Yo soy

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domingo, 2 de diciembre de 2012

El Miedo


SÁBADO, DICIEMBRE 01, 2012

Mátame, mamá

 

Otra vez más, el teatro venezolano toma al VIH-SIDA como elemento dramático y lo convierte en metáfora artística para exhibirlo en la Sala Julia Rojas, de Unearte, con el espectáculo Mátame, mamá, escrito y dirigido por Elio Palencia. Las funciones de pre-estreno serán los días 8 y 9 de diciembre, a las 7 pm y a las 6 pm.
ARGUMENTO
Elio Palencia explica que la obra se desarrolla en  Venezuela y corre el año de 1993, sin tantos celulares ni uso de internet y  Por estas calles es la telenovela del momento, cuando Nubia Linares, maestra jubilada del Grupo Escolar El Progreso de Puerto Cambur, se entera de que su hijo Andrés ha sido infectado del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) o SIDA. Ambos deben enfrentarse no sólo a los fantasmas y temores que rodean la enfermedad, sino a la ignorancia y los prejuicios del pueblo donde vive Nubia.
Este es el argumento de ¡Mátame, mamá!, adaptación hecha por Palencia de su texto Arráncame la vida, el cual  en 1997 y en 2010 fue llevado a escena por Román Chalbaud y ahora, en ocasión del Día Mundial del SIDA, se presenta en nueva propuesta, producido por El Galpón del Arte, con  la dirección del propio autor, junto a Citlalli Godoy y el impulso de la actriz Aura Rivas. Ella da vida a esa particular madre venezolana, esta vez acompañada por el actor Salvador Pérez Castro, la  voz de la actriz Beatriz Valdés y con las complicidades de Alfonso Rivas (Ambientación), Jonás Romero (Banda Sonora), Gerónimo Reyes (Iluminación), Jonathan Rodríguez (Vestuario) y Naghieli Godoy (Asistente de Producción).
ARRÁNCAME LA VIDA
 -¿Por qué cambió el titulo y el texto? preguntamos a Palencia.
-Cuando Aura Rivas me propuso retomar ese texto escrito en los 90, me pregunté por el sentido y la vigencia que podía tener, tanto en forma como en contenido. Me dispuse a revisar el texto y consideré pertinente intervenirlo en función de los tiempos, los cambios respecto al tema y la visión de quien va a participar en su puesta en escena. De modo que Arráncame la vida sigue llamándose así, pero con voluntad de acercarnos a un nuevo público nuevo y no poco desparpajo, gracias al juego que nos permite el teatro, decidimos retitular la versión como  ¡Mátame, mamá!.
-¿Hace lo mismo que Rodolfo Santana:obricidio?
-¡Para nada! O, al menos eso espero. Con todo el respeto y la admiración hacia el gran maestro que seguirá siendo Santana, muy por el contrario, intento, al igual que en la vida, revitalizar, renovar el discurso. El teatro como espejo revelador de la vida que puede llegar a ser es el reino de la persona y sus conflictos en el aquí y el ahora, por tanto, el riesgo de los cambios le es consustancial, precisamente para que siga vivo para quienes lo hacemos y para quienes lo ven.
-¿Cuáles son los cambios en el texto?
-No muchos. La esencia es la misma: el VIH-SIDA desde la visión de dos afectados, una madre y un hijo. Se han contraído escenas y hecho algunos añadidos para precisar la época en la que transcurre: el año 93, cuando la alarma por los caídos era tan acuciante. También hemos querido potenciar la diferencia entre los dos discursos que propone la pieza: las fantasías que genera la enfermedad a los ojos del personaje del hijo y la realidad cotidiana de él con su madre durante una semana en el pueblo donde vive ella.
-¿Cómo se plantea el montaje?
-Este texto, inicialmente, fue escrito pensando en los registros de esa gran actriz que es Aura Rivas, por tanto lo fundamental ha sido potenciar eso y la presencia de los actores, sobre un espacio ambientado de manera muy minimalista. La idea ha sido jugar con los planos y texturas de fantasía y realidad. Parafraseando a lo que decía un científico hace años, antes se encontraría la respuesta médica a la pandemia, que la superación del trauma social con sus estigmas y fantasmas. En principio se tiene previsto un pre-estreno en la sala Ana Julia Rojas de Uneartes, los días 7 y 8 de diciembre, en ocasión al Día Internacional del VIH-SIDA, también la participación al Festival Nacional el próximo año, una posible temporada, quizás en Rajatabla, y el intento de mostrar el montaje en el interior, esto último ha influido en los pocos elementos y en su plantearnos no intimista, sino susceptible de ser presentado en salas de gran aforo.
-¿Qué ha pasado con el Teatro del SIDA, ese que desde los años 80 viene denunciando esa crisis en la salud y en el amor de los seres humanos?
-Desconozco acerca de textos y montajes creados últimamente respecto al tema. Pero, si bien gracias a los tratamientos retrovirales, la situación ha cambiado para mejor, el estigma hacia los afectados, al igual que los fantasmas de enfermedad y muerte. Aún muchos ignoran que VIH no es necesariamente sinónimo de muerte y, lo que es más grave, la desinformación y los prejuicios, siguen presentes. Hace poco me enteré por un paramédico que trabaja en VIH-SIDA que, en nuestro país, la mayoría de los nuevos seropositivos son menores de 25 años. ¿No indica esto que  aún hay mucho por decir y hacer respecto al tema? El teatro sigue siendo un espacio para ello.
TEATRO DEL SIDA
Elio Palencia, Marco Purroy y Johnny Gavlovski, en 1990, y David Osorio Lovera, en 1991, coincidieron, sin previo acuerdo entre sí, llevar al teatro como elementos dramáticos de sus piezas a personajes afectados por “el mal del siglo” o sea infectados por un virus extraño que vino de lejos, el tristemente famoso Síndrome de la Inmunodeficiencia. En síntesis, esos cuatro venezolanos, preocupados ante el peligro que se cierne sobre la libertad de los seres humanos para amar en toda intensidad posible, se fijaron en ese tema del SIDA, lo amaron y optaron por escribir sus textos: Anatomía de un viaje,Habitación independiente para un hombre soloHombre y El último brunch de la década. Añadieron, pues, a la larga de personajes del prototipo venezolano, a seres nunca antes vistos en la escena, homosexuales, bisexuales o heterosexuales infectados por virus del SIDA, el cual pone en peligro a la humanidad entera, sin distingos de costumbres amatorias, y/o sexuales. Y eso es precisamente una novedad en el teatro de Venezuela, para no citar al de otros países, el que sus dramaturgos escriban sobre el temible SIDA. Esas piezas teatrales, junto a las del precursor Amado Naspe, son las primeras que se mostraron en Venezuela. Esa respetable lista prosiguió aumentando: Palencia estrenó en 1997 a Arráncame la vida y en 2010 se agregó el trabajo de Julio Bouley y José Luis Pérez: Vamos a imaginar que nos estamos tomando un café treinta años después/ Testimonio teatral en 7 tiempos. ¡El SIDA está ahí, agazapado, esperando a sus víctimas, tratando de impedir que los seres humanos se amen!

