Yo soy

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domingo, 16 de septiembre de 2012

El teatro funciona como un engranaje. Desde que el dramaturgo concibe la historia hasta que se baja el telón y los actores desaparecen de escena, muchas piezas están en constante trabajo y si una falla, todo el aparato se detiene. Estas son algunos de los artífices tras bastidores. No recurro a la historia de Valencia porque alli después de ser el "mejor teatro de provincia", no ha pasado más nada, a menos que ahora a Miguel Torrence le de por escribir sus memorias, que como recuerdos son arrechos, pero como saberes y creación es nulo, pues a cadáveres insepultos se les reza más no se vive paralizados en lo que fueron más no en lo que son y hacen en el presente, que en el caso del teatro en Valencia y su Escuela de Teatro "Ramón Zapata o el Grupo Arlequín o el de la Universidad es NADA...Puros profesores defendiendo sus cesta tickets y su apartamento en Prebo olvidándose del compromiso teatral, del acto creador que amerita otra actitud vital, pero en serio, no en especulaciones de lo que fuimos y ya no somos...


La cara oculta del teatro

El teatro funciona como un engranaje. Desde que el dramaturgo concibe la historia hasta que se baja el telón y los actores desaparecen de escena, muchas piezas están en constante trabajo y si una falla, todo el aparato se detiene. Estas son algunos de los artífices tras bastidores.
Por: Paula Ortiz Vidal portiz@cadena-capriles.com



La cara oculta del teatro
Talento tras bastidores Foto:Patrick Dolande

Armando Álvarez, el director
A los 14 años, Armando Álvarez trató de ser actor. En el 2005, unos varios años después, declinó de esta idea y comenzó a disfrutar más el rol de director. Su lugar sobre el escenario ya lo tiene asegurado, pues, además, es parte de la banda de música celta, Gaélica. Así que ahora disfruta poniéndose quisquilloso, como él mismo se describe, corrigiendo a los actores, sustituyendo lo que dejó de funcionar en escena y anotando detalladamente lo que se sale de control en cada función.
Él no es de esos directores que asisten a las primeras presentaciones y no regresan. Y no, desde que dirige profesionalmente en 2008 no se ha aburrido. A veces tras bastidores, a veces desde los controles de sonido e iluminación, y muy rara vez desde el público, Armando disfruta ver la reacción de los asistentes a sus obras. Durante toda la temporada de La Ola, la adaptación de la película alemana que llevó al teatro, excepto por tres funciones que se perdió, estuvo fascinado con la respuesta del público.
Para él, en Venezuela hace falta más contacto con el arte, para sensibilizar a la sociedad. “Mucha gente va al teatro pero no va a ver precisamente obras como tal, sino divertimentos como stand up comedy o shows de improvisación y me parece genial que estén, pero debe compartirse junto con grandes clásicos, obras contemporáneas o teatro experimental”, opina quien también forma parte de los Talleres de formación actoral que Skena realiza en el Trasnocho Cultural.
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www.trasnochocultural.com

  Ivanyi, la vestuarista
En 1972, cuando la directiva del Nuevo Grupo estaba conformada por Isaac Chocrón, Román Chalbaud y José Ignacio Cabrujas, Eva Ivanyi –quien luego se casaría con este último dramaturgo- comenzó a “hacer” teatro. De la producción saltó al vestuario, pero no la abandonó: entre el 83 y el 88 fue Directora de Producción Artística del Teresa Carreño, teatro que luego pasaría a dirigir entre el 99 y el 2002.
Hoy en día, Eva, quien forma parte de la directiva del Ateneo, de la del Teatro de Chacao y del Comité de Programación del Teatro Trasnocho, es sin duda una de las figuras más reconocidas de las tablas venezolanas. Como vestuarista, cuenta alrededor de 10 óperas y 25 películas (una es “Macho y hembra”, de Mauricio Walerstein), pero las obras de teatro son tantas que ya las dejó de contar.
Recuerda con orgullo las excelentes críticas que recibió con el vestuario de Acto Cultural, de Cabrujas, en 1976 (de la que nuevamente se encargó ahora que fue montada por el Grupo Actoral 80). De ahí aprendió lo que significa para un actor cambiarse en minutos y los trucos en los que el cierre mágico es el mejor aliado. Tampoco olvida que su primera vez como vestuarista fue junto al pintor Jacobo Borges, quien entonces cubría el rol de escenógrafo.
Para Eva, uno de los momentos más importantes desde que recibe el guión y asiste a las lecturas, hasta que antes del ensayo pre-general debe estar todo el vestuario listo y los imprevistos ya vistos, es cuando conoce a los actores y entiende qué les gusta resaltar y qué les gusta ocultar. “Una condición sine qua non del vestuario es que el actor se sienta cómodo”, reitera.
A veces el escritor te da algunas indicaciones (Ej.:“Juan entra por la puerta, se quita el abrigo y lo guinda en un perchero”), a veces eso no se respeta. También a veces el director quiere hacer una adaptación del parlamento (Ej.: una obra de época modernizada). Al final, ella acompaña ese vestuario durante toda su concepción. Otras veces, cuando la mayoría es casual, lo compra, pero siempre partiendo de un concepto.

