para colearse ciertamente, pero bastó y sobró para que el guardia al mando comenzara una andanada de insultos: "después no quieren que las traten como los animales que son".
Trágame tierra. No llevaba bolsa alguno, ni cartera, ni portamonedas, advertida de que pueden robarte en esas revisiones como quien no quiere la cosa. Avancé a la mesa 1, asustada, la libreta… De una vez el uniformado hizo el gesto, siga, no había necesidad. Al entrar no entendí bien qué pasa en ese cuarto oscuro donde unas mujeres de franelas rojas extienden la mano, en la otra tienen billeticos de baja denominación, 2; 5; 10... La joven que estaba adelante preguntaba si me estaban esperando. La mamá de uno de los 4.695 internos se ocupó de explicarme: son las funcionarias de prisiones responsables de la requisa, "se conforman con poco, uno les da lo que pueda". Otra dinámica es cuando hay mujeres de la Guardia Nacional hurgando en el cuerpo de las visitas. Llevadas por sus hormonas, pueden agarrar por "las mechas", empujar, ser muy hostiles, comenta la joven amable a quien voy siguiendo por instinto de conservación.
Desconcertada por el trance, pretendo identificar los espacios que registré en una serie de reportajes publicados en El Carabobeño en 1981. ¿Ha visto hombres armados? No, contesté, sin prever siquiera el recorrido que me aguardaba hacia el Pabellón 6. Aturdida, no entendí la pregunta. Con su amiga, avanzamos hasta las rejas abiertas del Pabellón 6, tiempo suficiente para mirar al primer recluso con un arma en la mano. Mi reacción la advirtió, ¿No se lo dije? Sin poder balbucear ni una palabra, ella indicó "hasta aquí llegamos", su amigo las esperaba. Adelanté el paso apurada, zigzagueando el camino para no tropezar entre tantos hombres. Me detuvo en seco otro interno armado de pistola, que se atravesó sin reparar en mi presencia, caminaba apurado como ubicando algo o a alguien.

Pranes, luceros...

Siga derecho y pregunte. Al atravesar el pasillo, el patio que antes era un terreno destinado para la recreación, explicaron unos. Otros, un barrial destinado para el cultivo. Tres gallos de pelea en sus jaulas muy bien cuidadas ocupan buena parte del pasillo. Por allí nadie pasa. Entre reclusos hacinados jugando apuestas, consumiendo licor, voy adelantando para encontrar a la mamá de Jorge [nombre ficticio por si acaso]. Recorro la cuadra completa sintiéndome escaneada, como si cientos de miradas llevaran contabilizado el ritmo de la respiración agitada y el número de pulsaciones por segundo. No identificaba a nadie y tenía que moverme procurando no rozar a ninguno - ninguna, sin ver demasiado, para evitar problemas. Cuando creía que ya había caminado todo el espacio, un hombre de Dios me señaló una puerta de otro laberinto de hombres. Más pasillos repletos. Los encontré.
Lleva 9 meses allí, pero el castigo inclemente es el retardo procesal. Siete audiencias [la primera 20 días después de detenido] sin que se realizara el reconocimiento que lo libraría de culpa. Traslados que no se efectúan por una razón o por otra. Cuestan seis mil bolívares si urge la jaula de la policía por el desespero de no perder la audiencia. Ahora confía en que lo dejarán en libertad, la fiscalía no ha encontrado ninguna prueba que lo incrimine, al contrario. Tampoco hay acusación en su contra, nada jurídicamente sustentado, "la verdad procesal", como dicen los abogados, lo libera. Entonces el juez, que lo han cambiado dos veces, está dispuesto a sentenciar... 40 mil bolívares. Es cosa fácil, no hay nada en el expediente. Esperaba la boleta de excarcelación el lunes. No hemos tenido noticias.
