Yo soy

Yo soy

jueves, 17 de mayo de 2012

Los que duraron un mes en el Rodeo II disparando en fuego cruzado con la GNB salieron por la puerta principal y están libres


El Pran: un símbolo revolucionario

RUBÉN DE MAYO |  EL UNIVERSAL
jueves 17 de mayo de 2012  03:21 PM
"Puño, bofetón y palo, allá en la galera tres" es el estribillo de una muy conocida canción de Ismael Miranda, que se queda muy corta ante el horror de la violencia y la muerte en nuestras cárceles.

Hace unos meses nos asombramos por la masacre de El Rodeo (más de 20 muertos así lo atestiguan), que no fue tal para el gobierno de Chávez porque insólitamente acusaron a un canal de televisión de magnificar la situación, atemorizando a la población, como si más de 20 muertos no fuese un baño de sangre capaz de atemorizar a cualquiera; como si tal cantidad de muertos no fuese de por sí alarmante. Para el Gobierno, sin embargo, la situación estaba controlada y todo fue una burda exageración. Tanto que ni siquiera se planteó desde el Gobierno, por la matanza que hubo, que Tarek El Aissami renunciara a su cargo como ministro de Relaciones Interiores y Justicia, "después de todo pensaría el señor Ministro- aquí en Caracas muere más gente en un fin de semana; ¡qué exageración de la oposición!".

De "puño, bofetón y palo", como reza la canción del Ismael Miranda, tampoco nos enteramos: lo que había en El Rodeo era plomo de alto calibre y explosiones de granadas. Y todos nos preguntábamos: ¿y esos reos de dónde sacarán el armamento de guerra?, mientras en medio del fuego cerrado una destemplada Cilia Flores acusaba, en una declaración, a la oposición de fascista (por darle cobertura al suceso sangriento), siguiendo un viejo guión importado del fracasado régimen criminal de la Unión Soviética. Tampoco escuchamos, ante la masacre de El Rodeo, a los canales del Estado (perdón, quise decir Gobierno) solidarizarse con los presos, poniendo, por ejemplo, a ellos que tanto les gusta la salsa (saludos al personal de Ávila TV), la canción Las Tumbas, de Maelo, que era lo que mejor cabía en ese luctuoso y penoso escenario de muerte.

La mayoría se enteró, por esos días, que no solamente Chávez mandaba en Venezuela: había unos sujetos llamados pranes que tenían gobierno autónomo dentro de cada cárcel. Ellos decidían las reglas del juego en un territorio hostil, hace años olvidado por el Estado. El pran tiene vocación de poder; su voz poderosa se escucha en toda la cárcel, los reos también necesitan su líder. Durante los trece años de revolución, el pran terminó de formarse como delincuente consumado; la miseria y la violencia fue la salsa en la cual se cocinó. Entre el populismo de las misiones y las interminables cadenas del Gobierno fue creciendo y desarrollando sus habilidades de Pedro Navaja. No había muchas posibilidades para él en un ambiente de miseria, porque ese siempre será el principal caldo de cultivo de la violencia en nuestras calles: la pobreza extrema. Ante él y la delincuencia desatada nos explota en la cara la realidad paliativa de las misiones, que no han resuelto de forma estructural el problema de la pobreza, en tantos años de bonanza petrolera, ahogado el Gobierno en un mar de dinero que no ha podido administrar con sabiduría y proyecto de país a largo plazo.

Al pran, hijo y bandera de esta locura violenta de país pobre, lo olvidó la revolución. Él es resistente a las curitas y esparadrapos sociales de las misiones. En su bajo mundo hamponil, el pran le recuerda al Gobierno su enorme fracaso e incapacidad.

Pero tal vez lo que más le disgusta al Gobierno del pran es que este le ha disputado a Chávez el poder. El pran gobierna en su feudo como un monarca. Las arbitrariedades las comete él, sin ayuda del Presidente. El pran es un hombre que irrespeta la Constitución, él mismo es el Estado en la prisión; de equilibrio de poderes no sabe, él gobierna de forma autocrática, repartiendo el poder, como mendrugo, entre sus amigotes de armas. ¡Ah! De armamentos conoce mucho también, le encantan; su revolución en la prisión está armada. El es el padrino y padrote de la galera, sin tanto palabrerío y alharaca épica.

El pran es el símbolo y estandarte de esta revolución; con razón le canta a Chávez, depran pran y bailando en un ladrillito, a lo venezolano, con la esperanza traicionada de Pablo Pueblo, una melodía de Ismael Miranda que dice: "señor Sereno por qué me manda a dormir".

@rubdariote
rub_dario2002@yahoo.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario