Yo soy

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martes, 8 de marzo de 2016

Ganarse un premio anima, contenta y pone en perspectiva la trayectoria profesional. Los teatreros venezolanos no niegan que los reconocimientos son como una inyección de adrenalina, les despierta y los motiva a continuar pese a las dificultades, pero también consideran que el sector se ha fragmentado y que ganar un galardón no es suficiente para responder a los desafíos que la situación del país les plantea día a día.

Premios teatrales para todos los gustos

Teatreros opinan que cada galardón se fija en un circuito distinto de creadores

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Jóvenes reconocidos con el Premio Marco Antonio Ettedgui 2015 (CORTESÍA)
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INDIRA ROJAS |  EL UNIVERSAL
sábado 19 de marzo de 2016  12:00 AM
Ganarse un premio anima, contenta y pone en perspectiva la trayectoria profesional. Los teatreros venezolanos no niegan que los reconocimientos son como una inyección de adrenalina, les despierta y los motiva a continuar pese a las dificultades, pero también consideran que el sector se ha fragmentado y que ganar un galardón no es suficiente para responder a los desafíos que la situación del país les plantea día a día.

El actor y director Oswaldo Maccio reflexiona: "Un premio es un estímulo. Funciona para sentir que lo que se hace llega a un lugar, así el reconocimiento venga del mismo medio (la comunidad teatral)". Dice que al saberse ganador del Premio Marco Antonio Ettedgui 2015 -distinción que arribó a su edición número 18-, realmente se entusiasmó. Sin embargo, cree que "el sector teatral puede ser generoso, pero también egoísta. Y esto tiene que ver con muchísimas carencias. Supongo que habrá alguien que se sienta un poco fuera del juego. Me ha pasado. A veces, y lo que voy a decir es muy loco, uno se siente ignorado. Pero no hacemos teatro para ganar premios".

A la lista de distinciones se suman los premios Juana Sujo, Isaac Chocrón, Fernando Gómez (todos nombres de célebres actores y directores del siglo XIX), el Premio Municipal César Rengifo, el de la crítica venezolana (Avencrit), el Apacuana de dramaturgia nacional y el Premio Nacional de Teatro, aunque se trate de distinciones honorarias y no todas coincidan en sus veredictos. Los profesionales del teatro no creen que unificar los esfuerzos en un único premio sea sano. "Nosotros somos diversos, somos plurales", sentencia Maccio.

Las condecoraciones "han perdido el impacto que tenían en los ochenta y los noventa", acota Luigi Sciamanna, uno de los fundadores del Fernando Gómez. "Ahora los premios quedaron para la vitrina del Facebook".

"Hay unos sobre los que hay más celo, hay otros que son más asociados a trayectorias más largas y notorias. Un premio compensa a otro (...) y te das cuenta de qué pequeños circuitos hay y quien se asocia a cada círculo", agrega Maccio. Además, sabe que Ítaca está lejos de parecerse a un diploma o una estatuilla. "Hay muchísima necesidad de que se procuren los factores para que el trabajo sea mejor y se visibilice. Y eso no lo resuelve un premio".

Xiomara Moreno subió el año pasado a la pequeña tarima de la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas para recibir el Premio Isaac Chocrón a Mejor Dramaturgia por Cofradía, y no vaciló en destacar que la pieza no tenía sala para realizar un remontaje. También dijo: "La mirada se me va hacia el jurado y no puedo evitar pensarlo: es gente amiga. Estoy segura de que ellos han juzgado Cofradía influenciados por la amistad".

El periodista y crítico teatral Edgar Moreno Uribe no cree en la "logia del mutuo elogio". "No es uno el que premia. Son tres o cuatro. Hacemos un equilibrio al escuchar otras opiniones. No creo que la amistad influya, yo por lo menos no soy así", dice, pero para otros -como Maccio- es indiscutible que las relaciones personales se filtran. "Te puedo asegurar que en las sesiones de votación del Premio Fernando Gómez se discute, hay desacuerdos, acuerdos y tensiones, emoción y alegría", declara por su parte Sciamanna.

Elio Palencia, escritor de La Quinta Dayana y Penitentes, opina que las parcializaciones también pueden ser producto de "no vernos completamente". Para el dramaturgo lo más importante es el trabajo de los creadores y su voluntad, pero no niega que "el teatro está bastante fragmentado, una situación que ocurre en otros países. Y la polarización también influye. Parece haber premios de un lado y del otro".

Sobre la credibilidad, Moreno Uribe opina: "Es una entelequia. Lo que se necesita es que los que den el premio vean todas las obras (nominadas), y que no sean familiares, que no tengan vínculos de consanguinidad". Sin embargo, esto no ocurre. Algunos teatreros que han estado en la silla de jurado confiesan que no siempre todos los miembros del comité han visto todas las piezas postuladas a la hora de votar. Sciamanna propone anunciar a los jurados con un año de anticipación y garantizarles la entrada a los espectáculos.

Para Juan José Martín, director de obras como El feo y Marburg, "que un padre entregue a su hijo un premio es inevitable porque el gremio es muy pequeño". El verdadero problema "es que hoy los reconocimientos no son gran cosa, no vienen con una garantía del estímulo al trabajo". @indirojas

Oswaldo Maccio gana el Premio Marco Antonio Ettedgui

El actor, director y dramaturgo fue reconocido por la Fundación Rajatabla

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Maccio es autor de varias obras de teatro NICOLA ROCCO/ARCHIVO

EL UNIVERSAL
viernes 11 de marzo de 2016  12:00 AM
La Asociación Venezolana de Crítica Teatral anunció los ganadores del Premio Marco Antonio Ettedgui correspondiente al año 2015.

