Yo soy

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jueves, 8 de noviembre de 2012

Para el autor, la familia es una cruz. "Dios no castiga por un motivo específico; lo hace siempre", llega a decir el narrador en algún momento.


La familia desgraciada en escena

"El matrimonio de Bette y Boo" entra en cartelera desde mañana.

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La comedia se presentará los viernes y sábados (Fotos Nicola Rocco)
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ÁNGEL RICARDO GÓMEZ |  EL UNIVERSAL
jueves 8 de noviembre de 2012  12:00 AM
"Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada". La frase pertenece al clásico de Tolstoi, Ana Karenina, un pensamiento que abre el libreto de Christopher Durang, por su rotunda identificación con el tema central. El matrimonio de Bette y Boo forma parte del repertorio del Grupo Actoral 80 y vuelve a escena mañana, tras haber sido estrenado en 1995. 

Precisamente una foto familiar recibe al público, una vez abierto el telón. Una canción anuncia que no todo es felicidad detrás de aquella boda. "Dios bendiga a Bette y Boo...", dice el coro de una melodía que intenta disimular las imperfecciones de las familias que se unen en aquella farsa. Las costuras se descubrirán de inmediato... 

Bette es ingenua -hasta tonta-, fanática de los clásicos de Disney. Habla. Y habla. Boo es práctico, directo. Ambos vienen de familias donde reinan la incomunicación, el irrespeto y los convencionalismos. 

Tras el primer hijo, Matt -que ella se empeña en llamar "Bambi"-, Bette pierde a todos sus retoños por el factor negativo de su sangre; aún así, lo intenta y lo intenta, mientras su esposo se refugia en el licor -como su progenitor-. 

El padre de Boo es uno de los especímenes que muchos creen solo viven en las tablas, pero pululan en los asientos del teatro y fuera de la sala. La madre de Boo, a la que su esposo llama "Suiche" porque "es la blanca más estúpida que hay", es un patético ejemplo de sumisión y falta de amor propio. 

La familia de Bette no es menos disfuncional: su madre siempre es una pose, mientras su padre habla en un idioma que nadie entiende. Una hermana es religiosa al extremo, con un sentimiento de culpa permanente y la otra es una amargada. 

Un sacerdote representa a esa Iglesia que nunca tiene respuestas y que, para Durang, lo que hace es generar problemas con sus posturas. 

"Bambi" es el encargado de conducir la historia en un entorno onírico, de montañas, nubes e infinito. 

Para el autor, la familia es una cruz. "Dios no castiga por un motivo específico; lo hace siempre", llega a decir el narrador en algún momento. 

El matrimonio de Bette y Boo tiene un significado especial para el GA80. Héctor Manrique recuerda que fue la primera pieza que dirigió para la compañía, luego de la partida de Juan Carlos Gené. Iris Dubbs no actuaba desde que lo hizo en la versión de 1995. Hoy Manrique interpreta al padre del novio -que en algún momento retomará Alejo Felipe- y Dubbs repite como la hermana amargada de Bette. 

Del elenco original también están Martha Estrada, Omaira Abinadé y Jorge Canelón. Completan la plantilla, la nueva generación de la compañía: Melissa Wolf, Samantha Castillo, Juan Vicente Pérez, Jesús Cova y Wadih Hadaya. 

La escenografía es la misma que diseñó el argentino Marcelo Pont, así como los vestuarios y la producción de Carolina Rincón. "Estrenamos en la sala del GA80 (Parque Central) y fue todo un éxito, hay gente que me ha dicho que la vio hasta cinco veces", comenta Manrique, quien intentará repetir la racha desde mañana, a las 10 pm, en el Teatro Trasnocho.

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