Yo soy

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viernes, 19 de agosto de 2011

75 años del cruel asesinato de Federico García Lorca "Lo que más me importa es vivir"


Federico García Lorca:
la espiritualidad de un poeta


























Santiago Martínez Sáez *

Parte de la riqueza en su obra literaria es ese espíritu que fue García Lorca, se devela y refleja la poesía que lleva dentro. «Mi alma está absolutamente sin abrir, y con razón creo algunas veces que tengo el corazón de lata». No tengo la menor intención apologética. García Lorca, especialmente en sus años jóvenes, atacó algunos aspectos de la moral católica, pero no perdió un cierto sentido católico de la vida.
Soy un admirador tardío de García Lorca. Su tragedia existencial y vital al comienzo de la guerra civil en España no me lo hicieron atractivo en mis años universitarios. Sus connotaciones políticas —verdaderas o falsas— no facilitaron mi encuentro con él. Con el paso del tiempo cayó en mis manos una biografía suya de Marcelle Auclair, de quien me había entusiasmado su espléndido trabajo sobre Santa Teresa. Aunque éste no me gustó tanto como aquél, me dejó un cierto vacío y, por qué no decirlo, curiosidad, que por una razón u otra tardé años en saciar. Con el paso del tiempo cayeron en mis manos las obras completas de Federico, que leí en su totalidad; me sucedió un fenómeno raro, acostumbrado a que todo el mundo de las letras hablara de él como poeta o dramaturgo, lo que verdaderamente me impresionó fue su prosa. Me llamó la atención que no se destacara esta dimensión, a mi juicio importantísima, así como el olvido —¿ocultación programada?— de los matices espirituales y religiosos, que jamás oculta.
En este aniversario merecen la pena algunos comentarios al hilo de sus escritos que ayuden a conocer más a fondo, y en una dimensión trascendente, la personalidad de nuestro autor.
El interior de las cosas
La existencia y la importancia del espíritu es incuestionable en nuestro poeta: «Hay en nuestra alma algo que sobrepuja a todo lo existente» (Obras Completas, tomo III. Aguilar México 1991, p.5). Al admirar la majestuosidad de las viejas ciudades (Ávila, Zamora, Palencia) arruinadas por el progreso y mutiladas por la civilización actual, el artista desbordó su alma poética sobre impresiones que le llenaron el espíritu de melancolía y le hirieron el alma de nostalgia. Cuando visitó Ávila no habló fuerte ni pisó recio: «para no ahuyentar el espíritu de la sublime Teresa» (Ibid, p.12). La catedral, por su oscuridad tranquila, «invita a la meditación de lo supremo... El alma que crea y esté llena de fe celestial que sueñe en esta catedral... El alma que vea la grandeza de Jesús que se suma en estas sombras húmedas con ojos de cirios para sentir consuelo espiritual... Así, en un rincón... podrá pensar sin ser visto y gozar de una dulzura que únicamente encuentra allí. Eso es adoración a Dios... Hace pensar aunque el alma esté desposeída de la luz de la fe» (Ibid, pp.13-14).
Al visitar la Cartuja, se quejó de la perfección técnica de ciertas imágenes que rodeaban a Cristo: «¡Estas esculturas son magníficas! Sí, pero a mí únicamente me convence el interior de las cosas, es decir, el alma incrustada en ellas, para que cuando las contemplemos puedan nuestras almas unirse con las suyas» (Ibid, p.23). Admitió que «la soledad es la gran talladora de espíritus», pero no le gustó la Cartuja, porque se puede sepultar el cuerpo pero no encerrar el alma: «El alma está donde ella quiere. Todas nuestras fuerzas son inútiles para arrancarla donde se clava» (Ibid, p.25). Consideraba inútiles las torturas de la carne cuando el espíritu pide otra cosa. No entendió lo que él mismo llamó «la gran pasión del silencio». Le parecía abrumador, sobrehumano. La paz y tranquilidad las consideraba inquietud y desasosiego... pasión formidable jamás calmada. Evidentemente García Lorca no tenía vocación de cartujo. Su naturaleza sensual le dificultó entender la penitencia cartujana, el estilo de vida que no se divorcia del amor, como pensaba el poeta, sino exactamente lo contrario: nace del amor a Dios y lo expresa.
En el Monasterio de Silos participó en la Misa con los monjes, y el canto gregoriano le pareció: «formidable y emocionante», aunque «lejos de la tragedia del corazón» (Ibid, p.49).
Amo y detesto las pasiones
En algunos momentos, García Lorca descubrió el estado de su espíritu, sus luchas interiores, sus pasiones y caídas: «Mi vida y mi pensamiento luchan desesperadamente por arrancar el manto de impureza de mi corazón, pero mi cuerpo, lleno de sangre y de calor, se arroja sobre las llamaradas geniales de la pasión... la pasión es en mí algo que me da muerte y me da vida al mismo tiempo: muerte al cuerpo y vida al espíritu... Yo amo las pasiones y las detesto, porque mi espíritu es doble... mi voluntad está muerta y por eso soy un náufrago en la pendiente escabrosa del amor... ¡Cuándo terminará mi calvario carnal! Todos los días mi cuerpo es más fuego y mi alma más alta. ¿Cuándo alcanzaré felicidad y amor de verdad? ¿Cuándo seré limpio de amor trágico y de corazón? ¿Cuándo amaré a lo que me ama?». (Ibid, p.181).
Pasó mal el verano de 1928: «Se necesita tener la cantidad de alegría que Dios me ha dado para no sucumbir ante la cantidad de conflictos que me han asaltado últimamente. Pero Dios no me abandona nunca» (Ibid, p.979).