En el espacio de 1.50 x 1.50 con linderos de mantas, duermen cuatro hombres. Cuando llegó a esa "celda" ya había un ventilador de pared que hizo entrar por partes la mamá de otro condenado a esas condiciones infrahumanas cuya causa es más vieja, sin que su juicio esté encaminado hacia la fase de sentencia. Para ese momento es impertinente preguntar si es culpable o cuál es el delito por el cual ha sido privado de libertad. "Tenemos que pagar obligatoriamente 100 bolívares semanales para la "causa". Mencionó a un tal "Culén", el pran principal. A Jordano, Reinaldo... Tercera del Tres, es la ubicación de los principales.
Al llegar lo primero que se aprenden son las reglas que se imponen para sobrevivir, "Los varones que se refugian en la iglesia son los encargados del aseo". El olor a aguas negras se intensifica. Ha comenzado a llover y el pasillo se inunda. Uno de los internos saca un haragán para impedir que el agua llegue hasta los tobillos. "Aquí también hay los internos que recogen los colchones para la visita". ¿Y cuando llueve de noche? Preocupados me invitan adentro, a esa especie de carpa oscura, maloliente, calurosa, la celda... El agua sigue subiendo, aunque parece que escampará por un rato. Ni me atrevo a preguntar por los baños, de tanto hedor... ¿Quién precisa el número de hombres del Pabellón 6?
Rastros de la Revolución Penitenciaria: Internado Judicial de Carabobo, "Tocuyito", hay unos 6324 internos según cifras del OVP en su informe de 2013. ¿Y saben cuál es su capacidad? 1200 personas. El hacinamiento para finales de ese año alcanzó 427%. Es el tercer penal más hacinado de los 34 que hay en Venezuela. El segundo más violento: 70 internos muertos el año pasado.

La cara oculta

Ya van tres motines desde que comenzó su pesadilla. Tres. El más cruento que recuerda comenzó en “La Placa”, un área donde se refugiaban lo que tienen deudas pendientes por drogas. Tres muertos. El lunes es el día de cobro, cuando se impone una especie de toque de queda dentro del recinto penitenciario. Acuchillados, heridos por disparos. No todos llegan a la enfermería, los más, son auxiliados por otros internos que se aplican a coser heridas. El armamento que sigue circulando es variado: FAL, pistolas 9 milímetros, granadas, peines caracol. Los rebeldes mandan.
2.000 semanal hay que pagar a la causa por un celular que puede prestar a otro recluso, por una tarifa de Bs 2 el minuto. La necesidad vital es rentable, vaya que sí, es la fuente de una economía de subsistencia. Y los vicios exacerbados también: alcohol de marcas reconocidas o no, marihuana en diferentes presentaciones, crack, cocaína y otro tipo de drogas son vendidas en tarantines, imagínese, buhoneros de drogas ilícitas ordenadamente en el pasillo que conduce al Pabellón 1.
La lluvia ha convertido el precario lugar en un barrial putrefacto. Las familias se han resguardado apretujándose en los pasillos techados. Unos muchachos, quizás 18 años recién cumplidos, permanecen en cuclillas matando el tiempo en juegos de envite y azar que no logro identificar. Uno de ellos empina una botella, son las 2:30 de la tarde, observé abismada, no podía creer. Dentro de ese patio, se levantan ranchos de tablas, que pueden resultar mansiones entre tanto trato inhumano.
La mamá de Jorge insiste en acompañarme. Periodista al fin y al cabo tenía que ampliar esta historia dramática que alcanza ahora a los estudiantes y disidentes políticos presos, que han enviado a cárceles como Tocorón (allí está el hijo del general Baduel, Raúl Emilio), a Yare, aunque el defensor de los derechos humanos Alfredo Romero explicó que allí las cosas no son tan así.
