Yo soy

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lunes, 25 de marzo de 2013

El artista suele tener una especie de naturaleza suicida. Tenemos una pasión absurda. Y no se pelea con las pasiones. Yo me planteo esa misma pregunta cada año de mi vida. La pasas mal muchas veces, somos una profesión poco unida. Pero es algo que nos sobrepasa. Así tenga que hacer teatro en un vagón de tren y luego pasar un sombrero, me verás haciéndolo porque es un vicio, una droga de la que no nos interesa desintoxicarnos.


Vladimir Vera: "Hay que matar a los maestros"

"El país pasa por una situación llamativa. Las crisis suelen generar las mejores creaciones teatrales" "El artista suele tener una especie de naturaleza suicida. Tenemos una pasión absurda", explica el director teatral.

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Vera presentó la obra "Goya" en el FITC (Kisaí Mendoza)
DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
lunes 25 de marzo de 2013  09:16 AM
La edición de 2013 del Festival Internacional del Teatro de Caracas (FITC) reúne a 10 agrupaciones extranjeras junto a otras compañías locales. Vladimir Vera, director del grupo capitalino Teatro Forte, es uno de los que integra la programación con la obra Goya, que también presentó en el Festival Nacional que organizó la Alcaldía de Libertador a principios del mes de marzo. Dos eventos que ofrecen una mínima muestra de la dramaturgia que se hace hoy. 

-¿Cree que el FITC, además de permitir ver el trabajo que se realiza en otros países, favorece una formación internacional para los dramaturgos nacionales? 

-Uno se confronta con una estética distinta a la que está acostumbrado a ver en Venezuela. Cada autor que viene al festival nos trae una especie de pequeña percepción de lo que se hace hoy en el mundo. Siento que uno mismo como creador se cierra las puertas. No hay investigación, a veces nosotros no tenemos ningún tipo de interés de buscar. Tener en casa a distintos dramaturgos hace que uno se renueve. 

-¿El FITC no deja en evidencia la debilidad actual de nuestro discurso escénico al compararlo con las propuestas que se hacen afuera? 

-Tenemos un discurso escénico débil por esa misma carencia de estudio de la que hablo. Los venezolanos estamos afianzados en un discurso muy realista dentro del teatro, por lo que este tipo de espectáculos ayuda a romperlo un poco. El creador teatral debe ponerse al día con nuevas estéticas. A mí me aturde que montemos a los mismos dramaturgos. 

-Usted también formó parte del festival nacional. ¿Cree que la cercanía entre ambos le quita público al otro o puede haber una compatibilidad entre los dos? 

-Al haber hecho el festival nacional con precios tan populares, la mayoría de las obras del internacional se verán golpeadas por esa situación. 

-La falta de apoyo estatal provoca esa disparidad. Una obra que en el otro festival costaba Bs.10, aquí puede llegar a costar Bs.160. ¿Se puede sobrevivir sin tener recursos del Estado? 

-Yo he vivido todos estos años sin los recursos del Estado. Es un momento en el que hay que hacer una vuelta de turca. Vivimos una crisis espantosa. Es hora de reinventarse, saber que existe una limitante que puede ayudar al creador. Necesitamos experimentar con la conciencia de la carencia de recursos que tenemos ahora. 

-Al ver las obras venezolanas seleccionadas al FITC uno pensaría que en el país no se hace teatro ligero. ¿Favorece al llamado teatro serio o de autor presentarse en un evento como este? 

-Uno ya sabe, cuando va a hacer un espectáculo teatral, cuál va a ser el público asistente. Es distinto montar el monólogo de Tania Sarabia (La tía Chucha) que hacer la obra Goya. Cuando haces una pieza de autor sabes que puede ir a festivales pero que, seguramente, no va a ser de gran taquilla. Estos montajes no tienen la gran maquinaria mediática que tienen las obras comerciales. El festival nos sirve de vitrina nacional, así como un referente a la hora de postularse a otro festival internacional. 

-La cartelera nacional no refleja la Venezuela de hoy. Lo más actual esProfundo, que se escribió hace 30 años. ¿El teatro de hoy es ajeno a la situación del país? 

