Yo soy

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sábado, 20 de febrero de 2016

Libro de Ezequiel 18,21-28

I. Contemplamos la Palabra

Libro de Ezequiel 18,21-28

“Así dice el Señor Dios: Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá.
Comentáis: No es justo el proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”.

Sal 129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8 R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?


Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,20-26

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama renegado, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto”.

II. Oramos con la Palabra

CRISTO, es tan serio el perdón y la reconciliación, que es lo único que comentas del Padrenuestro. Dame la humildad para pedir perdón cuando he hecho algún mal a otro, y el amor para reconciliarme con quienes tienen algo contra mí. La reconciliación es el clima habitual de quienes queremos ser discípulos tuyos.

III. Compartimos la Palabra

  • La conversión es siempre posible

El profeta Ezequiel, sacerdote del templo de Jerusalén, que ve a su pueblo desterrado a causa de la infidelidad a su Dios, les amonesta a la conversión personal. “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta viva”.
Cada día celebramos en el altar el memorial vivo y perenne de la Pasión y muerte de Jesucristo, testimonio supremo de su amor a los hombres, y fuente inagotable de vida sobrenatural, que eso es la Eucaristía: sacrificio y comunión.
“Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis mandamientos, ciertamente vivirá”. Estamos a tiempo. Clamemos con el salmista: “Desde lo hondo a ti grito, Señor, escucha mi voz. Porque si llevas cuenta de los delitos, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, porque tienes misericordia”.
  • La reconciliación, condición indispensable.

No nos hagamos ilusiones, no basta clamar a Dios, ofrecerle culto: antes está el precepto del amor. Ya lo dijo un maestro de la Ley: “Amar a Dios y al prójimo es antes que todos los sacrificios y holocaustos” (Mc. 12, 33). Jesucristo, con la autoridad con que enseñaba explica el alcance del precepto “No matarás”. Y os digo: “Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado. Antes de presentar tu ofrenda ante el altar, vete a reconciliarte con tu hermano, y después, vuelve a presentar tu ofrenda”.
El amor a los hermanos, hecho unión, servicio, perdón, es lo que tenemos que potenciar en nuestra familia y en las relaciones con los demás, que eso lo exige la conversión a la que nos invita este tiempo cuaresmal.
Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad - MM. Dominicas 
Palencia 

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