La esquina del miedo

 

Los balances de los festivales de teatro son tareas incomodas. Nunca un artículo crítico reúne todo lo que se vio en la escena y  tampoco lo que se quedó en la trastienda de los montajes. Y lo que se hace son comentarios posteriores donde se intenta remendar el capote, como diría mi tatarabuela, o dejar apuntes volanderos. Decimos esto porque la caraqueña Primera Muestra de 24 Coproducciones del Centro Nacional de Teatro, realizada exitosamente del 10 al 25 de noviembre, permitió volver a ponderar otra vez las excelencias de la dramaturgia de César Rengifo por intermedio de los trabajos de los artistas de los estados Falcón y Nueva Esparta, quienes vinieron con los espectáculos logrados a partir de Lo que dejó la tempestad La esquina del miedo, respectivamente
Del falconiano montaje Lo que dejó la tempestad podemos reseñar el avanzado trabajo de investigación y la laboriosa puesta en escena, pero todo eso estaba “crudo” y merece que adelanten una aguda depuración, como se los dijimos personalmente, aunque resaltamos la performance de la actriz que encarnó a “Brusca”.
Con respecto a La esquina del miedo, texto que no conocíamos, su montaje permitió reencontrarnos con uno de los más capaces artistas venezolanos, el escenógrafo y director José Salas Verde, con 50 años en las lides teatrales, quien realizó con su agrupación El Pequeño Teatro de Los Robles un memorable montaje por la síntesis escénica lograda y las precisas caracterizaciones de un elenco joven, que integraron Alberto Millán, Claret Mendoza, Tomás Moya, Héctor Marín, Nathalie Salazar, Marena Acosta, Luis Acosta (el más destacado con su labor protagónica), Mailko Prieto y Virginia Márquez, apuntalados con los técnicos Ángel Muñoz y Gregorif Marín.
Salas Verde (conocido como Salitas) durante las dos últimas décadas ha producido montajes, capacitando comediantes y educando espectadores, en la comunidad de Los Robles, del municipio Manuel Plácido Maneiro de Nueva Esparta. Con algunos ex integrantes del Núcleo del TNJ logró crear la Sociedad Civil Pequeño Teatro de los Robles para fortalecer al arte regional y desarrollar un trabajo integral de perfeccionamiento y profesionalización de las nuevas generaciones. ¡Hace patria!
 Con La esquina del miedoSalitas retoma conceptos escenográficos básicos y crea un modulo central al cual los cómicos transforman  o les  permite crear la esquina trágica, la farmacia, la iglesia, el burdel y la cárcel, espacios que los personajes utilizan para revelar  lo que ocurre en una comunidad cuando se comporta indiferente ante las denuncias de un crimen cometido en una calle de su pueblo.
El espectáculo es un alucinante desfile de imágenes sobre un hecho criminal que es visto por un muchacho y lo que pasa cuando la justicia no colabora, ni tampoco juzga a los culpables sino al inocente que denuncia lo ocurrido. Lo lúdico del burdel se combina con la cómica conducta del juez y debe generar la natural catarsis entre la audiencia.
Salitas, prosigue haciendo buen teatro para las comunidades margariteñas, venciendo las vicisitudes y las naturales rémoras de hacer arte alejado de la capital política del país.


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