Yo soy

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martes, 2 de junio de 2015

Baruch Spinoza (1632-1677), fue un judío de origen español nacido en Amsterdam, cuya obra filosófica se encuentra impregnada de lo que se suele denominar "espiritualidad". Sus premisas conjugan la razón, la pasión y la fe.

Bondad y maldad

Para Spinoza el odio es lo que nos castra de nuestra posibilidad de actuar respecto a nosotros mismos

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ALIRIO PÉREZ LO PRESTI |  EL UNIVERSAL
lunes 1 de junio de 2015  12:00 AM
Baruch Spinoza (1632-1677), fue un judío de origen español nacido en Amsterdam, cuya obra filosófica se encuentra impregnada de lo que se suele denominar "espiritualidad". Sus premisas conjugan la razón, la pasión y la fe. Reformulando las ideas de su maestro René Descartes, que pensaba que existían dos sustancias, la pensante y la extensa, Spinoza sostiene que extensión y pensamiento eran apenas atributos de la única sustancia: Dios.

Sustenta la premisa de que Dios se identifica no sólo con lo espiritual, sino con la naturaleza, por lo cual "toda cosa finita es una manifestación de la sustancia infinita". De allí que sus ideas llegan hasta nuestros días, siendo influyente en el pensamiento de hombres de la talla de Hegel. Como consecuencia de sus tesis, fue acusado de panteísta y excomulgado. Vale la pena releerlo cuando pensamos en el bien y el mal, porque su obra ha recobrado espacios en el siglo XXI, al tener un carácter inspirador. Para Spinoza el odio es lo que nos castra de nuestra posibilidad de actuar respecto a nosotros mismos, y, en ese sentido, es una pasión mustia. Considera que las ideas de un bien y un mal "absolutos" han sido enclavadas en la historia de los pueblos para fomentar la superstición y el facilitar a los poderes políticos el dominio de los ciudadanos. La ética de Spinoza es ajena a la superstición y promueve la firmeza y la generosidad.

Todos estos planteamientos fueron tan apropiados y han llegado a ocupar un sitio importante en el pensamiento occidental porque en Spinoza la idea de bondad sobresale por encima de los postulados de otros hombres de pensamiento, desde una estructura racional. 

Pero así como Spinoza predicó una razón que se estrechaba con la dimensión "espiritual", paradójicamente llegó a crear pasiones en su entorno que hicieron su vida dura y turbulenta. Conforme predicaba lo bondadoso, las crueldades de sus contemporáneos lo circundaban. Como si lo bueno y generoso tuviese que ir de la mano con las pasiones demoledoras de lo oscuro y malvado, en una suerte de equilibrio que lleva de la mano una condición a la par de la otra. El bien y el mal unidos en un sino infinito de fluctuaciones que se resumen en el canto popular con la expresión: "En la muerte de Cristo no puede faltar el Diablo". 

A mi juicio la bondad humana es inherente a nuestra naturaleza. Pero no a nuestra "naturaleza humana" como se suele señalar, sino a nuestra "naturaleza animal", en un sentido evolutivo, tangible, pragmático, operativo y primario. Somos buenos porque en nuestra naturaleza animal la bondad es condición imprescindible para la supervivencia colectiva. Por ello me niego a aceptar que nuestra sociedad tenga incrustado actualmente en su seno la existencia de tantos elementos de carácter autodestructivo que nos llevan a pensar que como grupo tenemos visos de "sociedad suicida". 

Un pueblo puede y tal vez necesite de la confrontación entre sus pares por un tiempo limitado, bajo ciertas condiciones particulares. Ello se halla incrustado en la parte competitiva de lo humano. Lo que es incompatible con el civismo es que la confrontación entre connacionales sea una manera de vincularse de forma permanente, por mucho que sea estimulada y aupada desde estructuras de poder. Lo natural es que para podernos salvar "todos" debe aparecer la amabilidad, la compasión y el respeto, en especial el respeto y exaltación por la vida y todo lo que sea inspirador. Una sociedad que predica el culto a la muerte y no respeta la vida está condenada a su propia aniquilación.

Espero que esa bondad tatuada en nuestro código genético, perfeccionada por la historia filogénica de nuestra especie, sea la que aparezca entre tantas pasiones oscuras y sentimientos encontrados. Que el deseo natural por vivir y salvaguardar la vida sea el que venza en esta especie de competencia infinita de fuerzas para hacerse del poder y control social, cuando desde el comienzo era obvio que se trataba de una batalla perdida. Nuestra generación ha de retomar la senda del bien, porque tal como nos estamos conduciendo, no hay posibilidad de que surjan vencedores.

Baruch Spinoza es un ejemplo de perseverancia cuando se cree en un sistema de pensamiento que excluye la idea de odio. Fue tan importante su obra, que activó persecuciones ilimitadas al punto de que se le aplicó el "herem", que es una maldición eterna, que prohibía a cualquier miembro de la comunidad judía dirigirle la palabra, relacionarse con él, acercársele físicamente, leer sus libros o estar bajo el mismo techo. Intentaron apuñalarlo en Amsterdam y sobre su tumba, una mano siniestra escribió: "Escupe sobre esta tumba: Aquí yace Spinoza. ¡Ojalá su doctrina quede aquí sepultada y no se propague su pestilencia!"

A más de 300 años de su desaparición física y a pesar de todas las fuerzas malignas que se opusieron a su pensamiento esperanzador y bien logrado, lo seguimos leyendo e invocando, pues dejó un legado que guía y da sosiego. 

@perezlopresti

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