Yo soy

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sábado, 20 de junio de 2015

"Uno recuerda el pasado, pero no es una obsesión", dice el actor. "Mientras estoy vivo pienso que tengo que seguir siendo útil a la sociedad, a mi profesión. ¿Por qué me voy a enterrar a los 89 años si todavía puedo brindar algo?" declaró el primer actor Carlos Márquez en sus 89 años...

Carlos Márquez: "Actuar me hace falta, está dentro de mí"

"Todavía siento nervios. Y me ayudan a conservar la energía, sustituyo una cosa por la otra. Yo no tengo la vitalidad, la energía, de unos años atrás. Pero yo lo compenso con voluntad", señaló el actor.

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"Inolvidable" se presentará hasta el 4 de julio en el Celarg (Edsaú Olivares)
INDIRA ROJAS |  EL UNIVERSAL
viernes 19 de junio de 2015  08:40 AM
"¡Silencio!", exclamó. Las voces que murmuraban en la cabina de control del teatro callaron. No fue necesario interrumpir el ensayo. Él no perdió el ritmo de la interpretación, tampoco olvidó la siguiente línea del monólogo. Cuando debió exigir paz por segunda vez, la sala 1 del Celarg quedó definitivamente en reposo.

Al primer actor Carlos Márquez se le vio nuevamente agitado poco después de finalizar el ensayo general de Inolvidable, al ver que no tenía en sus manos el guión de la obra. "¿Dónde está mi libreto?", preguntó a los tramoyistas, con una voz levemente inquieta.

Es una voz de 89 años, que no deja de ser firme y profunda. A diferencia de su cuerpo, la rigurosidad en su arte no ha envejecido. Incluso, la agitación que recorría cada palabra no coincidía por momentos con sus movimientos pausados, que se le pueden atribuir a la edad. 

Finalmente, le aseguraron que al instante le regresarían el libreto, guardado tras bastidores, y ya olvidados los percances confesó: "No tengo la vitalidad, la energía, de unos años atrás. Pero yo lo compenso con voluntad. Con el deseo de hacer [...] Me dije: 'No es posible que yo deje esta obra engavetada. ¡Hay que hacerla!'. Y con el apoyo de mi buen amigo Simón Pestana como productor encaminamos esta temporada".

En 2013 presentó el unipersonal Inolvidable, escrito por José Gabriel Núñez, en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte). Las funciones fueron anunciadas como las últimas en la carrera de Márquez: precedían su retiro. Pero lo cierto es que tal cosa no existe para el intérprete, quien ha dedicado a la actuación 70 años de su vida.

Así como sus descansados movimientos, la jubilación del teatro se ha convertido con los años en un fin dilatado, que, felizmente, no llega.

-Posiblemente esta sí sea mi despedida, porque estaré aquí (en el Celarg) durante tres semanas, y después haré la gira por el interior. Probablemente eso me lleve todo el año. El que me quiera ver, que aproveche ahora (ríe).

-Pero lo mismo dijo en 2013, cuando anunció que se retiraría de las tablas.

-Es verdad. Pero uno cree a veces que ya es momento de la despedida. El unipersonal se hizo como despedida, pero no tiene que ser para ya, pudiera quedar para dentro de tres años, ¡qué se yo! [...] Mañana me puede sorprender una nueva obra, un nuevo espectáculo, una nueva idea, una nueva propuesta que me hagan.

-¿No se imagina sin el teatro, sin la actuación?

-Actuar me hace falta, es mi vida. Yo siento amor por lo que hago, es una cosa que está dentro de mí. 

-¿Y todavía siente nervios al estar en un escenario?

-Sí, todavía siento nervios en una obra. Me ayudan a conservar la energía. Yo sustituyo una cosa por la otra. 

En abril de 1936, Márquez vio por primera vez una sala de proyección cerrada: el Cine Principal de Caracas. "Mira, hermano, un cine", le advirtió su consanguíneo, mientras recorrían la Plaza Bolívar. 

Antes de cumplir los 10 años, sólo había visto películas en espacios abiertos en Caripito (estado Sucre). Allí, previendo los designios inciertos del clima, solo algunas tablas de zinc protegían equipos y asistentes. Aunque su actividad en las artes escénicas inició en la capital, fue en su natal tierra sucrense de cines abiertos donde las pantallas y las tablas saludaron su curiosidad. 

Dos décadas después, al comprender la necesidad de la profesionalización de la actuación, fundaría el Teatro Los Caobos en el segundo piso del Edificio Polar junto con su esposa en aquel momento: Juana Sujo. Con ella también creó la Sociedad Venezolana de Teatro, pero tras la muerte de la actriz argentina Márquez probó una desintegración paulatina de lo que habían logrado. Una época que, en sus palabras, prefiere no recordar.

"Uno recuerda el pasado, pero no es una obsesión", dice el actor. "Mientras estoy vivo pienso que tengo que seguir siendo útil a la sociedad, a mi profesión. ¿Por qué me voy a enterrar a los 89 años si todavía puedo brindar algo?".

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