Salir del Pabellón 6, obligaba a atravesar el pozo que se había formado frente a la reja principal. La única opción era chapotear el agua hasta saltar y procurar caminar entre los barrotes. Ahí están el comedor, la enfermería. Intentaba identificar las oficinas donde la exfiscal I Nancy López de Godoy revisó causas ese noviembre de 1981 mientras adelantaba un reportaje ¿Pueden los pobres aspirar justicia? Tampoco las oficinas donde los defensores públicos como Aura Rojas ponían al día a los internos sobre su expediente. La cárcel ¿Fábrica de delincuentes? El Carabobeño, julio 1981
El deterioro carcomiéndose la edificación. La discoteca, “Seven”, dicen que se llama. La gallera, la piscina. ¿Por ese pasillo se irá al pabellón donde funcionaba el Ciclo Combinado Penitenciario, otra de las pautas de mi jefe de Redacción Salvador Castillo. El Carabobeño 8-9-1980.
Por el contrario, proliferaban los puestos de venta de drogas, licores, tabaco. Unas cebollitas... son de marihuana, me explican, una de las variadas presentaciones de la hierba. Cuadritos azulados “eso es crack”. Otro puesto de bebidas alcohólicas. Marcas de whisky barato, ron, variedades, deduzco que se ajustan a la demanda y la capacidad de los bolsillos. En las rejas del Pabellón 1 finalizó el recorrido. La lluvia ha convertido en un lodazal resbaladizo el piso resquebrajado.
Desde hace 2 años la ministra Iris Varela cuenta con el decreto 40.031 para la infraestructura carcelaria, “cosa que no ha hecho”, recuerda Carlos Nieto, coordinador de la ONG una Ventana a la Libertad.
También es letra virgen el artículo 272 de la Constitución Bolivariana de Venezuela. “Nada de lo contemplado se ha cumplido. En las colonias agrícolas que ya existían, El Dorado y en la Penitenciaria General de Venezuela con 200 hectáreas agrícolas no se ha sembrado ni un tomate, pretenden destinarla a la Misión Vivienda. De la Asistencia Post penitenciaria etc., etc., etc. han sido sueños de luchadores. Ese artículo fue aprobado por mayoría absoluta en la Asamblea Nacional Constituyente y pasaron como 5 minutos de pie aplaudiendo, entre ellos Iris Varela, que formaba parte de la Comisión de Administración de Justicia que presidía Gómez Grillo”.

Seis meses han transitado desde el asesinato de Mónica Spear y Thomás Berry en la autopista Valencia-Puerto Cabello. El recuerdo de este suceso persigue a los conductores que la recorren con miedo y los habitantes se han acostumbrado a que la zona haya quedado marcada. El gobierno nacional, responsable de la seguridad de todas las vías expresas, aumentó el patrullaje y los puntos de control, pero los esfuerzos son insuficientes y se han diluido con el paso de los días...


La marca roja de la autopista

El lugar donde asesinaron el 6 de enero de 2014 a Mónica Spear y Thomas Berry
El lugar donde asesinaron el 6 de enero de 2014 a Mónica Spear y Thomas Berry
Seis meses han transitado desde el asesinato de Mónica Spear y Thomás Berry en la autopista Valencia-Puerto Cabello. El recuerdo de este suceso persigue a los conductores que la recorren con miedo y los habitantes se han acostumbrado a que la zona haya quedado marcada. El gobierno nacional, responsable de la seguridad de todas las vías expresas, aumentó el patrullaje y los puntos de control, pero los esfuerzos son insuficientes y se han diluido con el paso de los días: el Punto de Atención al Ciudadano –parte del Plan Patria Segura- trabaja solo hasta las 6:00 pm; la policía Municipal de Puerto Cabello tiene una patrulla para recorrer 50 kilómetros y la Policía Nacional Bolivariana no posee estadísticas de su gestión

Mario Álvarez manejó la gandola con 19.500 kilos de carga más de 30 kilómetros con un caucho espichado. Cuando faltaban cerca de 4 para llegar al peaje, se le reventó el segundo. Así, haciendo cojear a una cava de pollo congelado, rodó por miedo a detenerse en la autopista Valencia-Puerto Cabello. Álvarez, que salió de Chivacoa, se recuesta del capó a esperar a que la empresa de transporte le haga llegar dos enormes cauchos para poder seguir su camino. Prefiere causarle un daño al vehículo, prefiere perder el día esperando los repuestos, prefiere rodar con el tac, tac, tac de la incertidumbre, a pararse en el hombrillo de esa vía acechada por malas noticias y malos recuerdos.                                                                                                             
El domingo pasado se cumplieron seis meses del asesinato de Mónica Spear y Thomás Berry en el kilómetro 194. Esa reminiscencia persigue a los conductores particulares, a los grueros, a los funcionarios de seguridad, a los vecinos de la autopista. El suceso se convirtió en una marca en el mapa que se mueve de acuerdo con la aprensión del que la transite: “Aquí fue lo de Mónica”, “Por aquí mataron a la miss”, “En esta curva pasó la tragedia de la muchacha”. Cada quien cree que está en el sitio del hecho, cada quien siente que puede ser también víctima. 
