Yo soy

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sábado, 6 de febrero de 2016

La editorial de la Universidad Diego Portales ha superado la barrera de lo meramente académico. Publica desde ensayo y poesía, hasta crónica y diario íntimo. Sus libros (entre 30 y 40 al año) ya se conocen en toda América Latina y se ha ganado el prestigio de ser referente en la actualidad

“La historia de la literatura tiene que ver también con cómo la gente sobrevive”

Matías Rivas, director de Ediciones UDP de Chile / Foto Universidad Diego Portales
Matías Rivas, director de Ediciones UDP de Chile / Foto Universidad Diego Portales
La editorial de la Universidad Diego Portales ha superado la barrera de lo meramente académico. Publica desde ensayo y poesía, hasta crónica y diario íntimo. Sus libros (entre 30 y 40 al año) ya se conocen en toda América Latina y se ha ganado el prestigio de ser referente en la actualidad

Matías Rivas es un nombre conocido en Chile. Su trabajo se refleja en un gran número de publicaciones, aunque él no las haya escrito. Sin embargo, todas ellas lo tienen como punto central. Desde el año 2003, Rivas asumió la dirección de Ediciones UDP, una editorial universitaria chilena (de la Universidad Diego Portales) que se ha convertido hoy en un referente de publicaciones literarias de calidad que van desde la crónica y el ensayo, hasta la poesía y la ficción. Voces importantes, tales como Christopher Domínguez Michael, Edmundo Paz Soldán y Beatriz Sarlo son parte del catálogo.
Entrevisto a Rivas en su departamento. En la sala hay un escritorio lleno de manuscritos, libros y una computadora. El editor (y también poeta) no descansa y continúa su trabajo en casa. Incluso, su tarea como difusor cultural no solo la hace desde su editorial, sino también desde su cuenta en Facebook. Para muchos, ya ha sido común leer su muro en donde comparte relatos, poemas, ensayos, entrevistas o videos, de artistas, escritores e intelectuales tanto de renombre como poco conocidos.
–Ediciones UDP se fundó en 1986 como una típica editorial universitaria, pero a partir del 2003 dio un cambio que coincide con tu llegada. ¿Qué sucedió?
–La universidad tomó la determinación de tener una editorial que no solo se hiciera cargo del ámbito académico, sino hacer también un aporte al país que publicara textos de ensayo, textos de valor patrimonial en el sentido de revisiones importantes; que armaran textos de poesía, que se hiciera cargo de otros géneros de los que, en general, no se hacían cargo las editoriales, como el caso de las biografías.
–La Colección Huellas y la Colección Vidas Ajenas publican textos de géneros que habían sido marginados o poco tomados en cuenta (los diarios, las crónicas, las entrevistas, las columnas en la prensa de los escritores), pero que hoy más que nunca se están volviendo a recuperar, tanto en la academia como por el lector cotidiano. A nivel de las colecciones, ¿son las que más apego tienen con el lector?
Sin duda. Asimismo, la editorial también decidió no solo publicar autores chilenos. Uno de los espacios que cubría poco era la biografía, los diarios de vida, el biografema, todo lo que tenga que ver con la literatura y la intimidad. Entonces abrimos una colección [Vidas ajenas] vinculada con ese tema, que ha tenido bastante impacto, y también la colección Huellas, que recoge ensayos, columnas. Publicamos también muchos críticos. Allí están Christopher Domínguez Michael, Ignacio Echevarría. También publicamos crónicas. Yo tengo la sensación de que los géneros que están llegando a la gente no son necesariamente solo los libros de ficción. Por lo menos a los lectores que tengan intereses culturales. Entonces, ese tipo de textos son tanto o más literarios que una novela. No veo la diferencia. Yo creo que muchos de los grandes ensayistas han publicado fragmentos de su obra en revistas. Los mismos libros de Borges están armados de fragmentos publicados por aquí y por allá. La historia de la literatura tiene que ver también con cómo la gente sobrevive. Entonces los escritores muchas veces escriben crónicas o columnas en los diarios, o tienen diarios de vida. Tiene que ver con la intimidad de ellos o con su sobrevivencia. Entonces rescatar eso es muy valioso. Yo creo que desde el punto de vista literario, son textos significativos. Y así son recogidos por los lectores. El éxito de la editorial tiene que ver con eso.
