Yo soy

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sábado, 19 de mayo de 2012

Strindberg entre nosotros

Se trata siempre de un conflicto de poder. El sexo, la clase social, la posición en el hogar son sólo la excusa; la verdadera intención es mostrar el lado miserable que a veces no resulta tan evidente. August Strindberg, el artista atormentado que pasó del realismo al simbolismo y que alteró los preceptos de la dramaturgia universal, es el protagonista de un ciclo que organizan Hebu Teatro y el Teatro del Contrajuego para dar a conocer en el país obras que inviten a la reflexión. El programa, que comienza hoy y culmina el 17 de junio, incluye galerías fotográficas, conferencias, lecturas dramatizadas y el montaje de dos de sus piezas más importantes, El pelícano y La señorita Julia, presentadas una a continuación de la otra. Las escenografías fueron hechas de madera. Paredes, columnas, suelos y existencias lucen duros, fríos, rajados. El presente de los personajes está carcomido por los traumas y el egoísmo. La puesta recrea un ambiente estéril, enfermizo. El pelícano transcurre en una casa helada, asediada por sombras y vientos que asemejan fantasmas. Los integrantes de una familia velan la muerte del padre mientras se pelean por herencias y rencores. Las palabras de la madre laceran, las reacciones de los hijos van de la sumisión a la locura y el yerno se maneja con violencia y manipulación. La historia es protagonizada por Diana Volpe, Ricardo Nortier, Jesús Nunes y Daniela Leal. La señorita Julia introduce en escena a una joven de la alta sociedad que se ha cansado de las poses y de las costumbres de ésta y decide seducir a su sirviente la noche de la Fiesta de San Juan. Su posición social choca con el vigor masculino del otro. Interpretados por Yuri Pita y Abilio Torres, los personajes del montaje arrastran los dramas de las diferencias sociales. Rossana Hernández completa el triángulo en la piel de Cristina, novia del joven mozo. "Son obras de gran complejidad, que representan uno de los grandes momentos del teatro y el inicio de la tragedia contemporánea y psicológica", afirma Orlando Arocha, que dirige ambos montajes. Miserias y cuestionamientos. "Como director es un placer tratar estos textos e investigar. Las piezas que montamos, si bien son del mismo autor, son muy diferentes, y así cambia el trabajo con los actores. En La señorita Julia trato de llevarlos al paroxismo realista, mientras que en el caso de El pelícano hablamos de la sequedad, del universo de lo no dicho", agrega Arocha. Las obras del dramaturgo, poeta y ensayista sueco nacido en Estocolmo en 1849 vibran en el alma del director y le dejan una impresión de enfermedad contemporánea, de dicotomía y cuestionamiento, razones por las que considera necesario retomar a ese tipo de autores: "Tienen mucho qué decir, nos acompañan en todos los niveles. Son textos que ayudan a estar atentos y a revisar nuestros puntos de vista, lo que no está de más. Es positivo que una sociedad se cuestione constantemente. Eso remueve la tranquilidad, la pasividad en la que a veces las personas caen, acostumbradas a formas de vivir que a menudo no son las más necesarias"
El Nacional  el Viernes, 18 de Mayo del 2012

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