Aunque es mediodía, en el lugar donde asesinaron a la pareja corre una brisa fría. Dos árboles de fronda amplia cubren el hombrillo del canal de subida justo donde detuvieron el carro con un desperfecto esa noche. A pocos metros hay una quebrada convertida en vertedero de basura; entre las piedras y el monte se ven cauchos rotos, botellas –muchas- de cerveza, una tabla de plástico rosado que pertenecía a la mesa de una niña. Una tubería de Pdvsa gas se asoma de vez en cuando. Y está la brisa fría.
Una patrulla de la policía municipal de Puerto Cabello se detiene. “Ahora todos dicen ‘Aquí fue donde mataron a Mónica’. Anoche asistimos a un doctor que se accidentó en Las Trincheras y estaba asustado porque decía que había sido ahí”, cuenta uno de ellos. Piden no ser identificados y aseguran que esa es la única patrulla que hace el recorrido fijo -día y noche -de los 50 kilómetros de autopista, en guardias de 24 por 48 horas.
“Con la muerte de la actriz se intensificó el patrullaje. Vino la Armada, la Guardia Nacional, la PNB. Eso duró un mes; la PNB está en el peaje y a veces aparece. Quedamos solo nosotros desde el puente El Cambur hasta la entrada de Morón. Y la oscuridad”, señala uno de los funcionarios. “Hacemos mucho con una patrulla que no sirve. Hay apenas seis para todo el municipio. Los malandros tienen mejores armas que nosotros que hemos llegado a comprar nuestras propias municiones a 2.000 bolívares la caja de 25 tiros. Yo no me voy a dejar matar. No tenemos ni chaleco antibalas, pero sí una familia que nos espera”, dice su compañero golpeándose en el pecho. Ricardo Spear, hermano de la miss Venezuela fallecida, recuerda las carencias de aquel 6 de enero, que aún persisten.
“No hay fondos para patrullas; esa noche no contestaron la llamada de emergencia de Mónica. Mientras tanto, tienen una flota de camionetas de Pdvsa usada principalmente para promoción gubernamental”. El gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, declaró el 18 de enero que la llamada al 171 sí había sido atendida y grabada, pero no hubo tiempo de evitar las muertes.
Cerca del lugar del asesinato hay un caserío. En el patio de la casa de bloques pintados de rosado hay dos perros flacos amarrados con cadenas. Ambos se ponen de pie con flojera, pero ninguno ladra por la llegada de extraños. Al tocar la puerta, Adriana Quevedo sale apurada. Dice que ahí viven “calidad”, pero que sus amigos no quieren visitarla. “Me preguntan dónde vivo y cuando les digo que en El Cambur me dicen ‘Ayyy, por donde mataron a Mónica. Eso es zona roja’”. Quevedo, de 24 años de edad, llora cuando recuerda a Spear. “Yo tuve un hijo especial que se me murió. Y ella ayudó mucho a los niños con problemas. Quisiera ser actriz”, dice. Después de despedirse se asoma por la ventana y se queda mirando la vía sin decir más nada.