-A veces le damos la espalda. Existe una especie de conciencia extraña del creador local. Buscamos la confrontación de discursos extranjeros, como si no nos gustara ser venezolanos. Tenemos un gran conflicto con nuestra identidad nacional. El país pasa por una situación política-económica llamativa. Y las crisis suelen generar las mejores creaciones teatrales. No hay una especie de conciencia sobre lo que se hace, salvo algunas dramaturgias tímidas que se montan muy poco. 

-Usted va a dramaturgos internacionales para montar sus obras. ¿Cree que en la Venezuela actual no hay autores de la calidad y la irreverencia del argentino Rodrigo García, por ejemplo? 

-Tenemos buenos autores: acabo de montar un texto maravilloso de Néstor Caballero. Elio Palencia me parece un gran autor, o Xiomara Moreno. Cuando yo estaba en Barcelona quise montar un ciclo dedicado a dramaturgia venezolana. Le pasé varios textos de escritores, clásicos y actuales, a distintos directores españoles. Y a ellos, los actuales le parecían textos más interesantes que los del mismo Román Chalbaud o de Isaac Chocrón. Yo monto Goya porque el conflicto es la transculturización, el yo no quiero cultura, yo quiero Mcdonalds, que es muy cercano a la cultura de Venezuela. La adaptación es importante. Lo idóneo sería que el dramaturgo nacional te hablara de la propia realidad venezolana, pero a veces hay momentos para ver qué proyecto interesa más. Una de las cosas más japonesas que he visto en cine es Ram, de Kurosawa, que está basada en una obra de Shakespeare. Hay que reinventar esa literatura para acercarla a ti. 

-El teatro venezolano tuvo una época dorada que la mayoría de los creadores recuerdan con nostalgia. El FITC surgió precisamente en ese período de oro. ¿El teatro que se hace hoy en Venezuela es la sombra de lo que fue alguna vez? 

-Todavía tenemos los fantasmas de Carlos Jiménez, o de Cabrujas o del mismo Chocrón. Creo que una de las cosas más interesantes de la creación es el parricidio: para generar una nueva ola tienes que matar a tus maestros, hacer un corte. Carlos Jiménez murió, hizo una gran trabajo, pero no podemos vivir con su fantasma. Tenemos que romper con ellos. Nosotros no vivimos esa época y tampoco nos interesa hacer un trabajo de antropología teatral ni revivir a los muertos. Yo aún espero ver un Cabrujas violentado de manera distinta, con rompimientos a nivel de estructura, de vestuario, de estética, que corten el naturalismo con que siempre lo montan. No he visto un montaje de Cabrujas que no sea naturalista. Parece que los directores se limitan a montar sólo a partir de las escalas de los autores, hay que reinventar ese texto. El teatro nacional es una virgen encorsetada por violar. Super clásico, todo bonito. Deberíamos aprender la técnica correcta para hacer lo contrario con conciencia. 

-Aunque el Estado ha recuperados varias sedes, aún no hay una política que permita al creador vivir sin subsidio o sin ir a lo comercial. ¿Qué se necesita para hacer temporadas de ese teatro serio y no sólo presentaciones? A Orlando Arocha, por ejemplo, no le dejaron montarMacbeth en Chacao porque argumentaban que no tendría público suficiente. 

-Hay una doble moral: el Gobierno no deja presentar a Fabiola Colmenares en el Celarg, pero a mí me abre las puertas porque Cultura Chacao me censura Goyapor las imágenes. Nos queda aplicar la misma fórmula de todas las personas: hay que trabajar mucho más. Yo tengo cuatro montajes actualmente en la cartelera. La censura a Goya fue el trampolín para que me ofrecieran dirigir teatro comercial, que tienes que hacer para sobrevivir. Yo hice La ratonerapara hacer luego una obra como Versus. Uno hace cosas así en pro de sus necesidades creativas. 

-¿Y vale la pena hacer teatro en esas condiciones? Si paga mal, si no tiene el reconocimiento de otras artes, si depende de la taquilla, ¿por qué seguir en ello? 

-El artista suele tener una especie de naturaleza suicida. Tenemos una pasión absurda. Y no se pelea con las pasiones. Yo me planteo esa misma pregunta cada año de mi vida. La pasas mal muchas veces, somos una profesión poco unida. Pero es algo que nos sobrepasa. Así tenga que hacer teatro en un vagón de tren y luego pasar un sombrero, me verás haciéndolo porque es un vicio, una droga de la que no nos interesa desintoxicarnos. 

dfermin@eluniversal.com

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