Yo soy

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viernes, 20 de marzo de 2015

Las tablas del país no descansan y las propuestas de varios dramaturgos prometen buenas obras para lo que resta del año. Aquí, Luigi Sciamanna, Héctor Manrique, Orlando Arocha y Juan José Martín comparten los proyectos que pronto se verán en escena

El teatro que viene en 2015 en Venezuela

Héctor Manrique montará este año Los hombros de América, de Fausto Verdial
Héctor Manrique montará este año Los hombros de América, de Fausto Verdial
Las tablas del país no descansan y las propuestas de varios dramaturgos prometen buenas obras para lo que resta del año. Aquí, Luigi Sciamanna, Héctor Manrique, Orlando Arocha y Juan José Martín comparten los proyectos que pronto se verán en escena
El Nacional Todo en Domingo
Orlando y lo poético nacional 
Viste franela, tiene barba de varios días y sus cachetes siempre llegan primero que él. Pareciera un hombre que vive allí, en el teatro, en La Caja de Fósforos dentro de la Concha Acústica de Bello Monte. Un pesimista que se contradice es un optimista enclosetado. Orlando Arocha gruñe, pero sonríe.
“Andrés Eloy Blanco también fue un gran dramaturgo, amén de que hay calidad poética en él mucho más allá de Píntame angelitos negros o La loca Luz Caraballo. Cuenta con tres obras fundamentales: Abigaíl, Los hombres las prefieren negras y El pie de la virgen, que monté hace muchos años”. En esa última obra reincidirá porque retrata las luchas estudiantiles de 1928.
“La obra es un juguete cómico, es fantasiosa, no enfrenta de forma realista el problema, lo hace de manera idealizada”, comenta Arocha de esta pieza que volverá a poner en escena. “Es un grupo de niños que escapan de la ciudad, perseguidos porque quieren rescatar a Doña Ana que está presa en manos de Topón, una caricatura de Juan Vicente Gómez. Contado así parece una obra infantil, pero no lo es:  a través del juego poético puede expresar las luchas estudiantiles”.
La obra del escritor cumanés es tan poética que al ser liberada, Doña Ana defiende a Topón porque también lo siente como un hijo. “Hay una especie de rescate de la concordia, de lo humano. Tiene que ver también con el imaginario latinoamericano religioso. Nuestro reto es volver a hacerla resonar para los venezolanos del siglo XXI”.
De la dramaturgia de autores muertos, las obras venezolanas que se montan en la mayoría de las salas, rara vez escapan de la santísima trinidad. “Los venezolanos nos quedamos con Chocrón, Cabrujas y Santana, o Chalbaud, que sigue vivo, y se nos olvida que hay una dramaturgia enorme. Siempre he tenido el interés de montar obras del siglo XIX. Es interesante revisar cómo se empezó a generar una nacionalidad en torno a las obras de teatro. Creo que es importante que los venezolanos nos reconectemos con esa dramaturgia”.
“Creo que todo acto de teatro es un acto de resistencia. Venezuela es un país ingrato para el teatro, todavía sigue siendo una suerte de apostolado que me parece un poco excesivo, pero ya entendimos con quiénes podemos contar”. Orlando Arocha
Ficha artística
La obra contará con 16 jóvenes actores de menos de 25 años. Protagonizan Eulalia Siso y Antonio Ruiz.
Fecha prevista: El próximo abril.

Para qué hacerlo sencillo
A pesar de estar en una chocolatería, Juan José Martín prefiere tomar café. Como director, le gusta montar las historias de dramaturgos que buscan una manera abstracta de contar la realidad aplastante. Hay mentes que saben cómo expresar cabalmente historias lineales y hay cerebros como los del suyo. “Me parece muy importante que el teatro hable de temas actuales. Me gusta la forma en que los dramaturgos que elijo abordan los problemas actuales y universales. De una forma muy directa, pero al mismo tiempo de una manera que ha sido tratada desde los tiempos de Bertolt Brecht, que es justamente ese efecto de distanciamiento; o sea: ver una realidad, reconocerla pero hacerlo desde algo que es completamente distinto. Es paradójico y supone un doble juego”.
Martín está en proceso de lectura con sus actores de El feo, de Marius von Mayenburg, uno de los tres proyectos que montará este año. “Es la historia de un ingeniero que desarrolla un conector de electricidad de alto voltaje, tiene que ir a un congreso a presentar su invento y descubre que van a enviar a un subalterno en lugar de él, ya que no es atractivo. Más tarde, su mujer le confirma que en efecto es terriblemente feo, pero nunca se lo había dicho por amor. Todo esto genera unas situaciones muy disparatadas. La obra es genial porque habla de la belleza como instrumento de segregación, condena y destrucción del individuo”.
Lo que más le gusta de la elección del texto es que lo trae al país emblema de los concursos de belleza femeninos, “pero esta vez el juzgado por su apariencia es un hombre”. El feo decide irse a un cirujano plástico a cambiarse el rostro. El cirujano logra hacer el milagro y le cambia la vida al ingeniero. Sin embargo, a partir de ese éxito, toma la determinación de  repetir la misma cara en otros pacientes. “A través del humor ácido quiero hablar de la despersonalización del individuo. ¿Quiénes somos actualmente?, ¿nos estamos convirtiendo en unos clichés?”. Sin preguntas, no hay teatro.
“Es verdad que las cosas pueden ser mejores; sin embargo, donde no hay crisis, no hay verdadera creación. Nos toca hacer teatro desde unas difíciles condiciones, pero esa no puede ser la excusa para no crear. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? No es para mantenernos ocupados en crear entretenimiento, es volver al fondo de la pregunta: para qué sirve el teatro”. Juan José Martín
Ficha artística
Protagonizan Antonio Delli, Ana Melo y Javier Figuera.
Fecha prevista: Julio.

