Umberto Eco: "Como novelista no soy más que un aficionado"
El semiólogo italiano se considera "un novelista muy joven"
Eco sigue produciendo libros a sus 80 años ARCHIVO
EL UNIVERSAL
martes 13 de septiembre de 2011 12:00 AM
Madrid.- ¿Inspiración o trabajo? ¿Talento o esfuerzo? Estas cuestiones, eternas a la hora de hablar de la creación artística, se las plantea también el escritor y semiólogo Umberto Eco en su nuevo libro, Confesiones de un joven novelista, una reflexión de cómo pasó de ensayista a novelista.
Publicado por Lumen, Confesiones de un joven novelista está este mes en la calle para deleite de los muchos incondicionales del viejo profesor italiano, que, a punto de cumplir los 80 años, se considera "un novelista muy joven, ciertamente prometedor, que hasta el momento ha publicado unas cuantas novelas y que publicará muchas más en los próximos cincuenta años".
Así lo expresa en este libro, donde reflexiona sobre su forma de escribir. "Prestaré más atención a la ficción que a los ensayos -dice-, porque, aunque me considero académico de profesión, como novelista no soy más que un aficionado", subraya Eco, que debutó como novelista con El nombre de la rosa, en 1980.
El autor de El péndulo de Foucault sostiene que, cuando llegó a la cincuentena, no se sintió, "como les pasa a muchos alumnos", frustrado por el hecho de que su escritura no fuera "creativa".
"No entiendo por qué a Homero se le considera un escritor creativo y a Platón no. ¿Por qué un mal poeta es un escritor creativo y un buen ensayista no lo es?", precisa.
Según el semiólogo, "los escritores creativos piden a sus lectores que traten de encontrar una solución". Por ese motivo, Eco cuenta que, en las charlas que ofreció tras la publicación de El nombre de la rosa, explicaba que un novelista puede decir cosas que no puede decir un filósofo.
Eco explica también que "inspiración" es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para parecer intelectualmente respetables. "Como dice el viejo refrán, el genio es un diez por ciento inspiración y en un noventa por ciento transpiración", dice.
Otra de las reflexiones que se hace el pensador está relacionada con la verdad que existe en la ficción. "Por qué cuando Goethe publicó en el siglo XIX Las tribulaciones del joven Werther, donde su héroe homónimo se suicida por amor, muchos jóvenes románticos de la época hicieron los mismo?", se plantea.
Publicado por Lumen, Confesiones de un joven novelista está este mes en la calle para deleite de los muchos incondicionales del viejo profesor italiano, que, a punto de cumplir los 80 años, se considera "un novelista muy joven, ciertamente prometedor, que hasta el momento ha publicado unas cuantas novelas y que publicará muchas más en los próximos cincuenta años".
Así lo expresa en este libro, donde reflexiona sobre su forma de escribir. "Prestaré más atención a la ficción que a los ensayos -dice-, porque, aunque me considero académico de profesión, como novelista no soy más que un aficionado", subraya Eco, que debutó como novelista con El nombre de la rosa, en 1980.
El autor de El péndulo de Foucault sostiene que, cuando llegó a la cincuentena, no se sintió, "como les pasa a muchos alumnos", frustrado por el hecho de que su escritura no fuera "creativa".
"No entiendo por qué a Homero se le considera un escritor creativo y a Platón no. ¿Por qué un mal poeta es un escritor creativo y un buen ensayista no lo es?", precisa.
Según el semiólogo, "los escritores creativos piden a sus lectores que traten de encontrar una solución". Por ese motivo, Eco cuenta que, en las charlas que ofreció tras la publicación de El nombre de la rosa, explicaba que un novelista puede decir cosas que no puede decir un filósofo.
Eco explica también que "inspiración" es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para parecer intelectualmente respetables. "Como dice el viejo refrán, el genio es un diez por ciento inspiración y en un noventa por ciento transpiración", dice.
Otra de las reflexiones que se hace el pensador está relacionada con la verdad que existe en la ficción. "Por qué cuando Goethe publicó en el siglo XIX Las tribulaciones del joven Werther, donde su héroe homónimo se suicida por amor, muchos jóvenes románticos de la época hicieron los mismo?", se plantea.
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