Yo soy

Yo soy

domingo, 22 de diciembre de 2013

El libro de Deuteronomio, el quinto de Moisés, completa la Tora, la primera sección de las Escrituras judaicas. Es una reafirmación y ampliación vital de los estatutos y las ordenanzas dados a Moisés. Les leyes presentadas no son sólo normas sobre hechos específicos, sino también un llamado a la conciencia del oyente. Al pronunciar su último mensaje, Moisés anhelaba ganar el corazón de la nación

Deuteronomio 17.3

3  que hubiere ido y servido a dioses ajenos,  y se hubiere inclinado a ellos,  ya sea al sol,  o a la luna,  o a todo el ejército del cielo,  lo cual yo he prohibido

Este versículo del Libro Quinto de Moisés: el Deuteronomio se relaciona con:
Ex. 22.20  El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová,  será muerto.


1 a 21, 6.1 a 15
¡Ningún otro Dios!

Estos dos capítulos exponen el carácter único del Dios de Israel. Las naciones en derredor tenían una abundancia de dioses; sus imágenes eran tangibles pero sin vida y su adoración no ofrecía ninguna seguridad ni paz. Pero para el pueblo escogido de Dios, aun cuando el Señor no era visible, ellos le conocían y había realidad. La gloria y grandeza de Dios fueron manifestadas cuando les dio sus leyes: “… hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive”, 5.24. ¡Esto sí fue un milagro!
“Oye, oh Israel: hoy hemos visto que Jehová uno es”. 6.4. La shema, descrita así por la palabra hebrea con la cual comienza (= oir) confirma el carácter de Dios. Israel tenía un Dios el solo Dios. Mañana y tarde todo judío fiel confesaba, y confiesa aún, la grandeza de esta verdad. Sigue siendo crítica para la ortodoxia judía. El sentido literal en hebreo afirma que Dios es “el Ser que siempre existe”; “nuestro Elohim (el plural insinúa la Trinidad) es el Solo Jehová”. Todo acto tenía tras sí la plenitud de su carácter. No había otro como Él, y por cierto no había otro Dios. Israel debía conocerle, y nosotros también. “… que andéis como es digno del Señor, agrandándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”, Colosenses 1.9, 10.
Sin titubear, Moisés les presentó los derechos de Jehová sobre la nación. Toda parte del ser humano, toda facultad que poseía, eran suyos, y debían amarle “de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, 6.5. “… a él sólo servirás, y por su nombre jurarás”, v.13.
Por celoso que sea (y lo es, vv 14, 15), no es para aprovecharse, sino que su celo se basa en su santidad y amor. Les redimió de la servidumbre egipcia y la fidelidad de ellos sería una respuesta razonable. Las lealtades compartidas nunca pueden satisfacer ni honrar a nuestro Dios. “… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, Romanos 12.1, 2.
La reafirmación de los mandamientos, 5. 1 a 21, no fue una segunda ley, sino una repetida presentación del pacto de Sinaí. Esta “palabras” eran el fundamento de la relación de la nación con Dios. Hay una fuerza personal en la aplicación de las órdenes de Moisés: “Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte”. Cada generación sucesiva era responsable personalmente de obedecer las condiciones del pacto.
¡Pensamiento solemne! Los mandamientos una vez dados por Dios exigen un compromiso constante, y es un reto para nosotros oir de nuevo las palabras del Señor: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

Especificamente el Capítulo 17 17.14 a 18.22
Rey, sacerdote y profeta

Era importante que el pueblo fuera gobernado y representado de una manera digna delante de Dios, y por esto leemos reglamentos acerca de los oficios de rey, sacerdote y profeta. Moisés expuso algo de la responsabilidad asociada con estos cargos, los cuales se ejercían por separado en Israel.
Los requisitos para ser rey figuran en 17.14 a 20. El capítulo 8 de 1 Samuel describe cómo el deseo por un rey nació del deseo de ser como las otras naciones, cosa que desagradó al Señor y a Samuel, pero fue concedida. Nuestra lectura traza el patrón de Dios para el reino y el carácter de un rey. Debía ser tomado de entre sus hermanos; de una disposición santa y pura y enteramente comprometido a las disposiciones de la ley. La historia revela que los reyes que más aportaron a la prosperidad de la nación fueron aquellos que “hicieron lo recto en los ojos de Jehová”. Por ejemplo: “Josías … anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda”, 2 Reyes 22.2.
Los vv 18.1 a 8 enfatizan el lugar que el sacerdote tenía entre el pueblo. Él también debía ser tomado de entre sus hermanos y ser escogido por Dios. Su función era el de ministrar en el nombre de Jehová. Era separado a  Él y debía representar al pueblo en la presencia del Señor. Su porción era Dios, aun cuando era objeto del cuidado del pueblo.
El oficio de profeta tiene gran importancia en Israel. Varones de Dios eran la voz de Dios al pueblo, especialmente en tiempos de alejamiento. Se levantarían falsos profetas en abundancia, vv 9 a 14, pero la prueba de la veracidad sería demostrada por el cumplimiento de la palabra de Jehová. Era presuntuoso hablar cuando Él no había hablado, y el juicio era de esperarse.
Veamos a la persona de Cristo en relación con estos tres oficios:
● Es el Rey de Dios. “Yo he puesto mi rey sobre Sion”, Salmo 2.6. Él cumplirá todos los ideales de la verdadera soberanía al reinar cual Rey de Reyes y Señor de Señores, Apocalipsis 19.11 a 16.
● Él es nuestro Gran Sumo Sacerdote. El sacerdocio levítico falló a causa de la debilidad humana y el pecado. Desprovisto de lo mejor, señalaba a Cristo, quien está viviendo siempre para interceder por nosotros, Hebreos 7.25.
● También, el Verbo de Dios, quien procedió de Dios, cumplió y desarrolló todo lo que era requerido del oficio de profeta. “Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos”, Hechos 7.37.
Gloria a Dios por las glorias oficiales de nuestro Señor Jesucristo.
 Moisés: “Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte”. Cada generación sucesiva era responsable personalmente de obedecer las condiciones del pacto.

¡Pensamiento solemne! Los mandamientos una vez dados por Dios exigen un compromiso constante, y es un reto para nosotros oir de nuevo las palabras del Señor: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.

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