Yo soy

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domingo, 21 de febrero de 2016

¿Cómo se tiene registro de una función teatral? ¿Cómo se guarda en la memoria algo tan efímero como el teatro? José Ignacio Cabrujas lo explica en este escrito, con motivo de un libro recopilativo sobre la labor de El Nuevo Grupo en el año 1976.

Didascalia. José Ignacio Cabrujas: Los miércoles en la escalera

"Tío Vania" de Anton Chejov, dirección José Antonio Gutiérrez con escenografía de Guillermo Zabaleta / Foto cortesía
"Tío Vania" de Anton Chejov, dirección José Antonio Gutiérrez con escenografía de Guillermo Zabaleta / Foto cortesía
“Un fracaso total esto de contar la historia de un teatro. Nunca desarrollamos un pensamiento ni intentamos un estilo”

¿Cómo se tiene registro de una función teatral? ¿Cómo se guarda en la memoria algo tan efímero como el teatro? José Ignacio Cabrujas lo explica en este escrito, con motivo de un libro recopilativo sobre la labor de El Nuevo Grupo en el año 1976.
He visto la totalidad de las fotos que constituyen este libro y se me ocurrió, en el taller de fotografía de Samuel Dembo, recordar a Alberto de Paz y su famoso discurso sobre los fotógrafos. “No queda nada –decía–, un recuerdo en la cabeza y una fotografía que nunca coincide con el recuerdo en la cabeza…”, tal vez porque esto que hacemos, teatro, termina siempre por concluir y concluir.
Hay antiguas barberías en estas fotos y expresiones que ya no se llevan, y leerlas es casi un reto afectivo. “Aquí era cuando estábamos en la escena de…” y aquí estoy besando la mano de María Cristina Losada con José Antonio Gutiérrez al fondo mirándome besar la mano de María Cristina Losada.
Éramos Elena, Astrov y Vania, y somos ahora cuerpos y actitudes de una Rusia bucanera. Nos parecemos, pero no somos. ¿Cómo decir entonces sin que parezca melodramático que al besar esa mano yo lloraba los jueves, sábados y los domingos y nunca los viernes porque había la caprichosa manía de no llorar los viernes? Cómo decir que yo conocía el más increíble amor que he sentido en mi vida, porque cincuenta y siete segundos más tarde ella caminaba hacia los laterales, concretamente hacia el lateral izquierdo, y yo, con el rabillo del ojo, la observaba corrigiendo su maquillaje para el casi inmediato saludo. Eran cuatro minutos de soledad de tío Vania y un intento, a veces desesperado, de hacerlo bien…luego los telones vahando y subiendo de acuerdo a la gentileza y esta cuestión de regresar a tu casa, cualquiera de tus casas, y saber que vives allí un pequeño exilio porque volverás mañana, a la misma mano, al mismo gesto de “qué mal vivimos” en el rostro de José Antonio y a los mismos anteojillos que van a empañarse.
Un fracaso total esto de contar la historia de un teatro. Nunca desarrollamos un pensamiento ni intentamos un estilo. Creo que quienes hemos hecho El Nuevo Grupo terminamos por amar el azar los espectáculos y así cualquier día de estos podremos ser cualquier cosa de estas porque más que pertenecer a esta “sociedad Pasteur sin fines de lucro”, más que militar en ella con el mejor de los extremismos afectivos, hemos alcanzado esa “máxima felicidad” de escoger nuestra familia. Y si me propone un escudo para enaltecer la institución no vacilaré en mencionar este: dos viejas máscaras y ninguna expresión en sus rostros. Ni la comedia ni la tragedia: la constatación apenas, el labio quieto de quien aún no encuentra su lugar después de un millar de presentaciones. Hemos hecho obras y obras a lo largo de este tiempo. Pienso ahora en una que me concierne directamente porque en sus distintas ocasiones corríamos todos los riesgos imaginables (…). A veces, nos hemos planteado una escandalosa definición: esta de susurrar vergonzosamente que somos un grupo de teatro que hace teatro de texto, lo cual puede conducir a un paisaje del pleistoceno con sus dinosaurios y palmeras. Pero confieso, con la humildad del fracaso, esta ingenua fe en la muy abominable figura del autor de teatro. De hecho, este grupo fue una ocurrencia de dramaturgos y lectores de teatro. Por una muy especial condición la tradición municipal nos recordará por ser tal vez los únicos venezolanos que no han propuesto ninguna solución ni aventurado ninguna teoría. El asunto es el riesgo y el riesgo es el asunto.
Más o menos que una militancia ha sido una manera de vivir y ahora, aparece este libro con una mitad de vejez y una mitad inmediata. Y es al mismo tiempo no es, porque este Nuevo Grupo lo conoces un martes en cualquier escalinata, y cuantos vieron hoy y qué vamos a hacer pasado mañana.
Tal vez entonces tengan un sentido estas fotos si uno descifra los rostros y descubre que felizmente no hay la menor seguridad.

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