Yo soy

Yo soy

domingo, 7 de febrero de 2016

Cabeza caliente, hombre conciliador, Rizomas del cuerpo del filósofo y prolífico autor Jonatan Alzuru parecen instantáneas biográficas de un hombre que se divide para hacer equipo consigo mismo, y con el entorno; que se deja tentar por la mirada multifocal –él ve la realidad con devoción y desde varios puntos de mira, mosca pues–; y que intenta la reconstrucción propia y ajena con la misma pasión porque está consciente, desde su particularidad, del todo.

Rizomas del cuerpo, de Jonatan Alzuru
Viaje a un libro raíz

Jonatan Alzuru Aponte / Foto tomada de Ideas de Babel
Jonatan Alzuru Aponte / Foto tomada de Ideas de Babel
Publicado en 2015 por Bid & Co. Editor, la obra es un homenajes a su amistad con el escritor Rafael Castillo Zapata, y a sus diarios  

Cabeza caliente, hombre conciliador, Rizomas del cuerpo del filósofo y prolífico autor Jonatan Alzuru parecen instantáneas biográficas de un hombre que se divide para hacer equipo consigo mismo, y con el entorno; que se deja tentar por la mirada multifocal –él ve la realidad con devoción y desde varios puntos de mira, mosca pues–; y que intenta la reconstrucción propia y ajena con la misma pasión porque está consciente, desde su particularidad, del todo.
Con el cuerpo como bandera, esa cabeza caliente, ese hombre conciliador, entiende las partes y sus fragmentos, entiende la anatomía, pero tiene vocación por los hilos, por los tejidos; entonces el dueño de esta sesera que piensa, que mira con ojos a través de los obstáculos, coincide con otros estudiosos del tiempo que han dicho que el siglo que pasó fue el siglo del cuerpo, el cuerpo objeto y sujeto, el cuerpo y la belleza, el cuerpo reventón, inyectado, relleno y musculoso, el cuerpo sano en mente que a lo mejor, el cuerpo que se conecta y se desconecta, el cuerpo del que prescindimos en el aborto, el cuerpo que desenchufamos en la eutanasia, el cuerpo que no se entierra en velaciones infinitas de podredumbre, el cuerpo sacrosanto cuyo sarcófago se abre entre gallos y a medianoche, el cuerpo hambriento y en huelga de hambre, el cuerpo vivo o muerto. Rizomas es cuerpo y reproducción del cuerpo, es el cuerpo a la ene, pero también es alma, en conexión, en fusión; rizoma es la vida que viene de la vida. Es cuerpo colegiado.
Los libros son un viaje, lo que nunca sabes es a donde te llevarán ni la primera ni la segunda vez. El escritor ecuatoriano Javier Vásconez dice, obviando toda consideración geográfica, política, imperial o urbanística, que las ciudades existen cuando son escenario, set, referencia en la literatura. En Rizomas del cuerpo, el libro se ubica en el país, el país del autor que así lo hace: está Barlovento y unas aguas oscuras que parecen una vulva gigante, y se puede oír entre el rumor cálido del Caribe el grito extranjero auguri en esta tierra de bocota abierta. Así como tiene de nosotros todo lo que sudamos, que secretamos, que vertimos, este libro tiene lugar en el bosque de neuronas de quien cuenta y se cuenta, es una entrada a un carrusel de imágenes, de sentimientos, de recuerdos, de persistencias de la memoria, de pruebas superadas. Hay sangre, vómito, lágrimas. Hay ficción y hay realidad, en igualdad de condiciones, porque son gemelas, porque se complementan, porque se esperan en el espejo (el neolenguaje es un mal ejemplo que confirma).
Rizomas también es un trabajo admirado, un testimonio de amistad al prolífico autor Rafael Castillo Zapata a quien honra, y es también la consecuencia de un acicate, de un temblor, de la conmoción de campanazo que producen las palabras ajenas, algunas, y cuya consecuencia son las palabras nuevas que, como semillas polinizadas, crecen en otras páginas, estas. Que han hecho y hacen tienda aparte en la paridad, como las células y, en el papel de lupas, de escalpelos, muestran descarnadas emociones y diseccionan miedos, pensamientos, dogmas, relaciones, espasmos, dolores. Jonatan Alzuru hace que se repitan, hace insistente bis, hace rizomas, pues, con la intención aviesa de que sean dedos en la llaga, superación –no perfección–, camino.
Parece desahogo, y es ahogo, parece una declaración de amor y lo es, contiene verdades terribles y mentiras fabulosas, esas que gustan –a mí me gustaría que me mintieran así–, y están las palabras volando como en una montaña rusa, sonriendo, suplicando, estacionadas como en una autopista de vértigo, en el Ciempiés, una al lado de otra en fila de hormigas como decía García Márquez que es como se escribe: pones una palabra y luego la siguiente. Ah, pero sabemos que la manera en que se produzca esa junta está el secreto, el milagro o el corto circuito, el shock. Según vayan, ordenadas o en zigzag, realengas o socarronas, dirán sí o dirán no. Como apunta con propiedad el maestro Cruz Diez no es lo mismo el azul al lado del rojo que el azul junto al amarillo; y no habla de mezcla, habla del estar al lado y del efecto que causa.
Este es un libro para que esté al lado, para tenerlo en la mesa, a mano, para jugar, para conmoverse. Rizomas del cuerpo. Rafael Castillo Zapata es un libro para pensar ¿y en qué más pensar que en hacer cuerpo, todos, en admitir y asumir? ¿Por qué no oír lo que dicen como novela, cuento, ensayo, diario estos rizomas, que pueden ser un retrato de nosotros, esta papa caliente con su furúnculo naciendo y haciendo futuro? ¿Por qué no le sonreímos a la raíz, le hacemos carantoñas al fruto? ¿Por qué no hacemos parto de rizomas, en racimos, remamos sin roce, en rima rezamos?

Rizomas del cuerpo. Rafael Castillo Zapata
Jonatan Alzuru Aponte
Bid & Co. Editor
Caracas, 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario