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sábado, 29 de agosto de 2015

“Para la época en que Venezuela llega a la mitad del siglo, la dramaturgia venezolana continúa experimentando con diversos recursos expresivos para encontrar su color propio”

Didascalia VII: Dinner en Caracas

Dinner en Caracas / Foto: Cortesía
Dinner en Caracas / Foto: Cortesía
“Para la época en que Venezuela llega a la mitad del siglo, la dramaturgia venezolana continúa experimentando con diversos recursos expresivos para encontrar su color propio” 

Según el crítico Rubén Monasterios, Ramón Díaz Sánchez –autor de La Casa– afirmó alguna vez al ser entrevistado que para el final de los años 40 el teatro venezolano ha venido desarrollándose en dos vertientes: el criollismo vulgar y el decadente convencionalismo español. Sin embargo, reconocía “la existencia de una juventud inteligente, libre de ciertas preocupaciones estrechamente nacionalistas”.
La dupla que encarna este ejemplo a cabalidad es, según Monasterios, el equipo conformado por el español Alberto de Paz y Mateos y la argentina Juana Sujo. El primero, con puestas escena innovadoras, nuevos usos de la luz y una detallada dirección de arte. La segunda aboga por la creatividad del actor, dando paso a una metodología basada en el juego y las propuestas del mismo.
Para la época en que Venezuela llega a la mitad del siglo, la dramaturgia venezolana continúa experimentando con diversos recursos expresivos para encontrar su color propio. Ya ha pasado por los estadios primitivos del teatro español y ha hecho mofa de sí misma y de su sociedad a través del costumbrismo; y es en este momento que la situación política y cultural del país se presta para ser el caldo de cultivo de una nueva generación de autores y directores que toman elementos aprendidos del teatro europeo y americano y los asimilan para, de esta forma, crear un lenguaje teatral propio.
Para Ida Gramko –una de las principales voces de la década en materia de dramaturgia con La rubiera–, Venezuela “es un país en formación y con mezclas raciales que crean constantemente una razón de vida” y hace referencia al contraste entre sus Casas Muertasy sus aspiraciones cosmopolitas. Existen varios conceptos que se debaten con sus antónimos en nuestro imaginario: civilización-barbarie, ciudades-pueblos, innovación-tradición, democracia-dictadura pero que, por falta de experiencia o técnica no han sido aprovechados para crear piezas atractivas a la audiencia.
La clave para comprender nuestro imaginario es que lo criollo y lo foráneo conviven. Dinner en Caracas, trabajo discográfico de Aldemaro Romero que presta su nombre a este artículo, pertenece a un género que habría de definir en dos palabras la dramaturgia de los años venideros: Onda Nueva.

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