Yo soy

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miércoles, 27 de marzo de 2013

Nazareno de San Pablo, ten piedad de mi...


Nazareno de San Pablo:
Fe, esperanza y devoción cada Miércoles Santo
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Cada Miércoles Santo sale en procesión el Nazareno de San Pablo. Desde la Basílica de Santa Teresa es llevado en hombros por sus fieles seguidores, quienes desde el martes en la madrugada realizan largas colas para elevar ante le efigie sus plegarias.
El Nazareno está tallado en madera de pino del siglo XVII, y contempla la representación de Cristo cargando la Cruz, vestido de color morado, camino a su crucifixión. Cuenta la historia que su creador al terminar la imagen lo miró y se preguntó: ¿Qué te falta mi señor? A lo que una voz le respondió: “¿Donde me has visto que tan perfecto me has hecho?". Asimismo, se dice que esta imagen es tan perfecta y real, que cada día reduce unos centímetros, viéndose así su cuerpo más encorvado en cada Semana Santa.
Fue traído a nuestro país desde Sevilla, España, a la Capilla de San Pablo el Ermitaño, razón por la cual se le da el nombre de “Nazareno de San Pablo”. La imagen fue consagrada el 4 de julio de 1674 por Fray González de Acuña.
En 1696 una gran epidemia de viruela afectó a toda la ciudad de Caracas, y por esta razón el Nazareno fue sacado en procesión. Mientras caminaban los fieles acompañando a la imagen, ésta tropezó en la esquina del templo con un limonero, del cual se desprendieron los frutos, que quedaron enredados en su corona. El pueblo interpretó el hecho como una señal de Dios y comenzaron a elaborar bebidas para los enfermos, quienes milagrosamente tuvieron una cura inmediata.
En 1880, el presidente Guzmán Blanco mandó a destruir el templo de San Pablo, ya que tenía problemas con los sectores católicos del país. En ese mismo sitio se construyó el Teatro Municipal, que fue inaugurado en 1881, pero cuenta la leyenda que, estando en el palco presidencial, Guzmán vio la imagen del Nazareno, quien le preguntó: “¿Dónde esta mi iglesia?”
Inmediatamente el Presidente mandó a construir la Basílica de Santa Teresa, adonde fue llevado el Nazareno de San Pablo.
El Nazareno tiene la particularidad de movilizar a miles de venezolanos sin importar la distancia. Esta tradición ha alcanzado un gran prestigio, y en ella los devotos pagan penitencias y promesas, acompañados de grandes procesiones que se prolongan durante horas.


El limonero del Señor
En la esquina de Miracielos
agoniza la tradición.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
Miracielos; casuchas nuevas,
con descrédito del color;
antaño hubiera allí una tapia
Y una arboleda y un portón.
Calle de piedra; el reflejo
encalambrado de un farol;
hacia la sombra, el aguafuerte
abocetada de un balcón,
a cuya vera se bajara,
para hacer guiños al amor,
el embozo de Guzmán Blanco
En algún lance de ocasión.
En el corral está sembrado,
junto al muro, junto al portón,
y por encima de la tapia
hacia la calle descolgó
un gajo verde y amarillo
el limonero del Señor.
Cuentan que en pascua lo sembrara,
el año quince, un español,
y cada dueño de la siembra
de sus racimos exprimió
la limonada con azúcar
Para el día de San Simón.
Por la esquina de Miracielos,
en sus Miércoles de dolor,
el Nazareno de San Pablo
Pasaba siempre en procesión.
Y llegó el año de la peste;
moría el pueblo bajo el sol;
con su cortejo de enlutados
pasaba al trote algún doctor
y en un hartazgo dilataba
su puerta «Los Hijos de Dios».
La Terapéutica era inútil;
andaba el Viático al vapor
Y por exceso de trabajo
se abreviaba la absolución.
Y pasó el Domingo de Ramos
y fue el Miércoles del Dolor
cuando, apestada y sollozante,
la muchedumbre en oración,
desde el claustro de San Felipe
hasta San Pablo, se agolpó.
Un aguacero de plegarias
asordó la Puerta Mayor
y el Nazareno de San Pablo
salió otra vez en procesión.
En el azul del empedrado
regaba flores el fervor;
banderolas en las paredes,
candilejas en el balcón,
el canelón y el miriñaque
el garrasí y el quitasol;
un predominio de morado
de incienso y de genuflexión.
—¡Oh, Señor, Dios de los Ejércitos.
La peste aléjanos, Señor...!
En la esquina de Miracielos
hubo una breve oscilación;
los portadores de las andas
se detuvieron; Monseñor
el Arzobispo, alzó los ojos
hacia la Cruz; la Cruz de Dios,
al pasar bajo el limonero,
entre sus gajos se enredó.
Sobre la frente del Mesías
hubo un rebote de verdor
y entre sus rizos tembló el oro
amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
partió la flecha de una voz:
—¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos,
el limonero del Señor...!
Y veinte manos arrancaban
la cosecha de curación
que en la esquina de Miracielos
de los cielos enviaba Dios.
Y se curaron los pestosos
bebiendo el ácido licor
con agua clara de Catuche,
entre oración y oración.
Miracielos: casuchas nuevas;
la tapia desapareció.
¿Qué mano avara cortaría
el limonero del Señor...?
¿Golpe de sordo mercachifle
o competencia de Doctor
o despecho de boticario
u ornamento de la población...?
El Nazareno de San Pablo
tuvo una casa y la perdió
y tuvo un patio y una tapia
y un limonero y un portón.
¡Malhaya el golpe que cortara
el limonero del Señor...!
¡Mal haya el sino de esa mano
que desgajó la tradición...!
Quizá en su tumba un limonero
floreció un día de Pasión
y una nueva nevada de azahares
sobre la cruz desmigajó,
como lo hiciera aquella tarde
sobre la Cruz en procesión,
en la esquina de Miracielos,
¡el limonero del Señor...!


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