Da Vinci, Luigi y la Mona Lisa
Los temas de una sobremesa en donde se encontraba Luigi Sciamanna versaron de lo que se suele hablar estando él presente: cine, teatro, actores, música, el pasado, libros, viajes y comida italiana. Por alguna razón, el nombre de Roberto Benigni se mencionó entre café y postres. La sonrisa de Sciamanna se fue transfigurando a medida que uno de los invitados despotricaba sobre el talento del protagonista y realizador de La vida es bella: un adjetivo colmó la paciencia del actor y director, quien se paró de la mesa, transformado en un convulso dramaturgo capaz de defender sus credos artísticos sin importar nada. Luigi Sciamanna es, sin duda, un hombre que no deja pasar ninguna ligereza acerca del arte.
Ahora el también escritor se concentra en el próximo anhelo que se verá en las tablas, sobre la Mona Lisa. “Ha llegado el momento de la señora que sonríe. Es curioso para mí. De la serie de cuatro obras, esta fue la primera que comencé a escribir en 2006 y será la que cierre la aventura. Estoy muy expectante. Son imágenes que me han acompañado por mucho tiempo. Son nueve años de trabajo y desde que iniciamos el ciclo en 2012, son cuatro años levantando todo el proyecto”. Quizás cierra así un ciclo en torno a Leonardo Da Vinci que empezó con La novia del gigante, siguió con El gigante de mármol y el año pasado continuó con 400 sacos de arena. “Estudiaba primaria en el colegio Miguel Ángel, de El Paraíso, cuando una maestra nos habló de Da Vinci. Desde esa edad, la curiosidad por Leonardo no me ha dejado. Llamado el Hombre Universal o el Hombre del Milenio, Leonardo es inagotable. La frase de Hamlet, ‘qué obra tan magnífica es el hombre’, puede aplicársele en toda su extensión. Leonardo viajó más allá de su tiempo. Vivió en la modernidad y por eso la fascinación por él no decrece”. En su próxima obra, Sciamanna seguirá explorando ese insondable misterio.
“El teatro es el lugar desde el que me expreso. El lugar desde el que soy. El lugar en el que aún me siento útil. Suficiente para mí”.
Luigi Sciamanna 
Ficha artística
“En escena estarán 13 actores interpretando casi 50 personajes. Es prácticamente una farsa”, cuenta Sciamanna. Entre ellos se encuentran Jorge Palacios, Armando Cabrera, Wilfredo Cisneros, Gerardo Soto, Marco Alcalá, Pastor Oviedo, Christopher Peinado, Luis Sarmiento, Rafael Carrillo, Homero Díaz, Sheila Monterola, Roberta Zanchi y Carlos Sánchez Torrealba.
Fecha prevista: Este mes de marzo.

Manrique y la diáspora
Cuentan muchos discípulos de José Ignacio Cabrujas que el maestro dirigía paseándose por toda la sala. Dicen que se mudaba de puesto en la medida en que se desarrollaba el ensayo, al mismo tiempo fumaba cigarrillos y los apagaba en los apoyabrazos. Entonces, dejaba huella de su perspectiva.
Héctor Manrique irrespeta la norma, mas no daña el mobiliario del templo: echa las cenizas y la colilla en el vaso plástico del café que se toma antes de hacerse las fotos. Este año pareciera que no montará ninguna obra de Cabrujas, pero sí un texto de la misma logia, Los hombros de América, de Fausto Verdial. “No la montamos desde 2004. La última vez lo hicimos con Juan Manuel Montesinos, Gledys Ibarra, Marisa Román, Héctor Palma, Alejo Felipe y Tania Sarabia. La monto por el flechazo que hay con el texto. Creo que desde que la escribió Fausto sigue siendo la misma comedia inteligente que me toca muy directamente. Por un lado, porque soy hijo de una inmigrante española y ese drama lo tengo muy claro. Para uno, como venezolano, la experiencia del emigrante fue siempre algo que le había pasado a otro, inclusive vivida por los padres de uno. Uno la veía lejana. El venezolano no se planteaba salir más allá de ir a estudiar para formarse, viajar para conocer el mundo. Ahora esta obra tiene una fuerza mayor, pues el venezolano está aprendiendo qué es emigrar: superamos el millón de personas fuera. Es una experiencia desgarradora”.
Manrique coincide con ese concepto que define la patria como cada elemento tangible o no que nos rodea en la tierra que ocupamos desde que despertamos hasta que volvemos a conciliar el sueño. “La patria es la señora del quiosco que te vende el periódico todos los días, es el barbero que te ha cortado el pelo durante veinte años, esos pequeños detalles son los que hacen la patria”.
“La obra trata de dos familias, una de ellas compuesta por un español que emigra y se casa con una venezolana, y la otra por dos españoles que emigran por razones políticas, después de la guerra civil. Una de ellas vive anclada en la idea del regreso y la otra consigue el afecto aquí, porque aquí hace una familia”, cuenta el director.
Manrique quiere volver a montarla sin ninguna alteración, mas con la convicción de que los hijos de la segunda pareja ya no están en el país.
“Hacer teatro es un acto de fe en que el hombre puede ser mejor. Una fe sustentada sobre la base de que se hace en un espacio donde puede verse a sí mismo, en su propia estatura. El teatro está a la altura de los seres humanos. Se hace para mostrarle al público sus oscuridades, y procura aclararlo para ser mejor”.
Héctor Manrique
Ficha artística
“Por definir, pero quiero a Tania Sarabia”.
Fecha prevista para el segundo semestre.

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