Yo soy

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jueves, 8 de noviembre de 2012

Ah bueno...A culturizarse, vamos!!!!


Siglo Nuevo jueves 1 de nov 2012, 

De la calle a la academia: Berklee
ARTE

Alfonso Nava
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Desde 1945 el Berklee College of Music ha puesto su interés en los géneros populares de Norteamérica y el mundo, revalorando sus grados de complejidad. Hoy es una universidad tan prestigiosa como los mejores conservatorios.

Justo el año del fin de la Segunda Guerra Mundial, 1945, es el de origen del Berklee College of Music, nacido inicialmente como Schillinger House of Music. Y precisamente su objetivo primario fue estudiar al jazz, que se había convertido en la máxima manifestación de la música norteamericana y un auténtico score de las emociones de la humanidad durante la época de hostilidades.
Junto a las escuelas de artes escénicas, los grandes centros imperiales tuvieron en sus conservatorios a las joyas de la corona en lo que a las artes se refiere. Durante los siglos XIX y XX, el templo internacional de la música fue el Mozarteum, la magna escuela de Viena donde se gestó la revolución dodecafónica de Arnold Schönberg e incubó al genio de Glen Gould, el máximo exponente de las imposibles Variaciones Goldberg. El Mozarteum era el modelo de lo que debía ser un conservatorio de altos vuelos, con una notable pluralidad de interpretación y un trabajo teórico como nunca antes se había visto. Fue, digamos, en la más amplia acepción, la primera universidad dedicada exclusivamente a la música, más que un mero centro de ejecución, composición o apreciación sonora. La Segunda Guerra Mundial puso fin a la época de esplendor de dicha institución no sólo por lo evidente (el castigo del conflicto bélico sobre Austria). Muchas de las mentes maestras del Mozarteum emigraron a los Estados Unidos (incluyendo a los mencionados arriba) y asimismo un nuevo ritmo empezó a apoderarse de la sensibilidad musical del orbe tanto por su maravilla natural como por su capacidad, en términos sociales, de congregar y unificar personas: el jazz.
MÚSICA TERRENAL
El fundador del Berklee College of Music fue Lawrence Berk, uno de los alumnos avanzados (junto a prestigiosos compositores como George Gershwin o Glen Miller) del teórico ucraniano Joseph Schillinger. Éste desarrolló su propio sistema de ejecución y lo enseñó a sus discípulos, de tal suerte que la escuela de Berk sería una extensión de dicha tradición, pero aplicada a la música contemporánea que estaba fuera de los conservatorios, plena en las calles.
El jazz fue la materia primordial de Berklee, aunque éste tuvo un crecimiento propio, ajeno a academias y un tránsito de evolución orgánico que va del swing a los experimentos aleatorios de Charlie Parker con Dizzy Gillespie. El verdadero punto nodal para Berklee vino con la llegada del rock en los sesenta, un poco por la propia evolución del swing de las big bands, el cual logró en esta escuela una reforma primordial: el establecimiento de la carrera de guitarra en todas sus modalidades, salvo la clásica.
Para entonces el método Schillinger se seguía enseñando como modelo de composición, pero el mapa curricular se amplió hacia todos los géneros populares norteamericanos. La escuela cambió de nombre a su actual denominación, fijó buena parte de su sistema de educación a observar y reflexionar detenidamente las tradiciones y técnicas que se gestan entre los intérpretes pop destacados. La dirección del colegio pasó a manos de Lee Berk, hijo del fundador, quien por su formación en Derecho y Finanzas decidió dar el giro definitivo que marca las pautas de Berklee: una atención especial a las necesidades de la entonces boyante industria discográfica y de entretenimiento.
La primera generación se graduó en 1966. El sello de calidad llegó cuando reconocieron a Duke Ellington, el padre del big band y del swing, como su primer doctor honoris causa.
MOSAICO SONORO
La distinción a Ellington vino a asentar otro de los sellos particulares de Berklee: contraria al elitismo de los conservatorios, la institución declaró apertura no sólo en lo sonoro sino en lo social, al hacer patente su reconocimiento al aporte de la música negra. Hoy por hoy Berklee mantiene tal estándar al ser la universidad norteamericana con mayor matrícula de extranjeros (resalta la cantidad de canadienses y mexicanos) y porque su mapa curricular contiene una amplia gama de materias dedicadas a la investigación y ejecución de los ritmos del planeta.
Con el paso del tiempo, en Berklee se agregaron materias dedicadas a instrumentos o sistemas infravalorados por su filiación a regímenes comerciales. Por ejemplo, mientras el sintetizador era práctica autodidacta en el país donde se inventó (Alemania), en Berklee fue sumado como materia y luego como carrera en diversas especialidades (entre ellas música para videojuegos o la modalidad con medios electrónicos, y la escuela de DJ en el campus que Berklee tiene en Valencia, España). Así ocurrió también con las percusiones, asignatura que tiene como fondo serias investigaciones de propuestas africanas y latinoamericanas.
Generalmente la música que se estudia en Berklee ha tenido una evolución histórica fuera (e incluso, a pesar) de las academias. Tradiciones como el blues y todo el ‘sonido Nashville’ (que abarca un amplio rango, del folk al country y hasta el soul) se regodean por su desarrollo pedestre, urbano, pleno de los matices de la gente real y lejos de las alturas de la música de cámara. No es fácil que una academia pida permiso a esas y otras corrientes musicales, pero Berklee se lo ganó por un sistema de mucho respeto y atención a las vertientes originales, sin intentos por formular o sistematizar métodos de composición para géneros que reclaman, en buena medida, libertad de ejecución.
FIGURAS MAYORES
Berklee ha concedido doctorados a iconos de la música popular como Aretha Franklin, Dizzy Gillespie, Quincy Jones, Smokey Robinson, David Bowie, Bonnie Raitt, Count Basie, Sting, The Edge, B. B. King, entre otros. En la última generación se agregaron a la lista Don Henley (The Eagles), Alison Krauss, Glen Frey, Joe Walsh y el etíope Mulatu Astatke.
De sus aulas han sobresalido nombres como Branford Marsalis, Steve Vai, Keith Jarret, Diana Krall, el guitarrista flamenco Al Di Meola, Donald Fagen de Steely Dan, John Mayer, Paula Cole y muchos más.
La clase del 2012 sumó poco más de 600 inscritos, contando 280 mujeres. El 34 por ciento de esa generación estuvo formada por estudiantes de más de 52 países.
ESENCIA PURA
Tan buena ha sido la sociedad entre Berklee y la tradición, que incluso mantiene programas con diversas sociedades musicales en todo Estados Unidos y el mundo para ampliar el intercambio teórico. Uno de los mejores es Berklee Music City, que implica una serie de ‘peregrinaciones’ (pilgrims, como les llaman) del alumnado a diversos estudios y asociaciones de Nashville, Tenesse, para el análisis de los géneros que surgieron en ese lugar. Un buen porcentaje del curso va dirigido exclusivamente a jóvenes becados, si muestran algún talento musical y no están en condiciones de auspiciarse la carrera.
Berklee ha sido reconocido en varias ocasiones por este carácter filantrópico, congregacionista, plural, de esencia global y solidaria. Tales motivos revelan que el espíritu de la música está realmente vivo en la institución, no sólo por las notas que surgen en sus aulas, sino por aquello que siempre se ha asociado como virtud inigualable de este arte: la idea de armonía en su máxima expresión.
Correo-e: ziggynsane@gmail.com

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