Se lamentaba de los que sufren persecuciones de la justicia humana «sin creer en los cielos de Jesús». Para él, son bienaventurados los que se acercan «al pavoroso y místico Nazareno», pero se quejaba por tantos que se conforman con una idea mezquina de Dios. En Ansiedad de regeneración se duele de las deformaciones que los hombres hacemos del buen Dios: «Ahora se le toma como motivo de política y de lucro... se le adora hipócritamente y todos los que le aman en público lo olvidan después...» (Ibid, p.185).
«Lo que más me importa es vivir»
A Lorca lo que le importaba por encima de todo era la vida: «Yo sueño ahora lo que viví en mi niñez». A una pregunta de un reportero: «¿Cuándo trabaja usted?» respondió: «Cuando ya no tengo otro remedio. Lo que más me importa es vivir» (Ibid, p.537). En otra ocasión le preguntan: «¿A qué hora acostumbra trabajar?» —«A todas. Si me pusiera estaría todo el día escribiendo, pero no quiero encadenarme» (Ibid, p.622).
Refiriéndose a Antonio Machado apuntó: «Yo no quiero admirar al artista en sí. Eso no tiene importancia... Es el hombre como realización lo que vale... la humanidad del individuo, su capacidad de humanidad...». Tenía verdadera devoción por Manuel de Falla: «Es un santo... un místico... con una sed de perfección que admira y aterra al mismo tiempo... Su fe no necesita pruebas para creer...» (Ibid, pp.546-547).
En el verano de 1927 escribió: «Yo siento cada día más el talento de Dalí. Me parece único, y posee una serenidad y una claridad de juicio para lo que piensa que es verdaderamente emocionante. Se equivoca y no importa. Está vivo. Su inteligencia agudísima se une a su infantilidad desconcertante, en una mezcla tan insólita que es absolutamente original y cautivadora. Lo que más me conmueve en él ahora es su delirio de construcción (es decir, de creación) en donde pretende crear de la nada y hace más esfuerzos y se lanza a más ráfagas con tanta fe y con tanta intensidad que parece incurable. Nada más dramático que esta objetividad y esta busca de la alegría por la alegría misma. Recuerda que éste ha sido el canon mediterráneo. "Creo en la resurrección de la carne", dice Roma... Pero Dalí no quiere dejarse llevar. Necesita llevar el volante y además la fe en la geometría astral. Me conmueve; me produce Dalí la misma emoción pura (y que Dios nuestro Señor me perdone) que me produce el Niño Jesús abandonado en el pórtico de Belén, con todo el germen de la crucifixión ya latente bajo las pajas de la cuna» (Ibid, p.968). En otra ocasión fue Dalí el que le dijo a Federico: «Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo» (Ibid, p.977).
Cuando le preguntaron por qué en sus dibujos aparecen con preferencia los caracoles, explicó cómo en cierta ocasión estaba dibujando, y acercándose su madre y contemplando sus garabatos le dijo: «Hijo mío, me moriré sin poder comprender cómo te puedes ganar la vida haciendo caracoles». —«Ni el poeta ni nadie tienen la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva, y siendo bueno, con el asno y el filósofo, creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de encontrarme en él» (Ibid, p.681). Bella afirmación de nuestro poeta.
Tampoco era ajeno a los problemas sociales: «El día que el hambre desaparezca va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad» (Ibid, p.675). No estaba de acuerdo con el arte puro, con el arte por el arte: «en este momento dramático del mundo (1936) el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas» (Ibid, p.681).
Hombre del mundo, hermano de todos
También estaba en desacuerdo con los nacionalismos patrioteros que pintaban con sangre el mundo entero y parecían querer volver a los reinos de Taifas de la edad media: «¿No crees, Federico, que la patria no es nada, que las fronteras están llamadas a desaparecer?», le pregunta el entrevistador. «Yo soy español integral —contestó— y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política» (Ibid, p.687).
Poética de la religión
Su viaje a Estados Unidos (1929) le permitió, con su sensibilidad de poeta, comparar lo que podríamos llamar dimensión poética de la religión. Su visión, no por particular, deja de ser interesante: «He asistido también a oficios de diferentes religiones. Y he salido dando vivas al portentoso, bellísimo, sin igual catolicismo español. No digamos nada de los cultos protestantes. No me cabe en la cabeza (en mi cabeza latina) cómo hay gentes que pueden ser protestantes» (dice en una carta a sus padres y hermanos, fechada el 14 de julio de 1929, en Nueva York).
«Está suprimido todo lo que es humano y consolador y bello, en una palabra. Aun el catolicismo de aquí es distinto. Está minado por el protestantismo y tiene esa misma frialdad. Esta mañana fui a ver una misa católica dicha en inglés. Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la Virgen, son en España de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza».
Junto a los defectos, no dejó de señalar las cualidades: «Lo que el catolicismo de los Estados Unidos no tiene es solemnidad, es decir, calor humano. La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los sentidos de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios... España es el único país fuerte y vivo que queda en el mundo. Sin embargo, yo he observado al público católico esta mañana y he visto una devoción extraordinaria, sobre todo en los hombres, cosa rara en España. Han comulgado muchas gentes y era un público serio, sin pamplinas y con una disciplina extraordinaria...» (Ibid, p.847).
«También he estado en una sinagoga judía, de los judíos españoles. Cantaron cosas hermosísimas y había un cantante que era un prodigio de voz y de emoción... Hicieron una ceremonia muy bonita, muy solemne, pero que a mí me resultó vacía de sentido. Me parece demasiado fuerte la figura de Cristo para negarla» (Ibid, p.833).
En la carta a sus padres del ocho de agosto, les comentó su visita a una iglesia rusa con unos amigos: «Es casi como la católica... el rito es aún más esplendoroso que el nuestro... los cánticos y los coros son insuperables. Es todo bizantino y más complicado y primitivo que lo romano... y hay en la misa un momento de mucha emoción, que es cuando el pope, después de consagrar, se vuelve al pueblo y presenta un crucifijo, dando grandes voces, una especie de lamento de melodía preciosa». Termina: «Sigo diciendo que la belleza y profundidad del catolicismo es infinitamente superior. De ser religioso en una religión positiva no hay más perfección que en el catolicismo». Sin embargo, parece que el pope tiene un «patriarcalismo» del que emana una autoridad y bondad que le pareció no existir en el simple cura católico. Sea por el rito, el traje o por su prestancia, emana una categoría superior de hombre iniciado en misterios de la que carece el cura católico (Cfr. Ibid, p.840).
En otra carta (octubre 22), recuerda: «Sólo Dios tiene la verdad en sus manos».
Cristos: impresiones y paisajes
Decía García Lorca: «Hay en el alma del pueblo una devoción que sobrepuja todas las devociones: la de los crucificados». Se lamentaba de que se admiraran más por la trágica realidad de los terribles dolores del cuerpo y no por el mar sin orillas, amoroso, de su alma: «lloran por la corona de espinas, sin meditar y amar al espíritu de Dios sufriendo por dar el supremo consuelo»... « era Dios y estaba en la Cruz ya consumado el sacrificio genial. Nos olvidamos del Jesús en el Huerto... con la amargura del temor a lo tremendo no nos asombramos ante el Jesús con amor de hombre en la última cena... lo grandioso nos desconcierta» (Ibid, p.72).
«Estos Cristos sentidos se esconden en las capillitas pueblerinas, donde son el orgullo de sus habitantes... al llegar los escultores genios de España... hicieron sus Calvarios poniendo su alma en la ejecución de los ojos. Y Mora y Hernández, y Juni y el Montañés, y Salzillo y Silos, y Mena y Roldán, etcétera, supieron decir con dulzura dramática los ojos de Jesús... y los pusieron entornados, escalofriantes... supieron que aunque en el cuerpo una contorsión diga mucho, dicen mucho más unos ojos en la agonía, y pusieron en los ojos todo el sufrimiento de aquel cuerpo ideal...» (Ibid, p.75).
En sus obras no dejó de hacer referencias al dolor y a la cruz: «La cruz ¡y vamos andando!». «Soy una gran pecadora / pero he amado de una manera / que Dios me perdonará / como a santa María Magdalena. / Si usted supiera, / estoy muy herida, hermana, / por las cosas de la tierra» (Mariana Pineda). En otro pasaje de esa misma obra cristalizó esta hermosa frase: «Dios está cubierto de heridas de amor que jamás se cierran». «¡Oh cruz! ¡oh clavos! ¡oh espina clavada en el hueso hasta que se oxiden los planetas!». Verdad teológica, genialidad poética.
«Dejad que corra el aire»
Probablemente hacia 1928, escribió: «La verdad es lo vivo y ahora quieren llenarnos de muertes y de aserrín de corcho. El disparate, si está vivo, es verdad; el teorema, si está muerto, es mentira. ¡Dejad que corra el aire! ¿No te angustia la idea de un mar con todos los peces atados con cadenita a un solo punto, sin conciencia? No discuto el dogma. Pero no quiero ver el punto donde se acaba "ese dogma"» (fragmento de carta, op.cit. p.971). Enfrascado en la Oda al Santísimo Sacramento del Altar, afirmó: «Es dificilísima. Pero mi fe la hará» (Ibid, p.978), y en otra ocasión decía: «por disciplina, hago estas "academias" precisas de ahora y abro mi alma ante el símbolo del sacramento» (Ibid, p.981).
En uno de sus poemas en prosa, al hablar de Santa Lucía, afirmó: «fue una hermosa doncella de Siracusa... como todos los santos planteó y resolvió teoremas deliciosos ante los que rompen sus cristales los aparatos de Física. Ella demostró en la plaza pública, ante el asombro del pueblo, que mil hombres o cincuenta pares de bueyes no pueden con la palomilla luminosa del Espíritu Santo» (Ibid, p.144).
Una interrogación
«Un sepulcro es siempre una interrogación» (Ibid, p.61). A la pregunta del famoso caricaturista Bagaria, de si no será mejor el silencio de la nada que la vida futura de los creyentes, respondió: «Bonísimo y atormentado Bagaria, ¿no sabes que la Iglesia habla de la resurrección de la carne como el gran premio a sus fieles?». El profeta Isaías lo dice en un versículo tremendo: «Se regocijarán en el Señor los huesos abatidos»... y citó una lápida que había leído en un cementerio: Aquí espera la resurrección doña Micaela Gómez; y añadió: «una idea se expresa y es posible porque tenemos cabeza y manos. Las criaturas no quieren ser sombras» (Ibid, p.687).

Muerte, nube obsesiva
En la nueva edición de sus obras completas, a cargo de Miguel García Posada, éste afirma que la poesía de García Lorca canta como la de Quevedo, tiembla como la de San Juan de la Cruz, se llena de hombres y mujeres como la de Lope, se refrena como la de Fray Luis. Su teatro se empareja con la frescura de Lope y también con la dimensión dramática de Calderón. En su prosa habla de la genialidad imaginativa y la desenvoltura de nuestros prosistas mayores. García Lorca amaba lo popular, lo instintivo, lo irracional, o mejor, lo transracional. Su poesía es a la vez culta y popular. Tiene ambas dimensiones. En ella se funden lo tradicional y la modernidad. Quizá su fama se deba en parte a su trágica muerte: «sin su muerte no hubiera levantado pronto el vuelo».
Su injusto fusilamiento choca violentamente con la fragilidad de su persona. No se ha explicado hasta ahora por qué abandonó Madrid, republicano, por Granada dominada por insurrectos. Buscando la vida encontró paradójicamente la muerte. Federico no tenía temperamento revolucionario, aunque sí, como cualquier persona normal, simpatías que se pueden advertir en sus escritos sobre el progreso y la justicia social. Por ejemplo, en septiembre de 1931 dirigió una alocución al pueblo de Fuente Vaqueros: «No sólo de pan vive el hombre... bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan, que gocen todos los frutos del espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios sufre una terrible agonía, porque son libros, libros, muchos libros los que necesita... ¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor", "amor", y que debían los pueblos de pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para su sementera» (Ibid, pp.422-423).
Tuvo amigos comunistas (como Alberti) y socialistas (como Fernando de los Ríos). Pero también una admiración grande por Ortega, enemigo declarado de la II República a partir de 1932. También se veía con frecuencia con José Antonio, fusilado por los republicanos. Como dijo Ortega: «Vida es una cosa y poesía otra».
¿Quién ordenó la muerte de García Lorca? Según cuenta el profesor Luis de Hera Esteban (de la Real Academia de Historia, actualmente profesor en la Universidad de Génova), su muerte no se debió a un pleito entre homosexuales, como se comentaba en algunos círculos de postguerra, sino a un hombre cercano a la CEDA que quiso congraciarse con los militares por temer que su filiación política no fuese suficiente.
Varios autores famosos intentaron salvarle. Su amigo, el poeta Luis Rosales (falangista), que la última vez que lo vio escuchó de sus labios: «Luis, estoy rezando». Y el no menos conocido José María Pemán, amigo de Franco en los primeros años de la guerra, conociendo las extrañas rivalidades entre las nuevas autoridades y algunos grupos de derechas, temió por su vida y pidió personalmente a Franco que interviniese. Éste accedió a ello, pero ya fue tarde: día y medio antes había sido asesinado.
García Lorca sufrió de modo particular la cercanía de la muerte. No era de carácter decidido ni sobresalía por su coraje. Su carácter alegre, pero tímido, no le abandonó. Aunque pone en boca de Bernarda Alba, «yo no quiero llantos; la muerte hay que mirarla cara a cara», en todo parece que la muerte le siguió —persiguió— siempre como nube obsesiva. La injusticia lo desplomó; una servidora de su cortijo de Granada ha contado que lo vio en la cárcel hundido físicamente, sin fuerzas, incapaz de hablar. Podemos suponer que la fuerza religiosa que se manifestó tantas veces en su obra y en su vida le apoyarían en el momento culminante de su existencia, y que tampoco perdería la esperanza que atribuyó a los gitanos de Granada y a los negros de Harlem.
A modo de conclusión
No tengo la menor intención apologética. García Lorca, especialmente en sus años jóvenes, atacó algunos aspectos de la moral católica, pero no perdió un cierto sentido católico de la vida. En carta a Encarnación López (la famosa Argentinita) dice: «Espero que me tendrá presente en sus oraciones y no me olvidará» (Granada, 1931, Ibid, p.1004). Comentando la muerte de un conocido, escribió dando el pésame: «Cuando le dije a mi madre la frase del encantador Gitanillo sobre la Virgen, se echó a llorar y una costurera, muy andaluza, decía: ¡Hijo de mi alma, él sí que estará ya en los brazos de la Virgen! Dios también tiene que ser bueno contigo, y lo mismo la Virgen, la Santísima Virgen, llena de espadas como un toro, que ampara a los toreros y que se lleva con ella a los que son guapos y buenos como era Gitanillo» (Carta, 1931, Ibid, p.996). Este tipo de referencias a lo sobrenatural no son infrecuentes en los escritos del poeta. Precisamente, por buen poeta, hizo referencia a lo más bello de la religión: la liturgia. Era capaz de captar y admirar lo que otros son incapaces de ver: los signos litúrgicos, la piedad popular que bebió en su tierra andaluza, «y [como afirma Marcelo González Martín, Cardenal arzobispo de Toledo y primado de España] junto a la belleza de los signos externos, la otra, la interior, la del alma de la liturgia: a un espíritu tan fino como el suyo no se le escapa que allí, en esa misa, en esa adoración al Sacramento, en ese culto a la Virgen que él recuerda, hay una idea de la presencia de Dios en el templo, una solemnidad que se transforma en cordialidad, una prueba viva, prueba para los sentidos de la inmediata presencia de Dios».
Era difícil encontrar quién hablara así por entonces en España. No olvidemos que corrían los años 30. Su genio poético le permitía captar el valor singular y la riqueza interior de la liturgia y piedad populares.
El valor de muchas de las afirmaciones es su sinceridad. Son cartas a su familia y amigos. No había que fingir ni disimular. Quizá no tuvo una formación religiosa profunda —como tantos otros—, pero no fue ateo ni agnóstico.
Dicen sus biógrafos que al llegar a Nueva York estaba torturado por la angustia de su «pasión imposible». Sus cartas no lo manifiestan así. Las primeras semanas fueron difíciles, pero su temperamento amigable y alegre hicieron que pronto se sobrepusiera. Por donde pasaba desbordaba alegría, ganas de vivir y conocer, sentido positivo de la vida. Junto a la gente se sentía feliz. Sus cartas reflejan comprensión de las personas, tristeza por la injusticia y lo deshumano.
__________________
* Licenciado en Derecho (Universidad de Madrid). Doctor en Teología (Universidad Lateranense, Roma). Cofundador y colaborador de ISTMO. Autor de diversas publicaciones y libros




