Yo soy

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domingo, 15 de febrero de 2015

Zapata de la Z a la A (II)

Barroco: lo monstruoso en la caricatura Buena parte de la caricatura política latinoamericana está hecha desde la perspectiva ideológica del pensamiento marxista y desde el anti-imperialismo. La manera como se ha hecho imagen del enemigo ha sido a través de un imaginario de lo grotesco. El poder es feo, los parámetros de lo feo, según una idea cultural de lo feo, es aquello que funciona como la muerte, como una serpiente, como armamento de grueso calibre, como dinosaurios, gorilas, trogloditas, etc. Lo barroco ha sido, como la iglesia en siglos de la Reforma, una estética que favorece formas de manifestación de lo “horrible y desagradable para estremecer a los hombres y dirigirlos enérgicamente a cierto círculo de ideas o 5 determinadas emociones” (Weisbach, 1942: 85). El poder se hace visible en la caricatura bajo la imagen de lo grotesco. Los Zapatazos participan de el barroquismo, pues apelan a ese sentimiento para favorecer el rechazo, la fobia, la venganza, la solidaridad. Los Zapatazos construyen una noción de imagen fea, de rasgos frenéticamente exagerados (como dice Warbur, (citado por Gombrich. 1978: 29), de delgadeces hasta lo cadavérico, gorduras mayores a las de Botero, alturas de cerros donde habitan los desposeídos, pobreza y hambre extrema y aborrecible y riqueza grosera igualmente aborrecible, ranchos de distintos materiales improvisados, alturas de los personajes o respecto a los oponentes (exageradaamente altos y exageradamente bajos). Todo en Zapata es barroco, puesto así para generar efectos de sentido que apuntan hacia lo injusto del establecimiento, hacia la solidaridad con las víctimas. En antologías como El dibujo político para una nueva sociedad (s/f), presentado por Ortizpozo para la revista Nueva Sociedad y en El humor como arma de lucha ideológica Nº 2 (prólogo de Omar Cabezas, 1985) puede encontrarse una muestra interesante de lo que se hacía en la caricatura latinoamericana de las décadas de los setenta. Tienen en común el tratamiento de la imagen del enemigo y, sobre todo, la temática. En esas caricaturas se busca descalificar al que se identifica como enemigo haciéndolo pasar por una representación visual monstruosa. Lo feo, lo terrible atraviesa casi todas las caricaturas, de manera que la imagen corresponde a un discurso de base ideológica izquierdizante. Se trabaja la imagen como el enfrentamiento entre el débil (pueblo Latinoamericano) y el fuerte (Imperio y enemigos de clase). Así, la imagen es portadora de una carga sesgada hacia un discurso político en donde no se localiza a un actor popular sino al programa político e ideológico al anti-imperialismo y a sus aliados internos, al mercantilismo, como solía decir la retahíla, a lo que ahora se llama “capitalismo salvaje”, siguiendo la frase de Juan Pablo II. La fuerza y la estupidez del lado del antihéroe, del lado del débil la inteligencia y los valores morales. No muy distinto a lo de ahora, solo que ahora la lucha va en la dirección de lo concreto. En algunos trabajos de Zapata puede observarse esta tendencia. Veamos un par de caricaturas de autores latinoamericanos dentro de esta orientación y un par de los trabajos de Zapata. Otro aspecto que puede verse superado en los Zapatazos consiste en la temática y en el tratamiento de la enunciación. ¿Quién habla en los Zapatazos? La respuesta es que quien enuncia tiene la posición privilegiada para poner en circulación elementos semánticos que flotan, que son traídos al texto por la habilidad de autor, de un artista de la palabra que maneja las sutilezas que rodean el sentido de lo tratado. En la caricatura de la colección ¡Firme Zapata!, 2000,p.131 aparece la imagen de la estatua ecuestre del libertador de la Plaza Bolívar de Caracas con su sombrero extendido y el texto dice : “¡SEÑOR GOBERNADOR ¡POR EL AMOR A DIOS! UNA LIMOSNITA PARA CARACAS”. Es la frase de rigor del pordiosero, ya que quien la enuncia es el sombrero extendido, no la emite el Libertador. Esto le confiere una carga semántica propia del pordiosero Quien habla es el sombrero y eso le hace recorrer otro sentido, atado a Bolívar, con lo que el Hijo dilecto de Caracas llega