Ha muerto Troy Davis
HERMANN PETZOLD RODRÍGUEZ | EL UNIVERSAL
sábado 24 de septiembre de 2011 12:18 PM
Troy Davis, de 42 años, fue condenado en 1991 a la pena de muerte, con sólo 22 años de edad, y ejecutado por inyección letal esta semana en el estado de Georgia (EEUU), por ser el supuesto asesino de un policía. Un proceso que estuvo plagado de irregularidades, y carente de pruebas sólidas en su contra. El diario El País (España) mencionaba sobre el caso: "se puede liberar a un hombre de la cárcel pero no de la tumba".
En nuestro país, no hace falta imponer la pena de muerte para que se evidencien los atentados contra los derechos humanos de los presos, que ocurren a diario en las cárceles. La máxima es: culpable hasta que se demuestre lo contrario. Por eso debe ir a la cárcel. Es la deducción que sacamos, al haber personas privadas de libertad que han sobrepasado su pena por el delito que cometieron sin haber sido juzgados. Aunado a esta grave omisión por parte de la justicia venezolana ante los inocentes internos, están los recintos carcelarios, que son un trágico matiz de hechos inimaginables que ocurren dentro.
Hace unos meses, el diario ABC de España mencionó a la cárcel de San Antonio, en la isla de Margarita, como una de las 7 cárceles más cómodas del mundo, -comparándola incluso con cárceles en Noruega y Filipinas- por los servicios que ofrecía: droga, sexo, fiestas e incluso piscina. La Guardia Nacional Bolivariana, fungía sólo como instrumento de control para evitar la fuga de presos, más no para poner orden interno. El hacinamiento, la falta de formación al preso, la violencia interna, el dominio absoluto de decidir internamente quién vive y quién muere a diario, no son más que consecuencias de un problema causado hace más tiempo que la estancia de Chávez en el poder.
Fuera de las cárceles es donde se origina todo. Al aumentar la delincuencia y las muertes violentas, se habla de incrementar la seguridad a través del número de policías y armas, pero nadie habla de los orígenes. Prefieren controlar la inundación, en lugar de que encontrar la causa de la fuga. Se puede reprimir y disminuir temporalmente a la violencia, pero esto no es acabar con el problema. Hay 2 aspectos que se deben atender: la paternidad irresponsable y la educación.
Sobre la primera. Es la causa principal de que los jóvenes entren a formar parte de las bandas. No conocieron a sus padres o nunca le prestaron la debida atención. Su único ejemplo a seguir será repetir el ciclo de paternidad irresponsable. Por ende, la figura paterna se suplanta -desde temprana edad- por el admirado "líder" del barrio, quien acoge a nuevos integrantes en su banda, en un ambiente rodeado de violencia, droga y dinero fácil. La vida de un nuevo integrante y la de los demás, no es lo primordial, si alcanza su objetivo.
Por otro lado está la educación, base de la construcción de un país. El conocimiento facilitado y orientado por el Estado, es la mayor ambición que puede adquirir un joven en su etapa de desarrollo. Es donde puede despertar las ansias de ser mejor persona y salir adelante junto con su familia. Es el camino para eliminar la pobreza intelectual, y para que predominen los valores.
En tal sentido, ambos aspectos se contraponen en un joven. ¿Cuántos de los actuales delincuentes tuvieron derecho a la educación? ¿Cuántos contaron con el consejo de su padre? No se puede ser delincuente y estudiar. No se tienen sueños altos, si se piensa en obtener dinero fácil producto de la droga. El joven muchas veces no tiene la capacidad de discernir qué es lo mejor. ¿Quién abona el terreno para que un joven descubra qué es lo que le apasiona en la vida y luche por eso? Allí entra la familia, pero si la familia no está, debe entrar el Estado como garante del futuro de Venezuela, logrando mejores oportunidades para los jóvenes, con mayor apoyo, como mentor, y no sólo como regulador.
Las miles de muertes por violencia en Venezuela no son casuales, son causales.
Licenciado en Comunicación Social - MBA IE Business School
hpr1906@hotmail.com
@hermann196
En nuestro país, no hace falta imponer la pena de muerte para que se evidencien los atentados contra los derechos humanos de los presos, que ocurren a diario en las cárceles. La máxima es: culpable hasta que se demuestre lo contrario. Por eso debe ir a la cárcel. Es la deducción que sacamos, al haber personas privadas de libertad que han sobrepasado su pena por el delito que cometieron sin haber sido juzgados. Aunado a esta grave omisión por parte de la justicia venezolana ante los inocentes internos, están los recintos carcelarios, que son un trágico matiz de hechos inimaginables que ocurren dentro.
Hace unos meses, el diario ABC de España mencionó a la cárcel de San Antonio, en la isla de Margarita, como una de las 7 cárceles más cómodas del mundo, -comparándola incluso con cárceles en Noruega y Filipinas- por los servicios que ofrecía: droga, sexo, fiestas e incluso piscina. La Guardia Nacional Bolivariana, fungía sólo como instrumento de control para evitar la fuga de presos, más no para poner orden interno. El hacinamiento, la falta de formación al preso, la violencia interna, el dominio absoluto de decidir internamente quién vive y quién muere a diario, no son más que consecuencias de un problema causado hace más tiempo que la estancia de Chávez en el poder.
Fuera de las cárceles es donde se origina todo. Al aumentar la delincuencia y las muertes violentas, se habla de incrementar la seguridad a través del número de policías y armas, pero nadie habla de los orígenes. Prefieren controlar la inundación, en lugar de que encontrar la causa de la fuga. Se puede reprimir y disminuir temporalmente a la violencia, pero esto no es acabar con el problema. Hay 2 aspectos que se deben atender: la paternidad irresponsable y la educación.
Sobre la primera. Es la causa principal de que los jóvenes entren a formar parte de las bandas. No conocieron a sus padres o nunca le prestaron la debida atención. Su único ejemplo a seguir será repetir el ciclo de paternidad irresponsable. Por ende, la figura paterna se suplanta -desde temprana edad- por el admirado "líder" del barrio, quien acoge a nuevos integrantes en su banda, en un ambiente rodeado de violencia, droga y dinero fácil. La vida de un nuevo integrante y la de los demás, no es lo primordial, si alcanza su objetivo.
Por otro lado está la educación, base de la construcción de un país. El conocimiento facilitado y orientado por el Estado, es la mayor ambición que puede adquirir un joven en su etapa de desarrollo. Es donde puede despertar las ansias de ser mejor persona y salir adelante junto con su familia. Es el camino para eliminar la pobreza intelectual, y para que predominen los valores.
En tal sentido, ambos aspectos se contraponen en un joven. ¿Cuántos de los actuales delincuentes tuvieron derecho a la educación? ¿Cuántos contaron con el consejo de su padre? No se puede ser delincuente y estudiar. No se tienen sueños altos, si se piensa en obtener dinero fácil producto de la droga. El joven muchas veces no tiene la capacidad de discernir qué es lo mejor. ¿Quién abona el terreno para que un joven descubra qué es lo que le apasiona en la vida y luche por eso? Allí entra la familia, pero si la familia no está, debe entrar el Estado como garante del futuro de Venezuela, logrando mejores oportunidades para los jóvenes, con mayor apoyo, como mentor, y no sólo como regulador.
Las miles de muertes por violencia en Venezuela no son casuales, son causales.
Licenciado en Comunicación Social - MBA IE Business School
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