Fuente: Revista Istmo. Humanismo y Empresa, Año 40 - Número 239 Noviembre/diciembre 1998
Remitido por nuestro colaborador Sergio Rubio Maldonado
ene
09- 2011

¿La otra muerte de Federico García Lorca?

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La versión oficial de la muerte de Federico García Lorca nos dice que fue fusilado en algún lugar de la carretera que une Vízmar y Alfacar (Granada) en agosto de 1936 a manos de los sublevados en el levantamiento militar que tuvo lugar en Marruecos el 17 de julio del mismo año, y que dio lugar, como todos sabemos, a la Guerra Civil Española. Las razones de ese fusilamiento parecen claras: aunque Federico García Lorca detestaba la política partidaria y resistió la presión de sus amigos para que se hiciera miembro del Partido Comunista, era conocido como liberal y sufrió con frecuencia las arremetidas de los conservadores por sus amistades, y sus numerosas declaraciones sobre la injusticia social le convirtieron en un personaje antipático e incómodo para la derecha. Tampoco ayudaba, por supuesto, su conocida condición de homosexual.
Esto, sin profundizar mucho, es lo que dice la versión oficial… Pero, ¿qué hubiera pasado si Lorca hubiera sobrevivido a este fusilamiento? Hace algunos años ya, tuve un profesor en la Facultad de Filología que nos contó una historia asombrosa, de la que ninguno de los alumnos que le escuchábamos había oído hablar jamás, y que trataba sobre la ‘otra’ muerte del poeta Federico García Lorca.
Sí, García Lorca. Ese grandísimo poeta que nació en  Fuente Vaqueros (Granada) y que estudió en Madrid en la Residencia de Estudiantes, donde compartió clases con un genio tímido y callado que se llamaba Salvador Dalí, y con un turolense de fuerte carácter, futuro boxeador, que se llamaba Luis Buñuel. Ese gran poeta que conoció a José Moreno Villa, Emilio Prados, Pedro Salinas, Pepín Bello, etc… Ese gran poeta que fue reconocido con el paso del tiempo como el más grande que había en España, y que presumía de serlo con esos aires de señorito andaluz que siempre le acompañaron. Ese gran poeta que miraba por encima del hombro a Miguel Hernández por considerarlo poco más o menos que un pueblerino. Ese gran poeta que ha sido una de las almas más sensibles que ha dado este país y que nos ha dejado algunas de las mejores obras de nuestras literatura.. Pues bien, ese gran poeta no murió fusilado al amanecer de un día de agosto de 1936.  
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Nos contaba mi profesor que, al parecer, alguien encontró el cuerpo aún con vida con un tiro en el lado izquierdo de la cabeza y dos en el tronco, y que no dio parte a las autoridades porque España estaba en guerra, la situación era muy delicada y este era un asunto muy delicado que, a lo mejor, le podría suponer la cárcel o algo peor. Pero sí que pensó que las monjas de un convento cercano podrían ayudarle, y con esa intención se decidió a trasladarlo allí.
A pesar de lo grave de su estado, el hombre, al que las monjas llamaron Manuel, fue mejorando muy lentamente de sus heridas, y consiguió sobrevivir en un estado de consciencia relativa (os recuerdo que tenía un disparo en el lado izquierdo de la cabeza), sin saber quién era. Pero algo de su antigua genialidad y de su desbordante sensibilidad debieron quedar escondidos dentro de su maltrecha mente… Una de aquellas monjas con las que convivió pocos años hasta su muerte se empeñó en enseñarle a leer y a escribir, y por eso le dio una estampita del Cristo de Medinaceli, donde Manuel sólo escribió, con pulso tembloroso, la palabra AGUA.
Pasado el tiempo, el hombre que descubrió el cuerpo herido de Manuel vio el en cine un especial sobre el cuarenta aniversario de la muerte de Lorca, y quedó asombrado por el parecido entre el poeta y la persona que entregó a las monjas. Estupefacto, llamó a un periodista para contarle la historia. Cuando los historiadores decidieron exhumar el cadáver de Manuel para ver si se trataba en realidad de Federico García Lorca, descubrieron que el lugar en el que fue enterrado, y el convento donde había sido acogido, estaba cubierto por una presa artificial. Al parecer, algo de ese Lorca tan obsesivo con la muerte había sobrevivido al fusilamiento en el cuerpo de Manuel.
¿Quedaba alguna otra prueba que pudiera determinar la veracidad de la historia? El hombre entregó a los medios una foto en la que aparece él, junto con las monjas del Convento y el tal Manuel, que tiene un parecido sobrenatural con Federico García Lorca, con los cambios propios de una persona que ha sido fusilado y que ha sobrevivido a duras penas.
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¿Ficción o realidad? A pesar de que a mí me parece una historia bellísima, dista mucho de ser real. Mucha gente la ha creído a pies juntillas, incluso se han hecho documentales, reportajes, etc…, asegurando su veracidad, pero no es verdad. Se trata de un guión de la serie documental Páginas Ocultas de la Historia (en la que se mostraban historias de ficción con un trasfondo de datos históricos), basado en la idea original de Fernando Marías La luz prodigiosa, a la postre también guionista de la serie de televisión. Incluso también hay una película del año 2003 que trata más o menos este tema. Para los cinéfilos, el director es Miguel Hermoso.
Muchos han sido los engañados, también mi profesor de la Facultad. Pero bueno, como dijo alguien, no dejes que la verdad te estropee una bonita historia. Y esta lo es. Sin duda.
Sea como fuere, espero que este cuentecito os anime a acercaros a la obra de uno de los más grandes poetas y dramaturgos de la literatura universal.


Jueves 18 de agosto del 2011 |  
15:42 Arte y cultura

Federico García Lorca es recordado tras 75 años de su muerte

EFE | LA HABANA, Cuba
El poeta español Federico García Lorca, fusilado hace 75 años en Víznar, cerca de Granada, será evocado hoy en La Habana, donde pasó tres meses en 1930 y donde su genio dejó una huella indeleble.




Compañero de figuras emblemáticas de la época como el cineasta Luis Buñuel y el artista Salvador Dalí, Lorca compartió con ellos en la Residencia de Estudiantes, un centro cultural que formaba a las personalidades de la época.

El film Little Ashes (1998)  retrata  la amistad de Federico García Lorca y Salvador Dalí.

Una compañía teatral representa hoy en el Centro Cultural Bertold Brecht "Lorca en La Habana", un espectáculo en el que se hace referencia "a todo el viaje que hizo por Cuba y a las conferencias que pronunció", dijo su director, Giraldo Moisés Cárdenas.

En la obra de la compañía Máscara Laroye se mezclan durante más de una hora poemas musicalizados de García Lorca y pasajes de obras teatrales, así como "fragmentos de una carta que envió a sus padres desde La Habana y en la que refleja sus impresiones sobre Cuba", dijo Cárdenas.

"De sus dramas (La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre, entre otras) hemos escogido las escenas del conflicto principal para que el público pueda luego acercarse al resto de la obra", indicó el director cubano de Máscara Laroye.

Conversatorio en Guayaquil

En Guayaquil se realiza un conversatorio sobre la vida de García Lorca con la crítica literaria Cecilia Ansaldo, quien dialogará con el dramaturgo Eduardo Muñoa en Tinta Café, ubicado en Plaza Lagos Town Center a las 19:30. Entrada gratuita

El público podrá apreciar de una corta interpretación de Bodas de Sangre, bajo la dirección de Muñoa.

Respecto a la fecha del asesinato del poeta de Romancero Gitano no existe un día específico, pues algunos biógrafos estiman que ocurrió entre el 17, 18 y 19 de agosto de 1936.

El estudioso del poeta, el irlandés Ian Gibson -en su libro "Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca (1998)- menciona: "La balanza se inclina a favor de la noche del 17 al 18 de agosto, por ello no hay documentación acerca de ni un aspecto de los tres últimos días del poeta", dice Gibson el mayor biógrafo de Lorca.

