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jueves, 21 de marzo de 2013

-No sólo del ahora y del antes, sino también del futuro. El artista puede fantasear el futuro que le gustaría ver. El arte está preñado de utopías


Luigi Sciamanna: "El teatro siempre está abriendo la bocota"

"El artista puede fantasear el futuro que le gustaría ver. El arte está preñado de utopías" "No creo que haya 'teatro puro'. El teatro siempre está diciendo algo, sea a través del llanto o de la risa", señala el actor.

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Sciamana: "El gigante de mármol" no es una pieza de ocasión (Archivo)
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ÁNGEL RICARDO GÓMEZ |  EL UNIVERSAL
jueves 21 de marzo de 2013  08:28 AM
Aún ocurre. El pasado 7 de febrero circuló la siguiente noticia: Los residentes de la aldea japonesa de Okuizumo, en la prefectura de Shimane (oeste), quieren tapar las partes íntimas de una réplica de la escultura David, de Miguel Ángel, instalada en un parque público, aduciendo que no es conveniente para los niños. 

Año 1503. Miguel Ángel Buonarroti, un joven de 28 años, presenta en Florencia su casi terminado David, de 5,17 metros y 5,5 toneladas de mármol blanco de Carrara. Por tratarse de un gigante hombre desnudo, la Iglesia se escandaliza. Por su parte, la Señoría de Florencia decide adoptarla como símbolo de la nueva república. La estatua se convierte así en centro de la discordia entre los florentinos y alguien llega incluso a proponer que la obra sea destruida. Sólo un hombre puede salvar la sublime escultura: su propio creador. 

La belleza, el alma, el cuerpo, la fe... son algunos de los temas que trata Luigi Sciamanna en su obra El gigante de mármol, que forma un díptico con la piezaLa novia del gigante, montada el año pasado. El artista ha elegido el Festival Internacional de Teatro de Caracas como marco para el estreno de su texto. 

-¿De dónde surge esa fascinación por el David

-No registro cuando pude haber visto la estatua del David por primera vez, pero esa estatua ha estado revoloteando en mi cabeza, dramatúrgicamente hablando, desde comienzos del 2000 cuando comienzo a querer escribir un trío de piezas que tuviesen como eje central tres obras maestras del Renacimiento: el DavidLa Gioconda y La última cena

-¿Qué le dice esa escultura a usted como artista, sobre el ser humano, su capacidad creativa y su tiempo? 

-La obra es una celebración de la arrogancia de la juventud y la belleza, de la fuerza del espíritu; del ser humano como centro de la creación en un momento en que el hombre desplazó a Dios como eje del universo. Es un canto a la masculinidad, la virilidad, pero también a la belleza y la serenidad luminosa del alma reflejada en la forma del cuerpo; también es una obra sobre el soplo de Dios sobre el hombre; es una celebración de la potencia creadora del ser humano. 

-En La novia del gigante aborda la historia de una mujer anónima tocada por factores de poder: el nazismo, la Iglesia, la ciencia... ¿Qué factores tocan ahora al artista Miguel Ángel? 

-Es necesario aclarar que son dos obras complementarias, forman parte de un díptico, pero son autónomas; usted no necesitará haber visto una para poder disfrutar de la otra. En La novia es central que la protagonista sea una mujer, pero además, una mujer sencilla, casi un ama de casa. María Fernanda Ferro, la protagonista, dijo en una entrevista para El Universal que aquella era una obra sobre la belleza y en cierto modo lo es, porque su personaje, Lidia Montalcini, es la albacea de la belleza del David y la propia estatua, en la pieza, se convierte en símbolo del amor. Resulta crucial, para mí, que Lidia es como tú o como yo, es decir, un ciudadano común, frágil que, de pronto, es señalado por el poder como el enemigo a vencer. En el caso de El gigante de mármol, Miguel Ángel no es un hombre común, es un gran artista que ha trabajado dentro de los círculos del poder. Esta situación es absolutamente normal en esa época, pero el poder quema y allí está su peligro. Miguel Ángel caminó toda su vida al borde del abismo. Además, es un individuo, un ciudadano y tiene una posición que debe confrontar con los otros personajes de la obra. Entonces la pieza, por un lado, es, entre otras cosas, sobre el artista, pero también sobre el papel que juega el arte en la sociedad, y cómo puede ser peligroso para unos y conveniente para otros. Así mismo, es una obra sobre la belleza no sólo solo como cualidad del cuerpo y del alma, sino como el atributo máximo de la república y la democracia.

-En una entrevista reciente Gustavo Ott dice que el creador "representa la última instancia de la libertad: una obra que nos habla no sólo de todos hoy y aquí, sino también de todos los que vivieron antes... El artista no tiene obligaciones que no sean con su obra". ¿Qué opina de esa afirmación? 

-No sólo del ahora y del antes, sino también del futuro. El artista puede fantasear el futuro que le gustaría ver. El arte está preñado de utopías. Pero esa libertad y esa única responsabilidad con la obra no está siempre separada del contexto. Sé que hay una música denominada por algunos como "música pura" -Bach, Mozart, Haydn-, pero la verdad es que no creo que haya "teatro puro". El teatro siempre está diciendo algo, sea a través del llanto o de la risa, pero siempre está mirando algo, señalando algo, a veces de manera cortesana, a veces de manera incómoda, pero creo que siempre está abriendo la bocota.

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