al extremo de pedir por su ciudad una limosna. Allí radica la mordacidad de la sentencia,, la crítica corrosiva y lapidaria. En eso Zapata es un maestro. Zapata consigue su propio estilo en el tratamiento de la caricatura cuando le da voz a los asuntos populares: su hambre, su vestido, sus servicios. Va dejando la caricatura ideológica y centra su mirada en la preocupación del hombre real,en el hambriento de los cerros pobres de Caracas, en los pequeños seres que fueron arrastrados por la dinámica de la economía y la cultura a la ciudad, a los barrios insalubres a lo que los sociólogos llaman el cinturón de miseria. Ese hombre común que se ilusiona y se decepciona va a ser el sujeto de sus caricaturas. También cede la palabra a actores considerados enemigos para que se expresen, para que digan de viva voz su sentir. Allí está la clave de la obra de Zapata. La caricatura política tiene un lenguaje partidista, ideológico, su imaginario concierne a la preocupación de las ideologías, a los programas antiimperialistas de los partidos de izquierda. La aparición del personaje zapatiano (Coromotico, de las beatas, de los hombres, mujeres y niños en mesas vacías, remendado hasta los huesos o semidesnudos, los burócratas, los militares), con su voz propia, ironizando y poniendo en evidencia de manera directa, sin mediación de una voz extra. Lo que lo distancia de la caricatura ideológica es su apuesta por mostrar las pasiones del hombre común: esa es su poética, mostrar el recorrido de las pasiones del venezolano común de los últimos cuarenta y cuatro años. La caricatura de Zapata pone en evidencia el día a día de una sociedad, mientras que la caricatura ideológica ofrece su esfuerzo con un imaginario que es más programa político partidista, explicación ideológica de intelectuales que simulacro de la vida diaria. La enunciación en la caricatura ideológica está en sus ideologías, en sujetos ideologizados que se encuentran distantes. La mayor parte del trabajo de Zapata, que comienza en sus primeros trabajos y se profundiza, consiste en hacer de sus actores personajes con problemas reales, abordados de una manera directa, muchas veces sin mediación, ya que no siempre sus actores pobres tienen conciencia de su situación, son, inferiores a la realidad como teorizó Lukacs en su Teoría de la novela. Eso les aporta más efectos sensibles y hace más eficaz la caricatura. En otras oportunidades saben que no habrá solución para sus problemas. Zapata no los sustituye, les cede la palabra y ellos los sujetos del Zapatazo se muestran irónicos o afectos a determinadas ideas. Sus personajes son más concretos, pertenecen a una sociología urbana: burócratas, adulantes, pobres descalzos y hambrientos, madres que solo poseen niños, ranchos, torres petroleras, militares, televisores, espadas, distintos símbolos populares para designar las prebendas políticas, intertextos de todo tipo, fraseologías a granel, léxico venezolano, etc. También hay mujeres en las caricaturas. Unas ricas, sin hijos, enjoyadas, gordas, muy corpulentas y bien vestidas, pero hay otro tipo, la madre pobre. Las beatas son las otras mujeres de las caricaturas. Esa madre que puebla las caricaturas de Zapata, descalza, vertida con harapos y siempre con un niño en brazos es una imagen permanente. Es el intertexto de la imagen de María y el niño. Esta madre de los Zapatazos lleva en brazos un niño, como la imagen cristiana de María. Es un intertexto visual común a los católicos, siempre dados al eterno femenino. La madre de los Zapatazos no está en reposo, con el niño en el regazo. No, está casi siempre de pie, soportando el peso de la prole, de su cría. Es una madre angustiada, una madre pobre, pero su imagen no podemos disociarla de la imagen del catolicismo. En pocas oportunidades también el hombre sostiene al niño como en la imagen de la iglesia. Ellas dialogan, participan de la misma pose, del mismo rol, la de dar la vida y sostenerla. Tienen el rasgo común del niño desnudo, símbolo de la vida pura, sin nada que le enmascare. Es un niño colgado a su cuello, aferrado a la vida. El aporte visual de los Zapatazos es extraordinario, ha legado una iconografía completa del drama en que terminamos.

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