Federico García Lorca

Federico García Lorca
Lorca (1914).jpg
García Lorca en 1914.
Nacimiento 5 de junio de 1898
Fuente Vaqueros (Granada), Bandera de España España
Defunción 18 de agosto de 19361 (38 años)
Entre Víznar y Alfacar (Granada), Bandera de España España
Ocupación Poeta, dramaturgo y prosista
Nacionalidad Bandera de España Española
Período Siglo XX
Género Poesía
Movimientos Generación del 27
Firma Firma de Federico García Lorca.png
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898 – entre Víznar y Alfacar, ibídem, 18 de agosto de 19362 ) fue un poeta, dramaturgo y prosista español, también conocido por su destreza en muchas otras artes. Adscrito a la llamada Generación del 27, es el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX. Como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo.
Murió ejecutado tras la sublevación militar de la Guerra Civil Española, por su afinidad con el Frente Popular y por ser abiertamente homosexual.3 1
Pero el 2 no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra...
Pequeño poema infinito.
Nueva York, 10 de enero de 1930.

] Biografía


Casa natal de Federico García Lorca, en Fuente Vaqueros.
Nació en el municipio de Fuente Vaqueros, Granada (España), en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898, y fue bautizado con el nombre de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca; su padre fue Federico García Rodríguez, un hacendado, y su madre, Vicenta Lorca es la segunda mujer de su padre,4 maestra de escuela que fomentó el gusto literario de su hijo.
Desde los 2 años, según uno de sus biógrafos, Edwin Honig, Federico García Lorca mostró su habilidad para aprender canciones populares, y a muy tierna edad escenificaba en miniatura oficios religiosos. Su salud fue frágil y no empezó a caminar hasta los cuatro años. Leyó en su casa la obra de Víctor Hugo y de Miguel de Cervantes. Como estudiante fue algo irregular. De niño lo pusieron bajo la tutela del maestro Rodríguez Espinosa, en Almería, ciudad en la que residió con su familia entre 1906 y 1909[cita requerida]. Inició el bachillerato de vuelta a su provincia natal y abandonó la Facultad de Derecho de Granada para instalarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid (1918–1928); pasado un tiempo, regresó a la Universidad de Granada, donde se licenció en Derecho, aunque nunca ejerció la abogacía, puesto que su vocación era la literatura.

El olivo donde fue fusilado.
La ubicación meridional de Granada, donde se encontraba viva la herencia mora, el folclore, el oriente y una geografía agreste, quedó impresa en toda su obra poética, donde los romanceros y la épica se funden de manera perceptible. Después de su madre, fue Fernando de los Ríos quien estimuló el talento del entonces pianista en favor de la poesía; así, en 1917 escribió su primer artículo sobre José Zorrilla, en su aniversario.
La España de García Lorca era la de la Edad de Plata, heredera de la Generación del 98, con una rica vida intelectual donde los nombres de Francisco Giner de los Ríos, Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno y, poco después, Salvador de Madariaga y José Ortega y Gasset imprimían el sello distintivo de una crítica contra la realidad de España.
Influyeron, además, en la sensibilidad del poeta en formación Lope de Vega, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Manuel Machado, Ramón del Valle-Inclán, Azorín y el Cancionero popular.

Estatua de García Lorca en la plaza de Santa Ana de Madrid. Obra del escultor Julio López Hernández
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Juventud y primeras obras

En 1918 publicó su primer libro Impresiones y paisajes, costeado por su padre. En 1920 se estrenó en teatro su obra El maleficio de la mariposa, en 1921 se publicó Libro de poemas, y en 1923 se pusieron en escena las comedias de títeres La niña que riega la Albahaca y El príncipe preguntón. En 1927, en Barcelona, expuso su primera muestra pictórica.
En esta época frecuentó activamente a los poetas de su generación que permanecen en España, en torno a la Residencia de Estudiantes: Jorge Guillén, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, y sobre todo Buñuel y Dalí, a quien después le dedicó la Oda a Salvador Dalí. El pintor, por su parte, pintó los decorados del primer drama del granadino: Mariana Pineda. En 1928 publicó la revista literaria Gallo, de la cual salieron solamente dos números.
En 1929 marchó a Nueva York. Para entonces se habían publicado, además de los antes mencionados, sus libros Canciones (1927) y Primer romancero gitano (1928). Esta última es su obra más popular y accesible. A García le molestaba mucho que el público lo viera como gitano.

Viaje a Nueva York

De su viaje y estancia en Nueva York surge el libro Poeta en Nueva York. En 1930 fue a La Habana, donde escribió parte de sus obras Así que pasen cinco años y El público. Ese año regresó a España, donde fue recibido en Madrid con la noticia de que su farsa popular La zapatera prodigiosa se estaba escenificando.

La Segunda República y «La barraca»

Al instaurarse la Segunda República española, Fernando de los Ríos fue nombrado Ministro de Instrucción Pública. Bajo el patrocinio oficial, se encargó a Lorca la co-dirección de la compañía estatal de teatro «La Barraca», donde disfrutó de todos los recursos para producir, dirigir, escribir y adaptar algunas obras teatrales del Siglo de Oro español. Escribió en este período Bodas de sangre, Yerma y Doña Rosita la soltera.
En 1933 viajó a la Argentina de la Década Infame para promover la puesta en escena de algunas de sus obras por la compañía teatral de Lola Membrives y para dictar una serie de conferencias, siendo su estancia un éxito: a manera de ejemplo, su puesta de La dama boba —durante años olvidada,5 descubierta, editada y reeditada por la Universidad de La Rioja6 —, de Lope de Vega, atrajo a más de sesenta mil personas. Co-fundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha sostenía un tono condenatorio en relación a los relatos sobre las conquistas y los problemas del socialismo en la URSS. Entre este año y 1936 escribió Diván de Tamarit, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que conmovió al mundo hispano, La casa de Bernarda Alba y trabajaba ya en La destrucción de Sodoma cuando estalló la Guerra Civil española.

Guerra Civil y asesinato

Colombia y México, cuyos embajadores previeron que el poeta pudiera ser víctima de un atentado debido a su puesto de funcionario de la República, le ofrecieron el exilio, pero Lorca rechazó las ofertas y se dirigió a su casa en Granada para pasar el verano.
En esos momentos políticos alguien le preguntó sobre su preferencia política y él manifestó que se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico. De hecho nunca se afilió a ninguna de las facciones políticas y jamás discriminó o se distanció de ninguno de sus amigos, por ninguna cuestión política. Tuvo una gran amistad con el líder y fundador de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, muy aficionado a la poesía.7 El propio Lorca decía de él:
...José Antonio. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él.8
Se sentía, como él lo dijo en una entrevista a El Sol de Madrid poco antes de su muerte, íntegramente español.
Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.[cita requerida]
Tras una denuncia anónima, el 16 de agosto de 1936 fue detenido en la casa de uno de sus amigos, el también poeta Luis Rosales, quien obtuvo la promesa de las autoridades nacionales de que sería puesto en libertad «si no existía denuncia en su contra». La orden de ejecución fue dada por el gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, quien había ordenado al ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso la detención del poeta.
Las últimas investigaciones, como la de Manuel Titos Martínez, determinan que fue fusilado la madrugada del 18 de agosto de 1936, seguramente por cuestiones territoriales, ya que algunos caciques, muy conservadores, tenían rencor al padre de Lorca porque era un cacique progresista.[cita requerida] En una entrevista al diario El Sol había declarado que «en Granada se agita la peor burguesía de España», y eso fue su sentencia de muerte.[cita requerida] Federico García Lorca fue ejecutado en el camino que va de Víznar a Alfacar, y su cuerpo permanece enterrado en una fosa común anónima en algún lugar de esos parajes con el cadáver de un maestro nacional, Dióscoro Galindo, y los de los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, ejecutados con él.9 La fosa se encuentra en el paraje de Fuente Grande, en el municipio de Alfacar, provincia de Granada (España). El escritor, autor del "Romancero Gitano" fue ejecutado por ser republicano y homosexual, considerado en esa época como un delito imperdonable.10
H. G. Wells envía el siguiente despacho a las autoridades militares de Granada:
H. G. Wells, presidente Pen Club de Londres, desea con ansiedad noticias de su distinguido colega Federico García Lorca, y apreciará grandemente la cortesía de una respuesta.11
cuya respuesta fue la siguiente:
Coronel gobernador de Granada a H. G. Wells.—Ignoro lugar hállase D. Federico García Lorca.—Firmado: Coronel Espinosa.11
Después de su muerte se publicaron Primeras canciones, Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Antonio Machado escribió el poema "El crimen fue en Granada" en 1937 al tema de la muerte de Lorca.
En 2009, en aplicación de la ley para la recuperación de la memoria histórica aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se decide abrir la fosa donde supuestamente descansaban los restos del poeta. Aun así, no se encontró nada.12

Obra

El universo lorquiano se define por un palpable sistematismo: la poesía, el drama y la prosa se alimentan de obsesiones -amor, deseo, esterilidad- y de claves estilísticas constantes. La variedad de formas y tonalidades nunca atenta contra esa unidad cuya cuestión central es la frustración.

Estilo

Los símbolos: de acuerdo con su gusto por los elementos tradicionales, Lorca utiliza frecuentemente símbolos en su poesía. Se refieren muy frecuentemente a la muerte aunque, dependiendo del contexto, los matices varían bastante. Son símbolos centrales en Lorca:
  • La luna: es el símbolo más frecuente en Lorca. Su significación más frecuente es la de muerte, pero también puede simbolizar el erotismo, la fecundidad, la esterilidad o la belleza.
  • El agua: cuando corre, es símbolo de vitalidad. Cuando está estancada, representa la muerte.
  • La sangre: representa la vida y, derramada, es la muerte. Simboliza también lo fecundo, lo sexual.
  • El caballo (y su jinete): está muy presente en toda su obra, portando siempre valores de muerte, aunque también representa la vida y el erotismo masculino.
  • Las hierbas: su valor dominante, aunque no único, es el de ser símbolos de la muerte.
  • Los metales: también su valor dominante es la muerte. Los metales aparecen bajo la forma de armas blancas, que conllevan siempre tragedia.
La metáfora: es el procedimiento retórico central de su estilo. Bajo la influencia de Góngora, Lorca maneja metáforas muy arriesgadas: la distancia entre el término real y el imaginario es considerable. En ocasiones, usa directamente la metáfora pura. Sin embargo, a diferencia de Góngora, Lorca es un poeta conceptista, en el sentido de que su poesía se caracteriza por una gran condensación expresiva y de contenidos, además de frecuentes elipsis. Las metáforas lorquianas relacionan elementos opuestos de la realidad, transmiten efectos sensoriales entremezclados, etc.
El neopopularismo: aunque Lorca asimila sin problemas las novedades literarias, su obra está plagada de elementos tradicionales que, por lo demás, demuestran su inmensa cultura literaria. La música y los cantos tradicionales son presencias constantes en su poesía. No obstante, desde un punto de vista formal no es un poeta que muestre una gran variedad de formas tradicionales; sin embargo, profundiza en las constantes del espíritu tradicional de su tierra y de la gente: el desgarro amoroso, la valentía, la melancolía y la pasión.

Poesía

La obra poética de Lorca constituye una de las cimas de la poesía de la Generación del 27 y de toda la literatura española. La poesía lorquiana es el reflejo de un sentimiento trágico de la vida, y está vinculada a distintos autores, tradiciones y corrientes literarias. En esta poesía conviven la tradición popular y la culta. Aunque es difícil establecer épocas en la poética de Lorca, algunos críticos diferencian dos etapas: una de juventud y otra de plenitud.