El actor, dramaturgo y director Oswaldo Maccio fue reconocido con el máximo galardón por "una labor impecable en el mundo teatral, dirige, escribe, actúa, produce, y lo hace desde hace tiempo y todo con mucha calidad", según el veredicto firmado por Francis Rueda, Édgard Moreno Uribe, Luis Parada, Douglas Palumbo y Joaquín Lugo, jurado designado por la Fundación Rajatabla para esta décima octava edición del galardón.

Maccio está estrechamente ligado al grupo Teatro La Bacante. Ha escrito las obras El niño y la luna juegan un juego que nadie veEl día que cambió la vida del señor y Stand up tragedy, entre otras. Ha actuado en piezas como Piel mercurio y Los amantes inconstantes.

El jurado concedió cinco menciones a los actores Valentina Garrido, Theylor Plaza, José Manuel Suárez, Adolfo Nittoli y Jan Vidal Restifo.

Reconocimiento a la carrera

El director y docente Costa Palamides recibió el Premio Marco Antonio Ettedgui de Honor.

Palamides (1959) es director fundador de la compañía Teatro de Repertorio Latinoaericano (Teatrela). Su carrera abarca más de tres décadas tanto como actor y director. Ha ejercido la docencia en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte) y en la escuela Juana Sujo.

Costa Palamides comenzó a figurar en la escena nacional gracias a su participación en la primera edición del Festival de Nuevos Directores creado en 1986 por Carlos Giménez. Allí debutó con el montaje El desatino, pieza de la escritora y dramaturga argentina Griselda Gambaro, que aborda desde el encierro las relaciones familiares.

El premio Marco Antonio Ettedgui fue creado en 1989 por la Fundación Rajatabla y su Director Carlos Giménez para reconocer el trabajo de jóvenes creadores de la escena teatral que se hubiesen destacado en su labor, y en honor al actor que murió accidentalmente durante una función teatral.

Didascalia: Keep it gay

Oswaldo Maccio / Foto cortesía
Oswaldo Maccio / Foto cortesía

Asistir a un espectáculo de naturaleza homosexual en una sociedad tan racista y homofóbica como la venezolana es un acto de valentía. Primero, porque la gran mayoría de las piezas teatrales que abordan de alguna forma el tema lo hacen de forma chabacana, estimulando la risa fácil a través de la vulgaridad.
Segundo, porque existe la creencia generalizada de que ser gay es como contraer gripe y que por ende, cualquier vinculación con arte y espectáculos de dicha orientación sexual es casi la prueba fehaciente de que uno ha "contraido" dicha "condición".
La gran verdad es que no hace falta ser gay para ver teatro gay. La escena venezolana necesita historias LGBTI de carácter, con una buena carga intelectual. Estamos acostumbrados a la comedia ligera, a la risa fácil, a observar la homosexualidad como una condición frívola y grotesca y es necesario acostumbrar el ojo y abrir el intelecto ante un arcoiris –literalmente– de posibilidades.
Si usted quiere poner manos a la obra este fin de semana, le comento que Los Amantes Inconstantes, dirigida por Fernando Azpúrua, resultó ganadora de la II edición del Festival de Jóvenes Directores de Trasnocho Cultural. Se trata de una adaptación de La doble inconstancia del autor francés Pierre de Marivaux con estética de dark cabaret donde todos los personajes son homosexuales, sin que esta característica empañe el verdadero sentido de la pieza que es, a mi parecer, fungir como un simple espejo de todos los altibajos que rodean el enamoramiento.
Porque un buen texto se percibe cuando su espina dorsal está basada en el ser humano como un ente corporal-animado-finito. Si la esencia de esa historia se mantiene aún después de ser versionado, adaptado o incluso traducido, está usted presenciando una historia que podría ser clasificada como universal. El texto de Marivaux versionado por Azpúrua lo demuestra: ¿qué tan fuerte es el amor? ¿cuán variable es su curso? El enamoramiento, el cortejo, el desamor y la duda son cuestiones que le pertenecen al hombre indistintamente de su cultura, el idioma que hable, la ropa que vista o el género que apetezca sus necesidades.
Dicen los expertos que el 70% del éxito de una película –o montaje, en este caso– se basa en la correcta asignación de los papeles para cada actor. El porcentaje restante está constituido por elementos no menos importantes, como la producción, la selección del equipo de trabajo, etc. En este caso, hay que aplaudir el gran tino de Azpurua a la hora de seleccionar a sus actores, pues cada uno de ellos hace suyo su personaje de una manera magistral. Destacan en este renglón el trabajo de Oswaldo Maccio y Carlos Díaz.
Habilidad curiosa y poco frecuente esta, el saber escoger adecuadamente a aquellas personas que deben realizar papeles fundamentales. Resulta casi un súper poder en un mundo en el que Donald Trump es candidato para la presidencia de EEUU, España carece de gobierno y nuestro Ejecutivo ve azulejos con la cara del anterior presidente. Pero no nos desviemos del tema.
Las particulares ninfas que habitan el palacio de Los Amantes Inconstantes se mueven en un escenario en forma de diamante, con escaleras y pasillos a modo de pasarela donde cada personaje se mueve diagonalmente, de modo que la acción puede verse perfectamente desde cualquier perspectiva.
Los Amantes Inconstantes demuestran, con una dinámica comedia de enredos llena de pop francés, rock y baladas que el amor lo es todo menos lineal. Es un ser vivo que necesita alimento. Y no hace falta ser homosexual para saberlo: basta con ser humano y vivirlo.

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