“Eventual”
Un tramo de la calzada inaugurada en 1966 es de concreto; otro, de asfalto; de la montaña se desprenden piedras cuando hay algunas lluvias fuertes; en la mayoría del empinado trayecto no hay postes de luz. Buena parte de los que la transitan son gandolas de containers que vienen o van a Puerto Cabello, la aduana más importante del país. Hay huecos, desniveles, intentos de asfaltado a medias, turistas que van a las playas de noche para burlar la cola. La Valencia-Puerto Cabello, atrapada entre las montañas donde se asientan pequeños poblados e invasiones, es una ruta de alto riesgo y para conocedores. “La vía es completamente insegura. De día es un poco más tranquila, pero igual hay que tener cuidado. Después de la muerte de la miss mejoró la seguridad, pero solo un tiempo”, dice Álvarez, el gandolero de los cauchos.  
Desde que en 2008 la respuesta presidencial a la victoria de varios candidatos opositores en alcaldías y gobernaciones importantes fue recentralizar varios servicios públicos, las autopistas son responsabilidad del Ministerio de Transporte Terrestre. Hasta El Cambur, es municipio Naguanagua; desde allí hasta El Palito, está el municipio Puerto Cabello. “La autopista es competencia del gobierno nacional y ciertamente después de lo ocurrido a Mónica Spear tomaron algunas medidas como la colocación de más puntos de la guardia, pero no es suficiente porque esos dos puntos son estáticos, en una autopista que tiene cerca de 50 kilómetros de trayecto. Y las bandas locales le toman el golpe a esa situación y atacan a los vehículos que transitan. Es necesario que volvamos al esquema que funcionaba cuando las autopistas estaban descentralizadas y el patrullaje de carretera era constante y estaba el servicio de grúas”, dice Alejandro Feo La Cruz, alcalde de Naguanagua. 
La comunidad de Las Trincheras, donde están las conocidas aguas termales, sí es competencia del alcalde Feo La Cruz. Vecinos del lugar coinciden en que tienen que cerrar sus comercios a las 6:00 pm por la inseguridad. “Sí hay más patrullaje, pero es por corrupción”, comenta un muchacho que no quiere decir su nombre. “Aquí agarran a los delincuentes y los sueltan, entonces salen alumbrados porque estuvieron presos, se sienten más importantes, son más malos”, añade una muchacha. “Es importante que se realicen actividades de inteligencia para desmontar las bandas que se dedican a delinquir en esa ruta, que muchas veces se esconden en El Cambur y Trincheras. Que yo sepa en Trincheras no opera una banda específica pero sí hemos tenido conocimiento de que algunas veces, por ser una zona montañosa, es fácil que sea utilizada para esconderse”, explica Feo La Cruz. Miembros de la banda "Los Sanguinarios de El Cambur" fueron acusados por las muertes de Spear y Berry. Las autoridades han declarado que fue desmantelada. 
A pocos metros de allí, debajo del distribuidor El Cambur, está el Puesto de Atención al Ciudadano del Plan Patria Segura que se instaló hace un año. Los militares de la Armada y la Guardia Nacional que inspeccionan a los carros saben que los delincuentes conocen su horario. “Estamos de seis de la mañana a seis de la tarde. En la noche nos replegamos en las carpas. No tenemos motos ni vehículos, aunque deberíamos tenerlos. La delincuencia sabe que después de cierta hora no hay nadie aquí”. 