La época de juventud

Aquí se incluyen sus primeros escritos: Impresiones y paisajes (en prosa, aunque sin embargo muestra procedimientos característicos del lenguaje poético) y Libro de poemas (escrito bajo el influjo de Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez); en este poema García Lorca proyecta un amor sin esperanza, abocado a la tristeza.
La Diputación de Granada edita en 1986 una antología poética, seleccionada, presentada y anotada por ANDREW A. ANDERSON (I.S.B.N. 84-505-3425-9). Esta antología aporta Suites (1920-1923) y Poemas en prosa (1927-1928). En Suites se encuentra "Cancioncilla del niño que no nació" [1] pág. 71 , y en Poemas en Prosa "Degollación de los Inocentes", pág. 150. En estos escritos el poeta hace referencia al drama del aborto.

































































































































































 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La época de plenitud

Comienza con el Poema del cante jondo (1921) que, mediante la unidad temática, formal, conceptual y la expresión de los sentimientos, debida en parte a su inspiración folclórica, describe la lírica neopopularista de la Generación del 27.
En Primeras canciones (1927) , y Canciones (1936) emplea las mismas formas: la canción y el romance. Los temas del tiempo y la muerte se enmarcan en el alba, la noche, la ciudad andaluza y los paisajes lunares.
La muerte y la incompatibilidad moral del mundo gitano con la sociedad burguesa son los dos grandes temas del Romancero gitano. Destacan los procedimientos habituales de poesía de origen popular, y la influencia del compositor Manuel de Falla. No se trata de una obra folclórica; está basada en los tópicos con que se asocia lo gitano y andaluz. Lorca eleva al personaje gitano al rango de mito literario, como después hará también con el negro y el judío en Poeta en Nueva York. En el Romancero gitano emplea el romance, en sus variantes de novelesco, lírico y dramático; su lenguaje es una fusión de lo popular y lo culto.
Lorca escribe Poeta en Nueva York a partir de su experiencia en EEUU, donde vivió entre 1929 y 1930. Para Lorca la civilización moderna y la naturaleza son incompatibles. Su visión de Nueva York es de pesadilla y desolación, propia de un mal sueño. Para expresar la angustia y el ansia de comunicación que lo embargan, emplea las imágenes visionarias del lenguaje surrealista. Su libertad expresiva es máxima, aunque junto al verso libre se advierte el uso del verso medido (octosílabo, endecasílabo y alejandrino).
El Diván de Tamarit (1940) es un libro de poemas de atmósfera o sabor oriental, inspirado en las colecciones de la antigua poesía arábigo-andaluz. El tema central es el del amor sujeto a experiencias frustrantes y amargas; su lenguaje está muy próximo al de Poeta en Nueva York.
Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935) es una elegía de incontenible dolor y emoción que actúa de homenaje al torero sevillano que tanto apoyó a los poetas de la Generación del 27.
La obra poética de García Lorca se cierra con Seis poemas gallegos y la serie de once poemas amorosos titulada Sonetos del amor oscuro. Lorca siempre ha contado con el respeto y admiración incondicional de los poetas de generaciones posteriores a la Guerra Civil. Considerado un poeta maldito, su influencia se ha dejado sentir entre los poetas españoles del malditismo.

[editar] Libros de poesía

[editar] Teatro

El teatro de García Lorca es, con el de Valle-Inclán, el de mayor importancia escrito en castellano en el siglo XX. Es un teatro poético, en el sentido de que gira en torno a símbolos medulares —la sangre, el cuchillo o la rosa—, de que se desarrolla en espacios míticos o presenta un realismo trascendido, y de que, en fin, encara problemas sustanciales del existir. El lenguaje, aprendido en Valle-Inclán, es también poético. Sobre Lorca influyen también el drama modernista (de aquí deriva el uso del verso), el teatro lopesco (evidente, por ejemplo, en el empleo organizado de la canción popular), el calderoniano (desmesura trágica, sentido de la alegoría) y la tradición de los títeres. La producción dramática de Lorca puede ser agrupada en cuatro conjuntos: farsas, comedias «irrepresentables» (según el autor), tragedias y dramas.
Entre las farsas, escritas entre 1921 y 1928, destacan La zapatera prodigiosa, en la que el ambiente andaluz sirve de soporte al conflicto, cervantino, entre imaginación y realidad, y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, complejo ritual de iniciación al amor, que anuncia los «dramas irrepresentables» de 1930 y 1931: El público y Así que pasen cinco años, sus dos obras más herméticas, son una indagación en el hecho del teatro, la revolución y la presunta homosexualidad —la primera— y una exploración —la segunda— en la persona humana y en el sentido del vivir.
Consciente del éxito de los dramas rurales poéticos, Lorca elabora las tragedias Bodas de sangre (1933) y Yerma (1934), conjugación de mito, poesía y sustancia real.
Los problemas humanos determinan los dramas. Así, el tema de la «solterona» española (Doña Rosita la soltera, 1935), o el de la represión de la mujer y la intolerancia en La casa de Bernarda Alba (1936), para muchos la obra maestra del autor.

[editar] Obras teatrales

[editar] Prosas biográficas

[editar] Filmografía

[editar] Sobre la vida de Lorca

[editar] Adaptaciones de su obra

[editar] Óperas

ópera basada en una ficción biográfica

[editar] Bibliografía

  • Álvarez de Miranda, Ángel: «Poesía y religión», en Revista de Ideas Estéticas, t. XI (1953), pp. 221–251.
  • Budia, Mariam: «Aproximación a las estrategias creativas en Así que pasen cinco años: tiempo absoluto y subconsciente», en Teatro, Revista de Estudios Teatrales, nº21 (2007)
  • Colecchia, F.: García Lorca. A selectively annotated bibliography of criticism (Nueva York-Londres, 1979).
  • Fernández Cifuentes, L.: García Lorca en el teatro: La norma y la diferencia (Zaragoza, 1986).
  • García-Posada, M.: Lorca: Interpretación de «Poeta en Nueva York» (Madrid, 1982).
  • Gibson, I.: Federico García Lorca, 2 vols. (Barcelona, 1985, 1987).
  • Gil, I.-M. (ed.): Federico García Lorca (Madrid, 1973).
  • Grande, Félix: García Lorca y el flamenco (Madrid, 1992).
  • Laffranque, M.: Les idées esthétiques de Federico García Lorca (París, 1967).
  • Mery: Raramente, una versión infantil de sus obras Viendo a las flores crecer (Gallicia, 1937).
  • Ramos-Gil, C.: Claves líricas de García Lorca: Ensayos sobre la expresión y los climas poéticos lorquianos (Madrid, 1967).
  • Titos Martínez, M.: Verano del 36 en Granada. Un testimonio inédito sobre el comienzo de la guerra civil y la muerte de García Lorca (Granada, 2006)

[editar] Referencias

[editar] Véase también

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  Enlaces externos

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