Es fundamental que para la universidad no sea solo importante desarrollar su parte académica que la ha desarrollado y la mitad de nuestra producción tiene que ver con eso, sino también esta otra parte. El impacto fundamental en Chile han sido los libros de poesía. Nuestra colección de poesía es nuestro gran bastión. En otros países, donde la poesía tiene menos valor, entran más fácilmente otras colecciones. Pero la primera gran piedra fue ahí. Fue darle un orden a la poesía chilena, que estaba dispersa.
–De hecho, tengo entendido que la primera publicación que hacen ustedes es un libro de poemas de Juan Luis Martínez.
–Los primeros libros que publicamos fueron Poemas del otro, de Juan Luis Martínez, El paseo Ahumada, de Enrique Lihn, y Lear Rey & Mendigo, de Nicanor Parra.
Lo interesante de la colección de poesía chilena es que no han sido solo los considerados canónicos sino también ustedes han rescatado otras voces que han quedado muy marginadas. Pienso en Alberto Rubio o Hernán Miranda.
–Son poetas tan importantes como los otros, pero que de una manera han sido muy mal editados. A Gonzalo Muñoz lo publicamos nosotros, sus libros estaban como perdidos. Por supuesto que la historia de la poesía no está compuesta solo por los grandes poetas, también está compuesta por poetas más experimentales… La historia completa incluye muchas voces.
Sí, lo bueno es eso, que digamos a nivel de marketing no van solo a lo seguro, a lo ya conocido (Lihn, Neruda) que uno sabe que tienen lectores, sino también a otros poetas que se colocan, ganan su espacio, llegan a nuevos lectores que terminan interesados en leer más.
–Totalmente.
–También hay que decir que Chile es un país caro, en todo sentido, y los libros no pasan de ello. Sin duda ha sido un éxito que los libros publicados por ustedes son más baratos que otros libros publicados en el país. Así, los lectores han tenido más acceso. ¿Ha sido parte de su política?
–Esa es la idea. Nuestro interés es público, hacer que la lectura llegue a la gente interesada, ojalá tener libros que no sean tan costosos, a veces a nosotros nos cuesta muy caro hacerlo. Por ejemplo, las traducciones. Trabajamos con muy buenos traductores chilenos, mexicanos, argentinos. Para mí ha sido muy importante el contacto como editor, en lo personal, con gente que trabaja con nosotros como Ignacio Echevarría, que ha sido un aporte, que nos enseña a editar bien. O Leila Guerriero. Que no solo son autores. Alan Pauls, como traductor. Son gente de primer nivel.
–Sí, Ediciones UDP es una editorial chilena, pero que tiene colecciones con libros de toda América Latina y un equipo bien amplio. No solo editores o críticos chilenos, sino que están ya pensando a nivel de la región.
–Hay una curiosidad en Chile de lo que pasa en otros países. Y hemos hecho libros como Un hombre flaco, la biografía de Ribeyro, que en Perú fue una cosa impresionante. Ese lo hizo Daniel Titinger, que ahora está haciendo la biografía de César Vallejo. Eso nos ha abierto un espacio en Perú. Los países te empiezan a reconocer como editorial cuando empiezas a vincularlos. Nosotros incluso con Venezuela tenemos el libro de Los malditos. Ahora buscamos estabilizar esta producción y esperamos consolidar las redes de distribución en otros países.
–¿Cómo ve usted el papel del editor? ¿Cuáles son sus funciones? Porque sin duda un editor no solo se ocupa de una buena escogencia de los textos, sino también de la presentación. ¿Cómo se vincula con los libros? Antes de ser editor, también se dedicó a la crítica literaria por un buen tiempo (en el diario The Clinic). ¿Esa labor como crítico le ayudó en este trabajo?