Esta semana la diputada de Proyecto Venezuela al consejo legislativo de Carabobo, Neidy Rosal, denunció que persiste la inseguridad. “Vimos cómo los tres primeros meses del año pusieron unos puntos de control en El Cambur pero en este momento funcionan en horario de oficina, a partir de las 6 pm quedan las autopistas totalmente desguarnecidas. El 4 de julio hubo un incidente cuando 18 vehículos fueron impactados con piedras y palos y hasta una viga. Esos vehículos llegaron al peaje de La Entrada y allí denunciaron lo ocurrido; otros llegaron a Puerto Cabello desesperados. En este momento no hay excusas para que el gobierno nacional y regional ponga puntos de control”. 
El supervisor de la PNB en el peaje –que no puede identificarse sin la autorización del ministerio de Interior y Justicia- enfatiza que solo fueron seis carros los atacados, que nadie denunció y que se trató de un caso “eventual”. “De repente una persona tomada, un demente, le causó daño a seis carros nada más. Fue fortuito. Tal vez un borracho, un indigente se puso a lanzar cosas. Nosotros salimos a patrullar y no encontramos a nadie. Estar en el momento en el que ocurre el hecho es muy difícil. No es un modus operandi”. El guardia nacional, en cambio, sí considera que es una constante: “Todos los días lanzan algo”. El funcionario de la PNB asegura que el organismo está desplegado en toda la autopista, pero no cuenta con estadísticas de su actuación porque están centralizadas. 
Tres minutos
El Chevette tiene adaptado un motor de Blazer. Cerca de Las Trincheras el experimento mecánico se accidenta y el chofer y su hijo se orillan. Cuando ven que se acerca gente, se paralizan. “En febrero casi nos mataron a 50 metros del peaje de La Entrada. Nos paramos para que mi hijo orinara y cuando volvimos al carro ya los tipos estaban adentro. Le pusieron una pistola en la cabeza a él para que yo les diera todo”, dice César Serritiello, que recorre la autopista a diario. Mientras el niño lo ayuda a quitarse la grasa de las manos, dice que no es buena idea estar hablando ahí. Antes de arrancar el carro –que casi vuela gracias a la prótesis de potencia– dice que le llama la atención que ahora hay menos grúas prestando servicio. “Tal vez tiene que ver con lo que pasó con la miss”. Serritiello no puso denuncia de su asalto a pesar de haber ocurrido a metros del puesto de la PNB.
En El Palito se acaba la autopista. Allí hay un destacamento del CORE 2, uno de la policía municipal de Puerto Cabello, varias ventas de almuerzos y algunas grúas. Luis Enrique Núñez lleva 15 años como gruero. “Patrulleros no hay, lo que hay son matraqueros. Tú vas a montar un carro en una zona peligrosa y no ves a nadie”, dice. Núñez conoce al que atendió a Berry y a Spear la noche del asesinato. “Él vendió esa grúa y compró otra, pero se la dio a alguien para que se la manejara. Hace como un mes que no lo veo, ya no se baja aquí a conversar como antes. Quedó mal, le da miedo”. El recorrido en carro desde allí hasta el kilómetro 194 toma exactamente tres minutos. Esa noche, seis meses atrás, nadie llegó a tiempo para auxiliar a Spear.
Con luces intermitentes

Jacobo Vidarte, del Centro de Investigación Educación y Seguridad Vial, da recomendaciones para protegerse en la autopista Valencia-Puerto Cabello, especialmente en estas vacaciones:

-Ir en caravana si vamos a viajar de noche.
-Notificar a dónde voy y a qué hora estimo llegar.
-No pegarse a los carros para evitar ser emboscado.
-Se recomienda ir -a buena distancia- detrás de un vehículo de carga para que sirva de escudo si lanzan objetos para robar.
-Dar a los familiares la clave del GPS del vehículo.
-Se recomienda contactar al operador de emergencia de la compañía de teléfono celular, porque suelen hacer seguimiento al caso y así estás monitoreado.
-Si es de noche, no detenerse por un caucho espichado. Es mejor rodar a un lugar seguro.