Jorgita, la productora


La responsable de producir un show que reúne a Mariela Celis, Laureano Márquez, Claudio Nazoa, Emilio Lovera, y Luis Chataing, es la misma que produce también los monólogos de este último, el monólogo de Henrique Lazo, y muchísimas otras obras protagonizadas por Tania Sarabia, Aroldo Betancourt y Alba Roversi, por nombrar algunos. Su nombre es Jorgita Rodríguez.
De niña, ella siempre mostró dotes para la producción. Organizaba, reconfirmaba y monitoreaba todos los eventos. Ella sufre de miedo escénico, así que al responder cuál es la gran ventaja de estar tras bastidores, además de estar escondida, ella contesta: “seguir dando apoyo a quienes brindan todo lo mejor de sí al público: los artistas”. Sin embargo, todos terminan dando lo mejor de todos, para ella es un equipo en la que cada parte pesa por igual.
Hoy, además de productora, se siente una gestora cultural. Todos los viernes a las 10:30am, por la emisora cultural Caracas 97.7 Fm, transmite, junto a Rafael Albertos, “Aquí entre dos”, un espacio que aprovecha para “la difusión de la actividad teatral en el país y sus protagonistas”. Para no dejar de trabajar, desde hace cinco años maneja la página web www.vayaalteatro.com, que como hace evidente la dirección web, es una invitación para conocer, disfrutar e involucrarse con el gremio.
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Lefebrey,
 el técnico en caracterización y maquillaje
Este ostentoso nombre se da porque no se trata de un simple maquillador o peluquero. En el taller del Teatro Teresa Carreño, desde hace 24 años, trabaja, entre cuatro mujeres, el único hombre en Venezuela que se dedica a la elaboración de pelucas, barbas, bigotes, sombreros, postizos, máscaras de látex, de papel marché, prótesis y a maquillar y colocar tocados, es decir: en sus palabras, “todo lo que tiene que ver del cuello para arriba”.
Su nombre es Javier Lefebrey todas las funciones está en los camerinos maquillando a los artistas antes de salir escena. Ha participado en óperas como La Traviata y en ballets como el tradicional Cascanueces del TTC. Su truco: exagerar el maquillaje. Especialmente en el Teresa Carreño, con tan grandes dimensiones, el maquillaje es muchísimo más fuerte que uno cotidiano. De otro modo con las luces y la distancia el público no lo percibiría. “Solo se rebaja el maquillaje cuando se va a grabar o se hace un programa para televisión”, explica el técnico.
Tras bastidores, hace las pelucas con cabello sintético o cabello natural tejiéndolo en una malla que mide sobre moldes de cabeza de madera de cada artista. Con su esposa también tiene un taller para el que produce hasta utilería para cine y televisión. Trabajó, por ejemplo, para la película Francisco de Miranda, de Diego Rísquez y fue el encargado de hacer los sombreros, barbas, pelucas y bigotes para “Miranda Regresa”, de Luis Alberto Lamata.
Agell, el escenógrafo
Los sets de los shows Next Top Model, tanto el mexicano como el brasilero, están diseñados por un arquitecto venezolano de nombre Carlos Agell. Él se graduó del colegio Champagnat, cuna del Grupo Teatral Skena, al que hoy en día Carlos le da la imagen, pues es el dibujante del logo, y para el que desarrolla la escenografía.
“Cuando diseñas un edificio tardas años en verlo construido, cuando diseñas una escenografía la ves inmediatamente y la gratificación es mucho más instantánea”, se ríe Carlos mientras explica la ventaja de esta vertiente de su carrera. Además disfruta de la libertad que algunos directores, como Basilio Álvarez, le confieren a la hora de crear la ambientación de un montaje. “En el caso de Armando Álvarez, él tiene ideas más gráficas sobre lo que quiere lograr y me da pautas sobre lo que le gustaría tener y a partir de ahí desarrollo el concepto acorde con lo que él propuso”, pero aun así, opina, es divertido.
La falta de espacios teatrales en el país ha derivado en que los materiales por excelencia que Carlos utiliza no solo sean los más baratos, sino que permitan realizar escenografía modulares, normalmente estructuras de hierro forradas en madera o en tela, que se puedan desmontar muy rápidamente.


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