–Trabajo de partida con gente a la que le tengo mucha confianza. Gente de muy buen nivel. Estoy presente en todas las decisiones que se tienen que tomar, que tengan una influencia en el libro. Hay unas tres o cuatro etapas en las que hay que tomar decisiones. Ya sean gráficas o de imprenta. Yo trabajé en Editorial Sudamericana, trabajé antes en otras editoriales. Y creo que uno de los aportes que pude hacer es el marco de elección. Que esto no sea una serie de libros desparramados, sino que sean colecciones. Y eso le da un poder gráfico a las cosas. Al principio aparecen dos libros negros, la gente no sabe qué hacer. Cuando ya ve veinte o cincuenta, hay algo gráfico que está pasando. De repente empiezas a ver que todo el mercado tiene libros negros, que antes no eran muy comunes. Lo que más me ayudó fue a formarme como editor fue haber sido vendedor de libros en una librería. Eso me hizo entender cómo funciona la cabeza de quien compra, en general. Qué busca, cómo busca, cómo opera el sistema de distribución, que son cosas muy importantes sobre cómo funciona el mundo editorial. El tema de ser crítico literario yo digo tiene que ver más bien con intereses que se juntan, y que ayudan, pero yo miro que los críticos se forman entre la vocación, la necesidad y las ganas. Fue una influencia menor comparada a la de haber sido librero. En el trabajo editorial, eso sí, hay mucha investigación, muchas horas de lectura, y eso no suele percibirlo la gente. Detrás de escoger un libro hay muchos libros que no se escogen.
Sí, es que justo quería preguntarle si puede haber trabajo editorial sin una crítica literaria importante detrás.
–Yo veo que el trabajo editorial es una forma de crítica. Todo editor lo que está haciendo es una labor crítica. Está armando paradigmas, está descartando, está tejiendo de alguna manera una historia de la literatura. No hay ninguna inocencia en eso. Los buenos editores al final lo que están haciendo es crítica. El desplazamiento de mucha gente joven que en un principio quería escribir en los diarios, ahora tiene editoriales chicas, para ejercer la crítica de alguna manera. Yo creo que ahí está la pulsión. El hecho de querer publicar lo que ellos quieren. Pero ahí también está la equivocación, de que en verdad los críticos no dicen lo que ellos quieren, ni publican lo que ellos quieren. En cambio, un editor publica los libros que le gustan.
–Justo eso que dice me recuerda en este momento la librería Takk (una librería ubicada en Providencia, en Santiago de Chile), que tiene todo un estante donde exhiben los libros de su editorial. Visualmente, impacta.
–Sí, claro. Con respecto a la parte gráfica hemos trabajado con artistas como Carlos Altamirano, que es un artista plástico. También con Guillermo Tejeda. Son gente que tienen conocimientos importantes. Yo creo que las editoriales se hacen con muy buenos profesionales. Nosotros tenemos la particularidad de que está todo externalizado, que trabajamos con colaboradores. Hay otros que tienen adentro de la editorial al diseñador, etc. Y eso puede ser bastante sofocante. Yo creo en la competencia en el sentido no de la competencia entre personas sino de las competenciales personales. Un diseñador tiene capacidades que no tiene un editor. Lo que sí tiene que haber es una persona dirigiendo esto, y creo que es la labor mía. Para que no solo salgan los libros bonitos, o a tiempo, o en determinados momentos. Yo me encargo también de la prensa. Yo estoy encima de casi todo el proceso. Tengo gente que trabaja conmigo que me ayuda muchísimo, pero igual hay que estar pendiente. Aquí los errores son mínimos, pero hay muchas posibilidades de cometer errores. Por ejemplo, hacemos libros de leyes, o los libros académicos que suelen más difíciles que los literarios porque te puedes equivocar en algo técnico. Entonces trabajamos con gente que sabe especialmente, editores especializados en cosas técnicas. Yo he querido llevar la editorial al profesionalismo que más he podido.
–¿Cómo funciona el proceso de nuevas publicaciones? ¿Ustedes buscan los libros, los encargan, se los proponen? Porque como ya ha señalado, y se ve en las colecciones, no son libros aislados sino que comparten todos un eje.
–Tenemos ya ciertas colecciones armadas. Hemos inaugurado algunas nuevas, como la de narrativa. Lo que hacemos fundamentalmente es que yo encargo una buena cantidad de libros. Los pido que se hagan. Y hay otros libros que me llegan. No me llegan generalmente vía manuscrito, porque como solemos trabajar con cosas patrimoniales no estamos buscando la novedad en el sentido más evidente de la palabra. No publicamos autores jóvenes. Pero sí hay que hacer un trabajo de investigación, y a eso yo dedico parte del día.
–Llama la atención que hay autores de otros países que han publicado primero sus libros en  esta editorial chilena antes que en editoriales de sus propios países. Por ejemplo escritores argentinos que apuesten y prefieren que sus libros salgan en Ediciones UDP.
–Por ejemplo ahora va a salir un libro de Beatriz Sarlo sobre Juan José Saer. Un escritor argentino importante escrito por quizá la teórica que más lo conoció y que más conoce su obra. Y curioso que esté publicado en Chile. Lo que pasa es que nadie le ofrece a los autores hacer libros. Yo soy de la teoría de buscar a la persona y llegar a ellos con un acuerdo. Que tiene que ver con lo que a ellos les gusta, con lo que quieren hacer. Los libros de ensayo en general en un porcentaje no menor los arman los editores. Entonces le dicen al autor: mira, tienes tantos textos sobre tal tema, por qué no los juntas.  Este año tendremos también un libro de Javier Cercas de ensayo, que lo editó la Leila Guerriero. Y también un libro de Rodrigo Fresán, que lo hizo Ignacio Echevarría.
–¿Cuánto es el número de publicaciones? ¿Ha ido creciendo o ya se han estabilizado en un número?
–Tuvimos una producción muy grande hasta cierto momento en el que logramos llegar a donde queríamos. Ahora estamos en proceso de estabilización de esa producción, teniendo un número cercano a los treinta libros al año. Hasta el 2014 estuvimos publicando sobre cuarenta.
–Un número impresionante. También, hay que decirlo, ha sido impresionante el  boom editorial en Chile. Hay muchas editoriales. ¿Cree que el país está en un momento importante editorialmente hablando?
–Los chilenos tenemos la costumbre, por identidad, de hablar muy mal de nosotros mismos. Nunca creemos eso. Pero si lo miras objetivamente, es así. Claro, está vivo Nicanor Parra, uno de los poetas más importantes de la lengua, si no el más importante vivo. Bolaño murió hace poco tiempo y tiene una repercusión internacional gigantesca. Zambra le va muy bien fuera de Chile. Chile tiene una producción editorial importante. Ediciones UDP llega a todas partes. Dominguez Michael dijo que es la editorial más importante del continente. Hemos recibido muchos halagos. Y hay muchas editoriales como Hueders o Montacerdos que son interesantes, que están tomando riesgos, que publican cosas llamativas. Yo creo que es un momento de esplendor. Incluso hay bastantes críticos. Los críticos chilenos son terribles. Y es una cosa que tienen que agradecer los escritores que se quejan mucho. Yo me he fijado que a un escritor argentino o español es muy difícil que en su país lo trate muy mal la crítica. En Chile, a un escritor chileno bueno, la crítica puede ser hasta injusta. Pero sobrevivir al medio literario chileno es difícil. Y ese medio está fraguado por los poetas, no por los narradores. Los poetas son los dueños de la plantilla. Entonces los poetas son más aguerridos, no hay dinero de por medio. Eso es otra cosa que lo hace ser más simbólico. Como es muy chico el mercado editorial, nadie se hace rico acá. Ni siquiera Jorge Baradit que está vendiendo miles de ejemplares (por su libro Historia secreta de Chile), no millones. Eso hace que todo sea muy simbólico. Y eso hace que haya mucha guerrilla. Los medios son muy aguerridos, y por ende muy difícil de sobrevivir, y muy competitivo. Hay gente muy buena. Chile tiene una noción que lo hace muy distinto de otros países. Ningún escritor chileno es discípulo de otro. Los poetas, en general, no cultivan el hecho de ser discípulo, prefieren ser originales. Eso también ha contaminado la narrativa. Una vez escuché que Hernán Ronsino, que es un gran escritor argentino, una especie de promesa ya cumplida, dice que trabaja con una parte de la obra de Saer. Eso es imposible que un chileno diga. Un chileno inventó todo, no se le ocurre la filiación, sino más bien el desvincularse. La necesidad de ser original es una cosa muy chilena, como hablar de sí mismo. Los poetas acá tienen eso. Huidobro quiso ser original a como dio lugar. Parra, De Rokha. Ninguno se parece a ninguno. El hecho de parecerse literariamente a otro es visto como desprestigio. Por ejemplo, Nicanor Parra considera que su primer libro tiene que ser anulado, que no existe, porque tiene vínculos con la generación del 27. Es tan grave, que Parra prefiere eliminar ese libro. Eso les pasa a todos los escritores chilenos. De cierto nivel. Por ejemplo, Bolaño no quiso parecerse a nadie. El gran trauma de Bolaño es no haber sido poeta chileno.
–O no haber sido poeta…
–No haber sido poeta, pero más no haber sido poeta chileno.

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